Y entonces mientras esperaban al chico con el que ella comparte miradas cargadas de intenciones, fueron tan solo cuestión de un par de minutos, pero para Luz Marina se hicieron eternos, explorando entretanto para hacer tiempo, los estantes que tenía suficientemente cerca. Todo ello de una forma totalmente incómoda para cualquier persona, pero a la que ella estaba más que acostumbrada, usando solo uno de sus brazos, porque al otro llevaba ceñido un hombre que la necesita, y que esperaba impaciente tocando el vidrio del mostrador con un soniquete impaciente producido por la yema de sus dedos golpeteando sin cesar el cristal.
Perdido en el vacío y negro universo en el que está inmerso desde el día en que nació, apenas ha cambiado para él el entorno que le rodea, y por eso necesita saber la tiene cerca en todo momento, sobre todo fuera de casa. A veces ella es capaz de percibir su estado anímico solo estando atenta en la presión con que la sujeta, llegando en ocasiones a hacerle sinAl escuchar la trapatiesta producida por un puñado de libros precipitándose al vacío, el hombre que hacía ruiditos constantes con sus dedos sobre el cristal, freno su actividad de momento sobresaltado por un contratiempo producido por algo a lo que él estaba totalmente ajeno. Casi tan rápido como cayeron al suelo, el joven dependiente haciendo uso de la destreza de un chico de su edad los subió rápidamente hasta el vidrio del mostrador, intentando continuar con la normalidad de cualquier venta, sabiendo bien que aquella era quizás la más atípica con la que se había encontrado, por tener un coctel de cosas extrañas aderezado con una alta tensión sexual que, para nada contaba con ella. Y eso al atento dependiente, le hacía crecer de algún modo extraño el interés por aquella insólita pareja. Por fin a salvo, y sobre el cristal de un mostrador que ya nadie mira, podían verse tres libros con el mismo nombre, la chica los mira con perplejidad, sin alcanzar a saber de dónde
Sin borrar aquella extraña sonrisa, y aferrado a aquel objeto, proseguía el señor de barbas blancas manoseando un libro que parecía traerle gratos recuerdos. Entretanto, la cabeza de la chica no paraba de dar vueltas sobre aquel extraño acontecimiento, sin llegar a comprender, por más que lo intentaba, absolutamente nada. Agolpándose las numerosas dudas en su inquieta cabecita, como, por ejemplo: ¿Qué era aquella extraña obsesión por la lectura? ¿De dónde sacó el nombre del libro? ¿Por qué ese de entre los tres que les trajo el apuesto dependiente? No comprendía nada, sobre todo porque desde hacía mucho tiempo compartía con aquel hombre prácticamente todas las horas del día, y no había forma posible de haber oído de ninguna fuente externa el título de aquella novela. John, no era la típica persona que quería estar informada escuchando las noticias, su vida era más bien un cúmulo apático de horas que hacían que su vida fuese una existencia totalmente insulsa pero predecible. Cuanto m
Una vez acabado el paseo matutino, y con una compra inusual ya de vuelta en casa, fue todo el resto de la jornada como era de costumbre, solo que de vez en cuando Luz María hacia inspecciones sorpresa y a hurtadillas, sin que John se diese cuenta, como esperando descubrir algún comportamiento que levantara las sospechas necesarias para solicitar una revisión médica. Pero la verdad es que mientras ella guardaba el resto de la compra que hicieron de regreso a casa, sacándolas de un par de bolsas de papel colocándolas ordenadas en los estantes de la cocina, no se percató de nada extraño. John entretanto, escuchaba música en una cómoda butaca del salón ante la atenta mirada de una chica que vivía inmersa en un mar de dudas, eso sí, no paraba de darle vueltas a su compra de la que no se separaba, como si tuviese algún tipo de conexión mágica con aquel objeto, sabía que algo había que se le escapaba, solo que, no alcanzaba a comprender el qué. Una vez ubicado cada cosa en
