Elizabeth.
Daniel y yo subimos guiados por un empleado del hotel hasta nuestra habitación, era simplemente exquisita, de un tamaño considerablemente grande, había una cama matrimonial en la mitad de la habitación, estaba envuelta en sabanas completamente blancas, con almohadas del mismo color y con la misma apariencia, como si se tratara de una nube, había tonos de dorado aquí y allá, era absolutamente suntuoso y sobrio a la vez, si es que aquella combinación fuera acaso posible, la habitación era elegante, pero lo mejor de todo era la vista, como si desde mi ventana pudiera contemplar a las Vegas nocturna que no cesaba de hacer apuestas y de divertirse en coches lujosos.
-Esto es… - Comenzó a hablar Daniel.
-Maravilloso - Termine yo.
-Si, maravilloso - Él soltó un suspiro pesado y supe que algo le sucedía, sin embargo no quise ahondar al respecto en este momento.
-Cariño, ¿Te molesta si me ausento por un rato? - Le pregunte acercándome a él para acariciarle el cabello.
-Preferiría que te quedaras aquí conmigo, abriéramos la champaña y disfrutáramos de todo esto - Soltó haciendo una señal hacia la mesa en donde había una charola con una champaña, un par de copas de cristal y algunos pétalos de rosas alrededor.
-Iré a dar un paseo corto, no dejó de maravillarme de todo esto, y me gustaría tomar un par de fotografías para retratarlas.
-Elizabeth, ¿Tiene que ser ahora? - Inquirió casi que frustrado.
-Si, no tardare mucho, no seas impaciente - Lo reñí entretanto él se recostaba en la cama, y yo sacaba la cámara que había traído en el maletín de los instrumentos musicales que habíamos preparado con Daniel y Luis.
Antes de que Daniel tuviera la posibilidad de volver a protestar, yo Sali de la habitación con mi cámara en las manos, dispuesta únicamente no a retratar absolutamente nada, sino a hacer algo que llamaba levemente mas mi atención, encontrarme con William.
Caminé a través del hotel como si ya hubiera estado allí mil veces y no solo un par, sintiéndome una de esas mujeres elegantes que se paseaban alrededor y compraban cosas costosas mientras sus maridos hacían otras actividades, me sentí parte del lugar, de la esencia, del ambiente, era la primera vez que me sentía de esa forma, y aquello me gusto en sobremanera.
Me gusto saber que me estaba alojando en el lugar, me agrado el hecho de tener una habitación allí, y no estar simplemente merodeando, en ese momento supuse que así se sentía el poder, y la sensación me fascino por completo.
-Elizabeth - William esbozo una sonrisa en cuento me vio, no le importo ocultar su emoción, él simplemente me vio y sonrió como un niño cuando ve a un dulce - Has venido… - Susurro besándome la mejilla.
En cuanto su rostro rozo el mío, yo no pude evitar retroceder, una corriente eléctrica había atravesado por completo mi espina dorsal, y si de algo estaba segura, a parte de que aquel gesto me había gustado, era que no tendría porque haberme gustado, no debía haberlo permitido siquiera, y sin embargo ahí estaba, de pie frente a él, sintiéndome totalmente acorralada sin necesidad de que él ejerciera ninguna presión.
-¿De qué quería hablar conmigo? - Pregunte de la forma mas seria que me era posible, porque lo cierto en toda esa situación era, que mi esposo estaba un par de pisos mas arriba, y yo no podía permitirme engañarlo.
-De la propuesta que te he hecho anteriormente.
-William, de verdad no es necesario, le he dicho que no podría aceptar algo así, y ahí ha concluido el tema.
-No para mí, Elizabeth, el tema no ha concluido - Él se puso en pie, y extendió una de las sillas del bar para mí - Siéntate, por favor.
