María estaba muy nerviosa cuando llegaron a la clínica, no había nada que deseara más y Miguel parecía que estaba completamente decidido en hacer su deseo realidad.— Debo hacerle unos análisis y ver cuál es realmente el problema porque en sus informes médicos no aclara nada, parece que sus ovarios funcionan correctamente, tal vez el problema es su esposo — dijo el médico mirando a Miguel —¿Ya se ha realizado usted los estudios pertinentes?— Él tiene ya dos hijos de su anterior matrimonio — explicó María diciendo una verdad a medias — así que en teoría no debería porque tenerlos.— Igualmente, les haré a ambos los estudios para descartar cualquier inconveniente y ahora a lo que importa ¿Cuánto hace de su último periodo?— preguntó el médico observando a la mujer.Miguel se mantuvo al margen, dejando que fuera Maria quien se encargara de responder a todo lo que preguntaba el médico, porque era claro que ni él o Ricardo tenían problemas para tener hijos, la prueba era ese bastardo que h
Josefina se encontraba en ese momento feliz, amasando la masa con la que haría los anillos de arce que a su hijo le encantaban. Le ayudaba la señora que la había atendido nada más llegar.Pese a que esta parecía tener serias dudas sobre ella, después de conocerla y hablar con Josefina no pudo evitar sentir simpatía por ella, sobre todo al momento de tratarla con amabilidad, fue por eso que se encontraba presente en el instante en que ella perdió el norte, al desvanecerse, sudando frío antes de correr hacia el retrete.—¿Se encuentra bien Josefina?— le preguntó la mujer una vez le observó salir del cuarto de baño.—Sí, solo algo me cayó mal — respondió ella con una sonrisa en el rostro — será mejor que sigamos, ya está por oscurecer y Ricardo y nuestro hijo vendrán con hambre.La mujer pensaba que el señor Ricardo no tenía hijos, o eso tenía entendido y que su esposa se llamaba María, pero no era asunto suyo y sin duda no abriría la boca en ese sentido, ella era una mujer discreta, aun
— Estoy tan feliz — Aseguró María lanzándose a los brazos de su amante una vez ya estaban en el hotel.— ¿Puedes creértelo?—Un hijo. Miguel, un hijo tuyo y mío — dijo ella buscando la boca de su cuñado para saborear sus labios y besarlo con la desesperación que le provocaba saber que en su vientre crecía el fruto de su unión, el bebé que no solo era algo que ella deseaba con todas sus fuerzas sino que era el significado de cuanto se amaban — no recordaba haber sido tan feliz nunca, ni siquiera cuando se casó, porque ella sí se casó enamorada de Ricardo lo que pasa que luego se dio cuenta de que él jamás la amaría del mismo modo de que había fantaseado con que con el tiempo volviera a sentir lo mismo por él, pero era completamente imposible.— Ahora él no podrá divorciarse de mí — Aseguró María agradecida por qué parecía que sus planes salían bien y tan contenta estaba que no se dio cuenta de que la forma en que se expresaba se podía malinterpretar — Ahora no podrá marcharse con esa pe
Después de eso sonrió como aquel que no acaba de lanzar una amenaza, tomando a Maria del trasero y pegándola contra su cuerpo, ansioso de sentirla como ansioso de hacerle saber que ella era suya.Maria se sentía una demente en ese instante porque estaba mucho más excitada que asustada por el proceder de su amante, había vivido muchos años con un hombre que le daba igual lo que hiciera y en ese instante ese hombre estaba diciendo que era capaz de matar a cualquiera que la tocara incluso a ella misma así se dejaba tocar así que sí estaba muy excitada por lo que su amante le decía que le haría en el caso de encontrarla con alguien más.— Te amo…— murmuró María contra la boca de Miguel absolutamente nada, provocándole, demostrándole que no le tenía ningún miedo, que no solo no estaba aterrorizada, sino que además le encantaba su actitud posesiva diciendo que era suya y que jamás le dejaría ser tocada por otro hombre— y cuando me muestras lo mucho que me amas y lo celoso que te sientes de
