Layne
—¡Princesa! ¡Princesa, por favor espere! ¡Podría ser peligroso!— gritaba yo mientras cabalgaba lo más rápido que podía intentando llegar a ella.
El templo seguía de pie, pero mientras más nos acercábamos, más me daba cuenta de que la situación era realmente preocupante. Parecía haber habido un ataque, había soldados caídos por todo el camino, algunas pocas sacerdotisas los curaban o los arrastraban.
La vegetación de los alrededores estaba totalmente acabada por las pisadas. Y había un olor a quemado y chamuscado que era aterrador.
Se respiraba un aire de angustia, y francamente de duelo, que se te pegaba a los huesos. Naiara iba desesper
Naiara Sentía que me había quedado sin lágrimas para llorar. Había estado en mi cama por tanto tiempo, con los ojos abiertos y las lágrimas secas en mis mejillas. Entraba y salían personas, Ónix se había ubicado a mi lado y no se había bajado. La oscuridad que había afuera era la misma que estaba en mi corazón, a veces era consciente de que salía la luna, pero ni salía a verla, estaba hundida en mi cama, perdida en mi tristeza. Ni siquiera la presencia tranquila y observadora de mi caballero, o la sutiles atenciones de mis sacerdotisas o los tés humeantes de Dashi. Yo solo me quedaba mirando hacia el techo. El techo de la que era mi habitación que, por tanto tiempo, yo, de forma contemplativa, soñaba pensando en cuándo iba a salir de aquí. Me agobiaba la idea del arrepentimiento. Yo había deseado tanto salir de aquí, de mi vida escondida con mis sacerdotisas, ¿para esto? ¿Para perder absolutamente todo lo que tenía? No solo había perdido a la mujer que había sido como mi madre, ha
Layne Por supuesto que esta decisión no me había gustado, ¿pero qué otras opciones tenía? Brock y Roldán me habían comentado que cada uno por su cuenta habían empezado a hacer pequeñas excursiones en los territorios cercanos. Pero lamentablemente la búsqueda de pistas de qué significaba el collar de Nara no se podía confiar a desconocidos, no se podía pedir a soldados que la hicieran, tenían que ir ellos, y era lento y complicado. Yo aún me preguntaba por las últimas palabras de Sindri… tenían que ver con la magia ¿Sería el collar? ¿O algo más. Pero después de todo lo que había sucedido aquí, tanto como en Sarassea como en el templo... lamentablemente no había podido concentrarme nada más. Y finalmente ya era muy tarde. Cualquier cosa que yo pudiera haber dicho no tenía ningún sentido. Habíamos sido golpeados de la manera más baja, se habían sacudido hasta los cimientos las pretensiones de la princesa para tomar Aveyron, ¿qué más podíamos hacer? Dejaba de dormir pensando en ot
Naiara —¿Se encuentra bien princesa?— me preguntaba Dashi cuando me veía con la mirada perdida en la ventana. Habían pasado ya un par de días desde que habíamos llegado a Bhaltar. Habían las montañas más increíbles que había visto en toda mi vida, casi casi podían llegar al cielo y yo me preguntaba qué pasaría si lograba escalar hasta la cima más alta. Todo estaba completamente lleno de la nieve más blanca. Jamás había visto algo así en toda mi vida, tomaba un poco con mis manos y veía como se derretía con el calor de mi piel. Kai me había explicado muchas veces cómo era el lugar y qué podía esperar. Pero confieso que jamás había imaginado algo así. Las montañas eran como grandes gigantes que me defenderían de cualquier cosa y yo podía imaginar incluso que mi medio hermano jamás se imaginarían que estuviera aquí. Por supuesto que cuando se diera la boda o quizás antes, él seguramente ya estaría informado gracias a sus espías que deben estar siguiéndonos en cualquier parte. Pero
Naiara —Creo que no he tenido el placer de conocer a los señores — digo inmediatamente. Todos me miran como si yo fuera un fantasma. Me doy cuenta de que hay un consejo de tres hombres de Bhaltar junto con mi caballero. Son señores diferentes edades, pero en general, mayores. Están todos ataviados con pieles y trajes de cuero marrón, y por supuesto se sorprenden bastante al verme. —Princesa...— dicen los hombres y hacen una reverencia. Yo camino y entro colocándome al lado de mi caballero, quien realmente tiene una expresión bastante aliviada. —Mi princesa déjame presentarte a los consejeros del rey Kai, ellos representan los intereses del Rey en esta negociación. El señor Shane es el consejero y Vocero principal y fue el regente mientras el rey estuvo ausente, los demás señores son los senadores principales, de la familia Pazzo— dice él señalándome a los hombres. Al parecer son bastante importantes y habían trabajado con el padre ya fallecido de Kai. Hay un hombre bajo y calvo
