-A ver guapa, esto no es un coche negro - especificó ofendida tirando de la muñeca de Nore sin avisar llevándola frente a su auto para que viese el logo. - Es mi Aston Martin Vantage S negro mate, un V8, o sea que mi bebé es de ocho cilindros. No es un coche, es el coche. Nore soltó una pequeña risa que no pudo evitar al ver cómo Sharon Lopez parecía verdaderamente ofendida, acariciando el capó del coche, soltando palabras en consuelo como si su Aston Martin estuviese llorando. -Así que sabes de coches. -No, solo del mío. ¿Me guardas un secreto? No tengo ni puta idea de qué son los cilindros, solo memoricé lo que me dijeron en el concesionario - confesó abriendo de nuevo la puerta del coche para Nore y apoyándose quedando cerca de ella. - Pero sí sé que es un gran coche. Una mezcla entre rock y punk las acompañó durante todo el camino, eliminando el ambiente incómodo del principio cuando estuvieron las dos solas en el Aston Martin de Sharon. La música no le gustó nada
-Mi hermano y yo al salir de la carrera comenzamos a trabajar en el bufete Lopez, el de mi padre, era la forma fácil de cobrar bastante y hacernos conocidos, tiene una reputación que le precede. -Sí, pero tú y tu bufete Lawtorm estáis mejor posicionados ahora - insistió, no dejándole duda alguna de que algo de información había buscado sobre ella, mayormente motivada a la hora de cerrar el contrato con Tacarigua. Quería saber con quiénes se iba a rodear. -Tengo un... ¿problema? No sé si se puede decir así, en fin, quiero más poder y reconocimiento del que necesito. En el bufete de mi padre no lo conseguiría, no podría escalar más, estaría como Gabriel siempre a su sombra y yo quería ser la mejor - frenó para dar un mordisco a su comida. Nore no habló, esperó a que terminase, bastante interesada en su historia y su forma de pensar. - Así que pasé dos años ahí dentro para reunir el dinero suficiente y montar algo por mi cuenta, hasta que conseguí desligarme por completo. -Au
-Perdón - se disculpó Sharon cuando empezó a reírse. - Me imaginé a un tío lanzando tres monedas junto a su mujer diciendo: mira las instrucciones para que veas lo que quiero. Es una curiosa forma de pedirle el divorcio. -Tú sí que sabes cómo destrozar tradiciones - ironizó Nore frunciendo la nariz. -¿Cuántas lanzaste? Seguro dos, la Fontana di Trevi me envió para ti. -Si eso fuese cierto iría a reclamar - trató de aparentar seriedad, pero la mueca exagerada de dolor de Sharon por sus palabras la hizo reír. - Lancé una, es lógico, siempre quise volver a Roma, quedé enamorada de la ciudad. -¿Falta de tiempo? -Exacto, pero volveré. Lancé una moneda - se encogió de hombros con gracia, no era supersticiosa, pero era original afianzar su vuelta a esa tradición. - También hay... otro dato curioso de la fuente. No supo por qué lo dijo, Nore siempre fue de contestar a lo que se le pedían y no dar más información sea el tema que sea, pero Sharon la hacía sentir escuchad
Sharon era un desastre, sacó la rueda con la misma ilusión como si estuviese descubriendo la Atlántida, cogiendo varias herramientas que tenía en unas cajas que, por el polvo, Nore suponía que no las había tocado en toda su vida. Si no estuviese echando chispas por su idiotez, la grabaría solo para reírse de ella viendo la cara de perdida que traía viendo un vídeo en su móvil de cómo cambiar una rueda, -Aparta - dijo haciendo que soltase la rueda y estampándole su bolso en el pecho. -Quién diría que la refinada CEO sabe cambiar una rueda - comentó Sharon viéndola agacharse con dificultad por el vestido. - ¿Quiere la princesita que le sujete los tacones? -Vete a la mierda, Sharon Lopez. En el camino de vuelta Sharon estuvo rehuyendo su mirada, cada vez que la cruzaban no podía evitar reírse mientras Nore solo sentía su sangre arder y las ganas de lanzarla por la ventana crecían. Lo único positivo que sacó es que la ojiazul no se atrevió a cantar nada más, como mucho sus
