CAPITULO 29

DANIEL ADAMS

¡Maldición!

Bramé furioso luego de colgar el teléfono y darme por enterado lo que aquella maldita bastarda había hecho.

¡¿Cómo se atrevía la muy estúpida a denunciarme y acusarme de aquella manera?!

¡De dónde mierda había sacado tantas agallas para hacerlo!

¡Ahhh! Si la tuviera delante de mí, la estrangularía con mis propias manos hasta ver en sus ojos el terror y el pánico que predecía a la muerte.

La odiaba, la detestaba y aborrecía desde el primer momento en que supe que existía.

Maldita aquella ramera de su madre, quien se quedó preñada para amargarme la existencia, y lo peor de todo, para arruinarme la vida y marcar para siempre mi futuro. Tanta mala suerte me había traído esa pequeña bastarda, que la vida me condenó a que fuer
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