18

LEYLA

Su beso me devuelve el oxígeno que tanto me faltaba.

Los exquisitos labios de Malak saborean los míos con dureza. Como si de alguna manera estuvieran hambrientos por su sabor. Los mueve rápido, y a veces me cuesta seguirle el ritmo. Sus labios son tan ágiles que no puedo imaginar las maravillas que harán sus besos en otra zona de mi cuerpo. Sus manos sujetan bien mis nalgas, y sus dedos aferran la piel como si nunca quisieran separarse de ella.

¿Qué estoy haciendo? Sencillo. Aprovecho las circunstancias y al Dios griego que se ha atrevido a entrar en mi vida.

—Voy a llevarte al cielo, nena —susurra cuando se despega de mí.

Mi respiración y la suya se hacen una. Y no entiendo por qué eso me gusta.

Su cuerpo se mueve para adelante, y siento como mi espalda choca con la pared fría y suave. Entonces las gotas de agua empapan mi cabello

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