Naiara La forma en que me miraba mi caballero me hacía casi olvidar todos lo demás. Como tomaba mi mano mientras reposaba en su brazo, la suave tela de su abrigo en mis dedos, sus ojos verdes detallándome, moviéndose como hojas en el viento, su sonrisa que, por más que quiere, no puede ocultar. Éramos un secreto andante. Él era mi protector y a la vez, la razón por la que mi corazón latía contento. Por fin habíamos logrado la gran presentación, yo necesitaba consolidar mi posición como una verdadera futura reina, y no una chica escondida en el castillo que habían traído de quién sabe dónde. Yo creía lucir muy bien, por lo menos por la mirada que me daba Layne, el asombro con el que los invitados me veían. No era una reunión extremadamente grande, el reino tampoco era inmenso y sin duda la corte era pequeña. Al parecer, la mayoría de las casas en Bhaltar se contentaban con decir que eran pequeños trabajadores de la tierra, montañeses y gente común y sencilla que no le importaba las
Layne Los preparativos de la boda habían comenzado demasiado rápido, casi no había visto a Naiara entre pruebas de vestido, reuniones con damas, pequeñas notificaciones sobre la comida y los arreglos, mientras ella iba a recibir regalos y a señores y señoras que venían a saludarla. Sin contar que yo también estaba en mis propios encuentros con los consejeros, detallando y finalizando las negociaciones, que finalmente habían resultado exitosas. Ella se casaba, era una realidad, muy terrible para mí, pero que yo tenía que afrontar. Inclusive hasta Dashi y Mer se la pasaban de un lado a otro buscando información, la sacerdotisa intentando traducir eso que había encontrado en Sarassea, y ya francamente me sentía perdido. Era irónico que yo había trabajado tanto en lograr esto, estábamos por fin en el momento casi cumbre de lo que habíamos planificado para la princesa. Un aliado con un ejército poderoso, pero no solo era eso. Mi princesa iba a ser reina, iba a tener un título e iba a
Brock —Tio... ¿ estás seguro que algo así nunca había pasado?— —No Roldán... jamás había escuchado de una noche tan larga— Al inicio ya había pensado que esto era un eclipse, pero con el pasar de las horas la oscuridad no cedió y el sol no volvió a salir. Con el tiempo los animales se empezaron a inquietar, veíamos volar a los pájaros de un lugar a otro. Y a lo lejos, rugidos y ladridos. Mi propia Areta se empezó a alterar, y aullaba llamando a los suyos. Los caballos se agitaron y mientras los intentaba calmar, peinándolas con la mano y susurrándole palabras. Sin embargo los de los soldados no tuvieron esos mismos tratamientos y empezaron a relinchar con locura. No teníamos la menor idea de qué hora era, ni cuántos días habían pasado. Solo la luna se asomó una vez y algo me decía que esa era la verdadera noche. Me di cuenta que el resplandor de los soldados se desvanecía, y algo dentro de mí me decía que era el miedo, el sol no estaba de parte de ellos, literalmente el sol no
Dashi —Princesa... ¿se siente bien?— le pregunto. Sabía que esto iba a ser bastante difícil, pero yo me había sentido un poco mejor cuando la veía animada por el tema de la boda. Y, sin embargo, hacía ya un par de días que Naiara era simplemente miserable. Cuando entraba a sus habitaciones veía como ella rápidamente, se secaba los ojos y colocaba su mejor cara. Pero era evidente que ella no estaba bien. No solo era la boda, por supuesto que había otras razones. El caballero Layne se quedaba afuera, en la puerta, como si quisiera entrar a verla y no pudiera, él también era profundamente desdichado. Más que una boda parecía que se aproximaba un funeral, y mientras todos se preparaban para ese evento, yo intentaba lidiar con este par de enamorados que sufrían en silencio. —Si Dashi... es solo que estos cambios son difíciles— me decía ella ocultando sus lágrimas. —Lo siento mucho, princesa...— le digo y ella me da una triste sonrisa. —Es mi deber Dashi... lo he sabido desde siempre—
