El contrato

Tres arcadas más me sacudieron de manera más violenta cada una vaciando por completo el chocolate y el pan de hace unas horas sobre su alfombra.

Me observan incrédulos por mi acción. Aprovecho la distracción para echarme a correr escaleras arriba. Cierro la puerta de la habitación que nos asignaron, mis temblorosos dedos se deslizan sobre el pestillo de la puerta blanca. Mi respiración acelerada me ensordecía lo suficiente como para no percatarme del crujir de la madera de las escaleras… ellos venían, no aceptarían un no por respuesta, tomarían lo que desearan con o sin mi aprobación.

De un tirón me desprendo del camisón dejándolo en el suelo sin poder evitar patearlo. Tomo de la cama mi sucia ropa colocándomela de nuevo, junto a mis converse.

—Solo es cuestión de tiempo para que salgas, mi esposo ha ido por herramientas, vamos a tirar la puerta de ser necesario. — amenaza deliberadamente.

El miedo intenta paralizarme de nuevo, entonces mis ojos giran en dirección a la cama donde reposa el pequeño cuerpo de mi hermano, concentro mi fuerza en él, la valentía inicia recorriendo mi cuerpo. Abro la pequeña ventana observando la tormenta haya a fuera, los rayos cegando a cualquiera que los observara caer, mi mente era una completa y entera revolución, buscando la mejor salida, el pequeño suspiro de mi hermano me hace cuestionarme si solo tal vez valdría la pena el sacrificio a cambio de que mi hermano fuera feliz nuevamente. El toque en la puerta me sobresalta ¿Cómo podía si quiera considerarlo? Ellos eran seres perversos, incapaces de la crianza de un niño con su inocencia.

Observo justo al pie de la ventana un enorme montón de hojas, envuelvo el cuerpo de mi hermano en la manta metiendo su ropa. Con él en brazos decido lanzarme de la ventana a espaldas para proteger el pequeño cuerpo, cierro los ojos y el dolor me golpea solo que, con menos severidad, las gotas de lluvia caen sobre mi rostro, en unos segundos nos encontramos empapados, levanta su cabeza con sorpresa mientras que yo ahogo los jadeos de dolor, el aire me faltaba.

Actualidad…

Y esa noche cometí el peor de los errores al exponer aquello que más amaba al peligro. Si yo tan solo… me hubiera sacrificado lo suficiente para ahorrar un poco de dinero. Estira su pequeña mano en dirección al cielo, su rostro pálido al igual que sus labios.

—Anne… mamá está aquí, ella volvió por nosotros ¿la escuchas? Se ve hermosa. — observo sus ojos maravillados. Una extraña y horrible sensación se instaló en mi corazón. Las lágrimas brotaron de mis ojos con más fuerzas ¡Grite! Una y otra vez en algún punto una pequeña multitud se formó a nuestro alrededor, pero ninguno con ayuda, nos observaban con cierta distancia, tal cual apestados.

—Resiste por favor Noah. Si tú me dejas, me quedare sola…— suplico mientras les mendigo un poco de misericordia.

—Se mi esposa y la vida de tu pequeño hermano será salvadada de inmediato. — propone sin atisbo de burla un hombre de elegante vestimenta propone.

Lo que la hermosa joven de nombre Anne desconocía era que la vida le tendría deparado un destino incluso mas incierto del que ya tenía, de ella dependía sí era un paraíso o un infierno. El caballero frente a ella no era un héroe de capa y espada, con armadura brillante dispuesto a salvarla de su infierno y desdicha, por supuesto que no.

La realidad era que el increíblemente atractivo hombre plantado frente a ella tenía sus propios planes y deseos por cumplir. Y ella parecía ser el único medio viable para conseguirlos. El señor BlackWood un hombre ambicioso siempre fiel únicamente a sus intereses, estaba al acecho de la herencia gracias a que su abuelo se encontraba con un pie en el Limbo, pero él no le dejaría la tarea fácil ya que para nombrarlo su heredero universal debía ser un hombre casado antes de que el muriera. De lo contario perdía toda oportunidad para ser el dueño de esa fortuna que lo convertiría en un hombre increíblemente rico, con dos fortunas a su disposición, comenzando por la de su abuelo y segundo la que él mismo ya había ganado. no pensaba perder un solo centavo solo porque no cumpliera con la ultima voluntad de su abuelo.

Solo existía un enorme detalle con luces rojas, su abuelo era paciente en un hospital costoso, sus horas de vida se agotaban al igual que sus probabilidades de conseguir una esposa a la brevedad y llevar a cabo la boda o algo que pudiera hacer para que su abuelo le heredara. Se encontraba paseando por cada pasillo del hospital como alma en pena o animal enjaulado, desesperado por una solución que lo ayudara en su desafortunada situación. Recordó que talvez debió formalizar con alguna de sus novias, eso solo lo ayudo a darse cuenta de todo el tiempo que llevaba fuera del mundo de las relaciones, se maldijo así mismo de tal modo que pensó en dar un paseo a las afueras dispuesto a ver cualquier cosa que no fueran paredes blancas con aroma a desinfectante. Necesitaba relajarse para pensar de donde rayos iba a sacar una mujer dispuesta casarse con él, sobre todo que guardara el secreto de que su matrimonio era una farsa en realidad.

