Judith Miro a Nati, ella me está animando para que me lance, no entiende qué me pasa esta noche, pero yo no se lo puedo explicar, ni siquiera yo lo entiendo. Creo que ha sido amor a primera vista. A pesar de que he estado con muchos hombres y jamás me ha dado vergüenza, ahora me pasa al contrario, antes, si un hombre me gustaba, ahí iba yo, me lanzaba a por todas, pero con Max, parezco tonta, no puedo ni hablar. Lo intento, pero las palabras se traban en mi boca. Me gusta mucho.Desde que lo vi, sentí mi corazón palpitar de una forma extraña. Es tan guapo, tan varonil, tan gracioso, que hace que mis partes íntimas se caliente con solo mirarme. Me pongo berraca.Dejo atrás mi nerviosismo, camino hasta él con una sonrisa. Esta noche me siento empoderada, sexy, que va a buscar lo que le apetece, y me refiero a Max, estoy ansiosa por probar sus labios.¡Me está mirando! Siento un cosquilleo por mi estómago y por mis partes íntimas. ¡Lo voy a besar! ¡Lo voy a besar! ¡Recóncholis! ¡A por t
MíaCon un suspiro, me seco las lágrimas y me levanto de la silla. Al salir de mi despacho, el bullicio de la sala común me sorprende. La multitud se agolpa alrededor de la barra, donde una camarera, con el ceño fruncido por el estrés, intenta atender a la avalancha de clientes. No pudo evitar sentir compasión por ella, después de todo, conozco bien lo que es estar estresada detrás de una barra. Sin pensarlo dos veces, me acerco y comienzo a servir copas, moviéndome con rapidez. La camarera me lanza una mirada agradecida y, juntas, empezamos a aligerar la carga de trabajo. Entonces, Max aparece, posando sus ojos en mí y pregunta:—¿Has visto a Jud? Salió para atender una llamada y ya ha pasado media hora.Niego con la cabeza, la preocupación arruga su frente. —No, pero voy a buscarla.Le aviso a la camarera de que voy a salir un momento y le prometo volver. Salgo de la barra en busca de Jud, pero me topo con Nati.—¿Has visto a Jud?—No, lo siento —responde Nati, negando con la cabez
Judith —¿James? Por favor, respóndeme. Me va a dar un ataque al corazón. ¡James! Camino desesperada por la calle. La angustia me consume. Si James no sobrevive, Mía jamás me lo perdonará. Me entrometí donde no debía y ahora pago el precio. El aire me falta, la desesperación me asfixia. ¡Lo he matado!De repente, la puerta del club se abre con fuerza y Max aparece.—¿Qué diablos crees que estás haciendo? ¡Llevo esperándote media hora! Si cambiaste de opinión, podrías haber sido honesta, no necesitas inventar excusas y huir. Me siento un idiota esperándote.—Max, cállate un momento. Ahora te explico —digo, sujetándole la mano para evitar que se aleje. A pesar de sus esfuerzos por liberarse, no lo consigue.¡Maldición! En este instante, debería estar revolcándome con Max, pero por mi culpa, James ha tenido un accidente. No debí haberle dicho a James que Mía estaba acompañada de otro hombre.—¡James! ¿Dónde estás? ¡James, responde joder!—Jud, ¿qué sucede?—Max, he matado a James —confi
MíaSiento unas manos que se cierran firmemente sobre mis hombros desde atrás. Me giran con tal rapidez que apenas tengo tiempo de saber lo que sucede, me llevan como si fuera un saco de patatas, y ahora estoy viendo un trasero. Pero no es cualquier trasero lo reconozco al instante.Empiezo a patalear, exigiendo ser liberada, mientras la gente a nuestro alrededor se dispersa, creando un pasillo que conduce directamente a las escaleras, facilitando el acceso para que James pueda subir.—Bajame ¡Ya!James, sube las escaleras, al llegar a la primera planta, lanza una patada a la puerta, esta se abre de par en par. Me suelta en el suelo, y rápidamente me alejo de él. En la oscuridad de la sala, solo con las luces de colores que atraviesan el gran ventanal, observo sus ojos brillar. En un acto de locura, mis manos encuentran una pequeña figura sobre mi escritorio y, con toda la fuerza que puedo reunir, se la lanzo. Él, con una agilidad sorprendente, la esquiva. Sin perder un segundo, mis
