Mía Me quedo paralizada al ver a dos policías en mi puerta. —¿Qué sucede? —logro preguntar con una voz que no reconozco como mia. Observo a uno de ellos, dar un paso al frente. —¿Eres Mía Crawford? —pregunta con autoridad.—Sí, soy yo. ¿Qué sucede? —repito, intentando mantener la calma.—Señorita Crawford, está usted detenida por sospecha de fraude y por delito de tráfico de drogas —anuncia con voz firme—. Tienes derecho a permanecer en silencio. Todo lo que digas puede ser usado en tu contra en un tribunal…Apenas lo escucho hablar, las palabras se mezclan en mi mente, un torbellino de confusión y miedo se apodera de mí. De repente, Richard llega con su sonrisa de oreja a oreja.—¿Y James? ¿Dónde está James? —consigo pronunciar.—Oh, James está bien. De hecho, todo esto ha sido planeado por él.Mi mundo se detiene. Las palabras de Richard me golpean fuertemente, dejándome sin aliento. No puede ser verdad, James me ama.—¡Eres un maldito! —grito, desesperada—. ¿Estás aquí, disfruta
Mía Escucho un alboroto fuera, me asomo entre los barrotes fríos y oxidados del calabozo. Ni en el peor momento de mi vida, desaparece mi espíritu chismoso.—¡Max! —exclamo, con una mezcla de sorpresa y alivio.Max, con ropa de calle, se detiene en seco. Sus ojos se agrandan, reflejando la misma sorpresa que siento yo. Con movimientos rápidos y precisos, asegura a un hombre en la celda contigua antes de acercarse.—¿Qué haces aquí?—Richard me ha encerrado, yo no he hecho nada, te lo juro, tienes que ayudarme, por favor —mi voz tiembla por la desesperación.—Tranquila Mía. Te ayudaré.—Pero, ¿y tú desde cuándo eres policía? Tenía entendido que eras empresario —mi confusión crece con cada segundo—. ¿Te has hecho pasar por un cliente para encerrarme aquí? ¿Has ayudado a Richard, verdad? Max, me estoy volviendo loca.—Ssshhh, aquí no podemos hablar —Max pone un dedo sobre sus labios, señalando la necesidad de silencio—. Confía en mí, regreso después.Max se marcha dejándome peor de lo q
MíaMe volteo lentamente, enfrentando a la mujer de ojos verdes. Su sonrisa me demuestra que está disfrutando de esta situación. Me quedo muda, observándola con intensidad. —Richard, esta zorra tiene una grabadora en el bolsillo. Y adivina, se la ha dado Max.Mis ojos se abren de par en par, reflejando el pánico que se apodera de mí. Cualquier atisbo de esperanza que me quedaba por salir de aquí, se desvanece, aplastado por la traición de la maldita de ojos verdes. El sonido de la puerta al abrirse resuena como un trueno. Ella se acerca a mí, haciéndome un examen visual, me quita la grabadora y después me rodea con una gracia felina, sale, y Richard, con un gesto rápido, cierra la puerta. La chica deposita un beso en los labios de Richard, un gesto de victoria y complicidad, mientras yo, impotente, trago saliva con dificultad, sintiendo cómo la realidad de mi situación empeora cada segundo.—Buen trabajo, cariño —dice mientras golpea el trasero de la joven seductora.Poco después, se
Han transcurrido tres largos meses desde que entré en prisión. Mi carácter ha sido puesto a prueba en muchas ocasiones, hasta el punto de visitar la enfermería varias veces. Sin embargo, estas pruebas no han logrado hundirme, me niego.Con el paso de los días, he encontrado inesperadamente un grupo de compañeras, entre ellas, destaca Miriam. A pesar de ser una desconocida, no dudó en extenderme su mano en un gesto de solidaridad que acepté sin dudar.Hoy es el día de visita y Jud viene a verme como siempre que le es posible, estoy deseando que me cuente cómo va su historia de amor. ¡Qué emoción tan grande siento por ella! Jud, con su corazón generoso y su espíritu bondadoso, merece toda la felicidad del mundo y más. Y tengo la esperanza, de que Max valore la joya que tiene y le sea fiel.Poco después, Jud entra en la sala, me consume el deseo de envolverla en un abrazo. Sin embargo, las normas son claras y estrictas, no se permiten abrazos ni contacto físico con los visitantes. Tras u
