—¡NOOOO!— el grito que abandonó su ser hubiese causado escalofríos a cualquier persona. Corrió por sobre los cadáveres, sus pies inundados en la sangre de los caídos— Esto no puede estar pasando— cayó de rodillas junto a ellos. Nael estaba junto a Vanessa, tomándola de la mano, sus ojos cerrados, su túnica blanca y dorada estaban teñidos de su sangre, con su mano sostenía la de su adorada esposa, como negándose a dejarla ir. Su cuerpo recostado sobre los pedestales que llevaban al trono y sobre su regazo el cuerpo de la Soberana. Vanessa, tenía un hermoso caftán azul cielo, bordado en piedras preciosas, sus ojos completamente abiertos sin vida, sus mejillas bañadas de lágrimas secas, pero lo más atroz de todo era la lanza que estaba incrustada en el vientre de la Reina, pensó en su sobrino no nato y gimoteó con fuerza. Se dejó caer sobre el pecho de Vanessa y sollozó violentamente, gritó desconsolada hasta sentir que la garganta le quemaba. — Jamal, Vane. . .— sollozó— no me dejen,
—Es la última de los Mubarack, la única viva ya no es su Alteza, ahora es Su Majestad y debe tomar decisiones para dirigir el Reino, Norusakistan esta en sus manos Excelencia— Isabdiella la miró aterrorizada— ahora usted es la nueva Reina. Las palabras de Naiara la abofetearon con fuerza. No, se negaba rotundamente, no quería un reinado, un pueblo, no quería la responsabilidad de dirigir Norusakistan sin su familia a su lado para apoyarla y brindarle todo su cariño, jamás había deseado el poder del trono, no lo quería. No sería reina, no quería serlo, lo único que quería era tener a su familia de regreso, a sus padres, a sus tíos, a sus primas, a su hermano, a Vanessa, no estaba lista para afrontar un mundo donde ellos no estuviesen. Abundantes lágrimas resbalaron por sus delicadas mejillas cubiertas de sangre. Una lágrima se deslizó con facilidad y cayó en la mejilla de Drew, era una lágrima de sangre. Sin duda era la personificación de su dolor. Observó el hermoso rostro de Drew,
Llegó a sus habitaciones y entró, aún se sentía un poco cansada por la agitada noche, quizás podría dormir un par de horas más. Al entrar retrocedió asustada al contemplar la figura junto al enorme ventanal. —¡Padre, por Alá!— gimió llevándose las manos al pecho. —Lamento haberte asustado, mi amor— le sonrió con ternura— he venido para nuestro café matutino y me ha sorprendido encontrar tu cama y tus aposentos vacíos— rogaba a Alá por no ruborizarse. Salió corriendo y se arrojó a sus brazos. Zabdiel sorprendido la estrechó con fuerza, acariciando su cabello con ternura.— ¿Esta todo bien, tesoro?—Tuve una pesadilla horrible, los perdía a todos, todos morían— habló contra su pecho— fue tan real Papito, no soportaría perderte, no podría jamás sobrevivir a eso.— Lo abrazó con más fuerza. —Todo ha sido un mal sueño, habibi. Estoy bien.—Me desperté tan asustada que no podía seguir durmiendo.—Lo entiendo, cariño— le besó la frente— debí suponer que estabas con alguna de las gemelas, m
Isabdiella despertó bastante tarde, ya casi era la hora del almuerzo, se dio un largo baño en la bañera llena de esencias, jazmines y pétalos de Rosa, sentía que su cuerpo se relajaba completamente. A la hora del almuerzo se extrañó de no ver a Drew. Sin poder contenerse besó y abrazó eufórica a todos como para asegurarse de que su pesadilla había sido sólo eso; un mal sueño. Naiara y Haimir estaban rebosantes de felicidad su único hijo; Shemir había vuelto trayendo a sus padres una inmensa alegría, no sabía si aquel regreso era bueno para Zashirah, pero esperaba que tanto ella, cómo Shemir, estuviesen felices del reencuentro. Shemir, había ido a estudiar a Inglaterra y hacía varios años desde la última vez que había pisado Palacio, sus padres estaban muy agradecidos de que los Jeques hubiesen sido tan bondadosos otorgándole a su hijo la oportunidad de estudiar en el extranjero mientras ellos cubrían los gastos. Aunque el joven Shemir al poco tiempo consiguió un empleo de medio tiem