MíaJames, con su apetito insaciable, termina su bocadillo en apenas unos bocados, lo miro con una sonrisa divertida y me levanto para preparar otro. —¿Cómo puedes tener siempre tanta hambre? —alzo la voz desde la cocina mientras cojo el jamón serrano.—Es que todo sabe mejor contigo.Regreso a la cama con otro bocadillo, y juntos nos reímos de su apetito. En ese instante, James, toma mi mano, y murmura: —Mía, no sé cómo explicarlo, pero cada día que pasa te quiero más. Necesito hacerte la pregunta ahora mismo ¿Puedo ser tu novio?Las palabras de James resuenan en la habitación con fuerza, con los ojos brillantes de emoción y una sonrisa que ilumina mi rostro, le respondo sin pensarlo.—Sí, y yo quiero ser tu novia.Y a pesar de sus heridas, la necesidad de amarnos es más grande que su dolor. Sus labios recorren cada centímetro de mi piel, y yo acaricio su espalda lentamente, y en esta ocasión, son nuestros cuerpos los que demuestran lo que sentimos.Me despierto con una extraña sen
Mía Me quedo paralizada al ver a dos policías en mi puerta. —¿Qué sucede? —logro preguntar con una voz que no reconozco como mia. Observo a uno de ellos, dar un paso al frente. —¿Eres Mía Crawford? —pregunta con autoridad.—Sí, soy yo. ¿Qué sucede? —repito, intentando mantener la calma.—Señorita Crawford, está usted detenida por sospecha de fraude y por delito de tráfico de drogas —anuncia con voz firme—. Tienes derecho a permanecer en silencio. Todo lo que digas puede ser usado en tu contra en un tribunal…Apenas lo escucho hablar, las palabras se mezclan en mi mente, un torbellino de confusión y miedo se apodera de mí. De repente, Richard llega con su sonrisa de oreja a oreja.—¿Y James? ¿Dónde está James? —consigo pronunciar.—Oh, James está bien. De hecho, todo esto ha sido planeado por él.Mi mundo se detiene. Las palabras de Richard me golpean fuertemente, dejándome sin aliento. No puede ser verdad, James me ama.—¡Eres un maldito! —grito, desesperada—. ¿Estás aquí, disfruta
Mía Escucho un alboroto fuera, me asomo entre los barrotes fríos y oxidados del calabozo. Ni en el peor momento de mi vida, desaparece mi espíritu chismoso.—¡Max! —exclamo, con una mezcla de sorpresa y alivio.Max, con ropa de calle, se detiene en seco. Sus ojos se agrandan, reflejando la misma sorpresa que siento yo. Con movimientos rápidos y precisos, asegura a un hombre en la celda contigua antes de acercarse.—¿Qué haces aquí?—Richard me ha encerrado, yo no he hecho nada, te lo juro, tienes que ayudarme, por favor —mi voz tiembla por la desesperación.—Tranquila Mía. Te ayudaré.—Pero, ¿y tú desde cuándo eres policía? Tenía entendido que eras empresario —mi confusión crece con cada segundo—. ¿Te has hecho pasar por un cliente para encerrarme aquí? ¿Has ayudado a Richard, verdad? Max, me estoy volviendo loca.—Ssshhh, aquí no podemos hablar —Max pone un dedo sobre sus labios, señalando la necesidad de silencio—. Confía en mí, regreso después.Max se marcha dejándome peor de lo q
MíaMe volteo lentamente, enfrentando a la mujer de ojos verdes. Su sonrisa me demuestra que está disfrutando de esta situación. Me quedo muda, observándola con intensidad. —Richard, esta zorra tiene una grabadora en el bolsillo. Y adivina, se la ha dado Max.Mis ojos se abren de par en par, reflejando el pánico que se apodera de mí. Cualquier atisbo de esperanza que me quedaba por salir de aquí, se desvanece, aplastado por la traición de la maldita de ojos verdes. El sonido de la puerta al abrirse resuena como un trueno. Ella se acerca a mí, haciéndome un examen visual, me quita la grabadora y después me rodea con una gracia felina, sale, y Richard, con un gesto rápido, cierra la puerta. La chica deposita un beso en los labios de Richard, un gesto de victoria y complicidad, mientras yo, impotente, trago saliva con dificultad, sintiendo cómo la realidad de mi situación empeora cada segundo.—Buen trabajo, cariño —dice mientras golpea el trasero de la joven seductora.Poco después, se