Hola petarda.¡Enhorabuena por tu boda! Aquí estoy llorando al recibir tu noticia. Tus cartas me alegran el día. Ya no sé dónde guardarlas, tengo tantas... Te cuento con orgullo que me he convertido en la costurera estrella de este lugar, tanto que ya tengo lista de espera. He hecho varios vestidos y me han pagado. Y sobre James, estoy aprendiendo a vivir sin él aunque duele y mucho. Te quiero petarda.Hola maruja.Mira, si me vuelves a llamar ‘petarda’, me voy a enfadar. Por favor, elige otro apodo para mí, como sexy, bellezon... Tienes tiempo para pensar en uno adecuado. Bueno amiga, ¡hoy es el día de mi boda! Hemos planeado una ceremonia sencilla, pero perfecta para nosotros. Estoy ansiosa por enviarte muchas fotos para que veas lo deslumbrante y radiante que estoy con mi vestido de novia, estoy segura de que Max no podrá resistirse a mí, y acabará arrancándome el vestido. Pero faltas tú, siempre tú, mi amiga, mi hermana, eres la persona a la que más quiero en este mundo. Cuando sa
¡Madre mía! Este abogado parece un Dios griego o puede ser que llevo tanto tiempo encerrada sin ver a muchos hombres que me parece hasta guapo.—Por favor, siéntate, Mía —me pide amablemente, el señor Blake, señalando la silla frente a la suya—. Hoy necesitamos revisar cada detalle de tu caso. Es importante que seas completamente honesta conmigo.Trago el nudo de nerviosismo que se ha formado en mi garganta. Ha llegado el momento, el de contar mi historia, sin omitir nada.El señor Blake comienza su interrogatorio con preguntas básicas, con su pluma lista para anotar cada palabra. Las preguntas continúan, cada una más incisiva que la anterior. Respondo a todas, y de cómo me he encontrado en medio de esta situación que nunca había imaginado.El señor Blake escucha atentamente. Cuando termino mi relato, me sonríe de forma seductora.—Gracias, Mía. Lo que me has contado hoy es crucial. Ahora tengo una imagen mucho más clara de todo lo sucedido. Ahora, déjame contarte algo interesante. Tu
Mis ojos se abren de par en par al contemplar el imponente edificio que se alza frente a mi. Es tal y como Jud me lo había descrito, majestuoso, con una fachada de cristal que refleja el cielo azul de la ciudad.El corazón me late con fuerza mientras recorro con la mirada cada piso, cada ventana. En la planta baja, justo donde Jud me había indicado, se encuentra el restaurante de los padres de Max. Un acogedor local con grandes ventanales y un letrero con el nombre del lugar en letras doradas.Me siento inquieta. Después de haber estado encerrada durante dos años en la cárcel, el bullicio de la ciudad y la multitud de personas caminando a mi alrededor me abruman, haciéndome sentir insignificante. Respiró hondo, tratando de calmar los nervios que me invaden. Este es el comienzo de algo nuevo, algo que he esperado durante mucho tiempo. Blake se acerca a mi con una sonrisa tranquilizadora, y me pregunta: —¿Estás preparada? Tus amigas están dentro. Todavía no saben que has salido de la
Desde el ventanal, James me observa con una intensidad que me hace hervir de rabia. ¿Cómo se atreve a mirarme así después de todo lo que ha pasado? Mi corazón late con fuerza, y cada latido parece gritarme que lo enfrente, que le diga todo lo que siento.Estoy a punto de dar el primer paso hacia él cuando una mano firme me detiene. El señor Blake, con su expresión serena me mira a los ojos.—No puedes meterte en problemas el primer día, Mía. Entiendo lo que sientes, pero no puedes hacerlo.Las palabras de Blake son como un balde de agua fría. Siento cómo las lágrimas amenazan con brotar por la rabia que siento, pero me obligo a contenerlas. No puedo permitirme llorar, no aquí, no frente a todos. Cierro los ojos y respiro hondo, tratando de calmar mis nervios.En mi mente, las imágenes se agolpan sin piedad. Recuerdo mi primer beso con James, la dulzura de sus caricias, cómo me enamoré de él sin remedio. Y luego, el dolor desgarrador cuando él me rompió el corazón. Cada recuerdo es una