El cielo se oscurecía cada vez más después del arcoíris, antes de notarlo; llegaba la tormenta. Y temí que las piedras en el camino fueran tantas que formaran una montaña que no podria escalar.
–No puedes – Repetí por segunda vez con la mirada fija en ma pared de enfrente.
-No Jess, estaba en camino hacia tu casa pero el accidente cubrió todas las desviaciones.
-La temporada de lluvias está iniciando, es mejor mantener la ruta de la carretera.
-En serio lo lamento.
—Ya veré que hacer.
Colgué a Rebeca y me dí el lujo de permanecer quieta, pensando en todo y nada. Después de unos minutos voltee hacía marcos, él me observaba con el ceño fruncido.
-Podría llevarla al hospital, pero me temo que no es un bonito lugar para niños – Me senté en el sillón frustrada, apoyando los codos en mis rodillas y tomando mi cabeza con ambas manos.
—La ultima vez que llevé a Sarah al trabajo me despidieron – Solté un sollozo. Esto me tenía agotada.
—Yo me quedaré con ella.
—Debe haber otra opción – Susurré un poco mas tranquila.
– Tal vez si reconsideraras la guardería – Sugirió.
–Dylan quemaría todo el edificio con tal de llegar a ella. – Tenía una política clara, entre menos personas conocieran a Sarah; menos posibilidades tendria Dylan de llegar a ella. – Ni siquiera necesitaría hacerlo, no tengo ningún papel de Sarah, yo...
La voz se me atoró en la garganta, lo último que necesitaba era enfrentarme a asuntos legales. Sin mencionar que justo en ese momento estaba estabilizandome económicamente, apenas podía terminar de pagar las deudas que generé en los últimos meses y Marcos nos sostuvo durante mucho tiempo, no quería seguir aprovechandome de su buena voluntad.
Guardamos silencio por unos segundos,
– Conocí a un chico ayer en el bar, es encantador– Dió en el blanco, y reí ante su comentario. Él me acompañó con una sonrisa.
–Escucha, tengo una cirugía pequeña de tres horas, después pasaré por ella – Asentí agradecida viéndolo levantarse del sofá, en menos de cinco minutos me quedé sola con Sarah.
–Bueno – Comencé – Iremos juntas al trabajo.
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Llegué a el edificio con precaución, estacioné cerca del ascensor y me colgué la pañalera y la bolsa de un brazo. Subimos directo al último piso y por suerte no hicimos parada en ningúno otro. En cuanto las puertas se abrieron salí disparada a mi oficina.
–Muy bien, Sarah. Ya estamos aquí.
Senté a Sarah en el sillón gris individual que se encontraba frente a mi escritorio y bajé un par de cojines al suelo, haciendo más grande el espacio en el que pudiera jugar y precaviendo una caída.
—¡Mamá! -Gritó y traté de tranquilizarla y hacer señas para que guardara silencio. Una vez ella se concentró en los juguetes que tenía alrededor yo pude centrarme en mis pendientes. Ese día no había rastros de Mateo y lo agradecí infinitamente.
Y entonces, el repartidor de cartas arruinó mi buena racha de mantener a Sarah como incognita.
En cuanto la vió se detuvo en el marco de la puerta –¿Es tuyo? – Preguntó decidiéndose por ingresar.
–Hoy no necesito preguntas, Leo– Mencioné. El chico tenía 18 años, en esa jungla de ejecutivos, encontraba en mí a una persona a quien hablarle coloquialmente. Y aunque eso se representaba usualmente con sutiles faltas de respeto, era un buen chico.
Dejó los papeles, firmé la nota que tenía pegada a su tablero y dividí mis cartas de las de Mateo.
– ¿Estás jugando a la hermana mayor?– Respiré profundo en respuesta.
Él al parecer entendió los sonidos y las miradas, pues no tardó en salir de la oficina. Hubo un pequeño momento de paz después de eso, pero apenas abría la segundo carta cuando un fuerte estruendo resonó en todo el piso.
Escuché maldecir a Leo.
Salí al instante al pasillo para observar como su carrito de correspondencia desaparecía por las escaleras –¡No te quedes ahí!, ¡Ayudame! –Gritó corriendo tras el, yo no lo pensé mucho y lo seguí con apresuro. Solo serían cinco minutos.
Mateo
No había sido la mejor mañana.
La reunión del consejo directivo concluyó en migajas, y se había aplazado una hora más de lo que duraría, si había algo que no me agradara eran los imprevistos.
Cuando salí de el ascensor vi el reloj en mi muñeca. Con efectividad, eran más de las diez, y estaba seguro que Jessica había cancelado la reunión de las nueve treinta. Las luces de su oficina estaban encendidas, así que me dirigí hacia el lugar con paso ligero.
Quería determinar las prioridades de ese día, sin duda sería un día agitado. Y tan solo por cortesía, preguntaría si todo marchaba bien, con respecto al día de ayer.
Finalmente todos esos planes se cancelaron cuando llegué a su oficina y no encontré un rastro de ella, había un par de papeles sobre el escritorio, así que asimilé que algún asunto la había entretenido en otro departamento del edificio. Decidí voltear e irme, pero antes de dar el primer paso fuera de ahí, una voz me exaltó.
Una voz chillona que hablaba desde abajo del escritorio me hizo detenerme y regresar. Entre un cuadro roto y boligrafos fue la primera vez que la ví.