-Hoy ya me he enterado de dos cosas favoritas su... tuyas - corrigió tuteándola, - tu pasatiempo favorito es leer y comprar libros y tu equipo favorito. -Cierto y voy a añadir algo más a esa lista - susurró, inclinándose con diversión hacia el oído de Juan, si notar que esa acción sonrojaba al chico y aceleraba su corazón. - Te voy a llevar a mi lugar favorito. Como si fuese una declaración de amor, Juan se encontró realmente emocionado porque Cristina quisiese compartir su lugar favorito con él. Se sentía especial, aunque quizás para ella no fuese gran cosa. -Es todo un honor para mí, Cristina Castillo - respondió en el mismo tono como si fuese un secreto. - ¿Es una biblioteca, verdad? -No me voy a ofender por esa suposición porque amo leer - levantó su dedo índice con burla. - Pero no, es algo más sencillo que una biblioteca. No le caía en sorpresa, la gran CEO de Tacarigua era de todo menos una chica que le gustasen los lujos, algo que aún sin haberla visto fuer
-Yo no... - trató de hablar Juan. -Tranquilo, lo entiendo - le calmó de forma divertida. - Mis labios están sellados. Juan alternó la mirada entre la mujer mayor que ya iba hacia su puesto y Cristina, su jefa aún con un pequeño sonrojo que la hacía lucir increíblemente guapa comenzó a reírse de forma disimulada, acrecentando el nerviosismo de Juan. -Lo siento si por estar aquí... - comenzó Juan haciendo sus mejores esfuerzos para no tartamudear. Había veces, como ahora, que necesitaba esa seguridad o calma que le producía el ambiente del Coderex, sobre todo para no estar haciendo el tonto delante de Cristina por ponerse nervioso por los comentarios de aquella mujer. -Tampoco se equivocó del todo - le interrumpió Cristina sin mirarle mientras hundía la pequeña cuchara verde flúor de plástico en su nuevo helado. - Eres especial para mí, Juan. Su cabeza formó un cortocircuito, lo único que deseaba era tener la seguridad que desbordaba cuando solo era Abasi Martinez y
-Ya, pero moriré feliz. La tranquilidad reinó en Juan al ver a Cristina llegar a paso rápido. No traía buen humor, aunque su cara no lo demostrase, pero era fácilmente identificable cuando no saludó con un 'buenos días' general a toda la oficina como hacía siempre. Al menos estaba ya aquí. -Un solo periodista que vea en lo que queda de día y tendrán que rodar conmigo la nueva película de La Purga - vociferó Cristina cerrando la puerta de su despacho de golpe. - ¡Media hora para entrar a mi maldito edificio! -Otra con instinto asesino - bromeó Ricardo. - ¿Quién la cachea? Juan, tu turno. -¿Eh? No, no, yo... -López deja de decir estupideces ¿trajiste la lista de materiales? - cortó Cristina y el moreno se enderezó asintiendo con velocidad. - Miranda baja y que todos esos imbéciles con fotos y micrófonos se larguen, los quiero a un kilómetro de Tacarigua. -Si quieres bajo yo - se ofreció también Sharon, - en cinco segundos salen huyendo como cobardes. -No, he
Si alguno de los presentes se atrevía a dudar aún de la valía de Cristina para el puesto de Tacarigua, ahora ya no había ninguna duda de que tras esa sonrisa amistosa y trato cercano con sus subordinados había una mujer dispuesta a devorar a cualquiera que amenazase a su empresa. -Ricardo, acompáñale a la salida - dijo guardando su nuevo contrato y Juan le dio un codazo a Ricardo que también estaba en las nubes. Esta vez el hombre sí apretó su mano para despedirse. -¿Tenía el contrato listo? - preguntó Juan tratando de cerrar la boca cuando estuvieron solos. - Pero... -Le pedí a Sharon que lo redactara anoche - respondió divertida. - No tenía seguro al cien de que le convencería, pero en caso de que lo consiguiese, no pensaba darle tiempo para pensárselo - agitó el contrato. - Ya no se puede echar atrás. -Deme un segundo que aún estoy flipando. Se sentó frente a Cristina en silencio, aún con las imágenes de la reunión pasándole por la mente y sin atreverse a mi