Lauren.La noche llegó rápido después de mi encuentro esa tarde con Kenneth. Mi cuerpo estaba agotado. Había tenido más orgasmos que antes. El hecho de que fuera un poco más salvaje, teniéndome atrapada en sus brazos, me resultó exquisito.La forma en que me veía, como hablaba de cerca con su tono de voz seductor o calmado, era capaz de destruir todos los muros que alguna vez había construido para no dejarme llevar por mis impulsos o deseos más peligrosos.Pero tenía que admitirlo. Tenía miedo. Mucho. Especialmente con la idea de que tuviera que regresar a Canadá, y lo que nos pasaba quedara solo como un recuerdo. Entendí que tenía que dejarme perder el tiempo que fuese necesario, antes de que algo pudiera salir mal, antes de que tuviera que partir.No importaba que mi cuerpo estuviera cansado. Sería de Kenneth cuando él lo quisiera. No solo porque me hacía tocar las estrellas, sino porque mi corazón lo anhelaba.Estaba perdida en él. No era tan difícil de creer. Cuando teníamos sex
Kenneth.Al llegar al lugar de encuentro, mis nervios fluyendo por todo mi cuerpo.Necesitaba acabar con la situación entre Dakota y yo. La noche anterior, me había quedado dormido junto a Lauren pese a que algo me gritaba que no era correcto, y me despertó el tono de mi celular.Era la una de la mañana. No podía creer que Kasey estuviera despierta a esa hora, así que atendí. Mi hermana estaba llorando fuertemente, asustada. Dakota la había atacado tras salir de la empresa, la retuvo en su auto tortuosos minutos, intentando sacarle información sobre mi paradero exacto. Dakota no sabía que yo solía vivir en Miami, que mi abuelo tenía una mansión allí. Ella siempre pensó que yo era de Carolina del norte, así que no tenía idea. Entonces, mi valiente hermana le dio una falsa dirección en Miami, y luego la dejó ir.Me sentí furioso al escuchar aquello. Quería deshacerme de Dakota como fuera, ya no podía dejar que le hiciera daño a más nadie por su obsesión conmigo, así que cité a su padre
Lauren.El fin de semana con mi madre había resultado mejor de lo que esperaba. A diferencia de mi otra visita, cuando no me recordaba y se sentía un poco irritada, me dejaba de lado, sin comentarios o acciones que me dolieran demasiado.Sonreí al verla pintando entusiasmada en una libreta que le compré. Era la noche del domingo, estábamos en su habitación, y aunque no me recordaba, había algo que seguía repitiendo.—¿Quién es William Sinclair? ¿Un cantante que me gusta?Sentí una punzada en el pecho, de nuevo. Lo había nombrado de repente el viernes, el día sábado, y de nuevo esta vez, así que respondí lo mismo.—No, Laura. William es… Un hombre para el que solías trabajar.—Ohh… ¿Yo trabajaba? —me preguntó, despegando la mirada de la libreta.—Sí, Laura. Trabajaste mucho tiempo para él. Lo recuerdas porque lo quieres como tu familia.Mi madre asintió lentamente, y su rostro se entristeció.—¿Sabes todo eso porque eres mi familia? Tengo rato pensando en dónde te he visto. Te conozco.