A la niña que me arrancaría el alma.
La observé, solo pude limitarme a eso.Y entre más tiempo pasaba junto a ella, los pequeños detalles comenzaban a hacerse visibles, como la pañalera escondida detrás del escritorio y la fotografía del fondo de pantalla en el celular de Jessica, el cual la infante comenzaba a bloquear y desbloquear.De pronto, una llamada cruzó el celular y de un manotazo la niña contestó.– Jessica – Llamó una mujer del otro lado, lo único que obtuvo fueron balbuceos y — ¿Sarah?, ¿En donde está mamá?No recuerdo con exactitud lo que pensaba en ese momento, lo más probable es que mi mente se hubiera mantenido en blanco, reco
Todo pasó de mal en peor, lo trabajos se volvían innecesarios y cada vez tenía mas tareas que hacer, ya no pedía nada para almorzar y cuando lo hacía era por que alguna chica estaba en su oficina.Siempre era lo mismo.Una rubia enfrente de él charlando animadamente.Era jueves y toda la semana había sido agotadora, la actitud de el señor zingmark había cambiado y lo comprendía, después de todo esta semana había sido muy ocupada, pero no lograba comprender por que razón siempre que tenía algún tiempo libre prefería pasarlo con alguna mujer.En mis primeras semanas no era así, en los momentos menos ocupados era cuando
Pasaron 2 semanas desde el incidente y ahora apenas nos dirigiamos la palabra, ya no deseaba nada para almorzar, nunca.A pesar de que yo no dejaba de tratar.Todos los días iba a su oficina y le preguntaba lo mismo, este día no era la excepción.Caminé hasta la puerta toqué tres veces y entré después de que lo indicara, era la misma rutina todos los días, ahora solo faltaba que él me rechazara y yo fuera a comprar tan solo mi comida.–Disculpe, pero me preguntaba si usted desea algo de...–No Jessica, para nada– Contestó abruptamente y sin mirarme, como siempre –Pero necesito que revise est
Mateo.-¿Cree que es facil? - Preguntó mostrando verdadero esmero por no llorar - ¿Cree que es sencillo tener que cuidar a una bebe día y noche?, ¿Ser rechazada de cualquier empleo por ella?. No tiene ni idea de lo duras que son las noches en las que no paro de pensar que soy una inútil y estúpida. -Dijo con odio destellando en sus ojos, y ese odio era por mí, esas lágrimas las había ocasionado yo por un arranque de ira y pesadez que el trabajo y las pequeñas mentiras habían ocasionado. -¡Por que sí, me equivoqué en un pasado!, no tomé las decisiones correctas y sé que ahora estoy pagando por ello, pero escuche, esa niña que usted vió hace algunas semanas es mi vida entera. Si mentí fue por que yo sabía que usted ni nadie me co
———Mateo———Las luces pasaban a mi costado en centellos que terminaban por colisionar en la parte trasera de mi auto.Eran las 2:40 de la tarde y estaba cruzando la última cuadra para llegar a el edificio.Habían pasado 2 días desde que Jessica renunció, desde ese día había hecho que le llamaran centenar de veces para que lo conciderara, sin embargo ni una de esas veces contestó.Y yo no tenía muchos ánimos por ir al trabajo ese día.Quizá después de pensar en lo sucedido; había caído en cuenta de que mi ideología había sido feudalista, b
-Fue hace dos semana Jessica - Aparté la mirada y me concentré en mi bolsa. Debía guardar todo lo.que necesitara -¿Sabes todo lo que puedo ocurrir en ese tiempo? - No respondí, y traté de ignorar su tono reprensivo.-No puedes ocultarnos ese tipo de información - Agregó Marcos un poco más calmado, con el ceño fruncido y cólera en el rostro - ¿Que te dijo cuando te llamó?Respiré profundo.- Lo mismo de siempre - Metí mis llaves, el celular y los papeles que se me habían olvidado - Que quería a Sarah y que la encontraría.Si no le prestaba atención al asunto era por una simple razón.
Las truenos hacían a las ventanas vibrar, la lluvia atemorizaba la noche y todo ello parecía repercutir en mi pecho.¿Como se sentirá Sarah?Debe estar muriendo de miedo.Cerré los ojos y fruncí el ceño, no podía ni imaginarmela sin mí.–¿Estás bien Jessica? – Su voz me hizo regresar a la realidad, y haciendo caso omiso al caos en mí; asentí.–Estaba preocupada por Sarah – Me acerqué unos pasos y me senté en uno de los largos sillones que rodeaban la chimenea – Debe estar pasandola mal – Sus ojos se enternecieron, recorrió pequeños
-¿Jessica ? - La voz de un hombre me sobresaltó por detrás. Al girar me encontré con un oficial de policía sujetando una pequeña libreta.Asentí.-Debo hacerle unas preguntas - Sacó un lapicero de su bolsillo derecho - Lo lamento, es protocolo. Sé que debe estar asustada, pero ayer hubo tormenta y siempre hay 5 o 6 casos de robo en hoteles - Analizó unos segundos la escena y abrió los ojos como si lo que decía no diera justicia a lo que pasó - La verdad es que tuvo mucha suerte de no estar aquí, fue forzada - Y mientras los dedos del oficial se pasaban por la perilla con signos de balas; pensé en Dylan.Estaba segura que había sido él.
Último capítulo