—Evidentemente no— dije confundida— aunque quisiera negarme siempre terminaba respondiendo a tus besos.—Si, pero. . . con Hassan fue diferente, vi tanta ternura y cariño en ese beso. Sentí que jamás me habías dado algo como aquello y sentí celos de él, del perfecto doctor al que no apartabas de ti, al que no echabas de tu lado, sino que lo estrechabas contra tu pecho— terminó casi gimiendo y me sorprendí al notar la frustración en su voz. —No lo había pensado de esa manera— admití.—Juro que nunca me sentí tan celoso, triste y furioso a la misma vez. Comencé a decir todas esas tonterías porque necesitaba hacerle ver de algún modo que me importabas.—Parecía todo lo contrario.—Lo sé, pero fue algo realmente primitivo, Ella, me sentía con el orgullo herido y quería marcar territorio. Sin embargo él se mantenía allí tan sereno.—Como un caballero— dije.—No— dijo frustrado— estaba seguro de sí mismo, seguro de ti. Estaba sereno y calmado sin perder la compostura porque estaba seguro,
Las palabras de él, realmente estaban logrando conocerla en sobremanera, la hacían sentir especial y afortunada por ser objeto de una amor tan bonito, una pasión tan grande y un deseo tan fuerte. —Esto será muy difícil— dijo Isabdiella— no sé si puedas comportarte cuando Hassan este presente.—Lo haré, créeme— le sonrió con dulzura— ahora para sellar nuestro pacto de paz y agradecer tu perdón, te prepararé un delicioso almuerzo.—¡Tú no sabes cocinar!— dijo Isabdiella riendo a carcajada.—Desconoces mucho de mí— sonrió— sé cocinar pasta, pasta, pasta y. . . una rica pasta— terminó riendo.—Pasta, será— dijo Isabdiella riendo— quizás te pueda ayudar. La verdad no sé cocinar pero, si me indicas puedo irte ayudando en la medida de lo posible. —Eso es fantástico— sonrió sintiéndose feliz porque hicieran aquello juntos.—Tú serás el chef y yo, tu ayudante—dijo sonriendo— prepararemos la mejor pasta del mundo y comeremos como Reyes. —No lo sé— dijo como dudando— los Reyes que conozco no
Allí sentada sobre él, se arqueo ofreciendo sus senos en un hermoso tributo. Drew acercó su nariz hasta descansarla en el valle entre ambos gemelos.¡Qué Dios lo perdonara, no podía resistirse!Ascendió hacia su cuello con un camino de tiernos besos, besó sus hombros, su quijada, descendió a lo largo de su cuello y su excitación crecía al escucharla gemir y suspirar satisfecha con lo que sucedía. Siguió su descenso hasta llegar nuevamente a los gemelos, los tomó dedicándole suaves caricias que la estremecían, le arrancaban suaves gemidos y lanzaban latigazos de placer que recorrían su piel. Sin más preámbulos sacó su lengua y la deslizó suavemente sobre el pezón derecho, Ella dio un respingo y un gritito placentero escapó de sus labios. —¡Drew!— dijo mientras tomaba un puño de su cabello con fuerza, arqueaba su espalda y dejaba caer su cabeza atrás, rendida al infinito placer que aquella boca le proporcionaba. Drew, repitió lo mismo a su gemelo, sintió como si lava recorriera sus ven
Isabdiella despertó sobresaltada por un fuerte ruido. Parecían golpes y gritos como si fuese una discusión masiva. Saltó de la cama angustiada y se puso una bata de seda blanca sobre la pijama del mismo material y color. Los gritos y golpes parecían lejanos. ¿Qué está sucediendo? Se preguntó mentalmente mientras así, sin calzado alguno se apresuró a abrir su puerta. Se asomó con cuidado por los largos pasillos el ruido seguía pareciendo lejano, como si disminuyera. Corrió con preocupación hasta llegar a la habitación de Zashirah, entró sin llamar y se sorprendió al encontrarla vacía. Los gritos lejanos seguían y parecían cada vez más distantes. Isabdiella, se apresuró a la habitación de la otra gemela, aún era muy temprano y si Zashirah no estaba en su habitación, debía estar con su hermana. Procedió igual, entró sin llamar y suspiró aliviada cuando vio a las gemelas sobre la cama, parecían pálida y entregadas al sueño, no comprendía como no habían despertado aún. Su corazón latí
