Capítulo 4

Eli empieza a levantarse, estar en el suelo la hace sentir en desventaja. Ignacio le quiere ayudar, pero ella retrocede con temor, pero se recompone rápido.

—De verdad lo lamento, nunca le he puesto la mano a una mujer para golpearla.

—Debo estar mal de la cabeza para que tan siquiera conversemos. Si envía algunos hombres a trabajar, podrían ayudarme a correr la cerca más hacia la casa para liberar el río.

— ¿Por qué harías algo así? Vine hace un rato pensando en rogarte por el agua, incluso estaba dispuesto a pagarte una renta por ello, mi desesperación tomó el control y dije cosas demasiado hirientes y aun así me dices eso.

—Deje de mirarme así, no soy enemiga suya. No estoy tramando nada. Le hubiera dicho lo mismo hace rato.

—No imaginas cuanto necesito el agua, las personas hasta ahora solamente me han sacado dinero.

—Yo no soy las demás personas. Comprendo que está ansioso y que incluso desconfíe, pero no le he dado razones para hacerlo. Ahora márchese de aquí.                 

—Lo siento señorita Foster.

—Tengo muchísimas cosas que hacer así que tráigase a sus empleados para que hagan el trabajo. Entre más pronto lo hagan más pronto me libraré de tratos con usted.

—Quisiera saber por qué haces esto, es difícil creer algo así.

—El asunto es que no solo pierde usted, hay animales que mueren de sed. Yo no necesito el agua.

—Si estás segura…

—No conozco a nadie, así que le repito, si envía ayuda cuanto antes podrán mover las cercas.

—Eres increíble, nunca imaginé esto y perdón por ser tan antipático.

—¿Y qué culpa tengo yo? Ya me advirtieron de usted en el pueblo. Tanto Nancy como don José.

—¿Qué te dijeron?

—Bueno, que tenía usted un radar contra las busconas. Yo vine a vivir en paz, he vivido mi propio infierno y por eso la gente como usted me altera.  Quisiera darle el agua porque es absurdo que yo tenga un río mientras que usted lucha por mantener vivos sus animales. Mis intenciones son únicamente esas.

—Lo siento Eli.

—en fin… ¿Quiere tomarse un café?

—Claro.

Ignacio se sienta en una mesa de madera que está dentro de la cocina mientras Eli le sirve un café.

—Como le decía, usted no me ha hecho nada, incluso es inocente en todo esto, estuvo atado de manos gracias a su padre. Según me dijeron estas tierras que compré son solo una ínfima parte de las tierras originales.

—El muy cabrón segregó y me heredó esas partes más no la tuya. ¿Y cuánto pides por el agua?

—¿Pedir?

—Sí, ¿cuánto dinero?

—No me insulte vecino, tengo mi propio dinero.

—Debes estar dispuesta a pedir algo.

—No pido nada. Con razón le cobraban usuras ¿andaba usted ofreciendo dinero?

—No, las primeras veces llegué a preguntar sobre el uso del agua y la respuesta era la misma. Miles de dólares anuales que en su momento tenía, pero con el paso del tiempo empezó a afectarme.

—Pero Nancy dijo que usted criaba pura sangre, que hizo dinero fuera del país en los rodeos.

—Sí y me da para vivir bien, pero pagar por el agua logra desfinanciarme. Este río es uno de los pocos que en la sequía no pierde caudal.

—Comprendo.

—Pídeme lo que quieras has solucionado mi mayor problema. Y por favor tutéame que tenemos casi la misma edad, o eso parece. Tengo 30 años.

—De acuerdo en tutearnos, tienes razón pues tengo 26 años, pero no necesito nada.

—Piensa en algo que desees, te lo pido. No puedo aceptar esto si a cambio no te doy algo.

—Hablas de un trueque.

—Exacto —Ignacio iba conociéndola, Eli era orgullosa y quizás si veía aquello como un intercambio no se ofendería—

—Mira, no necesito nada, en serio.