Kenneth.Me mantuve sentado en una silla de la playa privada, apretando los reposabrazos. La playa estaba justo detrás de la casa. Yo era el único que estaba allí bajo el toldo fijando mi vista hacia el rayo de sol, pensando qué demonios haría con mi vida.Dakota estaba fuera de mi camino, pero no podía quedarme demasiado tiempo en Miami y dejarle mis responsabilidades a mi hermana. Ella tenía su puesto con mamá en Carolina del norte. Era una pena que el abuelo nunca hubiera pensado en abrir una sucursal en Miami; porque estaba pensando en lo fácil que sería convencerlos a todos de ocuparme de ella, solo para poder quedarme en la ciudad.Mi sed de sexo estaba al borde. Cada comentario fuera de lugar entre los amigos de mi padre lo relacionaba con sexo, veía alguna manzana y pensaba en un trasero. No bastaba con masturbarme más de cuatro veces al día, seguía sintiendo la necesidad de entrar en esa cálida y apretada vagina de Lauren.Me mantenía alejado de Maira, con toda la fuerza de m
Kenneth.Tomé su cuerpo frágil en mis brazos. Ella volvió a darme esa mi mirada, y mi corazón dio un vuelco. Caminé hasta mi cama con ella, y la dejé caer sutilmente.Nuestras respiraciones agitadas y calientes se mezclaron al alzarme sobre ella. No entendía porque con otras mujeres me resultaba tan tedioso la jodida posición de misionero, siempre prefería tenerlas sobre mí o en cuatro, dándome una vista agradable, pero con la pelirroja en mi cama, jadeante, solo quería sentirla temblar abrazada a mí, con nuestros pechos unidos, mojados de sudor. Sin duda era mi posición favorita con ella porque se sentía… cómodo.Sus manos rodearon mi cuello una vez que me hundí en su coño goteante y palpante. Mi mano abrazó su cintura como me gustaba hacerlo y la apreté contra mí, empujando mis caderas de abajo hacia arriba con estocadas profundas, lentamente, perdiéndome en su cuello, escuchando sus gemidos, hasta que deposité mi carga dentro.Jadeante, la miré a los ojos. Ella sacudió la cabeza li
Lauren Mitchell.Una vida tranquila, un empleo con buena paga, apoyar a mi madre, ahorrar para pagar mi carrera universitaria… Eso era todo lo que deseaba; pero hay cosas en la vida que pasan sin planearlas.Como un fuerte huracán que arrasa con la más estable de las estructuras, así era él para mí. Destruyendo cada línea que jamás le hubiese permitido si quiera ver a otros hombres; pisando mis terrenos sombríos, y apropiándose de ellos, para plantar fuertes árboles coloridos; con raíces que ni siquiera su mismo huracán tenía la fuerza de arrancar.—Lauren, dime la hora.Tomé el teléfono en mi bolsillo, y al verificar, suspiré.—Solo diez minutos para que su familia llegue, señor Sinclair —avisé, subiéndolo con cautela a su silla de ruedas—. ¿Qué va a pensar su familia cuando vea que es medio día y ni siquiera ha desayunado?El señor Sinclair soltó una áspera risa mientras lo llevaba hacia el ascensor de su mansión para bajar a la primera planta.—No te echarán la culpa a ti, cariño.
Lauren.—He terminado, Lauren.Apenas escuché el grito del señor Sinclair en el baño, me levanté de la cama rápidamente. Sin embargo, antes de que pudiera abrir la puerta, su nieto apareció, inundando mis fosas nasales con su encantador perfume. Me dejó sorprendida su rapidez y la forma en que me vio, para decir:—De ahora en adelante yo me encargo de atenderlo en el baño, y cambiarlo.Quise abrir la boca para refutar, pero el moreno simplemente se adentró, dejándome paralizada. Luego escuché al señor Sinclair preguntar por mí, y respiré profundo.No iba a dejar que me dominara.Él no había cumplido un jodido día en la mansión y quería quitarme mi empleo. Mi sangre hervía cada que lo veía por allí, cazándome como una presa, receloso, como si yo quisiera hacerle algún daño a su abuelo.¿Acaso era idiota? Tenía muchas cosas para decirle.Me había dado cuenta que frente a su abuelo, era cortes, amable, conmigo, pero cuando no, en tan solo pocas horas, me hablaba con ese tono demandante, u
Kenneth Sinclair.Desperté muy temprano para salir a trotar. Me aseguré de ir por el camino principal, evitando el atajo que de adolescente solía tomar, pues solía vivir en la mansión Sinclair con mis padres.Ya estaba lo suficientemente claro cuando llevaba medio kilómetro recorrido. Mis airpoids reproducían música de Artic Monkeys, que me hacía el camino ligero. Y pronto algunas mujeres que seguramente no tenía tiempo de ir al gimnasio por ser amas de casa, se unieron detrás de mí, por lo que troté hacia atrás para hacer saber que me gustaría ir a su ritmo. Y una vez que me encontré con ellas, las detallé.Pude darme cuenta que tres de ellas eran madres, e incluso había una adolescente de al menos quince años que debería estar preparándose para la escuela.Conocía a una de esas tres mujeres del vecindario, así que no tardé en entablar conversación a medias, intentando descifrar cuál de las tres tenía más problemas con su marido y así poderla llevar a mi cama en el futuro.Debía ser