Capítulo 37

Mía

Con un suspiro, me seco las lágrimas y me levanto de la silla. Al salir de mi despacho, el bullicio de la sala común me sorprende. La multitud se agolpa alrededor de la barra, donde una camarera, con el ceño fruncido por el estrés, intenta atender a la avalancha de clientes. No pudo evitar sentir compasión por ella, después de todo, conozco bien lo que es estar estresada detrás de una barra. Sin pensarlo dos veces, me acerco y comienzo a servir copas, moviéndome con rapidez. La camarera me lanza una mirada agradecida y, juntas, empezamos a aligerar la carga de trabajo. Entonces, Max aparece, posando sus ojos en mí y pregunta:

—¿Has visto a Jud? Salió para atender una llamada y ya ha pasado media hora.

Niego con la cabeza, la preocupación arruga su frente.

—No, pero voy a buscarla.

Le aviso a la camarera de que voy a salir un momento y le prometo volver. Salgo de la barra en busca de Jud, pero me topo con Nati.

—¿Has visto a Jud?

—No, lo siento —responde Nati, negando con la cabez
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