—De acuerdo, te daré mi número. Al menos llámame a cualquier hora en caso de que necesites algo.

—No te llamaré a molestar.

—Después de salvar mi rancho dándome el agua, puedes llamarme las veces que quieras Eli.

—Gracias.

—Ahora me marcho, mañana a primera hora enviaré a mis hombres.

—De acuerdo, suelo madrugar para trabajar así que a las cinco ya estoy en pie, por aquello que vayan a hacer ruido, no me molestarán.

Ignacio sale de casa de Eli sonriendo. Su vida y futuro acaban de cambiar de formas que ella no puede imaginar.

—¿Cuánto pidió la nueva dueña?

—Nada, me ha dicho que enviemos trabajadores para que corran la cerca, me ha regalado el agua.

—Tiene que estar bromeando, jefe.

—No hablamos de una acosadora, lo que es una novedad. Fue un cambio inmenso charlar con alguien que no coqueteaba todo el tiempo. Además, hay que ser un buen ser humano para perdonar a alguien tan patán como yo.

—¿Y qué vamos a hacer?

—Quiero a todos los hombres trabajando en esa casa mañana.

—¡Agua! Esto hay que celebrarlo.

—Está sola en esa casa, le he dicho que, si necesita algo, a cualquier hora me llame. Esa mujer ha salvado mis tierras, a mis animales. No importa en que esté, si ella se comunica me avisas. Aquel que desobedezca pierde su trabajo.

—Algo radical, ¿no cree?

—Ella es la prioridad y saber que el no darle esa importancia les costará el puesto me garantizará que nadie fallará.

—De acuerdo.

—Busca unos tres hombres de confianza y que extiendan los patrullajes a los límites del sur.

—Va a vigilarla.

—Protegerla, que es distinto. Si esa mujer quiere cualquier cosa, se la daré.

—Suena a que ha caído, Jefe

—Es extraño Manuel, pero me juré a mí mismo huir de las mujeres. Eli me dio algo invaluable sin pedir nada a cambio y eso no se ve todos los días. Pienso seguirle los pasos, pero creo que al final, será mía.

—Está mal, jefe. ¿Sabe lo extraño que suena que lo diga con tanta seguridad?

—Lo sé, pero no puedo evitarlo, ella va a ser mía sin importar a quien deba quitar del camino.

—Ojalá que no sea literal.

El reloj marca las dos de la mañana. Se escucha como si alguien caminase sobre el techo por eso Eli no puede dormir, tiene demasiado miedo. Se tapa la cabeza con la almohada y se sienta sobre la cama, se asoma por la ventana y no se ve nada fuera de lo común, pero se le ha ido el sueño. Se pone un suéter, llega a la cocina y pone a trabajar el coffee maker. Mientras que saca algunos papeles e inicia a hacer algunos bocetos. Se fija en el reloj de la cocina, son las 4am, prepara algunas galletas y mucho más café.

Acaba de poner las galletas en un platón, el reloj marca las 5 así que toma una taza de café y sale al porche, se acomoda en la hamaca. A lo lejos se ve a los trabajadores acercándose, Ignacio venía con otro hombre, algo más joven que ella aparentemente. Se pone de pie cuando han llegado hasta su casa.

—Buen día Eli.

—Hola Ignacio, me alegra que hayan venido.

—Gracias de nuevo, te presento a Manuel, mi capataz.

Manuel se quita el sombrero y lo estruja con las manos de forma nerviosa. Esa mujer le parece tan hermosa que le cuesta mirarla fijamente.

—Mucho gusto señorita Foster.

Para sorpresa de Manuel, Eli extiende la mano y espera a que él se la estreche. Aquello le hace sentir extraño y desconcertado por lo que le toma unos segundos reaccionar, mira como tonto la mano y luego a Eli luego la mano, después reacciona la saluda.

—Manuel entre por un cafecito y galletas caseras recién salidas del horno.