—Mateo pasa por mí a la entrada. —Ordena a su chofer por medio de la llamada que de inmediato termina. Era un hombre sin demasiada tolerancia a los que lo rodean.

Al llegar a la salida trasera para evitar incomodos encuentros con familiares. En realidad, con su abuelo sobre esa camilla de hospital significaba que todos los familiares, descendientes y cualquier persona o ser viviente con una pizca de sangre BlackWood se encontraba entrando y saliendo del hospital para mostrar la supuesta angustia por el casi finado hombre de edad avanzada. La verdad era que cada uno de ellos estaba haciendo esas visitas con la esperanza de que él hombre les incluya en su testamento o poder apelar en contra de a quienes decida nombrar sus herederos. En vida el abuelo BlackWood fue un hombre que se dedico a incrementar su fortuna siendo uno de los hombres mas ricos a nivel mundial. No cualquiera podría compararse con una fortuna tan inmensa como la suya, que ahora era asediada por toda su descendencia. Antes de que la enfermera administrara el sedante en el cuerpo del hombre de avanzada edad le llamo a Sebastián BlackWood, un hombre con el deseo de convertirse en el hombre mas rico de todo el mundo, por supuesto que la fortuna de su abuelo sería como subir la mitad de la escalera a recorrer, solo que él hombre conocía la fama de casa nova de su nieto, si bien admiraba su inteligencia y sagacidad para los negocios al punto de recordarle a él mismo cuando era más joven, decidió darle un impulso para que terminara de madurar según sus palabras, debía contraer matrimonio a la brevedad, solo de esa manera podría entrar en su testamento. Sebastián se encontraba furioso, al sentirse presionado a dar un paso gigante como lo era el matrimonio, llegar temprano a casa para la cena, una esposa que pide explicaciones cada dos segundos, escenas de celos recurrentes, conformarse con una sola mujer cuando puede disponer de una diferente cada noche, en definitiva, el matrimonio no estaba hecho para Sebastián BlackWood.

—¿Quién es esa mujer? —Pregunta observando a la chica bajo la lluvia. Su chofer gira en dirección hacia el mismo sitio donde observa Sebastián. Contemplando a la joven empapada de rodillas sobre el suelo siendo ignorada y humillada, se podía ver a pesar de la distancia la repulsión que la joven causaba a los que pasaban justo a su lado.

—Escuche que es una clase de indigente que lo único que busca y suplica es ayuda para el niño que lleva en brazos. Según entendí es su hermano, nadie se ha apiadado de esa pobre chica que ve morir a su hermano sin poder hacer nada al respecto. —Responde el chofer observando a la joven con lastima. Aun que el deseara ayudar le era prácticamente imposible pues si se atrevía a usar el auto del señor sin un permiso por su parte, le iría mal, tan mal como para terminar entre las rejas. Ni hablar de poder pagar un hospital tan costoso como ese, ni en sus más lejanos sueños.

El hombre la contempla en silencio sin responder al chofer. Si bien el estado en el que se encuentra es deplorable, y su máxima expresión de tristeza no contribuye, no puede negar lo hermosa que es, junto a su juventud latente. De no ser porque el mismo la esta observando en esas condiciones no creería que alguien como ella es indigente, sus rasgos finos y delicados movimientos, pasaría como una dama de la alta sociedad utilizando nada más que un costoso vestido únicamente. Una sonrisa maliciosa se plasma en su rostro al tener frente a él la solución perfecta a todos sus problemas, esa joven lo sacaría del apuro y la cuenta del hospital compraría el silencio de sus preciosos labios. Prácticamente estaba comprando una esposa, pero no le importo en lo absoluto si con ello garantizaba la fortuna de su abuelo completamente para él y su entera disposición.

Esa mujer de rodillas y humillada era la solución perfecta, tal y como si sus suplicas hubieran sido escuchadas. La contempla un par de segundos más en esa posición, contemplando como se hunde mas en su propia desesperación hasta verla romperse en el momento en el que él era consciente de que ella accedería a todo incluso a sacrificarse solo por la vida de su hermano. Cuando Anne finalmente llego a ese punto de desesperación en el cual Estaba dispuesta absolutamente a todo sin detenerse un segundo a pensarlo o a considerarlo sino simplemente cegada en su deseo de salvar la vida de su hermano.

