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Brianna salió del jardín con pasos apresurados, su corazón latiendo con furia mientras las lágrimas nublaban su visión. Todo su mundo acababa de romperse en pedazos, y el dolor era tan agudo que apenas podía respirar. La traición de su madre, la indiferencia que había sufrido durante años, todo se arremolinaba en su mente, desatando una tormenta de emociones incontrolables.Al cruzar la puerta principal de la mansión Casanova, chocó de lleno con Maximilian, su esposo, quien la esperaba con una expresión de preocupación. Al ver su rostro empapado de lágrimas, él intentó acercarse, su instinto de protegerla activándose de inmediato.— Brianna… ¿qué ha pasado? — preguntó con suavidad, extendiendo una mano hacia ella.Pero Brianna lo esquivó como si su toque pudiera quemarla. El aire entre ellos se volvió tenso al instante. No se molestó en mirarlo, ni en ofrecerle una explicación. Sus pasos, aunque rápidos, eran torpes y tambaleantes mientras se alejaba de la mansión y comenzaba a camina
Brianna aún sentía el peso del dolor en su pecho, pero había algo en la forma en que Maximilian la había sostenido que la hizo sentirse más ligera, aunque fuera solo por un momento. El hombre que tenía frente a ella no era el frío y calculador magnate que la prensa tanto admiraba y temía; era un ser humano que, por alguna razón, solo se mostraba vulnerable ante ella. Aun así, el resentimiento y la confusión seguían dentro de ella, y no estaba lista para procesar completamente sus sentimientos.Justo cuando el silencio entre ellos comenzaba a volverse incómodo, el sonido de su celular rompió la quietud. Brianna sacó el teléfono de su bolso y, al ver el nombre que brillaba en la pantalla, su corazón dio un vuelco. Leandro Ivanov.— ¿Por qué te llama Leandro Ivanov? — preguntó Maximilian con una mezcla de curiosidad y algo más oscuro en su voz.Brianna levantó la mirada, atrapada en su propio nerviosismo. No había esperado esa pregunta, al menos no tan directamente. Sabía que Maximilian
Brianna entró en su departamento con los hombros tensos, cargada por la conversación que había tenido con Leandro Ivanov. Aún no se acostumbraba al ritmo vertiginoso en el que su vida se había convertido en los últimos meses, y saber que tendría que mudarse a la academia para entrenar la había descolocado. El peso de la decisión, sumado a su embarazo, era abrumador.Al cerrar la puerta, un sonido de herramientas la sacó de sus pensamientos. Brianna frunció el ceño, preguntándose qué estaba pasando. Caminó hacia el salón y lo que vio la dejó sin palabras: su mejor amiga, Vivianne, estaba inclinada sobre el suelo, luchando por encajar una pieza en lo que parecía ser… ¿una cuna?Brianna sintió un nudo en la garganta y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Sin poder contenerse, preguntó en un susurro:— ¿Qué estás haciendo, Vivi?Vivianne levantó la vista, sonriendo con cariño, como si la pregunta no tuviera ningún sentido.— ¿Acaso no ves? Estoy armando la cuna de mi futuro ahijado
Brianna bajó del coche que la había llevado hasta la entrada principal de la academia Ivanov, el imponente edificio que ahora sería su hogar temporal. Las paredes de cristal reflejaban el cielo nublado y los altos árboles que rodeaban la propiedad, dándole al lugar un aire de exclusividad y misterio. Era su primera vez en la academia, y aunque sabía que no iba a ser una estancia placentera, estaba decidida a cumplir su parte del acuerdo. Estaba allí para una cosa: trabajar. Y si todo salía bien, saldría con el 70% de las ganancias del proyecto y, lo más importante, con la información que necesitaba sobre su padre.Mientras se aproximaba a la puerta principal, una carcajada estridente resonó en el aire. Brianna alzó la mirada, solo para encontrarse con Aleksander Ivanov, el hijo de Leandro, mirándola con diversión.— No puedo creerlo — dijo Aleksander, sacudiendo la cabeza mientras se cruzaba de brazos —. Mi padre te convenció para hacer esto. ¿Qué fue lo que te prometió? — Sus ojos br