—¿Recién horneadas? -no hubiese querido sonar tan infantil, pero demonios…amaba las galletas caseras-

—Sí, no soy una gran cocinera, pero mis galletas al menos no les enfermarán. Las tazas están en la cocina junto al café, leche y las galletas.

Manuel no pierde mucho tiempo y avanza a la cocina seguido de Ignacio y Eli. Por su parte Ignacio se mantiene en silencio mientras observa a Eli sirviéndole el café a Manuel en una de sus tazas.

Manuel se toma el café con prisa y se come unas cuantas galletas, luego sale para iniciar su jornada laboral.

—Muchas gracias, Eli.

—Con mucho gusto.

Ignacio se acerca a Eli y ella le mira en silencio, estira la mano derecha y la coloca sobre el rostro de Eli quien cierra los ojos e inclina el rostro apoyándose en la mano solo unos segundos. Luego se aparta y comienza a recoger las tazas del café de ella y Manuel.

En el estado de nervios que está bota la taza y los pedazos se extienden por el suelo, Eli suelta una maldición, está tan tensa que se corta un dedo. Se apresura a meter la mano bajo el tubo de agua.

 Ignacio se para por detrás, está totalmente pegado al cuerpo de Eli. Ella se mueve, se separa de él y toma un paño, hace presión en el dedo y se va a su cuarto a buscar el botiquín. Ignacio la sigue y empieza a encargarse del corte.

—No quería ponerte incómoda, es que me doy cuenta de que casi no dormiste, horneaste galletas y eso es al menos una hora de trabajo.

Ignacio la mira realmente preocupado, su instinto le decía que algo estaba asustando a Eli, pero si ella no le decía no podía obligarla.

—Pasó algo, ¿cierto? Alguien te está molestando

—No pude dormir, pero no fue por nadie en específico, debo acostumbrarme a los ruidos del campo. Solo eso.

—¿Ruidos?

—Cosas sin importancia, quizás algún gato que paseaba por ahí.

Eli le dijo aquello sin mirarlo a los ojos, era obvio que ocultaba algo e Ignacio necesitaba que confiara en él.

—Hay algo más que ruidos normales en el campo. Por Dios… confía en mí.

—Mira, soy de ciudad ¿sí? y por eso no me acostumbro a los ruidos del campo.

—Vivo en la misma zona por si no lo recuerdas y en mi casa no hay ruidos de campo, al menos no a un nivel que me despierten. Así que mejor me cuentas lo que escuchaste.

Eli se agarraba las manos con nervios, detestaba sentirse vulnerable. Ignacio se acercó a ella y le puso la mano bajo la barbilla para obligarla a verlo.

—Eli, confía en mí, si alguien está perturbándote me encargaré de eso.

—De acuerdo, pero no quiero que pienses que soy una miedosa.

—Esa es tu mayor preocupación y me parece absurdo. No ibas a decirme nada y se requiere de mucho valor para tratar de sobrellevar algo así.  Me dijiste que te han maltratado y me imagino que mucho de tu actitud es para probarte a ti misma que puedes salir de esto sola.

Eli decide poner distancia y va a sentarse en la sala, Ignacio se arrodilla frente a ella y le sujeta las manos, luego espera en silencio.

—La verdad fue extraño, al principio pensé que alguien caminaba por el techo, pero el sonido se acabó tan rápido como inició.

—¡Debiste haberme llamado!!

—¿Y qué te iba a decir? No soy una histérica.

—Qué tal… ¡Hay alguien en mi techo!

—No fue nada.

—Pero te mantuvo despierta toda la noche.

—Mira. Necesito que queden cosas claras. No me toques, no me gusta. Estuve casada pero mi esposo murió, al igual que mis padres y abuelo. Me quedé sola y no quiero tener nada romántico contigo. Lo único que ofrezco es amistad y a ti por variar te caería bien pues estoy segura de que sería algo completamente nuevo.

—De acuerdo, amigos.

—Sabes, no entiendo la forma de Manuel de mirarme. Creí que le había caído mal y que por eso no iba a darme la mano o a aceptar mi café.

