Aun así, fuera de casa difícilmente conseguía relajarse del todo, quizás por temor a otro episodio desagradable que no pudiese controlar, por eso si alguna vez conseguía dormirse un poco, la cabezada solía ser de duración corta. Lo justo para recobrar las fuerzas en un entorno idílico, pero su m*****a suerte más de una vez se empeñaba en estropearle la mañana.
De todos modos, el siempre quería llegar de nuevo al lugar donde conoció a Guzmán, incluso a través de una corta siesta, intentando volver al sitio que complementa todos sus sentidos, paraje en que un personaje desconocido, cambió por completo su forma de ver las cosas, nunca mejor dicho. Pero no conseguía recrear las condiciones necesarias para volver de nuevo a aquel mundo, debido quizás a estar rodeado de gente en un entorno en el que podría pasar casi cualquier cosa, los pequeños momentos de reposo tan solo le servían para lograr descansar un poco. Los años no pasan en balde y como cualquiera que arrastre sus años,
Parados frente a un pequeño comercio local, una sola señal hecha con la mano levantada era suficiente para llamar la atención del encargado de la tienda, con ese gesto se activaba el protocolo de comunicación que requería un trato especial, como venían haciendo desde hacía años, para que en cuanto encontrase un hueco entre cliente y cliente, fuese presto a atenderlos como de costumbre. Intentando los dependientes ayudarlos en la medida de lo posible, sabiendo la complicada situación por la que pasan cada vez que intentan algo tan aparentemente sencillo como salir a hacer la compra. Entretanto, permanecen un poco apartados del tránsito de personas que ni tan siquiera se percatan de que John carece de vista. Luz Marina siempre le insistió en que sacara su bastón blanco en cada una de sus salidas, siendo este un trasto sin apenas uso, que por cabezonerías del que le paga el sueldo había acabado acumulando polvo en el fondo de un armario. Ya su intención no es que lo fue
Con la misma ilusión de un niño pequeño, caminaba por aquel mundo de fantasía en el que comprendí que todo podía llegar a ser posible. Avanzaba inmerso como las anteriores veces dentro de una colorida nebulosa oscilante, que me absorbía al tiempo que electrizaba los vellos de mi piel al entrar en contacto con ella. Era cuestión del azar el toparme de nuevo con mi amigo en aquel lugar donde era totalmente imposible orientarse, mientras sonreía pensando en la cara que pondría al ver el regalo que llevaba en las manos, con la única sana intención de acabar descubriendo la felicidad de la infancia lejana en el rostro de un hombre mayor que había rejuvenecido, al menos en espíritu. Las nuevas experiencias vividas junto a mí en aquel sitio le hicieron sentirse de nuevo bañado con la esencia de volver a ser niño. Entretanto daba pasos inciertos por un paraje que necesitaba la atención de todos mis sentidos, pues como las otras veces cualquier cambio en el ambiente solía ser
Enseguida pude apreciar como la felicidad de nuevo invadía su rostro, incluso podría jurar que vi como resbalaba una furtiva lágrima de aquellos extraños ojos. Poco a poco comenzamos sin saber cómo, a dar por normales aquellos cada vez más frecuentes, sintiendo lo mismo que debe sentir cualquier persona corriente cuando vuelve a toparse con un amigo. Solo que lo nuestro aún realmente no sé cómo catalogarlo, pero una cosa es segura, los dos nos alegrábamos de vernos, sobre todo él, nunca mejor dicho. Nuestras reuniones, aunque fuesen de naturaleza extraña, parecía que seguía un extraño patrón, y tenían que alinearse unas condiciones explicitas para poder darse de nuevo nuestro encuentro, que siempre recuerdo que fueron en aquel mismo sitio cargado de niebla espesa, siempre los dos solos, pues es cierto que nunca llegué a ver por allí a más nadie, y como condición indispensable, que tenía que ser mientras dormíamos. Con el tiempo descubrí que mis vivencias en aquel sit
Aun teniendo una buena colección de libros en casa, en el fondo intuía de algún modo que las historias contadas por la chica que vivía con él tenían que estar mal contadas, puesto que había grandes lagunas en sus historias que jamás llegó a comprender, incluso pensó, echándose la culpa a él mismo, que quizás su inteligencia no diese para tanto, y el escritor que escribió esas historias, estaba a años luz de su limitado intelecto, de ahí que desistiera en el intento que querer llegar a comprender las historias sinsentido que narraba la inocente voz de aquella joven. Igual Luz Marina, por dejadez o pereza, leía solo fragmentos de páginas abiertas al azar haciendo una lectura que para nadie tuviese significado alguno, y con razón, pues de aquella forma era capaz de leer un tomo de más de quinientas páginas en menos de la mitad, intentando enlazar los vacíos en el texto con fragmentos que se inventaba sobre la marcha para intentar conectar la historia con un resultado desastroso, en