-No creo que nada de esto sea apropiado, ¡No soy una mujerzuela! No voy a acostarme con usted por dinero, eso me convertiría en una cualquiera, y no lo soy
-Creo que estas tergiversando todo esto - El negó con la cabeza con algo muy parecido a la diversión, y entonces me vio fijamente, hipnotizándome una vez mas con esos ojos suyos - No te he dicho que te acuestes conmigo, jamás te pagaría porque hicieras eso - Sentencio con aparente seriedad
-¿Entonces?
-Te he pedido que pases una noche conmigo, Elizabeth, que me permitas llevarte a cenar, que me dejes atenderte, y que por supuesto, me des el lujo de conocerte un poco más, no he hablado de sexo en lo absoluto, yo no voy a obligarte a nada que no quieras, mucho menos si se trata de algo tan delicado, no va a pasar nada que no quieras, se trata tan solo de tu compañía.
Yo me quedé sin palabras por algunos segundos, simplemente observando como el hombre a mi lado gesticulaba, y entonces tuve que tragar en seco.
-¿Qué obtendría yo a cambio?
-El dinero que Daniel y tu necesitan para mantenerse a salvo mientras él consigue hacerse un nombre en esta industria.
-¿Cómo así que el dinero que necesitamos? - Inquirí con curiosidad.
-Si, el dinero para completar la hipoteca, para que Daniel pueda dejar ese empleo de maestro que tiene y que puedan vivir bien mientras él prueba suerte en la industria musical.
-¿Cómo sabe que debemos la hipoteca? - Inquirí con real curiosidad.
-Tengo amigos en los bancos, fue simplemente hacer un par de llamadas, y conocer su historial de crédito, su dirección, su teléfono, e incluso su número de cuenta.
-¿Estuvo investigándonos? - Pregunté molesta.
-No, Elizabeth, como te he dicho antes, se trato de un par de llamadas sin importancia, son solo contactos.
-¡Por supuesto! Se me olvidaba con quien estaba hablando - Solté con altanería, el hecho de saber que William tenia acceso a partes privadas de nuestra vida, me molestaba en sobre manera, él no tenia el derecho a inmiscuirse en cosas que por cierto no le importaban, esas solo pertenecían a Daniel y a mí.
-¿Estas molesta? - Pregunto como si de verdad la altanería con la que le hable no hubiera sido suficientemente obvia.
-¡Por supuesto que estoy molesta! ¿Quién le dijo que podía meter las narices en nuestros asuntos?
-Solo estoy tratando de ayudar.
-Pues eso no es ayudar, en lo absoluto – Bufe.
-El punto de todo esto es, Elizabeth, que puedo ayudarlos, tanto a sostenerse económicamente, como a que Daniel pueda triunfar, además de tener amigos en los bancos, también tengo amigos en las diferentes disqueras y radios de Nueva York, no me importará concretar una cita, y que Daniel demuestre que tiene talento.
-Me siento como si estuviera siendo canjeada… - Susurré bajito.
-No, Elizabeth, te pido que por favor no te sientas de esa manera, no pretendo ofenderte - Él se acercó un poco más a mí, quedando a escasos centímetros de mi rostro - Solo quiero tener la posibilidad de estar a solas contigo, sin tu esposo merodeando por ahí.
Yo sabia a lo que se refería, yo también lo había estado pensando, en la idea de estar apartados del ruido, de la gente, de Daniel y de cualquier otra cosa, de poder observar sus espesas cejas, y el batir de sus pestañas sin importar quien estuviera viendo, pero eso era casi que utópico, por como yo veía las cosas, Daniel siempre estaría por ahí.
-Tengo todos los recursos para hacer esto, no es un canje si el dinero no significa nada para mí, en cambio tú, sí que significas algo - Murmuró bajito.
-¿Cómo es posible que signifique algo para ti si me acabas de conocer?
-Es ahí en donde radica la importancia, en que no quiero desperdiciar otro segundo de mi vida sin conocerte - William se alejó por un momento de mí, saco una caja de su bolsillo y entonces comenzó a abrirla.
