— Que alguien vigile a mi hijo — pidió Ricardo — mientras se llevaba a su futura esposa dentro de la casa— Ellos han estado cuidando de este lugar en mi ausencia, yo solo he venido un par de veces, sin ti me era muy difícil permanecer aquí.La llevó hasta su cuarto y nada más entrar se abrazó a su espalda mientras le besaba lentamente el cuello.— Te amo… creo que podemos ser muy felices aquí.Josefina se encontraba como en un sueño, no era que ella deseara vivir en la finca, pero sí estar así con el padre de su hijo.—Lo sé. Seremos felices aquí los tres— murmuró ella cerrando sus ojos y dejando que el calor de Ricardo cubriera su cuerpo y se llevara sus miedos.Ricardo asintió mientras deslizaba los labios por el cuello de Josefina inhalando su aroma y es que era tenerla cerca y ser incapaz de contenerse y no solo era su presencia sino el lugar y lo mucho que le llenaba de recuerdos estar ahí.—No sabes cuanto tiempo estuve soñando con esto, con volver a este lugar, tomada de tu man
Ricardo mimaba el cuello y escote de su amante con los labios hasta llegar a su seno derecho y darle cabida en su boca mientras su cadera se movía hacia atrás y nuevamente hacia adelante, poseyéndola, perdiéndose en sus ganas, en busca de ese placer que era incapaz de negarse y sobre todo negarle.— Eres mi mujer, la única que existió para mí — murmuró cambiando al otro seno y mordisqueando su pezón, tirando levemente de él hasta escucharla gemir.—Ricardo— Josefina gimió el nombre de su hombre.Era incapaz de no hacerlo, más al escuchar decirle esas palabras que solo hacían que su cuerpo entero se estremeciera cada vez de placer. Tanto que los dedos de sus pies, firmemente plantados a ambos lados del cuerpo de Ricardo se recogían en cada nuevo estoque recibido.—Si así mi amor… No dejes nada de mí, sin reclamar— gimió ella al notar como sus pezones dolían simplemente por el deseo de que él siguiera mimándolos, es más, deseaba que los mordisqueara y le hiciera sentir ese dolor delicio
— Ven Fede, voy a mostrarte el lugar donde me enamoré de tu madre — Dijo Ricardo extendiendo la mano para que su hijo la tomara, ese día le diría la verdad, le contaría que él no solo quería ser su padre, sino que realmente lo era.Federico se encontraba regresando de su gran travesía a través de la hacienda. El viejo capataz no dudó en enseñarle al pequeño todo aquello que él le preguntará.En cierta manera le recordaba al amo Ricardo cuando era joven, por lo que estuvo encantado de mostrarle al pequeño todo lo que le preguntó y causó curiosidad hasta que vio a su padre y salió corriendo hasta él.—Sí, quiero saber dónde es que usted y mi madre se conocieron— mencionó el pequeño tomando de la mano a Ricardo —señor Ricardo, ¿Usted conoce a mi padre?Ricardo sonrió ante esa pregunta y levantó la vista para mirar a Josefina, sus ojos se clavaron en los de ella por un momento antes de volver a mirar al niño y seguir andando.— Sí, lo conocí, pero deja que te explique la historia de las n
— Quiero que sepas que yo jamás os abandoné, creí que tu madre había muerto y por eso me casé con otra mujer, una mujer que me impusieron prácticamente…— se sentía muy avergonzado al confesarle a su hijo que había cedido en algo así después de haberlos perdido.—¿Entonces mi mamá no es una rompe hogares? — le preguntó el pequeño a su padre con lágrimas en los ojos — mi mamá no ha muerto y yo tampoco. Te mintieron. No quiero que llamen a mi mamá un rompe hogares porque no lo es. Entonces por eso me llamo Ricardo como tú, ¿y Federico como mi abuelo?— No, tu mamá no es una rompe hogares porque yo siempre quise casarme con ella y eso habría hecho si no nos hubieran engañado.Ricardo secó las lágrimas de su hijo con los dedos conteniendo las suyas, no quería verse débil frente a su hijo y mucho menos llorar también.Federico se abrazó a su padre sin dejar de llorar.—Yo siempre quise conocerte— murmuro el pequeño, volteando a ver a su padre con lágrimas en los ojos —mamá siempre me dijo q