Naiara —Princesa... yo— dice Layne abruptamente mientras abre la puerta de mi habitación, encontrándome en plenos arreglos de mi vestido de novia. Pero cuando me ve, se queda atónito. La gente de Bhaltar tenía una ceremonia de matrimonio completamente diferente a lo que yo había escuchado del imperio de Aveyron. Por supuesto que siempre la novia tenía que lucir lo mejor posible, pero no representaba a su familia La boda simplemente era un rito de entrega en donde la futura esposa prácticamente abandonaba su casa e ingresaba a la de su esposo. Tan literal era que las mujeres ingresaban a la ceremonia con muy pocas cosas, casi como si no tuvieran nada, ni eran nada. Su futuro esposo las tomaba, mientras ellas dejaban todo atrás y se unían a la familia de él. Por supuesto, yo estaba en una condición totalmente diferente, yo no iba a abandonar quién era; justamente todo esto que hacía era para yo tener el rol que me correspondía, ser Emperatriz algún día. Por lo que en vez de prác
NaiaraEn el dorso de mi mano todavía podía sentir los labios cálidos de Layne, y junté mis manos al frente mientras caminaba, deseando que ese beso no desapareciera. Era como si ese pequeño tacto me diera la fuerza que necesitaba. Por el pasillo, a los costados, estaba lleno de señores y señoras, todos desconocidos para mí.De los techos colgaban banderines con símbolos como triángulos que hacían parecer montañas, todo en color blanco y marrón como era el paisaje de Bhaltar. Habían pequeños detalles de luna y si bien eran creyentes de la noche en su mayoría, habían estado tan aislados que creían fielmente que el rey estaba casi por encima de todo. Prácticamente, podía sentir los ojos de todos sobre mí. Algunos murmuraban sobre mi cabello, sobre mi aspecto, sobre si lucía pequeña, fina, o comentaban sobre las joyas que cargaba. Yo iba lo mejor que podía. La ceremonia la debe oficiar la persona más antigua de la familia, quien sería la cabeza de la familia. Pero Kai no tenía a nadie
Naiara El mundo parecía arder, pero no con llamas como las que se encuentran cerca del sol, sino como esa especie de luz incandescentes que rodea la luna. Mi caballero había viajado a lo largo y ancho del mundo y me contaba de cosas increíbles. Alguna vez me había dicho que habían luces en la noche, luces misteriosas donde el mundo se acababa, brillaban especialmente en ciertos días fríos, y que era un festín de colores. Me costaba imaginar y ahora yo sentía que lo veía. Todo pasaba rápido y escuchaba golpear de los cascos de los caballos, se venía a la guerra, algo dentro de mí lo sabía y me decía que era definitivo. Estaba a cielo abierto en una escampada, todo y nada a mi alrededor. No estaba sola, y a la vez había una fuerza difícil de explicar que me acompañaba, como si la unión de todas las personas se manifestara ahí. La luz prácticamente me cegaba y yo ya no pude ver más. Cerré mis ojos, pensaba solo en los ojos de él. Ese verde pacífico y a la vez indomable. Me levant
Layne Ya teníamos el paso que tanto habíamos buscado, y se supone que lo demás tendría que ser bastante claro: debemos prepararnos para volver al imperio. Casi podría imaginar a mi primo diciéndome eso, que ya había llegado el momento y que teníamos que actuar, también yo lo pensaba, pero no era tan fácil. Quedaban aún las cuestiones de estrategia y diplomático, que lamentablemente tanto eran necesarias. Con todo eso yo casi podría pensar como Brock, lo entendía muy bien. No quería estar aquí, no quería hablar con nadie más, y sobre todo, no quería que ella estuviera con su ahora esposo. Había tratado de llevar esto lo mejor que podía, por lo menos para un hombre que veía que la mujer que más quería estaba casada ahora con otro hombre. Recientemente, habían pasado 24 horas y ya las decretaba como las peores en toda mi existencia. Yo había visto la boda de lejos, sintiendo como en mi corazón se formaba una especie de armadura como si fuera una herida tan grande que se empieza a ci