El café de la taza comenzaba a enfriarse mientras los ojos de Amaia miraban sin perder detalle de aquel joven hombre frente a ella que parecía tener demasiado para decir.—El hijo de Isabella es tambien mi hijo, pero ese malnacido de Joseph Smith parece tener intención de intervenir siempre —Lo había alcanzado unas calles delante de los juzgados. Se había presentado ante el joven hombre como Amaia Lemaitre, la prometida de Joseph Harrington y le había básicamente rogado que le dijera lo que sabia sobre aquella mujer y su hijo, los mismos que no se separaban del lado del hombre de sus obsesiones.Apenas le había dicho aquello y el joven Smith, como se había presentado ante ella, no había parado de hablar y hablar. Ahora sabia que el era el padre de aquel niño y el ex prometido de la mujer que le robo las caricias de su hombre.—He iniciado una demanda por la custodia de mi hijo, se que Isabella no permitirá que la separen del niño, y realmente cuento con ello — decía Charles mirando a
—Todo está listo, ¿Pero para que querías que hiciéramos maletas? ¿A dónde iremos? — preguntaba Isabella con curiosidad, después de que Joseph le había pedido preparar una maleta con mudas de ropa de ella y Ferdinand suficientes para un fin de semana. Joseph sonrió. — Es una sorpresa — respondió. La sonrisa de Joseph, sin embargo, se había borrado casi en su totalidad una vez que le dio la espalda a Isabella. Había hablado con su detective, y lo que habían descubierto era mucho mas de lo que había supuesto al comienzo. “El hombre es estéril, por ello necesita del niño para poder convencer a su padre de que es un hombre serio que ha formado una familia y tener acceso a su herencia, según lo dicho por su ex prometida, no tiene ni siquiera el año desde que sufrió el accidente que lo dejo incapacitado para tener mas hijos, las fechas coinciden, fue en ese momento que mando a su gente a Palermo para averiguar sobre la señora Bianco y su hijo, además, eso no es todo, lo vieron recientemen
El olor salino del mar inundaba sus sentidos. La belleza de aquel paradisiaco destino era francamente inigualable. Aquel sueño era ciertamente una realidad, y poco o nada había pensado en Charles y sus planes desconocidos. Isabella se sentía tranquila, quizás, era tan solo por estar en aquel hermoso lugar rodeado de océano y tan lejos de su amada Palermo.Miraba a Ferdinand corriendo alegremente en la playa mientras no podía evitar pensar en lo diferente que era todo ahora. Habían sido momentos realmente duros, muchas veces no sabía si comerían bien al día siguiente entre el debate de pagar el arrendamiento o comprar una buena cantidad de despensa para sobrellevar el mes…ya no tenia porque preocuparse por ello.Joseph corría tras Ferdinand mientras ambos pasaban una agradable mañana de juegos en la arena; su amado Joseph le había pedido expresamente el relajarse y disfrutar de aquel momento sin pensar en nada ni nadie más, asegurándole que nada malo ocurriría con ello. Ferdinand se ha
El olor salino del mar inundaba sus sentidos. La belleza de aquel paradisiaco destino era francamente inigualable. Aquel sueño era ciertamente una realidad, y poco o nada había pensado en Charles y sus planes desconocidos. Isabella se sentía tranquila, quizás, era tan solo por estar en aquel hermoso lugar rodeado de océano y tan lejos de su amada Palermo.Miraba a Ferdinand corriendo alegremente en la playa mientras no podía evitar pensar en lo diferente que era todo ahora. Habían sido momentos realmente duros, muchas veces no sabía si comerían bien al día siguiente entre el debate de pagar el arrendamiento o comprar una buena cantidad de despensa para sobrellevar el mes…ya no tenia porque preocuparse por ello.Joseph corría tras Ferdinand mientras ambos pasaban una agradable mañana de juegos en la arena; su amado Joseph le había pedido expresamente el relajarse y disfrutar de aquel momento sin pensar en nada ni nadie más, asegurándole que nada malo ocurriría con ello. Ferdinand se ha