Era una caja de terciopelo color turquesa, tenias unas letras grabadas en blanco que yo no alcanzaba a distinguir debido a que me encontraba embelesada con el hombre, no había necesidad de detenerme a observarla para saber que era preciosa, sin embargo lo que estaba adentro, lo era aún mucho más que el empaque.
-Quería que esto fuera tuyo - Era el anillo, el anillo que yo había estado pintando la noche anterior cuando nos conocimos, él había sabido exactamente cuál era, y lo había comprado para mí.
Yo ni siquiera sabia que decir, pero mi piel estaba completamente erizada, William tomo mi mano con delicadeza, y entonces comenzó a deslizar el anillo en mi dedo.
-Quiero que sepas que no tienes que conformarte con absolutamente nada, que yo puedo darte lo que necesitas e incluso mucho más, que no tienes que resignarte a la vida que tienes ahora, yo puedo hacer que todo cambie, incluso si no estas a mi lado, puedo darte lo que quieras, Elizabeth, no hay nada en el mundo que tenga un precio lo suficientemente alto como para que yo no pueda pagarlo.
-No puedo aceptar nada de esto - Negué en cuanto él puso el anillo en mi dedo y entonces yo observé la piedra preciosa en mi mano, casi que sin darme cuenta, una lagrima comenzó a caer por mis ojos, estaba llorando, porque sabía que aquello era equivocado, y que lo único que William no podía comprar era a mí, y lo que tenía con Daniel.
-¿Por qué estas llorando? - Inquirió preocupado.
-Porque todo esto ha sido un error, porque me he equivocado al venir aquí, y porque no puedo aceptar esto - De repente el anillo quemaba en mi dedo, así que tuve que quitármelo con rapidez, arañándome la mano en el proceso.
-Elizabeth - Él susurró, termino de acortar la distancia entre él y yo, y beso la comisura de mis labios.
-¡Apártate de mí! - Lo aleje - No tienes derecho a besarme, ni a regalarme cosas, ni yo, ni mi relación con Daniel están en venta, y espero que esta sea la ultima vez que usted y yo nos encontramos a solas - Espete dejando el anillo sobre la barra, para después ponerme en pie y alejarme temblorosa.
Todo era muy confuso y mi cabeza era un vaivén de sentimientos y emociones encontrados, por un lado, sabía que podía hacer que la vida de Daniel y yo cambiara, pero por el otro sabia, que si llegaba a aceptar, no iba a ser precisamente por eso…
De repente me di cuenta de que no conocía el hotel tan bien como había creído anteriormente, porque entonces me sentía en un laberinto que al parecer no tenía salida, no recordaba cual era la dirección correcta, si la izquierda o la derecha, cada uno de los pasos que daba eran ciegos, casi en falsos, yo solo intentaba dirigirme a donde se suponía que debía estar, pero lo cierto era, que mis pies querían llevarme de vuelta al bar, para poder tener la osadía de por fin besar a William y saber que se sentía, poder probar a un hombre que podía tener a la mujer que fuese a su lado, y sin embargo me rogaba por un poco de mi compañía.
Todo a mi alrededor estaba de cabeza, y antes de poder recomponerme para volver con Daniel, me vi obligada a entrar a uno de los baños, controlar mi respiración, y ponerme un poco de agua fría en las mejillas.
Durante algunos segundos, mientras estaba ahí, mirándome al espejo, sentí la imperiosa necesidad de recordar algo que me conectara con Daniel, de recordar la primera vez en que me toco, en que me beso, la primera vez en que me dijo te amo.
Daniel estaba temblando, estaba tan nervioso como yo, ambos éramos un par de chicos de 16 años sin experiencia en el amor, pero sabíamos que lo que estaba naciendo entre nosotros era mucho mas fuerte de lo que podíamos incluso soportar, lo de Daniel y yo nos consumía, nos arrastraba a un hueco de ilusiones que nosotros queríamos volver una realidad, y ahí estábamos, por fin a punto de materializar aquello que tantas veces habíamos imaginado, el tenia sus ojos castaños clavados en mí, y yo por mi parte era incapaz de mirar cualquier otra cosa en la habitación.
