CAPITULO 120

-No te muevas - le ordenó cuando Sharon hizo el amago de incorporarse.

-Estoy en riesgo de dormirme - advirtió, pero notó y vio la mano de Nore introducirse en sus pantalones. - Corrijo, estaba.

Cristina ya se había rendido, a la cuarta vez dejó de regañarle por tirar de los cordones de la capucha de su sudadera, dejando a Juan la total libertad de cambiarle la medida a su antojo mientras la escuchaba leer.

Al principio pensó que el ojiverde le había pedido que trajese su libro porque quería quedárselo un tiempo, algo que le había extrañado, ya que en el perfil que había elaborado su madre sobre sus trabajadores en su época en Tacarigua indicaba claramente el rechazo de Juan a la lectura, luego descubrió sus verdaderas intenciones. En el césped, con la espalda apoyada sobre un árbol y con Juan recostado en sus piernas, leía el que podía considerar su libro favorito. No le podía encantar más su día.

Varias veces había tenido que pellizcarse a medida que avanzaba su lectura,
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