—¿Eres real?

—¿De qué hablas?

—Las mujeres que han conocido mi casa y a Manuel, le miran con una cara que va de la indignación al asco cuando se acerca a nosotros. No solo le diste la mano, sino que usaste tus propias tazas para que tomara café, eso es algo nuevo para él. Ahora me voy a trabajar.

—No puedo creerlo.

—Así es, en fin, señorita, me marcho a trabajar y por favor, si algo sucede llámame.

Ignacio sale de la casa sonriendo Manuel se acerca a él.

—Déjeme decirle Jefe que es usted digno de admirar.

—¿Y eso, hombre?

—Sonríe usted igual que cuando acaba de tener un encuentro amoroso con una de sus amigas.

—Si no estuviese de tan buen humor te despediría. Y para tu información no la besé porque me rechazó.

—Rechazado, Jefe creo que es la primera vez que veo que lo noquean en el primer round. Aunque no lo entiendo, es usted muy atractivo.

Ignacio lo mira boquiabierto y con los ojos bien abiertos, Manuel baja la cara con pena, Ignacio decide vacilarlo, Manuel es muy serio y necesita reírse un poco mas.

—Manuel, no sabía que pensabas eso.

Manuel lo mira y al ver a su jefe riendo, ríe con él.

—Ay Jefe, lo digo porque las mujeres caen a sus pies como moscas, y tengo ojos en la cara, que sepa que es usted atractivo no significa que me guste por Dios, no infle tanto su ego.

—Eli enviudó hace un tiempo y no busca relacionarse con nadie. En dos platos, o amigos o nada.

—Le dieron calabazas. Eso está bien para variar.

Los trabajadores están realizando un arduo trabajo haciendo los huecos para los postes que pondrán en la propiedad de Eli. Por su parte, ella trabaja todo el día en bocetos para los cuadros que enviará a Estados Unidos.

Para cuando el reloj marca las 5pm ella sale al porche a despedir a Ignacio y sus trabajadores, luego, caminando de forma pausada, se prepara algo de comer y se acuesta a ver tv en su habitación.

 Se queda dormida y de nuevo en la madrugada escucha ruidos en el techo, Eli se levanta, se sienta en el borde de la cama y toma su teléfono, en pantalla aparece el nombre de Ignacio, pero se arrepiente y deja el teléfono a un lado.

Toma su Tablet, una manta y acuesta en el sofá a leer. Cuando el reloj marca las cuatro y media prepara café, luego sube a bañarse.

Los trabajadores empiezan a llegar y Eli abre la puerta para Ignacio, luego se va a la cocina.

Ignacio entra con confianza y va a la cocina.

—Buen día Eli

—Buen día, ¿café? a menos que ya tomarás en tu casa.

—Una taza de café nunca se rechaza.

Mientras Eli se mueve por la cocina Ignacio se dedica a analizarla, ella se ve bastante cansada.

—¿A qué hora te levantaste?

—Toma <<dijo colocándole la taza de café al frente>>

—Eli...

—No lo sé, hace poco…una media hora quizás.

—¿Nada de ruidos?

—Nada de nada.

—A veces me pregunto si me estás viendo la cara Eli, pero como lo dijiste al conocernos, simplemente amigos y ya.

—Ya te lo dije hace unos días, necesitas alguien que desinfle tu ego.

—Los amigos también pueden echarse un buen polvo de vez en cuando, Eli. Piénsalo.

Dejando a Eli boquiabierta, le da un beso en la frente y sale silbando. Eli sonríe, aunque le grita…

—Idiota.

Durante las siguientes seis noches los ruidos la acosan, cada vez está más cerca de perder la cabeza. Ignacio, cada mañana la saluda a lo lejos, no ha regresado a buscarla para darle espacio. Mientras está en su casa cenando, decide que irá por ella al día siguiente para invitarla a almorzar.

Al día siguiente cuando el reloj marca las 4:50 am Eli deja la puerta abierta para Ignacio y va a la cocina. Hay una ventana que da al exterior.