-Eres preciosa, Elizabeth - Me dijo acariciando mi mejilla - Y no solo lo digo por lo bonita que te ves, en especial esta noche, si no por todo lo que eres, eres leal, bondadosa, eres sincera, eres… - Siguió diciendo - Jamás creí decir esto a tan corta edad, pero ahora que te he encontrado, no pienso dejarte ir, yo te amo Elizabeth – Concluyo.
Yo no fui capaz de decir nada en ese entonces, sobre todo porque no sabia si aquello que sentía era realmente amor, o era simple deseo, si bien era mas fuerte que nada de lo que había vivido, ¿Cómo podía asegurar a un sentimiento del que no estaba segura conocer? Para mi aquello carecía un poco de sentido, así que lo único que hice fue guiar su mano hasta el tirante de mi vestido.
Y entonces él comenzó a desvestirme, de dudas, de miedos, de inseguridades, de absolutamente todo. A partir de allí ya no hubo un punto de retorno, no había manera de volver atrás u olvidarnos, éramos y seriamos siempre él y yo.
Una mujer entro en el baño, haciéndome volver a la realidad, y entonces yo, sintiéndome un poco más serena, salí de allí y me dirigí con Daniel.
Abrí la puerta blanca de la habitación numero 705 y lo vi ahí, de espaldas a mí, admirando la vista mientras bebía de la copa de cristal, un sorbo de la champaña que claramente había abierto sin mí.
-Pensé que ibas a esperarme - Susurré acercándome lentamente hacia él, acariciando su espalda desnuda y abrazándolo al mismo tiempo.
-Solo necesitaba un trago - Suspiro mientras envolvía mis manos con una de las suyas.
-¿Esta todo bien? - Pregunte hundiendo mi cabeza en su cuello.
-Espero que lo esté pronto.
-¿De que estas hablando?
-De que mires todo esto, Lizzy, de que desearía poder haberte traído aquí con mi propio dinero - Soltó un bufido - No me malinterpretes, estoy agradecido con William, pero me jode la idea de saber que si no hubiera sido por él, jamás habríamos podido permitirnos alojarnos en este hotel.
-¿Y qué importa eso? No necesitamos una habitación de un hotel - Solté con docilidad, tratando de recordarle justamente de lo que él me hablo un par de días atrás.
-No la necesitamos, pero tú te la mereces, mereces a alguien que pueda traerte a este tipo de sitios, que te lleve a restaurantes cinco estrellas y te acompañe de compras, esa es la vida que mereces, y yo no puedo dártela, por lo menos no aún.
-Lo único que no merezco es a ti - Daniel se puso en pie, dio media vuelta, y entonces yo abrace su torso desnudo, apoyándome allí en su pecho, ese lugar que siempre me había encantado.
-Una vez que yo sea un musico reconocido, voy a compensarte por todos estos años - Murmuro, haciendo que a mi se me estrujara el corazón, recordando las palabras de William. Su promesa resonaba en mi cabeza, diciéndome que yo podía hacer que eso cambiase, que Daniel dejara de sentirse así por el resto de su vida.
-Ya te he dicho que no necesito que compenses nada, estoy contigo porque te amo, ha sido así durante mucho tiempo, y no importa lo que suceda, o lo que tengamos, eso no va a cambiar, yo te amo - Solté y entonces le di un casto beso en los labios - Te amo, Daniel.
-¿Y si te digo que también te amo?
-¿Y si mejor me lo demuestras? - Ambos sonreímos, y entonces sus labios se adueñaron de los míos con dulzura, Daniel me beso con pasión, con amor y cariño, inundándome de su sabor a champaña.