Isabdiella despertó aún cuando la oscuridad reinaba en Palacio y dejándo un beso en la frente de Drew se marchó a sus aposentos. Como cada mañana tomó el café con su padre y hablaron animadamente, aseguró que aquella mañana pasaría por el colegio de chicas y luego la tarde en el hospital. Zabdiel intentó hablar sobre Hassan pero ella cortó el tema. Desayunaron alegremente y luego de eso cada uno se marchó en dirección a sus distintas actividades. Isabdiella, llegó a la habitación fucsia y unos minutos después lo hizo Drew. —¿Dormiste bien?— le preguntó besándo su frente. —Si, muy bien— dijo un poco ruborizada. —Me sorprendió no verte esta mañana. —Me fui cuando aún estaba oscuro. Ayer por la mañana el tío Zahir me vio salir de tu habitación, casi me mata del susto y al llegar a mi habitación me he encontrado con mi padre que me esperaba, ha sido bastante incómodo ya que estaba preocupado al no verme en mi cama.—¿Y que dijo?— la miró preocupado.—Afortunadamente ha asumido que est
—¡¿Qué?!— Vanessa se incorporó como un resorte y se llevó ambas manos a la cabeza intentando evitar el mareo que acababa de atacarla.— ¿Desde hace cuánto? —Dos días — dijo ruborizada.—¡Ay Dios mío, tu padre matará a mi hermano!— dijo la Reina preocupada— ¿Se volvieron locos?, Sé que soy la menos indicada para decir esto, aún recuerdo el día que me encontraste en la cama con Nael, pero. . .—Fue lo más vergonzoso de mi vida— aseguró Isabdiella— nunca podré borrar de mi memoria el magnífico trasero de mi hermano— dijo conteniendo la risa. —¡No te rías Isabdiella, esto es serio!—Lo sé, pero antes de que sigas, debo aclarar que no hemos hecho el amor, sólo hemos dormido. . .—¿De qué hablas?— la miró confundida.—Si, dormir. He sufrido de pesadillas y he corrido a él, me ha reconfortado y me he quedado a dormir entre sus brazos— se ruborizó— y anoche también. —¡Por Dios bendito! ,¡Oh, Alá!— Vanessa se dejó caer sobre las múltiples almohadas. —Igual tu padre lo mataría, verlos juntos
Aceptó aquella invitación movida por la necesidad de estar un poco más junto a Hassan, disfrutar de la calma, la paz. . . la indudable tranquilidad que obtenía a su lado.Al llegar a casa de Hassan, Isabdiella se encontró rodeada de mucho cariño sincero. Los guardias se quedaron en la puerta esperando a que su Princesa saliera, mientras que Mishah fue enviada a la cocina. La madre de Hassan era una hermosa mujer, con rasgos Norusakistanes; profundos ojos oscuros, una hermosa y larga cabellera negra como la noche. Su padre, todo un caballero, alto, robusto, dedicado al trabajo fuerte y con una hermosa sonrisa, tenía tres hermanos. Su única hermana mujer quien le seguía en edad, se había casado hacia un par de años, conformando así su propia familia, sus dos hermanos mejores guardaban mucha similitud con su hermano mayor. Isabdiella reconoció en Hassan la tierna mirada de su madre y la dulce sonrisa de su padre, sin lugar a dudas la combinación perfecta, ya que resultaban ser los rasg
Drew, entró a la habitación sintiendo un profundo peso en su pecho, sentía frustración por las incesantes miradas de tristeza que le dedicaron toda la noche las mujeres de la familia. Cuando ya no lo pudo soportar más, fue el primero en despedirse y marcharse a su habitación. Estaba confundido, triste, furioso pero sobre todo, los celos le consumían lentamente. Se quitó toda la ropa y caminó desnudo al baño, necesitaba ducharse para así poder relajar su cuerpo. Duró lo que pareció horas bajo la abundante y fría agua de la ducha, hasta que se sintió satisfecho con el inclemente frío que le calaba los huesos, se envolvió en el elegante albornoz y con una suave toalla secó su mojado cabello. Al llegar a la habitación, suspiró frustrado, se secó y se colocó un pantalón de pijama. Caminó hasta el enorme ventanal y contempló a lo lejos el desierto. Estaba completamente seguro de que debía presionar a Isabdiella para que decidiera, ya que no soportaría por mucho tiempo aquella situación qu