Isabella
Hace un par de días llegó la confirmación de la reserva en el hotel más lujoso de todo el estado, es para le fecha de nuestro aniversario. Últimamente Frank, mi esposo, ha estado un poco cariñoso conmigo, y eso es como un sueño hecho realidad. Por primera vez en tres años de matrimonio, puedo ver una pizca de afecto hacia mi de su parte. Estoy terminando de aplicar el labial sobre mis labios, me compré un conjunto de lencería en encaje, espero que el negr* sea de su agrado. Salgo de casa con toda la felicidad del mundo, al fin nuestro matrimonio empieza a sentirse real. Hace cuatro años que salí de la universidad, entre a trabajar en Silver Corporation; me volví la mano de derecha de don Augusto Silver, patriarca de la familia Silver. Él me propuso un acuerdo matrimonial con su nieto Franklin, pues decía que juntos lograríamos llevar a la empresa a niveles jamás vistos. Yo acepte con todo el gusto del mundo, pues desde la universidad, yo estaba enamorada de Frank; fue un sueño cumplido. El día de nuestra boda, desgraciadamente no fue lo que yo imaginaba, Frank, me aclaro que esto era un mero contrato y que no me hiciera ideas en la cabeza, durante tres años me mantuve a su lado sin estar juntos. Mi amor y admiración no perdían la esperanza, hace unos meses el abuelo dijo que lo mejor para concebir a su heredero, era que dejara de trabajar y me dedicará a consentir a mi esposo en casa. Si don Augusto, realmente supiera que su nieto jamás me ha puesto un dedo encima. Sin embargo, hace casi un mes Frank, empezó a ser más constante en casa, se veía más preocupado por mi, buscaba cualquier excusa para salir a comer, y con esta reserva, me confirma que tal vez nuestra unión si tenga futuro. Bajo del taxi y pago la cuota, me dirijo al lobby del hotel y muestro el correo que enviaron. Unos minutos después me entregan una llave y me indican el piso y el número de la habitación. Las manos me sudan y las piernas me tiemblan, más después de escuchar a la recepcionista, pidió hasta champán y una serie de bocadillos dulces, entre ellos una fuente de chocolate y fondeu. El camino en el ascensor se me hace eterno, mi corazón salta cuando escucho la puerta abrirse, camino tratando de controlar mi acelerada respiración. Esta será nuestra primera noche como marido y mujer, yo jamás he estado con ningún hombre, y no por falta de ganas, pero no tenía oportunidad de salir a ningún lado, era becada, no podía darme el lujo de bajar mis notas. Además no era más que el pequeño ratón de biblioteca qué nadie veía, desde la distancia siempre veía a Frank, con su grupo de amigos y la odiosa de Nattasha, su hermanastra. La clásica popular superficial, que estaba pegada a él como garrapata. Llevo unos minutos fuera de la puerta de la suite presidencial, las manos me tiemblan, tengo miedo de que no sea agradable para él, mi ropa o maquillaje o yo. Nunca me ha tratado mal, ni ha sido grosero, simplemente durante mucho tiempo me ha ignorado y no se si eso sea menos malo o peor. La tarjeta de la habitación se me resbala de los dedos, pues me están sudando de los nervios. Me agacho a levantarla y como puedo la deslizo en el lector, abro un poco impaciente. Mis ojos brillan al ver la estancia principal, sin embargo, el encanto dura poco; hay ropa de mujer esparcida por el suelo, siguiendo el camino de las prendas, llego a la habitación y lo que veo me destroza el alma. Nattasha, está con las piernas sobre el piso y las manos recargadas en la cama, su delicado cuerpo rebota con las embestidas qué mi esposo, aun vestido le da. —Eso así, más, más, más ¡ah! —sus gritos llenos de placer son dagas en mi corazón. Frank, se mantiene en silencio, nuestra argolla de matrimonio brilla en la tenue luz que entra por las cortinas, su expresión no se como describirla. No se ve contento. Un traspié de mi parte, hace que tire un jarrón y ambos voltean parando su acto. Frank, se cubre como puede y prácticamente avienta a Nattasha. —No... Cariño yo... —balbucea. —¿Cariño? Hay por favor Franky, no seas ridículo... —¡Cállate! —se gira furioso hacia su amante —No, Isa, por favor escucha, vamos a casa y lo arreglamos ¿si? Trata de tomar mis manos, su cara es de una angustia enorme; mis pies avanzan en retroceso, no quiero sentirlo cerca de mi. —¿Con tu... Hermana? Habiendo tantas mujeres... Eres despreciable —ya no aguanto, las lágrimas salen sin control. —Siempre he sido mejor que tú, pobre mosca muerta, y no soy su hermana. —¡Cállate! —gritamos ambos. —Isa, por favor, solo vamos a casa, te juro que todo tiene una explicación. Asiento levemente, pero no es a sus palabras, levantó mi bolso del piso y me giro para salir de ahí, no pienso quedarme para que me sigan humillando. —Lo mejor será que te vayas, no quiero ver tu espantosa cara cuando regresemos a nuestra casa ja, ja, ja, ja. Me paro en seco, la rabia sube por todo mi torrente, en cuestión de segundos estoy frente a ella y le planto una bofetada, tan fuerte que cae al piso. Los brazos de Frank, se enredan en mi cintura, me aleja de ella, sin querer veo nuestro reflejo en el enorme espejo frente a la cama. Soy tan patética. —No me toques, y por mis presencia en su casa, no se molesten. Muerdo cada palabra y me safo del agarre de mi esposo, camino a la puerta, tomo mi bolso y salgo dejando la puerta abierta. Corro para tomar el ascensor