Yo me aferré un poco más a él, a su cuerpo trabajado, y advertí cuando las emociones se volvieron mas fuertes y reclamantes, y entonces él me estaba dirigiendo a la cama, en donde nos deshicimos de la ropa con rapidez, sintiéndonos ansiosos de pertenecernos una vez más, de acompasarnos en un solo cuerpo mientras nos disfrutábamos.
Y solo basto ese momento, ese encuentro íntimo, para entender que debía aceptar la propuesta de William, no podía negarle la posibilidad a Daniel de cambiar nuestras vidas, no podía ser egoísta… Después de todo, solo seria una noche, una cena, y unas copas cuanto mucho, no seria infidelidad si no me acercaba mas de lo debido a William, y Daniel ni siquiera tenía porque enterarse.
Era solo una noche.
¿Qué tanto podía suceder en una noche?
Elizabeth. -Es una lastima que tengamos que irnos tan pronto - Sentencio Daniel mientras terminábamos de recoger nuestras cosas en la habitación del hotel.-Si… - Asentí yo sin darle mucha importancia a sus palabras, porque lo cierto era que desde la noche anterior, yo no había podido dejar de pensar en William, en su propuesta, en la oportunidad, en lo que pasaría de encontrarnos totalmente a solas y millones de cosas más, mi mente era por completo un vaivén de sentimientos, hipótesis e ideas que me tenían mareada. -¿Te sucede algo? - Inquirió Daniel con el ceño fruncido.-No, nada.Daniel se quedo dubitativo por un par de segundos, como si de alguna forma el fuera capaz de ver a través de mi alma y saber que había algo por lo que estaba atormentada, pero en esa ocasión, aquella habilidad de él no me conve
Elizabeth. -Nunca quise ir a una oficina a diario, o encerrarme en un cubilo a contestar llamadas, siempre supe que lo mío era algo diferente, quizá no mas seguro, mucho menos estable, teniendo en cuenta mis condiciones, pero a pesar de todo, era arriesgarme a fracasar o a vivir una vida que no quería, y yo no habría soportado la segunda opción.-Has sido siempre un espíritu libre - Me dijo William entretanto se llevaba a la boca un bocado del postre que nos acababan de llevar. Era un pastel de chocolate, delicioso, exquisito y esponjado, tenía un centro de crema de maní, con un poco de frutos secos tostados, era la perfecta mezcla entre la dulzura y la sal de los frutos, estaba exquisito, y perfecto, tal cual a como había sido por completo la noche, de hecho, mientras veía la rebanada a medio comer puesta en el pequeño platito, sentí que William podr&iac
Daniel. Mientras le daba vuelta a la botella de cerveza que me estaba bebiendo pensé en ella, en sus manos, en su cuerpo cálido, en sus ojos llenos de pasión y de arte, pensé en todo lo que ella era porque no había cosa que pudiera reemplazarla a ella de mi mente justo en ese momento, Elizabeth me estaba atormentando, y yo solo necesitaba verla de nuevo en nuestra casa, durmiendo a mi lado como siempre, siendo solo nosotros, cuando no había mucho por lo cual discutir…Cuando el genio de la botella no se había aparecido todavía permitiéndonos tres deseos.Yo no conocía los deseos de Lizzy, no sabía que era lo que quería de William, sin embargo tenia miedo, de que aquello fuera algo que yo nunca pudiera darle, y aunque intente mentirme durante mucho tiempo, yo sabía que en algún momento de mi vida eso pasaría, que un hombre nuevo aparecer&iacut
Elizabeth.Había amanecido ya, sin embargo el cielo no tenia el característico color azul brillante que daba paso al sol en medio de un par de nubes, el panorama esa mañana era ciertamente diferente, arriba solo se veía gris con pequeños visos de blanco, como si una tormenta se avecinara y aquellos visos fueran la mínima esperanza de que en algún punto del día, el cielo despejaría, y volvería a ser el de siempre.Yo sabia que no lo iba a hacer, y estaba preparada para la tormenta.El auto de William me dejo frente a casa, yo llevaba la misma vestimenta de la noche anterior, el mismo vestido azul oscuro que esa mañana no parecía tan bonito, los mismos tacones negros en punta que habían comenzado a lastimarme el pie, pero mi rostro estaba totalmente limpio, no había rastros de maquillaje en él, y mi cabello estaba perfectamente peinado, eso era
