-Perdón - se disculpó Sharon cuando empezó a reírse. - Me imaginé a un tío lanzando tres monedas junto a su mujer diciendo: mira las instrucciones para que veas lo que quiero. Es una curiosa forma de pedirle el divorcio. -Tú sí que sabes cómo destrozar tradiciones - ironizó Nore frunciendo la nariz. -¿Cuántas lanzaste? Seguro dos, la Fontana di Trevi me envió para ti. -Si eso fuese cierto iría a reclamar - trató de aparentar seriedad, pero la mueca exagerada de dolor de Sharon por sus palabras la hizo reír. - Lancé una, es lógico, siempre quise volver a Roma, quedé enamorada de la ciudad. -¿Falta de tiempo? -Exacto, pero volveré. Lancé una moneda - se encogió de hombros con gracia, no era supersticiosa, pero era original afianzar su vuelta a esa tradición. - También hay... otro dato curioso de la fuente. No supo por qué lo dijo, Nore siempre fue de contestar a lo que se le pedían y no dar más información sea el tema que sea, pero Sharon la hacía sentir escuchad
Sharon era un desastre, sacó la rueda con la misma ilusión como si estuviese descubriendo la Atlántida, cogiendo varias herramientas que tenía en unas cajas que, por el polvo, Nore suponía que no las había tocado en toda su vida. Si no estuviese echando chispas por su idiotez, la grabaría solo para reírse de ella viendo la cara de perdida que traía viendo un vídeo en su móvil de cómo cambiar una rueda, -Aparta - dijo haciendo que soltase la rueda y estampándole su bolso en el pecho. -Quién diría que la refinada CEO sabe cambiar una rueda - comentó Sharon viéndola agacharse con dificultad por el vestido. - ¿Quiere la princesita que le sujete los tacones? -Vete a la mierda, Sharon Lopez. En el camino de vuelta Sharon estuvo rehuyendo su mirada, cada vez que la cruzaban no podía evitar reírse mientras Nore solo sentía su sangre arder y las ganas de lanzarla por la ventana crecían. Lo único positivo que sacó es que la ojiazul no se atrevió a cantar nada más, como mucho sus
-Hoy ya me he enterado de dos cosas favoritas su... tuyas - corrigió tuteándola, - tu pasatiempo favorito es leer y comprar libros y tu equipo favorito. -Cierto y voy a añadir algo más a esa lista - susurró, inclinándose con diversión hacia el oído de Juan, si notar que esa acción sonrojaba al chico y aceleraba su corazón. - Te voy a llevar a mi lugar favorito. Como si fuese una declaración de amor, Juan se encontró realmente emocionado porque Cristina quisiese compartir su lugar favorito con él. Se sentía especial, aunque quizás para ella no fuese gran cosa. -Es todo un honor para mí, Cristina Castillo - respondió en el mismo tono como si fuese un secreto. - ¿Es una biblioteca, verdad? -No me voy a ofender por esa suposición porque amo leer - levantó su dedo índice con burla. - Pero no, es algo más sencillo que una biblioteca. No le caía en sorpresa, la gran CEO de Tacarigua era de todo menos una chica que le gustasen los lujos, algo que aún sin haberla visto fuer
-Yo no... - trató de hablar Juan. -Tranquilo, lo entiendo - le calmó de forma divertida. - Mis labios están sellados. Juan alternó la mirada entre la mujer mayor que ya iba hacia su puesto y Cristina, su jefa aún con un pequeño sonrojo que la hacía lucir increíblemente guapa comenzó a reírse de forma disimulada, acrecentando el nerviosismo de Juan. -Lo siento si por estar aquí... - comenzó Juan haciendo sus mejores esfuerzos para no tartamudear. Había veces, como ahora, que necesitaba esa seguridad o calma que le producía el ambiente del Coderex, sobre todo para no estar haciendo el tonto delante de Cristina por ponerse nervioso por los comentarios de aquella mujer. -Tampoco se equivocó del todo - le interrumpió Cristina sin mirarle mientras hundía la pequeña cuchara verde flúor de plástico en su nuevo helado. - Eres especial para mí, Juan. Su cabeza formó un cortocircuito, lo único que deseaba era tener la seguridad que desbordaba cuando solo era Abasi Martinez y