En un pequeño rincón de América del Sur, siendo este más aldea que pueblo crecía una chica en el seno de una familia muy sencilla, tanto, que a veces incluso era un quebradero de cabeza el hecho de poder tener a diario un plato caliente sobre la mesa.Aunque de linaje humilde, siempre tuvo ambiciones que no eran correspondidas, fueron aquellos unos años difíciles para una de las pocas chicas de aquel recóndito poblado, así que, fue su insistencia la que la llevo a dar los pasos necesarios para permanecer presa de aquel lugar el menor tiempo posible.Estudió en el colegio público más cercano, estando este en un pueblo algo mayor que el suyo, que atendía por ubicación y cercanía a las pequeñas localidades cercanas, situado a unos cinco kilómetros del lugar donde vivía. Aunque siendo el único de una amplia comarca en la que dominaba una vegetación espesa y casi intransitable, apenas en él se daban cita rara vez la friolera de cien alumnos, mezclándose en muchos casos en pequeñas
Con mis pensamientos centrados por completo en los viajes que hago mientras duermo, comencé a deambular en modo automático por el interior de la casa, dejando el libro desgarrado sobre la mesita de noche, y tras eso acabé dando los pasos necesarios para iluminar por completo el dormitorio, tirando enérgicamente con una mano de la cinta ancha que sobresale del mecanismo encastrado en la pared, abriendo así del todo la persiana, y justo al hacerlo, en tan solo un solo segundo, arrasó un potente haz de luz con la penumbra que ocupaba toda mi habitación hasta el punto de cegarme momentáneamente por completo mientras mis pupilas se iban adaptando poco a poco al cambio repentino de luminosidad. Parecía una mañana como otra cualquiera, en la que tras el cristal de mi ventana podía apreciarse el movimiento de las gentes que habitaban mi calle en aquellas tempranas horas, solo que aun no tenía conocimiento de los acontecimientos que ocurrirían pasadas breves horas, y que cambiarían p
Un desayuno de los que solía hacerme a diario María con todo su cariño, junto al olor a café recién hecho, fue lo que me hizo volver de las divagaciones de una mente que en verdad, siempre ha estado más que inquieta. Repetíamos como de costumbre un diálogo escueto pero conciso, en el que apenas nos dirigíamos poco más de un par de monosílabos, y ya con eso hacíamos algo que realmente no sé si podría llamarse comunicarnos, pero como tampoco era una obligación, ni mía ni suya, para ambos era más que suficiente, ella sabía sonsacarme información con las escasas pistas que aportaban solo un par de palabras, o el estado anímico con que me había levantado, y yo daba por hecho con el conciso y breve diálogo que ya alguien se preocupaba por mí, aunque fuese cobrando. Un par de bocados a una de las tortitas humeantes que había amontonadas en un plato sobre un mantel blanco con flores, me trasladó sin esperarlo a otro lugar donde ese mismo aroma me hizo sentir sensaciones para mí desc
Como de costumbre cuando acabábamos de alimentarnos, por respeto a María, no forzar la situación y llevarnos uno de sus cachetes educativos en el cogote, solíamos dejar los platos sucios en el fregadero, luego daba igual no despedirse, en mi caso al menos con una mirada de reojo estando cabizbajo era más que suficiente para que ella interpretase el lenguaje oculto descifrando un hasta luego. Y en mi mente, ya estaba activo el planteamiento de un día cualquiera de verano, donde cualquier chico de mi edad estaría haciendo planes para salir con chicas, bailar o beber haciendo el tonto hasta caer agotado bien entrada la madrugada, pero yo, como persona especial que me considero, no sentía ni siento a día de hoy la más mínima necesidad por sociabilizar haciendo lo que todo el mundo hace, por eso mi meta de la jornada era encontrar un mapa para poder enseñarle el mundo en el que vivía a el amigo imaginario de mis sueños, aún a sabiendas de que aquel comportamiento de ser des
Y sé que mi comportamiento quizás resulte un tanto extraño, al menos para el que no piense como yo, llego a comprender que incluso después de haber pasado tanto tiempo, si llegara a repetirse una situación parecida, de seguro acabaría actuando igual. Si puedo esquivar una encerrona, pues la esquivo. Nunca me gustó el tipo de gente que se las da persona amigable, y aquel era el caso, para intentar sonsacar información privada con tácticas viles de las que siempre acabé saliendo mal parado, pues nunca tuve los recursos sociales necesarios para lidiar con alguien que batalla a diario con todo tipo de personas. En ocasiones, aunque respondiendo simplemente con monosílabos, antes de caer en la cuenta ya había contestado a un sinfín de preguntas para las que nunca fui entrenado, siendo un cordero a merced del dialecto del lobo, que sonsacaba información de un inofensivo chico para después airear los chismes de una familia muy conocida en aqu