A la mañana siguiente Ricardo despertó con muchas ganas, quería llevar a su hijo y a su futura esposa a verla tumba de Magdalena y Federico, aunque la tumba de su abuelo estaba en el panteón familiar y la de la abuela de su hijo en una de las tumbas simples del cementerio era una pena que su hijo tuviera que ver esa diferencia entre sus dos abuelos.Odiaba tener que mostrarle esa diferencia a su hijo, pero al fin y al cabo estaba bien que conociera sus orígenes y como su padre se había enamorado de una chica humilde y hubiera sido capaz de dar el mundo entero por ella y por eso luego irían a la casa en la que creció, tal vez podría transformarla en un cuarto de juegos para su hijo, ya lo pensaría más adelante.— Es la hora de marcharnos ¿Ya están preparados?— preguntó Ricardo tras desayunar animado a llevarlos con él y mostrarles todas esas cosas.Federico se despertó temprano, no había podido dormir del todo bien pese a que se encontraba cansado, le emocionaba todo lo que estaba pasa
— Mi hijo es perfecto, hiciste un muy buen trabajo al educarlo — Ricardo llevó una mano al vientre de Josefina y sonrió — pero debo admitir que muero de ganas por pasar otro embarazo contigo, poder mimarte y ver crecer tu vientre.—Pero me pondré gorda y fea— menciono ella con un puchero.Aunque con una sonrisa enigmática, esa mañana se había levantado corriendo al baño y aunque le dijo a Ricardo que era algo que había comido.Pero algo le decía que no se trataba de eso, que era algo y que tal vez, solo tal vez un pequeño milagro estaba germinando en su interior.—Aunque verlo de ese modo solo me hace sentir culpable, ya que siento que le había quitado algo que él necesitaba, pero yo pensaba que no quería un hijo y por supuesto no iba a darle, ningún otro padre, a nuestro hijo. Aunque me lo plantee con mi señor del antifaz. Dejarlo entrar en la vida de Federico como figura paterna.Al decir eso, Josefina no pudo evitar levantar su mirada y ver a Ricardo en espera de su reacción. Querí
—¡Mierda! —maldijo el hombre moviéndose rápidamente al ver que Ricardo blandía la madera como si de un bate se tratara—Espere trabajo aquí— mencionó Delfino al darse cuenta de que ni Ricardo o Josefina quien se encontraba tras de él lo había reconocido.Bueno, quién lo reconocería, era imposible de reconocer, con esa barba y ese aspecto de vagabundo, sin contar la gran cicatriz que uno de los hombres de miguel le había hecho en la cárcel como recordatorio de que debía de guardar el silencio,—Por favor déjeme explicarme.— pidió el hombre con las manos al frente intentando defenderse.—Mamá, ¿Quién es ese hombre? —preguntó el pequeño Ricardo a su madre. Preocupado por el aspecto de ese hombre, a su edad todavía no tenía miedo de la gente, todavía no comprendía que había personas demasiado malas, así que podían dañar a los demás, y él solo estaba preocupado porque ese señor vivía en muy malas condiciones.—No lo sé mi amor, dejemos que tu padre se haga cargo del hombre, primero— mencio
Ricardo y Josefina estaban pasando unos días perfectos junto a su hijo, nadie se imaginaba lo que estaba por ocurrir y mucho menos la feliz familia, quienes ahora no eran conscientes de que su calma era ahora como aquella que precede a un tsunami preparándose para arrasar con todo, porque su mundo se iba a ir de cabeza con solo la presencia de una persona, a la persona que estaba llegando a la tienda y que ellos no imaginaban.Y ese tsunami venía con el nombre de María, quien llegaba a la hacienda creyendo que en un par de días recibiría a Miguel y no esperaba encontrarse lo que se encontraría.— Gracias — Dijo María cuando el chófer le abrió la puerta para que ella saliera.El hombre solo asintió y caminó hasta el maletero del coche solo para sacar el equipaje de la señora María, haciendo que Rosalía, el ama de llaves, saliera al escuchar el sonido del coche.Josefina y Ricardo, junto con el niño, habían salido a ver la escuela y registrar al niño para el próximo mes, pero la llegada