Nueva universidad

Cuando por fin logré visualizarlo, sentado sobre una roca con esa estúpida sonrisa el valor me volvia al cuerpo y la ira también. 

—¿Ahora que demonios quieres? —pregunté con vos algo entrecortada pero fuerte. 

—Hey, tranquila, solo vine a dejarle un obsequio a tu queridísima hermana. Espero le haya gustado —dijo con voz burlona. 

—Dijiste que nos ibas a dejar en paz la última vez que te vimos, ¡no sé porqué nos odias tanto! —dije metiendo mi mano en mi sudadera y apretando el arma sin sacarla aún. 

—¿Quieres saber por qué? ¿Es en serio? —rió sarcástico. 

No dije nada pero él prosiguió —Te diré porqué: en primer lugar eres una idiota ¿Pensaste que después de ser novios me ibas a dejar así como así? Pues claro que no. Y en segundo porque eres una zorra, dos meses después que me dejaste corriste a los brazos de Damián, me das asco. 

—¡Ya cállate Eduard! ¿De qué demonios estás hablando? ¡Estás demente! Tú y yo nunca fuimos novios, nunca te hice caso, tu nunca me gustaste ¡Ya supéralo!  

—¡¿Superarlo?! ¡¿Acaso no vez cuánto sufrí?! —alterado se levanta y me sujeta muy fuerte de los hombros  —¡Te amaba Nina! Pero me humillaste y lo pagarás por el resto de tu asquerosa vida. 

—¡Suéltame! —grito mientras forcejeo pero es inútil mi esfuerzo, él es mucho más fuerte que yo. 

—Hay cosas que nunca van a cambiar, siempre serás una estúpida y te he dado muchas oportunidades para que vengas a mí y no lo haces. Te he dado muchas oportunidades para que te arrepientas. 

—¿Arrepentirme?¡Yo no te he hecho nada!¡Irás a la cárcel por lo que me estás haciendo! 

—Bla, bla, bla —rodó los ojos —Yo tengo suficiente dinero como para no ir a la cárcel jamás ¿Y tú que tienes? Un padre fracasado, un cobarde que nunca te ha defendido, una madre y una hermana que se esconden como ratas al igual que tú. 

Me llené de enojo al escucharlo, tomé fuerza de donde pude y le dí un golpe fuerte en la entrepierna lo cual hizo que me soltara, saqué la pistola lo más rápido posible y le apunté; intenté dispararle pero de la maldita pistola no salió ni una bala... No tenía. 

Él se recuperó e intenté correr hacia la casa pero me sujetó del brazo nuevamente con más fuerza que la primera vez, tanta que di un sollozo y se me cayó el arma de la mano. 

—¡Ya déjame! 

Y lanzándose al suelo con fuerza dijo —Acabaré con toda tu familia querida Nina, con toda — y diciendo esto salió corriendo  perdiéndolo de vista rápidamente mientras intentaba reponerme en la fría nieve. 

Me levanté con mucho dolor y caminé desconsertada hacia la  casa, donde encontré a mamá en la sala de estar, tomando té de manzanilla. 

—Nina, hija ¿Qué sucedió? Te ves asustada. 

—Tenias razón, mamá, Eduard no nos va a dejar en paz ¡Nunca! 

—Nina cálmate —me dijo mientras se acercaba preocupada. 

—Hay que empacar lo más rápido posible mamá, nos vamos hoy mismo.

—Pero hija...

—Me acabo de encontrar con Eduard, me amenazó y golpeó, tenemos que irnos ahora. 

—¿¡Qué!? ¿Él está aquí? —pregunta mi hermana aun temblorosa, bajando las escaleras. 

—Sí y no te pondré en riesgo, ¿Estás lista para irnos? Esta vez no nos encontrará fácilmente, te lo aseguro, nos iremos más lejos que nunca.  

—Yo tengo... Tengo miedo —ella suspiró —estoy cansada de huir. 