Daniel. Sentando ahí en la incomoda silla negra, no pude dejar de pensar en ella, en lo extraño que se había estado comportando los últimos días, y en lo mucho que nuestra relación había cambiado desde esa noche, fue como si algo se hubiera quebrado, como si aquel enlace invisible que nos mantenía unidos se hubiera roto y ya no existiera forma de repararlo, se sentía jodidamente extraño, agotador y frustrante ver como pretendíamos continuar como antes, como si nada, cuando en realidad había un montón de cosas en medio de nosotros separándonos.Yo quería saber que era lo que pasaba, había intentado hablar con ella de mil y una forma, había intentado descifrar en su mirada que ciertamente ya no era la misma de antes, pero se me estaban agotando los recursos, entre mas tiempo pasaba mas sentía que todo aquello era en vano, y yo co
Elizabeth. No me importaba como iba vestida, no me interesaba en lo absoluto el mono sucio que llevaba puesto o mi cabello desordenado, ni siquiera la pintura en mis brazos, yo solo necesitaba detenerlo, necesitaba hablar con él y hacerle entender que las cosas no eran como parecían, incluso aunque si lo fueran, necesitaba que me diera una oportunidad, pero más que nada de eso, necesitaba que siguiera creyendo en mí, aun cuando le estaba mintiendo y mi palabra hubiera dejado de tener suficiente valor.Con todo eso en la mente, y antes de si quiera poder pensar al respecto, yo saqué un par de billetes de dólar de nuestro fondo de emergencia, y salí tras de él, porque antes de que yo hubiera podido detenerlo para tranquilizarlo y pedirle que hablásemos, el ya había encendido el motor y se había marchado a hacer Dios sabe que, asi que no tenia de otra mas que tomar un taxi que m
Daniel. -Se nos esta acabando el tiempo, hermano, ¿Qué vamos a hacer? - Me pregunto Luis mientras tomábamos un par de cervezas en ese viejo bar al que él y yo acostumbrábamos a ir cuando de repente lidiar con la vida resultaba algo casi imposible o desesperante.-Quisiera poder responderte, pero lo cierto es que no lo sé - Solté un bufido pesado y le di un trago a la botella.-Daniel… - Luis comenzó a hablar, pero no necesite escuchar mas que su lastimera forma de decir mi nombre para saber que iba a hablarme de lo mismo que aquella vez pasada - ¿Por qué no dejas de ser testarudo y tomas el dinero del ahorro que tenías para la hipoteca? Después de todo, ya no tienes hipoteca que pagar - Levanto los hombros con indiferencia.-Tu no lo entiendes - Negue con la cabeza.No se trataba de un tema de orgullo, no era algo que yo estuviera haci
Elizabeth. Cuando llegue a casa todo estaba en silencio, Daniel no había llegado así que pensé en darme una larga ducha de agua caliente antes de que lo hiciera, deje las bolsas de papel que contenían lo que había comprado en el supermercado, y me quite los zapatos en el recibidor, me quite también el suéter que me había puesto y lo deje sobre el sofá, sabía que Daniel odiaba que dejara mis cosas por ahí tiradas, pero no estaba, así que me permití hacerlo.Haber estado en el supermercado había significado todo un paseo para mí, porque lo cierto era que incluso la sección de refrigerados era mucho mas cálida que la casa en la que acababa de entrar, asi que sí, había pasado las ultimas tres horas comprando cosas que en realidad no necesitábamos porque tenia que estar sola, debía alejarme de allí y pens