La pequeña multitud había incrementado el número de personas que rodeaba al par de huérfanos desdichados y desafortunados en medio de la lluvia, pero ninguno de ellos se tocó el corazón o tuvo intención alguna de ayudarles, sino que simplemente les contemplaba de manera despectiva incluso con gestos repulsivos. Es ahí en ese preciso instante en el que Sebastián Decide hacer entrada sin esperar una sola palabra de su chofer, o a que se detuviera a abrirle la puerta o brindarle un paraguas para protegerse de la lluvia, nada de eso Simplemente su sonrisa se amplió y bajo del auto de manera apresurada. Los presentes pronto giraron a observar le en silencio lo único que podría escucharte era el golpe de las diminutas gotas de agua estrellarse contra el pavimento. Cualquiera de los presentes en ese sitio sabía quién era Sebastián BlackWood, por lo tanto, ninguno de los presentes te tuvo el valor de atreverse a confrontarle, sino que incluso retrocedieron un par de paso. La hermosa joven empapada de pies a cabeza aún con el cuerpo inerte de su hermano entre sus brazos no sé percata de la presencia del atractivo y tentador hombre frente a ella, continúa suplicando entre gritos desgarradores, mientras sostiene a su hermano con la poca fuerza que le queda en el cuerpo.

—¿Qué dices? —inquiere después de lanzar su propuesta, su pacto. Incitándola a caer en el profundo pozo de la desesperación, mismo que te conduce al del arrepentimiento en algún momento, después de que la tormenta de emociones te permite tener un pensamiento coherente, el instante exacto en el que contemplas la magnitud de las decisiones tomadas en las peores etapas de tu vida. Y de ello era consiente el señor BlackWood ¿importarle? No lo creo, lo único que buscaba era una compañera urgente para su farsa, una cómplice dispuesta a todo y que mantuviera la boca cerrada, un rostro bonito. —Acepta ser mi esposa y la vida de tu hermano será salvada en este instante. Bastará con que chasquee los dedos y el personal vendrá por él de inmediato. — La joven por su parte se aferra con fuerza al pequeño cuerpo débil de su hermano mientras lo observa levantar su pequeña y delicada mano en dirección al cielo, cualquier pensamiento coherente de en esos momentos desaparece como llegando así a la conclusión de que Estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de salvarlo, al grado de aceptar convertirse en el juguete sexual de los enfermos de la panadería, pero ahora esa no era la propuesta que tenía frente a ella, sino convertirse en la esposa de un desconocido, no tenía idea de cuál de las dos propuestas fuera peor que la otra, pues de la segunda desconocía los motivos para que se desconocido o hombre le ofreciera semejante trato.

—Esta bien. Acepto señor. —Responde resignada aceptando el destino incierto al que se enfrentaba. No Estaba dispuesta a volver a cometer el mismo error de hace un par de noches. Con el sentimiento de culpa envolviéndola acepto la propuesta del desconocido, recordado que, si ella hubiera tenido el valor suficiente para sacrificarse por su hermano, eso estaría pasando. Incluso la misma mujer del dueño de la panadería se lo advirtió, su hermano hubiera tenido una infancia perfecta rodeado de la que creería su familia nueva, despertando para mañana para ir a la escuela, regresando por las tardes y disfrutar de una grandiosa y espectacular comida rodeado de quienes vería como una especie de padres en la familia que nunca debió dejar de existir, por las noches iría a dormir después de leer un poco tal y como a él le gustaba imaginando y soñando con mundos extraordinarios, pero sin saber el enorme precio que su hermana estaría pagando por cada pequeña comodidad, soportando la repulsión que esas pareja causaba en ella, sometida a cualquier perversión en que la que estos desearan. Anne pensó en que si cometió el error una vez no existiría una segunda vez, tenía que hacer lo que fuera necesario por salvar a su hermano y eso era convertirse en la esposa de ese desconocido.

—Acabas de cambiar tu suerte pequeña, además de salvar la vida de tu hermano. —Responde sonriente sin importarle que se estuviera empapando su costoso traje de diseñador sintió como si la vida le sonriera de lado a lado.

Hace una seña al hombre que continúa observando desde el interior del hospital, el mismo que humillo a la joven. Este de inmediato sale corriendo de su resguardo ante el simple gesto del señor BlackWood, era el efecto que el tenía en las personas, pero sobre todo el de su dinero.

—¿Puedo hacer algo por usted señor? —Pregunta de inmediato ignorando la presencia de la joven y su hermano. Sebastián enarca una ceja observando el poder del dinero.

—Trae una camilla y encárgate de que él niño reciba la mejor atención del hospital, llama a los mejores médicos y no escatimen en gastos, yo cubriré todo personalmente. —Advierte levantando uno de sus dedos en dirección del hombre que abre la boca sorprendido al ver que alguien como Sebastián BlackWood esta auxiliando a al par de indigentes que él mismo echo hacia unos minutos. Su respiración se quedó atascada.

—Como usted ordene señor. — responde mientras hace señas a los camilleros para que lo asistan a la brevedad. Rápidamente levantan al infante.

—Ahora tu y yo pequeña iremos a firmar un contrato para este matrimonio que recién comienza. —Menciona al mismo tiempo que tira con brusquedad de su muñeca hasta colocarla de pie a su lado guiándola hacia la entrada, apartados de cualquiera que pueda escucharlos.

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