—¡NOOOO!— el grito que abandonó su ser hubiese causado escalofríos a cualquier persona. Corrió por sobre los cadáveres, sus pies inundados en la sangre de los caídos— Esto no puede estar pasando— cayó de rodillas junto a ellos. Nael estaba junto a Vanessa, tomándola de la mano, sus ojos cerrados, su túnica blanca y dorada estaban teñidos de su sangre, con su mano sostenía la de su adorada esposa, como negándose a dejarla ir. Su cuerpo recostado sobre los pedestales que llevaban al trono y sobre su regazo el cuerpo de la Soberana. Vanessa, tenía un hermoso caftán azul cielo, bordado en piedras preciosas, sus ojos completamente abiertos sin vida, sus mejillas bañadas de lágrimas secas, pero lo más atroz de todo era la lanza que estaba incrustada en el vientre de la Reina, pensó en su sobrino no nato y gimoteó con fuerza. Se dejó caer sobre el pecho de Vanessa y sollozó violentamente, gritó desconsolada hasta sentir que la garganta le quemaba. — Jamal, Vane. . .— sollozó— no me dejen,
—Es la última de los Mubarack, la única viva ya no es su Alteza, ahora es Su Majestad y debe tomar decisiones para dirigir el Reino, Norusakistan esta en sus manos Excelencia— Isabdiella la miró aterrorizada— ahora usted es la nueva Reina. Las palabras de Naiara la abofetearon con fuerza. No, se negaba rotundamente, no quería un reinado, un pueblo, no quería la responsabilidad de dirigir Norusakistan sin su familia a su lado para apoyarla y brindarle todo su cariño, jamás había deseado el poder del trono, no lo quería. No sería reina, no quería serlo, lo único que quería era tener a su familia de regreso, a sus padres, a sus tíos, a sus primas, a su hermano, a Vanessa, no estaba lista para afrontar un mundo donde ellos no estuviesen. Abundantes lágrimas resbalaron por sus delicadas mejillas cubiertas de sangre. Una lágrima se deslizó con facilidad y cayó en la mejilla de Drew, era una lágrima de sangre. Sin duda era la personificación de su dolor. Observó el hermoso rostro de Drew,
Llegó a sus habitaciones y entró, aún se sentía un poco cansada por la agitada noche, quizás podría dormir un par de horas más. Al entrar retrocedió asustada al contemplar la figura junto al enorme ventanal. —¡Padre, por Alá!— gimió llevándose las manos al pecho. —Lamento haberte asustado, mi amor— le sonrió con ternura— he venido para nuestro café matutino y me ha sorprendido encontrar tu cama y tus aposentos vacíos— rogaba a Alá por no ruborizarse. Salió corriendo y se arrojó a sus brazos. Zabdiel sorprendido la estrechó con fuerza, acariciando su cabello con ternura.— ¿Esta todo bien, tesoro?—Tuve una pesadilla horrible, los perdía a todos, todos morían— habló contra su pecho— fue tan real Papito, no soportaría perderte, no podría jamás sobrevivir a eso.— Lo abrazó con más fuerza. —Todo ha sido un mal sueño, habibi. Estoy bien.—Me desperté tan asustada que no podía seguir durmiendo.—Lo entiendo, cariño— le besó la frente— debí suponer que estabas con alguna de las gemelas, m
Isabdiella despertó bastante tarde, ya casi era la hora del almuerzo, se dio un largo baño en la bañera llena de esencias, jazmines y pétalos de Rosa, sentía que su cuerpo se relajaba completamente. A la hora del almuerzo se extrañó de no ver a Drew. Sin poder contenerse besó y abrazó eufórica a todos como para asegurarse de que su pesadilla había sido sólo eso; un mal sueño. Naiara y Haimir estaban rebosantes de felicidad su único hijo; Shemir había vuelto trayendo a sus padres una inmensa alegría, no sabía si aquel regreso era bueno para Zashirah, pero esperaba que tanto ella, cómo Shemir, estuviesen felices del reencuentro. Shemir, había ido a estudiar a Inglaterra y hacía varios años desde la última vez que había pisado Palacio, sus padres estaban muy agradecidos de que los Jeques hubiesen sido tan bondadosos otorgándole a su hijo la oportunidad de estudiar en el extranjero mientras ellos cubrían los gastos. Aunque el joven Shemir al poco tiempo consiguió un empleo de medio tiem