CAPITULO 32

CAMILE

Después de que Henry se marchara del departamento, había quedado rendida en aquella maldita cama que me traía tantos recuerdos. Recuerdos de momentos bonitos, de palabras sublimes susurradas al oído y promesas de un infinito amor que duraría para siempre.

Sin embargo, la realidad me dio un duro golpe y me encontré con un hombre casado, que el viernes se había despedido de su amante, para salir de viaje el domingo con su esposa.

El dolor que sentía en el alma, era indescriptible; no tenía palabras para explicar lo que sentía por dentro: la humillación, la decepción por tantas cosas, especialmente por el engaño al que ciegamente me sometí. Me había pintado un mundo color de rosa sobre nubes de algodón en relación a lo nuestro, y la caída fue espantosamente dolorosa.

Más calmada, salí del piso mie

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