Mientras está pensando en su vida observa a alguien afuera, antes de darse cuenta han arrojado una piedra. Por más que se cubre el rostro los vidrios la cortan por todas partes. Al dar un paso atrás, siente un vidrío incrustándosele en la planta del pie. Es tanto el dolor que se marea y cae, sin perder el conocimiento. Aun sin saber si su atacante regresará por ella se arrastra al baño. Mientras trata de contener el sangrado, entra un hombre con un pasamontañas, se acerca a ella y le inyecta algo que la hace sentirse mareada. Aunque trata de mantenerse despierta le es imposible lograrlo y se deja ir.

Ignacio se sentía incómodo y esa sensación de que algo no va bien se confirma cuando al llegar a casa de Eli encuentra la puerta abierta. Avanza a la cocina y observa la ventana rota y sangre en el piso. 

—¡Eli!

Cuando ella no responde, el miedo se aloja en el pecho de Ignacio. Hay una mancha de sangre de arrastre que lo lleva al baño. Con cada paso que da, es capaz de escuchar como su corazón late sin control, un sonido ensordecedor.

La mancha acaba frente al baño, abre la puerta con temor y entonces la ve. Una de las imágenes más aterradoras que ha visto en su vida. Eli está cubierta de sangre en brazos, rostro, pecho, está inconsciente. Con temor coloca los dedos en la garganta y suspira de alivio cuando encuentra el pulso. Al tratar de moverla ella despierta, aunque no por completo. Está desorientada y grita, parece no reconocer a Ignacio.

—Déjeme.

—Eli tranquila.

—Ignacio…el hombre tenía la cara cubierta…

—Tranquila. Déjame revisarte.

Ella sigue moviéndose frenéticamente, se acerca a ella, pero realmente no lo ve pues está en shock. Se arrodilla frente a ella y la toca, está muy fría e ignora si es solo por lo sucedido o por la pérdida de sangre.

—Logré sacar un vidrio, pero no deja de sangrar. Pero luego él me inyectó…

—Déjamelo a mí, lo estabas haciendo bien, ya casi no sangra.  Necesitamos llegar al hospital.

—Tengo sueño…

—No te duermas Eli.

La toma en brazos y la sube a su vehículo, cierra la casa y mientras maneja llama a Manuel.

—Dígame jefe.

—Atacaron a Eli, está herida. Voy a llevarla al médico para que la revisen. No me importa que estás haciendo en el rancho, ven a sacar las medidas del vidrio para reemplazarlo y lleva a alguien para que te ayude a limpiar todo.

—De acuerdo jefe, voy para allá. Pero siendo sábado y a esta hora dudo que la ferretería esté abierta. Me llevaré algo de cedazo para la ventana.

—Llama por favor a Christian para que nos espere. Nos vemos luego.

Corta la llamada y la observa. Eli mueve los brazos de forma errática y con un ligero temblor, puede ver como una lágrima cae por su rostro. Ignacio estira la mano y le acaricia el rostro. Las palabras de ella le dejan algo confundido.

—Lo siento, ¿sabes algo? Normalmente no soy tan débil.

- ¿Estaba loca? Con todo lo que había sucedido era extraño que no estuviera gritando, al menos las lágrimas eran algún tipo de desahogo-

—No lo eres, fuiste víctima de una agresión muy seria, es normal que llores. Vamos a llegar al hospital pronto.

—Tengo sueño

—No te duermas, debes tratar de quedarte conmigo

—Lo siento…no puedo.

—Eli… ¡Eli…!

Cuando ella pierde el conocimiento Ignacio maldice y acelera. Ella está muy pálida y con la piel muy fría. Si llega a ponerle las manos encima al responsable lo va a eliminar y es algo definitivo.

Nadie conoce las dimensiones de esa sombra que tiene por dentro. Hasta la fecha no había sentido algo tan fuerte como lo que sentía por Eli y nadie iba a perturbarla, NADIE.

