Pobre Lourdes, cayó en manos de alguien a quien le sobra la experiencia. ¿Que ocurrirá cuando él deje sus manos libres? No olviden dejar sus comentarios así sigo actualizando. Las leo
El empresario podía sentir los nervios y la tensión que Lourdes estaba experimentando, pero aún más el deseo que ardía en su interior. Había notado el calor y la humedad producto de su excitación y aunque se había esforzado por no gemir, era más que evidente que eso le había costado. Su respiración estaba por completo descontrolada y además, la pasión con la que devolvía sus besos era arrolladora. -Me fascina tu piel. Te ves tan linda, indefensa, expectante y excitada que contenerme me está costando demasiado- Confesó alterando aún más a Lourdes -Esto es una mala idea- Confesó con temor, siendo aún más consciente de sus manos atadas -No, no lo es. No pasará nada que no desees- En su voz solo podía sentir sinceridad y eso la tranquilizaba; aunque también la preocupaba Lourdes sentía deseos de llegar al final, pero apenas conocía a ese hombre y ella no era el tipo de mujer que se entregaba a un desconocido. Sabía que no sucedería algo que no quisiera, pero el problema era que
Lourdes sentía como él se movía con calma. Dejaba que ella se acostumbrara a su tamaño y aún más por el tiempo que llevaba sin tener relaciones sexuales. Claramente le sobraba experiencia y su consideración lo demostraba. Él no dejaba espacio de piel sin tocar. Sus manos eran realmente inquietas porque no se detenían en ningún sitio. De pronto sus manos fueron debajo del trasero de ella y la elevaron. La sensación fue tan placentera que ella arqueó su espalda de manera inevitable. Lo sentía aún más profundo estando de ese modo. -Así te gusta aún más- Fue una afirmación con su voz distorsionada por el placer -Me mentiste- Reclamó y de pronto unos movimientos rápidos la dejaron sin aliento -¿De verdad quieres reclamarme ahora?- Rió y entró en ella de una sola estocada luego de salir. La escuchó gritar de placer y sorpresa -No lo... se- Respondió -Hablemos más tarde. No necesitas buscarme conversación para evitar que termine. Te darás cuenta de que aguanto- Le dijo con t
Lourdes comenzaba a arrepentirse de lo ocurrido, o más bien de la manera en que se había entregado a un desconocido. ¡Ella no era así! Entonces cuando él comenzó a provocarla nuevamente y su cuerpo a responder a aquellos estímulos... ella intentó irse de la habitación aún sin pensar en su desnudez. Estaba abrumada. -¿Adónde crees que vas?- El vicepresidente se puso de pie de un salto y la tomó del brazo intentando detenerla -Esto no es correcto. Sigues siendo un desconocido para mi- Respondió y se soltó de su agarre De pronto lo que fue un pensamiento incoherente tomó sentido y ella fue consciente de la desnudez de ambos, así como también de la excitación que no remitía en el empresario que la veía con clara amenaza en sus ojos. -¿No lo es?- Se acercó haciendo que ella retrocediera hasta que su espalda se estremeció al quedar apoyada contra la puerta- No escaparás de mi Lourdes Ella tragó saliva nerviosa mientras sentía el frío de la puerta a su espalda. La mirada ardien
Lourdes se encontraba nuevamente entre los brazos del vicepresidente, sudada, respirando agitada, con su cuerpo tembloroso y más satisfecha de lo que recordaba haber estado alguna vez. Él era un salvaje, pero aún así no podía negar que sabía bien lo que hacía. Estaba muy bendecido y si que sabía usar la poderosa herramienta que Dios le había dado. Ella estaba cubierta por la sábana y se sentía incapaz de mover un músculo, aunque hizo un gran esfuerzo para tapar la desnudez de él porque aún así estando con su bendición dormida aún era intimidante. -Cuanta timidez nena- Él sonrió, se puso de lado y le dió un cálido beso en los labios mientras apartaba su cabello de su rostro -No soy una nena, no me digas así- Lo miró más que ofendida y él rió abiertamente -¿Quieres discutir ahora? Ya sabes en lo que terminan nuestras discusiones, así que si es lo que quieres será un placer continuar- Volvió a besarla notando que estaba super tensa -Por ésta noche llámame como tú quieras- C