-Ya, pero moriré feliz. La tranquilidad reinó en Juan al ver a Cristina llegar a paso rápido. No traía buen humor, aunque su cara no lo demostrase, pero era fácilmente identificable cuando no saludó con un 'buenos días' general a toda la oficina como hacía siempre. Al menos estaba ya aquí. -Un solo periodista que vea en lo que queda de día y tendrán que rodar conmigo la nueva película de La Purga - vociferó Cristina cerrando la puerta de su despacho de golpe. - ¡Media hora para entrar a mi maldito edificio! -Otra con instinto asesino - bromeó Ricardo. - ¿Quién la cachea? Juan, tu turno. -¿Eh? No, no, yo... -López deja de decir estupideces ¿trajiste la lista de materiales? - cortó Cristina y el moreno se enderezó asintiendo con velocidad. - Miranda baja y que todos esos imbéciles con fotos y micrófonos se larguen, los quiero a un kilómetro de Tacarigua. -Si quieres bajo yo - se ofreció también Sharon, - en cinco segundos salen huyendo como cobardes. -No, he
Si alguno de los presentes se atrevía a dudar aún de la valía de Cristina para el puesto de Tacarigua, ahora ya no había ninguna duda de que tras esa sonrisa amistosa y trato cercano con sus subordinados había una mujer dispuesta a devorar a cualquiera que amenazase a su empresa. -Ricardo, acompáñale a la salida - dijo guardando su nuevo contrato y Juan le dio un codazo a Ricardo que también estaba en las nubes. Esta vez el hombre sí apretó su mano para despedirse. -¿Tenía el contrato listo? - preguntó Juan tratando de cerrar la boca cuando estuvieron solos. - Pero... -Le pedí a Sharon que lo redactara anoche - respondió divertida. - No tenía seguro al cien de que le convencería, pero en caso de que lo consiguiese, no pensaba darle tiempo para pensárselo - agitó el contrato. - Ya no se puede echar atrás. -Deme un segundo que aún estoy flipando. Se sentó frente a Cristina en silencio, aún con las imágenes de la reunión pasándole por la mente y sin atreverse a mi
-Es una historia graciosa en verdad - carraspeó Miranda viendo cómo ninguno de los dos chicos parecía saber qué decir. - Fue hace unos años, aún no vivíamos juntos, pero éramos amigos, estábamos en la universidad y Ricardo alquiló una furgoneta para ir a la playa... -Esa furgoneta sí funcionaba bien - añadió Ricardo como si eso tuviese relevancia para la historia que se estaba inventando Miranda. -El caso es que no teníamos mucha confianza, al menos Juan con nosotros y no nos dijo nada sobre sus pocas ganas de ir a la playa. - El ojiverde disimuló la mueca indignada al escuchar que él no quería ir a la playa, siempre era el que más predispuesto estaba para ir. - Y no nos contó que no sabía nadar. Casi se nos ahoga, Cristina, el pobre socorrista tuvo que hacer el boca a boca. -Vale ya, creo que lo ha entendido - gruñó Juan, viendo la mirada maliciosa de su mejor amiga. -Y le puse pececito como burla, porque los peces pequeños... se ahogan - completó Ricardo de forma dud
-Sharon - sollozó Cristina al verla soltando insultos, una clara muestra de que estaba bien. - ¿Tú no has visto el cartel o qué? - puso los brazos en jarra el chico con la jeringuilla al ver a Cristina acercarse a Sharon estrechándola en un complicado abrazado por su posición. - No le muevas el cuello, hay que ponerle un collarín. -Voy a matarte Sharon, te lo juro - prometió Cristina revisándola con la mirada. - ¿Qué te ha pasado? -Nada, es este imbécil que me quiere perforar el culo - insultó Sharon señmigueldo al rubio. - A mí no te me acercas con esa mierda, he visto la película de Lobezno y sé lo que duele esa mierda. -Samir Berroteran, encantado - le estrechó la mano a Cristina y la ojigris también se presentó. - He tenido la mala suerte de que me asignen a esta gruñona como paciente ¿Puedes sujetarla? Y decirle que por favor relaje el glúteo, llevamos así diez minutos. -Sharon por favor - pidió Cristina limpiándose los restos de lágrimas. - Si lo haces, no te