Lourdes se rindió, pero con alguien así... ¿Quien sería capaz de resistir? No olviden dejar muchos comentarios! Ayer les puse una meta y no la cumplieron :( Realmente los comentarios son la manera de premiar a sus autores si les gusta su trabajo, además de las calificaciones positivas. Vienen muchas cosas en ésta historia, espero que la apoyen para seguir actualizando a este ritmo :)
Lourdes comenzaba a arrepentirse de lo ocurrido, o más bien de la manera en que se había entregado a un desconocido. ¡Ella no era así! Entonces cuando él comenzó a provocarla nuevamente y su cuerpo a responder a aquellos estímulos... ella intentó irse de la habitación aún sin pensar en su desnudez. Estaba abrumada. -¿Adónde crees que vas?- El vicepresidente se puso de pie de un salto y la tomó del brazo intentando detenerla -Esto no es correcto. Sigues siendo un desconocido para mi- Respondió y se soltó de su agarre De pronto lo que fue un pensamiento incoherente tomó sentido y ella fue consciente de la desnudez de ambos, así como también de la excitación que no remitía en el empresario que la veía con clara amenaza en sus ojos. -¿No lo es?- Se acercó haciendo que ella retrocediera hasta que su espalda se estremeció al quedar apoyada contra la puerta- No escaparás de mi Lourdes Ella tragó saliva nerviosa mientras sentía el frío de la puerta a su espalda. La mirada ardien
Lourdes se encontraba nuevamente entre los brazos del vicepresidente, sudada, respirando agitada, con su cuerpo tembloroso y más satisfecha de lo que recordaba haber estado alguna vez. Él era un salvaje, pero aún así no podía negar que sabía bien lo que hacía. Estaba muy bendecido y si que sabía usar la poderosa herramienta que Dios le había dado. Ella estaba cubierta por la sábana y se sentía incapaz de mover un músculo, aunque hizo un gran esfuerzo para tapar la desnudez de él porque aún así estando con su bendición dormida aún era intimidante. -Cuanta timidez nena- Él sonrió, se puso de lado y le dió un cálido beso en los labios mientras apartaba su cabello de su rostro -No soy una nena, no me digas así- Lo miró más que ofendida y él rió abiertamente -¿Quieres discutir ahora? Ya sabes en lo que terminan nuestras discusiones, así que si es lo que quieres será un placer continuar- Volvió a besarla notando que estaba super tensa -Por ésta noche llámame como tú quieras-
Kenton estaba listo para iniciar el plan que tenía en mente. Por momentos su consciencia le advertía que estaba cometiendo un error, pero luego pensaba egoístamente en si mismo y en todo lo bien que Esmeralda lo hacía sentir. ¿De qué manera renunciaría a eso? Él sabía bien que no habría otra mujer como ella. Si en años como mujeriego jamás había sentido esa conexión con nadie... era porque sencillamente no existía nadie como ella. ¿Iba a perderla así sin más? De ningún modo. "-Esta noche marcará un antes y un después en nuestra vida, Esmeralda, puedo sentirlo"- Se animó antes de abrir la puerta de su cuarto y salir bañado, bien vestido, perfumado. Él esperaba que todos sus atributos funcionaran con ella, pero ya no sabía que más intentar. La vió bebiendo una taza de café y esperó ser notado. Verla solamente le despertaba un deseo primitivo que jamás había sentido con tanta fuerza. Su pulso se aceleraba, su sangre se calentaba y se acentuaba en su erección ansioso por reclam
25 de Diciembre, 19:30 horas. Esmeralda bufaba cansada. Su hermana mayor era obsesiva con los detalles y esa noche estaba más insoportable que nunca. -Solo iré al hotel por mi premio y regresaré. No entiendo por qué debo arreglarme tanto- Se quejó, pero eso no detuvo a Lourdes en su tarea de embellecerla Usando un vestido verde a la altura de las rodillas y unos preciosos tacones negros, Esmeralda observó su imagen en el espejo. Se veía muy bella, pero lo creía excesivo. Dos días atrás, ella había resultado favorecida con uno de los tantos premios que la empresa donde llevaba ocho meses trabajando sorteaba cada año en esas fechas. Ella necesitaba el dinero y sentía que el premio que recibiera le ayudaría a salir de la catastrófica situación económica que atravesaba. Con mucho esmero, finalmente su hermana terminó por estar satisfecha con el resultado y luego de darle un abrigo largo que la protegiera del frío invierno la acompañó a la puerta de entrada. Allí la abrazó