Kenton estaba listo para iniciar el plan que tenía en mente. Por momentos su consciencia le advertía que estaba cometiendo un error, pero luego pensaba egoístamente en si mismo y en todo lo bien que Esmeralda lo hacía sentir. ¿De qué manera renunciaría a eso? Él sabía bien que no habría otra mujer como ella. Si en años como mujeriego jamás había sentido esa conexión con nadie... era porque sencillamente no existía nadie como ella. ¿Iba a perderla así sin más? De ningún modo. "-Esta noche marcará un antes y un después en nuestra vida, Esmeralda, puedo sentirlo"- Se animó antes de abrir la puerta de su cuarto y salir bañado, bien vestido, perfumado. Él esperaba que todos sus atributos funcionaran con ella, pero ya no sabía que más intentar. La vió bebiendo una taza de café y esperó ser notado. Verla solamente le despertaba un deseo primitivo que jamás había sentido con tanta fuerza. Su pulso se aceleraba, su sangre se calentaba y se acentuaba en su erección ansioso por reclamarl
Esmeralda estaba desnuda sintiendo inmenso placer e impaciencia por todo lo que Kenton hacía para excitarla. Él no dejaba centímetro de su cuerpo sin explorar con su boca ni tampoco con sus manos. Moría porque él comenzara de una buena vez y acabara con la tortura deliciosa a la que era sometida. "-Por favor que empiece ya"- Gritaba en su mente porque cada vez que él amenazaba con comenzar finalmente volvía a besarla y a explorarla Después de interminables minutos y dos orgasmos, Kenton se colocó un condón y comenzó a entrar en ella. La notó super expresiva, más que dispuesta a recibirlo y también mucho más ardiente. Ella le hacía sentir sus uñas, lo abrazaba con sus piernas y lo besaba con tanta pasión que no lo podía creer. Ella era un volcán por dentro y esa pasión arrolladora era lo que a él le fascinaba. En días de semana, ella era fría e indiferente. Jamás lo había mirado con complicidad ni se había portado cariñosamente; mucho menos había intentado seducirlo ni tampoco
Para el vicepresidente no pasó inadvertido el fuerte estremecimiento que Lourdes experimentó, mucho menos el pánico que mostraba su rostro. Se acercó vacilante a ella y se sentó para desayunar. La notó dispersa y también como tomó su teléfono y revisó las notificaciones. -¿Tienes frío?- Le preguntó con seriedad. El momento de bromear había terminado -Estoy preocupada. Tengo una mala sensación, un presentimiento- Secó el sudor de sus manos en su ropa de manera repetitiva- Se que algo sucederá, pero no sé que -No creas en esas cosas, es casi como una superstición- Él intentó que se relajara pero era imposible -No lo entiendes. Los presentimientos me han acompañado toda mi vida. Siempre... cuando mi padre falleció lo tuve, cuando me... quedé sola también. Si no quieres creerme no lo hagas, pero algo pasará y soy capaz de apostar mi vida sin temor a equivocarme- Fue el turno del vicepresidente de estremecerse y de sentirse culpable. ¿Ella podría haber quedado embarazada? ¿Deber
Las hermanas continuaban viviendo con los dos empresarios, pero Lourdes sentía una opresión en el pecho al pensar que sus hijos pudieran encariñarse por demás con ese hombre que no creía que pudiese tener corazón. Su historial de mujeres era largo y él no lo negaba, ¿Cómo era posible que no se enamorara de nadie? No había noticias de que hubiese tenido una relación de pareja ni una sola vez en la vida. Esmeralda revisó el pronóstico y la calma se instaló en su pecho. La tormenta finalmente cesaría en cuestión de horas. Tal parecía que efectivamente después de cada tormenta saldría el sol, o al menos eso anunciaba la aplicación instalada en su teléfono. Estaba ansiosa por poner distancia de Kenton y de sus intentos de acercamiento en días no permitidos. Si él la había comprado, ella cumpliría el contrato al pie de la letra. Cuando su tiempo juntos acabara, él seguramente conseguiría a quien comprar para ocupar su lugar. Los niños de Lourdes fueron a dormir la siesta. Dylan le pidi