Esperando como todas las mañanas a que llegue su desayuno, permanecía John sentado en una silla de las dos que hay junto a la mesa de la cocina. Recortando en trastos innecesarios, ¿para qué poner cuatro? como es de costumbre prácticamente en casi todas las casas, para aprovechar cada lateral de la mesa poniendo un chisme que, dicho sea de paso, rara vez es usado, quedando con el paso del tiempo las marcas del desgaste fruto de un constante uso en unas y rasgos que justifican el abandono, junto con restos acumulados de polvo en las otras, que apenas fueron utilizadas para lo que se construyeron. Y en esa casa todo lo que no se usa, pues se descarta, el minimalismo es una norma clave y bien vista por los dos únicos habitantes de este atípico hogar, evitando uno, tropiezos evitables, y otra el exceso de chismes para limpiar.
Mientras, la chica intenta adecentar el baño, recogiendo las toallas para tenderlas al fresco, con la única sana intención de que se aireen para el siguiente uSumidos en una conversación tan escueta, que era prácticamente inexistente, llegaron a su destino, haciendo una pausa en un rincón apartado del tránsito de los que hacen deporte, porque, aunque muchos aprovechan para ir corriendo o en bicicleta, también hay grupos de jóvenes e incluso familias que usan las grandes explanadas de hierba para practicar todo tipo de juegos en los que se suelen usar balones. De esos que son lanzados con una fuerza desproporcionada, algunos parecen no tener en cuenta que es solamente un pasatiempo entre amigos, pero siempre hay quien se lo toma demasiado a pecho, propinando chutes tan enérgicos que de alcanzar a alguien despistado seguro le ocasionaría grandes daños. Y el pobre John, ya tuvo un par de experiencias desagradables al respecto, en una de ellas, un balón que parecía haber salido más de un cañón que del pie de algún humano, le produjo un hematoma brutal en la cara junto a un derrame en uno de sus ojos, cambiando en cuestión de segundos,
Aun así, fuera de casa difícilmente conseguía relajarse del todo, quizás por temor a otro episodio desagradable que no pudiese controlar, por eso si alguna vez conseguía dormirse un poco, la cabezada solía ser de duración corta. Lo justo para recobrar las fuerzas en un entorno idílico, pero su m*****a suerte más de una vez se empeñaba en estropearle la mañana. De todos modos, el siempre quería llegar de nuevo al lugar donde conoció a Guzmán, incluso a través de una corta siesta, intentando volver al sitio que complementa todos sus sentidos, paraje en que un personaje desconocido, cambió por completo su forma de ver las cosas, nunca mejor dicho. Pero no conseguía recrear las condiciones necesarias para volver de nuevo a aquel mundo, debido quizás a estar rodeado de gente en un entorno en el que podría pasar casi cualquier cosa, los pequeños momentos de reposo tan solo le servían para lograr descansar un poco. Los años no pasan en balde y como cualquiera que arrastre sus años,
Parados frente a un pequeño comercio local, una sola señal hecha con la mano levantada era suficiente para llamar la atención del encargado de la tienda, con ese gesto se activaba el protocolo de comunicación que requería un trato especial, como venían haciendo desde hacía años, para que en cuanto encontrase un hueco entre cliente y cliente, fuese presto a atenderlos como de costumbre. Intentando los dependientes ayudarlos en la medida de lo posible, sabiendo la complicada situación por la que pasan cada vez que intentan algo tan aparentemente sencillo como salir a hacer la compra. Entretanto, permanecen un poco apartados del tránsito de personas que ni tan siquiera se percatan de que John carece de vista. Luz Marina siempre le insistió en que sacara su bastón blanco en cada una de sus salidas, siendo este un trasto sin apenas uso, que por cabezonerías del que le paga el sueldo había acabado acumulando polvo en el fondo de un armario. Ya su intención no es que lo fue
Con la misma ilusión de un niño pequeño, caminaba por aquel mundo de fantasía en el que comprendí que todo podía llegar a ser posible. Avanzaba inmerso como las anteriores veces dentro de una colorida nebulosa oscilante, que me absorbía al tiempo que electrizaba los vellos de mi piel al entrar en contacto con ella. Era cuestión del azar el toparme de nuevo con mi amigo en aquel lugar donde era totalmente imposible orientarse, mientras sonreía pensando en la cara que pondría al ver el regalo que llevaba en las manos, con la única sana intención de acabar descubriendo la felicidad de la infancia lejana en el rostro de un hombre mayor que había rejuvenecido, al menos en espíritu. Las nuevas experiencias vividas junto a mí en aquel sitio le hicieron sentirse de nuevo bañado con la esencia de volver a ser niño. Entretanto daba pasos inciertos por un paraje que necesitaba la atención de todos mis sentidos, pues como las otras veces cualquier cambio en el ambiente solía ser