Se movió hacia atrás y volvió a hundirse en ella con la misma fuerza, sin dejar de besarla, mantenía los ojos cerrados porque no quería verla, en ese instante, no quería dejar de poseer y besar a su María, como si ella realmente le perteneciera al estar en sus brazos una vez más.Sus caderas se movían de forma enérgica mientras sus manos se deslizaban por la piel de aquella mujer, disfrutando de la suavidad que podía sentir bajo los dedos, llevándolos hasta sus caderas, alzándola levemente de la cama, para que el ángulo de sus embistes se volvieran más profundos, sintiendo como en cada uno de ellos, él se volvía uno con ese cuerpo, mezclándose, haciéndole más difícil identificar donde empezaba el de la chica y donde empezaba el suyo.María no podía dejar de gemir, de enterrar sus dedos en la espalda u hombros del abogado, no le importaba lo único que deseaba era marcarse en él de algún modo, de hacerle sentir su presencia mientras él la tomaba, mientras se colaba en cada uno de los po
María estaba muy nerviosa cuando llegaron a la clínica, no había nada que deseara más y Miguel parecía que estaba completamente decidido en hacer su deseo realidad.— Debo hacerle unos análisis y ver cuál es realmente el problema porque en sus informes médicos no aclara nada, parece que sus ovarios funcionan correctamente, tal vez el problema es su esposo — dijo el médico mirando a Miguel —¿Ya se ha realizado usted los estudios pertinentes?— Él tiene ya dos hijos de su anterior matrimonio — explicó María diciendo una verdad a medias — así que en teoría no debería porque tenerlos.— Igualmente, les haré a ambos los estudios para descartar cualquier inconveniente y ahora a lo que importa ¿Cuánto hace de su último periodo?— preguntó el médico observando a la mujer.Miguel se mantuvo al margen, dejando que fuera Maria quien se encargara de responder a todo lo que preguntaba el médico, porque era claro que ni él o Ricardo tenían problemas para tener hijos, la prueba era ese bastardo que h
Josefina se encontraba en ese momento feliz, amasando la masa con la que haría los anillos de arce que a su hijo le encantaban. Le ayudaba la señora que la había atendido nada más llegar.Pese a que esta parecía tener serias dudas sobre ella, después de conocerla y hablar con Josefina no pudo evitar sentir simpatía por ella, sobre todo al momento de tratarla con amabilidad, fue por eso que se encontraba presente en el instante en que ella perdió el norte, al desvanecerse, sudando frío antes de correr hacia el retrete.—¿Se encuentra bien Josefina?— le preguntó la mujer una vez le observó salir del cuarto de baño.—Sí, solo algo me cayó mal — respondió ella con una sonrisa en el rostro — será mejor que sigamos, ya está por oscurecer y Ricardo y nuestro hijo vendrán con hambre.La mujer pensaba que el señor Ricardo no tenía hijos, o eso tenía entendido y que su esposa se llamaba María, pero no era asunto suyo y sin duda no abriría la boca en ese sentido, ella era una mujer discreta, aun
— Estoy tan feliz — Aseguró María lanzándose a los brazos de su amante una vez ya estaban en el hotel.— ¿Puedes creértelo?—Un hijo. Miguel, un hijo tuyo y mío — dijo ella buscando la boca de su cuñado para saborear sus labios y besarlo con la desesperación que le provocaba saber que en su vientre crecía el fruto de su unión, el bebé que no solo era algo que ella deseaba con todas sus fuerzas sino que era el significado de cuanto se amaban — no recordaba haber sido tan feliz nunca, ni siquiera cuando se casó, porque ella sí se casó enamorada de Ricardo lo que pasa que luego se dio cuenta de que él jamás la amaría del mismo modo de que había fantaseado con que con el tiempo volviera a sentir lo mismo por él, pero era completamente imposible.— Ahora él no podrá divorciarse de mí — Aseguró María agradecida por qué parecía que sus planes salían bien y tan contenta estaba que no se dio cuenta de que la forma en que se expresaba se podía malinterpretar — Ahora no podrá marcharse con esa pe