Brock —¿Mi señor está dándome todas las atenciones por adelantado?— me dice ella riéndose, mientras yo estoy acostado atrás de ella, en nuestra maravillosa cama, acariciando toda su piel y anatomía. —Ujummm...— es lo único que responda mientras beso su cuello, su espalda y mis manos se presionan por sus muslos. —¿Mi esposo teme que yo me olvidé de él, el tiempo que esté fuera?— dice suspirando por mis administraciones. Yo me inclino a verla y me coloco sobre ella, mientras ella me hace espacio. Prácticamente, no la he dejado descansar durante toda la noche y parte de la mañana. Tengo que salir en unas pocas horas y en vez de estar arreglando todo y preparando lo necesario para nuestra salida... solo estoy perdido aquí en ella. En lo absoluto es pérdida de tiempo, todo lo contrario en todos esos días que estaré la diosa sabe en dónde, es esta imagen la que me quiero llevar. Mi esposa sonrojada, despeinada, su pecho agitado, sus pequeñas manos recorriendo mis brazos y mi piel. La
Dashi Había hecho lo que tenía que hacer. Cuando era esclava había hecho desde los trabajos más crueles y forzados, los más rutinarios, hasta los más absurdos. Era mi deber y no lo hacía por placer y mucho menos por lealtad. Era una persona de acción, de eso estaba segura, aunque, hasta hace poco tiempo, también me había dado cuenta de que era una persona estratégica. Supongo que siempre lo había sido, pero simplemente para mí, para mi propio beneficio se puede decir; buscando la manera de huir o de sufrir lo menos posible al menos. Pero ahora colocaba todo lo que yo sabía y podía ser en nombre de la gente que quería, mi especie de familia, no unida por lazos de sangre sino por lealtades. Unas que yo misma había elegido. Y eso tenía un peso para mí más importante que cualquier otra cosa. Sabía que mis señores de Aveyron iban a hacer lo posible para encontrar ayuda para la princesa, para el tiempo se acortaba, y ella seguía en peligro. Así que yo misma había sugerido recolectar info
Naiara La forma en que me miraba mi caballero me hacía casi olvidar todos lo demás. Como tomaba mi mano mientras reposaba en su brazo, la suave tela de su abrigo en mis dedos, sus ojos verdes detallándome, moviéndose como hojas en el viento, su sonrisa que, por más que quiere, no puede ocultar. Éramos un secreto andante. Él era mi protector y a la vez, la razón por la que mi corazón latía contento. Por fin habíamos logrado la gran presentación, yo necesitaba consolidar mi posición como una verdadera futura reina, y no una chica escondida en el castillo que habían traído de quién sabe dónde. Yo creía lucir muy bien, por lo menos por la mirada que me daba Layne, el asombro con el que los invitados me veían. No era una reunión extremadamente grande, el reino tampoco era inmenso y sin duda la corte era pequeña. Al parecer, la mayoría de las casas en Bhaltar se contentaban con decir que eran pequeños trabajadores de la tierra, montañeses y gente común y sencilla que no le importaba las
Layne Los preparativos de la boda habían comenzado demasiado rápido, casi no había visto a Naiara entre pruebas de vestido, reuniones con damas, pequeñas notificaciones sobre la comida y los arreglos, mientras ella iba a recibir regalos y a señores y señoras que venían a saludarla. Sin contar que yo también estaba en mis propios encuentros con los consejeros, detallando y finalizando las negociaciones, que finalmente habían resultado exitosas. Ella se casaba, era una realidad, muy terrible para mí, pero que yo tenía que afrontar. Inclusive hasta Dashi y Mer se la pasaban de un lado a otro buscando información, la sacerdotisa intentando traducir eso que había encontrado en Sarassea, y ya francamente me sentía perdido. Era irónico que yo había trabajado tanto en lograr esto, estábamos por fin en el momento casi cumbre de lo que habíamos planificado para la princesa. Un aliado con un ejército poderoso, pero no solo era eso. Mi princesa iba a ser reina, iba a tener un título e iba a