25 de Diciembre 23:35 horas Esmeralda estaba de camino a su apartamento más que avergonzada. Aún en su mente persistía el recuerdo del grandísimo sorteo y lo emocionada que se sintió al ser una de las ganadoras. Ella había comenzado a trabajar en la compañía hacía menos de un año. Al comenzar el mes de diciembre los murmullos y la emoción de sus compañeros de trabajo eran constantes y no comprendía por qué. Samantha, una joven que trabajaba en su departamento de contabilidad le había explicado el por qué la emoción de todos. La empresa Gilmore siempre había destinado dinero a obras de caridad a favor de los niños desprotegidos y con enfermedades graves. Aunque tenían muchísimo dinero para varias vidas, también ayudaban a quien lo necesitara en varias ocasiones. El mes de diciembre era muy esperado por todos. Los sorteos que organizaba la empresa para premiar a los trabajadores por su compromiso y también para motivarlos a donar a obras benéficas eran estupendos. Kenton G
La alarma sonó con insistencia y Esmeralda la apagó con deseos de permanecer en la cama. El pequeño Alvarito dormía acurrucado a su cuerpo y por primera vez sintió envidia de ese pequeño ángel. Debía de ser lindo no tener preocupaciones ni un posible despido por no acostarse con su jefe en Navidad. Más que furiosa con el recuerdo, llevó a su sobrino con Lourdes y se encerró en el minúsculo baño para asearse e ir a trabajar. Se sentía intranquila, un manojo de nervios con piernas. El corazón le latía desbocado dentro del pecho y tenía un mal presentimiento que con el correr de los minutos se volvía peor. En la empresa Gilmore las mujeres podían escoger entre vestir un traje con falda tubo o pantalón. Muchas empleadas guapísimas usaban falda así se les congelara hasta la última terminación nerviosa del cuerpo. Esmeralda había usado su falda en invierno, solo cuando sus sobrinos manchaban su pantalón entallado, algo que ocurría con mucha frecuencia. -¿Mostrar las piernas sabi
Kenton buscaba con desesperación concentrarse en el documento que tenía frente a él. El recuerdo del rechazo de Esmeralda y no una, sino ¡Dos veces! en menos de veinticuatro horas era insólito. ¿Cómo se atrevía? Además de su osadía al decir que era lesbiana. Él era generoso, complaciente. Victoria, a quien habían apodado Vampiro era su amante más antigua, la que tenía el título de oficial. Él era un hombre práctico, seguro de si mismo y en momentos de gran estrés perezoso para buscar una nueva mujer. Siempre Victoria estaba disponible, a una llamada de distancia y haría lo que fuera por complacerlo. Aquella mañana era particularmente dura y su humor empeoraba a cada minuto a causa de esa hermosa mujer que se atrevió a rechazarlo y hasta a desafiarlo. ¿Ella creía que se lo pondría fácil y la despediría? Ella no tenía ni idea, pero estaba equivocada. Con frustración dejó los papeles de lado. Así lo intentara no lograba concentrarse. Su mano derecha reprimió una sonrisa y lo miró
27 de Diciembre. Alvarito había tenido una mala noche. La salida de sus dos primeros dientecitos lo tenían muy molesto y eso además de dolor le había producido fiebre. Lourdes, su madre, estaba agotada y Esmeralda dispuesta a ayudarla así no se lo hubiese pedido. Lourdes había llorado al darle el pecho a su hijo. En un intento de aliviar su dolor, el pequeño, la había mordido varias veces. Ella anhelaba amamantarlo y necesitaba hacerlo porque no podía pagar la leche de fórmula. Esmeralda lloró mientras se duchaba para ir más despejada a trabajar. No podía ver a su hermana sufrir, de ninguna manera. Ella aún no superaba el amor que sentía por el fallecido padre de sus hijos y además no podía pagar por estar mejor junto a los niños. Dylan iba a la escuela y comprar sus útiles era caro, los pañales de Álvaro eran demasiado costosos también. Maldijo su pobreza y las limitaciones a las que estaban sometidos. -Maldita sea esta vida- Esmeralda repitió una y otra vez Casi sin h