Aquel anillo en su dedo brillaba hermosamente bajo la luz del sol. No lograba dejar de verlo. Todo aquello que recientemente estaba comenzando a vivir, parecía un sueño que alguna vez creyó jamás podría ser…eran cosas que solamente pasaban en las viejas novelas de amor que solía ver su caprichosa madre. No había un solo momento en que dejara de sentirse como flotando entre nubes, pero siempre con el temor de estrellarse con una dura y fría realidad. Su vida no había sido nunca afortunada, y el miedo de perder aquello que como un milagro había pasado, era latente. Isabella Bianco pocas veces en su vida había experimentado verdadera felicidad, una de ellas, era cuando su pequeño hijo había nacido. Nunca había nada más, ningún otro motivo, solo el amor por su pequeño la mantenía de pie luchando día con día para salir adelante. Sintiendo pesadez en sus ojos, poco a poco volvía a quedarse dormida, aquel era un sueño maravilloso, del que no deseaba despertar nunca. Aquella velada había sid
La noche había caído, y Joseph, terminando aquella llamada que lo había dejado sumido en pensamientos cargados de preocupación, miro a aquella mujer hermosa de la que se había enamorado.Caminando de regreso hacia Isabella y Ferdinand, pudo ver de nuevo aquella deslumbrante sonrisa que siempre tenía para su hijo, no permitiría a Charles Smith robar aquello…y el tampoco opacaría aquella hermosa sonrisa con su propia oscuridad, le demostraría a Isabella que podía confiar en él, que él no la dejaría sola como el resto del mundo había hecho, Isabella había pasado por mucho, Charles y el, eran completamente diferentes, sin embargo, quería hacerla feliz, quería pasar el resto de su vida con ella, aun sabiendo que en su sendero no siempre habían existido dichas, más bien, había pasado demasiado tiempo sumido en miserias y penurias, pero deseaba ser feliz a su lado.Mirando hacia el otro lado de la ciudad, pudo ver aquella gigantesca rueda de la fortuna, sonriendo, había decidido compensarla
Las paradisiacas playas de Hawái habían quedado muy atrás, sin embargo, los recuerdos de aquellos días felices no se olvidarían jamás. Isabella miraba aquel anillo de zafiro y diamantes en su mano, adornando el dedo corazón con la promesa de un futuro juntos y un final feliz. Habían ya bajado del avión privado y estaban de vuelta en Palermo, en donde debían de hacerle frente a la realidad.Apenas llegaron a la enorme y lujosa mansión Harrington, y la vieja nana ya les tenia noticias sobre el procedimiento legal que Charles Smith les estaba dejando caer encima. Isabella tenía la citación esa misma semana para leer los resultados de la prueba de ADN que a Ferdinand le habían realizado. Los resultados ella ya los conocía, y sabia bien lo que venía después de eso, Charles exigiría sus derechos paternales sobre su hijo por razones que solo el conocía.Joseph frunció el ceño con la noticia de la citación, que si bien, era algo que ya sabia iba a suceder, lo que había hablado con su amigo en
Joseph miraba a aquel hombre, completamente ebrio, sumergido en el alcohol, y con la mano completamente destrozada por alguna imprudencia. Dolía mirarlo, dolería siempre, el era su hermano, Joshua Harrington, hermano adoptivo, a quien el abuelo había desheredado después de que su madre muriera y lo había lanzado a la calle, y el, por supuesto, en ese entonces, no lo había defendido de aquel atropello. Joshua era aquel tema tabú del que no hablaba nunca.Ayudando a aquel a incorporarse, lo había llamado por su nuevo nombre, Azrael, seudónimo de asesino. Su pequeño hermano se había dedicado a delinquir y era famoso por las atrocidades que solía hacer, por ello, no se había animado a mirarle hasta ahora.— Por fin despiertas, esa lesión pudo haber sido mayor, tuve que llamar a Rodríguez para que me ayudara a levantar tu trasero tatuado del baño, espero que puedas explicarme que es lo que ha ocurrido…Azrael — dijo Joseph con el ceño fruncido entre la molestia y la angustia.Azrael miro a