Enseguida pude apreciar como la felicidad de nuevo invadía su rostro, incluso podría jurar que vi como resbalaba una furtiva lágrima de aquellos extraños ojos. Poco a poco comenzamos sin saber cómo, a dar por normales aquellos cada vez más frecuentes, sintiendo lo mismo que debe sentir cualquier persona corriente cuando vuelve a toparse con un amigo. Solo que lo nuestro aún realmente no sé cómo catalogarlo, pero una cosa es segura, los dos nos alegrábamos de vernos, sobre todo él, nunca mejor dicho. Nuestras reuniones, aunque fuesen de naturaleza extraña, parecía que seguía un extraño patrón, y tenían que alinearse unas condiciones explicitas para poder darse de nuevo nuestro encuentro, que siempre recuerdo que fueron en aquel mismo sitio cargado de niebla espesa, siempre los dos solos, pues es cierto que nunca llegué a ver por allí a más nadie, y como condición indispensable, que tenía que ser mientras dormíamos. Con el tiempo descubrí que mis vivencias en aquel sit
Aun teniendo una buena colección de libros en casa, en el fondo intuía de algún modo que las historias contadas por la chica que vivía con él tenían que estar mal contadas, puesto que había grandes lagunas en sus historias que jamás llegó a comprender, incluso pensó, echándose la culpa a él mismo, que quizás su inteligencia no diese para tanto, y el escritor que escribió esas historias, estaba a años luz de su limitado intelecto, de ahí que desistiera en el intento que querer llegar a comprender las historias sinsentido que narraba la inocente voz de aquella joven. Igual Luz Marina, por dejadez o pereza, leía solo fragmentos de páginas abiertas al azar haciendo una lectura que para nadie tuviese significado alguno, y con razón, pues de aquella forma era capaz de leer un tomo de más de quinientas páginas en menos de la mitad, intentando enlazar los vacíos en el texto con fragmentos que se inventaba sobre la marcha para intentar conectar la historia con un resultado desastroso, en
Luz Marina, como cada mañana, entró en el dormitorio del señor que convive con ella, haciendo el gesto que suele hacer siempre cuando entra en su cuarto, que es tocar la colcha de la cama por la zona donde descansan sus pies, para hacerle saber con ello y sin que sobresalte, que ya es la hora de levantarse. Así que, una vez avisado procede como siempre a airear la estancia, corriendo las cortinas y abriendo la gran hoja de la ventana, tras la cual se filtran de golpe los rayos de un sol naciente que irradia con su luz un nuevo día, haciendo que las pupilas de la chica se cerraran en décimas de segundo, no como las del pobre John, que muestra las suyas carentes de vida alguna, como de costumbre. Al menos en el mundo real permanecen sin cambios desde el día que nació, por eso siempre estaba con ansias de regresar de vuelta del lugar que visitaba en secreto por las noches, al que se está acostumbrando a tener ya como una rutina, y en el que se transforma en una persona totalmente disti
Era totalmente incomprensible pero cierto, que aquel hombre estaba cambiando de algún modo que todavía no comprendía, y aunque los cambios eran de naturaleza extraña, siempre le quedó la duda de si todo aquello fuera una cortina que ocultara algún tipo de trastorno o incluso otra enfermedad que estuviese comenzando a dar la cara. Pero como buenamente pudo, Luz Marina intentó mantener la cordura para no alarmarlo con sus sospechas, así que simplemente optó por la opción de dejarse llevar y comenzar a seguirle el juego, estando atenta a las señales que se fueran revelando en el trascurso de unos días, que tenían toda la pinta de que iban a ser algo más que extraños, sospecha fundada en el momento en que la primera ilusión de aquel día, venía siendo algo más que inusual, donde un señor invidente ardía en ansias de salir a la calle buscando una librería, ¡que locura! Aquello tenía toda la pinta de ser un indicio de algo grave que quería salir a la luz, pero ella, debía ser paciente, así