Luz Marina, como cada mañana, entró en el dormitorio del señor que convive con ella, haciendo el gesto que suele hacer siempre cuando entra en su cuarto, que es tocar la colcha de la cama por la zona donde descansan sus pies, para hacerle saber con ello y sin que sobresalte, que ya es la hora de levantarse. Así que, una vez avisado procede como siempre a airear la estancia, corriendo las cortinas y abriendo la gran hoja de la ventana, tras la cual se filtran de golpe los rayos de un sol naciente que irradia con su luz un nuevo día, haciendo que las pupilas de la chica se cerraran en décimas de segundo, no como las del pobre John, que muestra las suyas carentes de vida alguna, como de costumbre. Al menos en el mundo real permanecen sin cambios desde el día que nació, por eso siempre estaba con ansias de regresar de vuelta del lugar que visitaba en secreto por las noches, al que se está acostumbrando a tener ya como una rutina, y en el que se transforma en una persona totalmente disti
Era totalmente incomprensible pero cierto, que aquel hombre estaba cambiando de algún modo que todavía no comprendía, y aunque los cambios eran de naturaleza extraña, siempre le quedó la duda de si todo aquello fuera una cortina que ocultara algún tipo de trastorno o incluso otra enfermedad que estuviese comenzando a dar la cara. Pero como buenamente pudo, Luz Marina intentó mantener la cordura para no alarmarlo con sus sospechas, así que simplemente optó por la opción de dejarse llevar y comenzar a seguirle el juego, estando atenta a las señales que se fueran revelando en el trascurso de unos días, que tenían toda la pinta de que iban a ser algo más que extraños, sospecha fundada en el momento en que la primera ilusión de aquel día, venía siendo algo más que inusual, donde un señor invidente ardía en ansias de salir a la calle buscando una librería, ¡que locura! Aquello tenía toda la pinta de ser un indicio de algo grave que quería salir a la luz, pero ella, debía ser paciente, así
Dando los pasos necesarios para abrir la puerta, ella nunca se separaba el señor de barbas blancas, puesto que es consciente de que hace de sus ojos, aferrado a su brazo de una forma tal, que incluso a veces le hacía daño, sobre todo por culpa de empujones fortuitos, o cuando el sonido era tan confuso y estresante, que se sentía incapaz de ubicarse en el entorno. Y tras un movimiento de brazo de la chica sobre el pomo de la puerta, de nuevo tintineó la campanita que estaba instalada tras de la puerta, que esa vez estaba anunciando la llegada de ambos, haciendo con ello el cometido para el que se había instalado, que no es otro que avisar a los dependientes que estaban entrando clientes nuevos.La singular pareja, ya estaba dentro de aquella gran tienda repleta de cultura, era un espacio estudiado al milímetro, donde estaban repartidas librerías por todos sitios, ubicadas a los lados de amplios pasillos haciendo muy cómodo el pasear por ellos, todo ello con una buena iluminación,
Y entonces mientras esperaban al chico con el que ella comparte miradas cargadas de intenciones, fueron tan solo cuestión de un par de minutos, pero para Luz Marina se hicieron eternos, explorando entretanto para hacer tiempo, los estantes que tenía suficientemente cerca. Todo ello de una forma totalmente incómoda para cualquier persona, pero a la que ella estaba más que acostumbrada, usando solo uno de sus brazos, porque al otro llevaba ceñido un hombre que la necesita, y que esperaba impaciente tocando el vidrio del mostrador con un soniquete impaciente producido por la yema de sus dedos golpeteando sin cesar el cristal.Perdido en el vacío y negro universo en el que está inmerso desde el día en que nació, apenas ha cambiado para él el entorno que le rodea, y por eso necesita saber la tiene cerca en todo momento, sobre todo fuera de casa. A veces ella es capaz de percibir su estado anímico solo estando atenta en la presión con que la sujeta, llegando en ocasiones a hacerle sin