—Esta es la última vez, te lo prometo. 

En ese mismo momento las tres subimos a las habitaciones para bajar nuestras maletas y las de mi padre que aún no llegaba a casa. Tomamos las llaves del auto y pasamos por su trabajo. 

—¿Nina? —preguntó mi padre confuso, cuando llegamos donde él se encontraba esperando el autobús. 

—Hola papá, es hora de irnos — dije mientras apretaba con fuerza el volante. 

—¿Por qué tan de prisa?¿Por qué ahora? Nos iríamos mañana. 

—Te lo contaré en el auto, ahora sube rápido. 

Mi padre como ya se imaginaba lo que pasaba subió al auto sin decir más y nos dirigimos al aeropuerto. 

—Ahora sí, cuéntenme qué demonios pasa —dijo una vez adentro sentado en el lado del copiloto. 

—¿No lo imaginas? —pregunté con ironía. 

Él tomó su cabello con sus manos con demasiada frustración y suspiró —Ya no sé qué hacer con ese idiota. 

—¿Ya no sabes qué hacer?¡Pero si no has hecho nada! 

—¿Qué? 

—¡Qué no has hecho nada papá! ¡Absolutamente nada! —grité mientras aceleraba —ni tú, ni mamá, ni nadie, somos la familia más cobarde que existe. 

—Hija... 

—¿Y sabes que es lo peor!? ¡Qué yo también! Y soy una tonta, ¿Por qué no llevé el arma con balas? ¿¡Por qué se me olvidó algo tan importante!? —mis lágrimas salieron de pura frustración. 

—¿¡Podrías callarte y escucharme!? —no lo volteé a ver pero me callé —Esto es por nosotros. 

—¿Podrian dejar de decir lo mismo? «esto es por nosotros», «Todo estará bien»,«Estaremos juntos» en realidad ya estoy arta de lo mismo. 

—¿Entonces que quieres hacer? ¿¡Matarlo!? 

—Mala idea no es. 

—Nina... 

—¡Es que me cansé papá! Él llega, nos amenaza y luego salimos corriendo... Ya no quiero esto. 

—Tampoco yo —dijo Caroline en voz baja desde la parte de atrás. 

Hubo silencio durante unos minutos, papá iba viendo por la ventana, Caroline a punto de darle un ataque de ansiedad, mamá recostada en su asiento con los ojos cerrados y yo... Yo iba manejando con demasiado enojo. Me sentí como una porquería al escuchar en mi cabeza lo que le dije a papá hace apenas unos cuantos segundos. Pero era la verdad, éramos una familia cobarde, una familia que huía de un chico rico de 23 años que está obsesionado conmigo. 

Cerré los ojos un segundo mientras parábamos en un semáforo en rojo. Suspiré pesadamente para seguir cuando se puso en verde, estaba casi segura que era la última vez que esto sucedería, ya no iba a cambiar de casa nunca más y yo me encargaría de eso. 

—Bien —dije en cuanto llegamos—ya estamos aquí. 

Bajamos rápidamente del auto y entramos al aeropuerto. 

—Aquí comienza nuestra nueva vida mi niña —me susurró mamá, que iba junto a mí en el avión. 

—Ya haz dicho eso unas... ¿Cuatro veces? 

—Tengo un presentimiento diferente esta vez, ahora vamos mucho más lejos que otras veces.

—Lo sé, pero aún así... No lo sé, no me siento segura.  

36 horas después ya estábamos en nuestra nueva casa, en nuestra nueva vida. 

—Mamá —hablé mientras desayunábamos —¿Crees que Eduard nos encuentre aquí?

—Lo dudo, hija.

Apreté los dientes y tarareé un mmh no muy segura.ñ —Hoy iré a hacer unos trámites a la universidad. 

—Pero Nina ¿Estás loca? Acaba de pasar todo esto ¿Cómo tienes cabeza para pensar en estudios?