Una vez en el hospital, Ignacio apaga el auto, rodea el mismo y toma a Eli en brazos. Christian su amigo se acerca a él, pero Ignacio no le permite que la tome en brazos así que Christian le indica por dónde ir. La enfermera corre a ellos con una camilla, la suben y se la llevan dejando a Ignacio fuera.  Cuarenta minutos después aparece Christian.

—La drogaron con una mezcla de plantas venenosas incluida la Digitalis Purpurea, es una suerte que no la mataran, pero está muy mal.

—¿Cuál es el pronóstico?

—De momento está en observación, ya le hicimos un lavado estomacal para eliminar posibles residuos.

—o—

Seis horas después ella despierta bastante sedienta, observa a Ignacio en la habitación y a un médico bastante joven. Eli siente algo y al verse el brazo se saca a toda velocidad la vía que tiene puesta. Christian se acerca y toma una aguja nueva dispuesto a recolocar la vía. Eli llora mientras acercan de nuevo la aguja, Ignacio sujeta a Christian

—No la toques

—Debemos colocarle la vía de nuevo

—No

— Por favor, debe haber otra forma. Ni siquiera me duele tanto.

— Debe hacerse así. Es solo un pinchazo, los cortes te han dolido más.

—Christian, guíate con eso para saber que si no quiere una aguja ha de ser por algo serio.

Christian, ignorando a su amigo prepara la jeringa y se acerca a Eli, ella se le ve muy asustada e Ignacio toma al médico del brazo. Aprieta lo suficiente para que Christian detenga su avance.

Eli ve que Ignacio está a punto de matar a Christian así que resignada acepta aquello.

—Está bien doctor.

Ignacio suelta de forma brusca el brazo de Christian, resopla molesto y se acerca a ella. Eli cierra los ojos, Ignacio la sujeta de las manos y las siente frías así que se las frota. Cuando Christian acaba, Ignacio le sujeta del brazo de nuevo y aprieta fuerte, viéndole a los ojos le dice;

—Esta vez te lo paso, pero ella fue clara, sin agujas y aun así hiciste lo que te dio la gana, pudiste darle algo tomado, era su decisión. La próxima vez que hagas algo así, vas a conocerme,

Algo en la mirada de Ignacio hace que Christian abra mucho los ojos con temor y que se quede en silencio, luego le dice

—Me marcho a ver otros pacientes quédense acá unos minutos si lo necesitan.

     Tras la salida de Christian Eli se queda unos pocos segundos en silencio, lo mira con curiosidad

—No debías hablarle así, mi fobia es mi culpa no la de él.

—No permitiré que nadie, escúchame bien NADIE haga algo que te genere temor o dolor.

—Es curioso, tú me asustas y sigues actuando igual, incluso peor.

—Es distinto, yo nunca te dañaría.

—No te conozco, sé que Christian no me estaba atacando, solo quería inyectarme. No puedes ser un loco que ataca a quien se me acerca.

—NADIE va a causarte temor, voy a protegerte y no se diga más.

—Ya entiendo, serás una especie de hermano mayor,

—De hermano nada, tenlo por seguro.

—Ignacio, gracias de verdad por traerme, pero actúas como un novio desesperado y recuerda que solo somos amigos.

Se inclina sobre Eli que está en la camilla, una mano a cada lado del cuerpo y acerca su rostro al de ella.

—Si estuviera actuando como un novio desesperado, no estaría acá sino buscando al imbécil que te hizo esto para arrancarle la cabeza. Te quedarás en observación y si todo va bien nos darán la salida mañana,

Mantuvieron a Eli hasta la tarde del domingo en observación. Los cortes no eran realmente profundos y los efectos narcóticos de la flor usada para sedarla, ya no estaban presentes.

Ella, mientras miraba por la ventana del auto, era consciente de las miradas ocasionales que le daba Ignacio. Le debía, si podía decirse de alguna forma, una explicación sobre su ataque histérico cuando la iban a inyectar

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