El ambiente estaba cargado de tensión desde el momento en que Brianna puso un pie en la academia. Aunque para ella el modelaje era algo superficial, una simple herramienta para construir su imagen pública, sabía que debía dominar cada aspecto de su carrera si quería mantener su estatus. Por eso, cuando le dijeron que la primera sesión sería una pasarela, no lo dudó: pondría todo su esfuerzo para demostrar que podía brillar incluso en esa faceta que tanto desestimaba.Las otras modelos caminaban con la experiencia dibujada en sus rostros, deslizándose con gracia por la plataforma. Liz y su grupo, en particular, se desenvolvían con una actitud altiva, como si cada paso que daban en la pasarela fuera una confirmación de su superioridad. Pero Brianna observaba con calma. Podía notar que, aunque parecían seguras, no tenían nada que ella no pudiera superar.Desde el primer momento, Liz no había perdido la oportunidad de murmurar comentarios venenosos sobre Brianna.— Es una cualquiera — sus
Brianna estaba en su habitación, el eco de los murmullos y chismes aún resonaba en su mente mientras se cambiaba de ropa para la siguiente sesión. Se quitó la blusa con movimientos lentos y meditativos, tratando de relajarse después del encontronazo con Liz. Sabía que la batalla no había terminado, pero se sentía más fuerte que nunca, especialmente después de haberla humillado públicamente en la pasarela. La verdad que Liz había intentado esconder durante tanto tiempo finalmente había salido a la luz, y Brianna apenas estaba comenzando.De repente, el suave clic de la puerta abriéndose interrumpió su tranquilidad. Brianna se tensó por un momento, girando la cabeza hacia la entrada, y su corazón dio un vuelco al ver al señor Leandro Ianov, el poderoso y frío dueño de la academia, entrar sin previo aviso. Él no pidió permiso ni mostró señales de incomodidad al verla en ropa interior. Solo cruzó el umbral con su habitual seguridad y le tendió una carpeta.— Esto es para ti — dijo, su voz
Maximiliam tomó la mano de su esposa con delicadeza, pero su mirada estaba fija en la mancha rojiza que se extendía por su muñeca. Su ceño se frunció mientras el tono enrojecido comenzaba a oscurecerse, revelando lo que sin duda era un golpe reciente.— ¿Quién lo hizo? — preguntó con una frialdad que heló el aire.Su voz era baja, casi susurrante, pero contenía una amenaza inminente. A su alrededor, el ambiente en la habitación se tensó. Liz, que había permanecido en silencio en un rincón, sintió cómo el temor se apoderaba de su cuerpo. Conocía a Maximiliam lo suficiente como para saber lo que esa pregunta significaba. Había escuchado rumores, algunos apenas susurrados, sobre lo que le había hecho a su ex prometida cuando ella lo traicionó. Y aunque esos rumores siempre eran escabrosos, Liz nunca había tenido dudas de su autenticidad.El miedo la paralizó, su cuerpo temblando mientras intentaba parecer invisible. Se mantuvo quieta, conteniendo la respiración, mientras Brianna parecía n
Liz escuchó las palabras de Maximiliam con atención mientras su mente comenzaba a tejer un plan. Sabía que había algo más allá de la tensión y el deseo que se respiraba en el aire entre Maximiliam y Brianna, pero la revelación de que Brianna estaba embarazada lo cambió todo. Era la información que necesitaba para desatar el caos.Con una sonrisa maliciosa y calculada, Liz se alejó silenciosamente de la escena. Sus pasos fueron rápidos y precisos mientras se dirigía hacia el lugar acordado para encontrarse con Fidel. Cuando llegó, él ya la esperaba en un rincón oscuro del club, con una expresión que oscilaba entre la impaciencia y la expectativa.— ¿Qué averiguaste? — preguntó Fidel sin rodeos, ansioso por escuchar lo que Liz tenía para decir.Liz se detuvo un segundo, deleitándose en su poder. Sabía que la información que estaba a punto de soltar sería explosiva, y estaba dispuesta a aprovechar cada momento de ventaja que le daba.— Brianna está embarazada — le dijo finalmente, con un