—Llevo 4 años viviendo con cosas de ese estilo, he vivido entre balas, sangre y llanto; mamá, solo es un suceso más. Aparte que pronto Eduard dejará de molestar... Te lo aseguro. 

Mamá me vió con una mirada de confusión pero siguió comiendo sin decir nada. 

Papá y Caroline no articularon palabra en todo la mañana, por lo menos no dirigidas a mí. 

Después de desayunar salí en busca de mi universidad, la carrera de ingeniería electrónica me espera, ya me falta poco para culminarla. Suspiré hondo, era una de las pocas cosas que me alegraban. 

Después de todos los trámites regresé a casa y escuché algunas canciones de Twenty One Pilots mientras tomaba mi segunda ducha en el día, escuchar música siempre ha sido mi terapia, mis problemas se van lejos cuando me conecto con ella. Todos en la casa se asustaban de mi serenidad como si nada hubiera pasado, pero yo no podía dejarme derrotar por Eduard, no otra vez, tenía miedo, lo admito pero me lo guardé muy bien para que nadie se diera cuenta. 

Al día siguiente me bañé muy a prisa, ya comenzaban las clases e iba muy tarde. 

—¿Ya te vas? —Preguntó papá al verme tomar el pomo de la puerta de salida. 

—Pues... Sí. 

—¿Necesitas dinero?

—Tranquilo, tengo un poco —dije para girar el pomo. 

—No, toma —estiró la mano dándome unos cuantos dólares. 

—Ya te dije que no... 

—Tómalos. 

Los tomé —Gracias —le dije un poco apenada por lo que le dije en el auto —y... Perdón.

—¿Por qué? 

—Por lo que te dije... Les dije, en el auto. No fue mi intención.

—Ya vete se te hará tarde —dijo ignorando el tema. 

Lo miré de soslayo y salí rápidamente, caminé por las calles, no era necesario tomar un transporte para llegar, no estaba tan cerca pero tampoco iba a tomar un transporte pudiendo ir a pié, aparte que tenía que ahorrar lo más posible, papá ya no tenía trabajo y posiblemente yo tendría que conseguir uno. 

Llegué a la universidad muy de prisa y cansada, tanto que choqué con un chico pelinegro, de test blanca y alto, ojos negros como pozos, sí, me hipnotizó por unos tres segundos. Era muy bien parecido. Pero no pasó cómo en las películas, donde se enamoran a primera vista y todo eso. Tengo muy mala suerte para algo así. 

—Perdona —dije con vergüenza. 

Pero el chico ni se molestó en mirarme y se fue. 

Seguí mi camino y llegué a la clase, por suerte en una sola pieza.

Los bancos eran unidos, así que se sentaban dos personas juntas y eso jamás me había gustado. 

Rodé los ojos al recordar al chico con el que me senté una vez en la universidad pasada, era un mal educado y se robo todos mis lápices, que inmadurez. 

Cuando busqué un espacio libre entre mis compañeros, no encontré ninguno a excepción del que estaba a la par de una chica pelirroja, no le tome importancia y me senté sin molestía. 

Rápidamente ya estábamos en medio de la primer clase en mi nueva universidad. 

El profesor habló y habló por un buen rato, yo entendí todo pero aún así me aburrí demasiado, miré de reojo a la chica a lado mío unas 50 veces, vaya su cabello enserio era demasiado rojo hasta parecía estar en llamas. Ella me sonreía de vez en cuando y yo a ella también, pero no hablamos nada.

—¡Ay no puede ser! ¡Oye! ¡Oye! ¡Tú, castaña! —escuché que alguien  me hablaba desde el asiento de atrás. Rodé los ojos antes de voltear a verlo. 

"Ay no, ese chico otra vez" pensé al verlo, pero no, no era él aunque sí era muy parecido, se me hizo un poco raro pero él me vió con mucha molestia... 


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