qué está por cerrar sus puertas, dentro, sin importarme quien vaya me suelto a llorar. En verdad fui una ingenua al creer que Frank, realmente quería intentar que nuestro matrimonio funcionara. Llegamos a la planta baja y antes de que la persona que iba conmigo baje, me entrega un pañuelo, no levanto el rostro, solo escucho su voz fría. —Te ves ridícula, toma, limpia tu rostro...IsabellaSolo veo su espalda alejarse, las piernas me fallan y caigo de rodillas aún dentro de la caja metálica. Ese hombre tiene razón, soy tan ridícula y patética. Me levanto aun con el ardor del golpe, abrazo la poca dignidad que me queda y salgo del hotel cubriendo mi rostro. Escucho la voz de Frank, a mi espalda y apresuró el paso, no quiero oírlo, no quiero tenerlo cerca. Paro el primer taxi que pasa y me alejo viendo como sigue gritando mi nombre.—¿A donde la llevo señorita? —me pregunta el taxista.—Solo avance por favor.Me giro sobre el respaldo y veo a Frank, que trata de alcanzar el auto, le pido al chófer que no pare. Mi vista sigue fija atrás, no puedo volver a confiar en él.Por un minuto pienso en ir a casa y recoger mis cosas; ya es de noche y no creo poder entrar y menos si ellos están ahí.Mi móvil suena distrayendo mis pensamientos, por un momento creí que era Frank, más al ver la pantalla, es el abuelo quien llama.—Hola abuelo —trato de sonar normal. —Mi quer
IsabellaMe toma de la barbilla con demasiada fuerza, el dolor hace que una lagrima salga y solo entonces es que deja de ejercer presión, más no me suelta. Me jala abrazándome y por más que quiera luchar contra él, tiene mis brazos aprisionados entre los suyos. Tengo miedo de él, jamás me había gritado siquiera y ahora no solo me... Eres tonta Isabella.—Frank, por favor suéltame, no tiene caso está escena, mira si lo que quieres es que tu familia no sepa de su relación; no hay problema, solo dejame regresar a mi antigua casa, te juro que no los voy a molestar pero no me hagas esto por favor —digo al borde del dolor, con cada palabra su agarre se hace más fuerte.—No, es que no lo entiendes, vamos a casa mi amor, por favor vamos a hablarlo. Hay cosas que no sabes y tengo que decirte —dice mientras toma mi rostro entre sus manos.Su mirada suplicante me pide que en silencio una oportunidad, más mi corazón me grita que ya nos lastimó y mi cerebro me hace poner las manos sobre su pecho
Narrador omniscienteEl hombre sintió la necesidad de abrazarla, había escuchado y visto todo pues la puerta estaba abierta. Desde que la vio al salir del ascensor cuando llegó, algo se removió en su pecho.Parecía un acosador esperando a la frágil chica; y claro que lo era ¿quien en su sano juicio espía a una desconocida?Dentro del elevador esperó hasta que la chica entró y pidió la planta baja, se aguanto las ganas de acercarse y poder abrazarla, su frío corazón la añoraba, sin embargo, se abrazó a si mismo y solo la veía.Cuando al fin llegaron a su destino, le tendió el pañuelo qué su madre le dio cuando era pequeño, era un recuerdo invaluable qué regresaría a él de una u otra forma.Salió fingiendo que no le afectaba, pero con la idea firme, de volver a verla y más pronto de lo que se esperaba.Al llegar a su oficina, le pidió a su asistente que retirara todos los beneficios de la antigua socia, ya no necesitaría de sus incompetentes servicios; era hora de hacer liquidaciones.—
NattashaEstoy en casa de Franky, lo estoy esperando hace bastante rato pero no llega, creo que se le olvido que estaba aquí.La estúpida sirvienta pretende sacarme, no se da cuenta que pronto yo seré la dueña y señora de esta casa, y entonces veremos quien corre a quien. Aprovecho el tiempo para revisar detalles que no me gustan y ver que voy a cambiar, que será prácticamente todo; esa mojigata carece de buen gusto. Subo a las habitaciones y entro a la mayoría, casi todas están vacías, y dos sirven para huéspedes. Pero hay un par que está bajo llave, lo que me parece perfecto, pues quiere decir que cada uno tiene su recamara y ni siquiera se ven por error. Solo espero que mi plan haya funcionado y esa tarada al fin entienda que este, no es su lugar. Muy pronto al fin tendré la vida que realmente merezco, al lado del hombre que amo. Tanto esfuerzo no se puede ir por la borda, hasta convencí a papá de casarse con la desabrida de Clarise, solo para conseguir mi gran gran sueño, ser
Augusto Hace un par de horas mi querida Isabella se fue de casa, no estoy para nada contento con mi decisión; sin embargo, no era justo para ella estar atada a un matrimonio falso. Se perfectamente que ella ama a mi nieto, más no se que pensar de Franklin. Cuando le propuse el compromiso con Isabella, parecía tan feliz, como si le hubieran dicho que se sacó la lotería. Es más, durante esas semanas sin que nadie supiera había planeado la luna de miel él mismo, pero el día e la boda algo cambió y aún no logró descifrar que es. Muchas veces he intentado que me diga el porqué de ese cambia tan abrupto, siempre encuentra un pretexto para cambiar la conversación. El sabia perfectamente que el contrato de matrimonio solo era por tres años y que al finalizar, si no había un heredero, ambos firmarían el divorcio sin pretextos. Por primera vez en años, puede ver en el rostro de Isabella, un atisbo de alegría y alivio, que no había tenido desde que la casé con mi nieto. Estoy más qu