Capítulo 80... Finalmente a pasitos del final. Maximiliam seduciendo a su esposa, me encanta. Ya hacía falta un capítulo de ellos dos... Se quieren... Se aman... Se desean. ¿Qué planes creen que tenga para Liz, Brianna? Dejen sus comentarios, y no olviden compartir con sus amigos. La historia esta participando en un concurso y su apoyo es fundamental. ¡Besitos!
Liz escuchó las palabras de Maximiliam con atención mientras su mente comenzaba a tejer un plan. Sabía que había algo más allá de la tensión y el deseo que se respiraba en el aire entre Maximiliam y Brianna, pero la revelación de que Brianna estaba embarazada lo cambió todo. Era la información que necesitaba para desatar el caos.Con una sonrisa maliciosa y calculada, Liz se alejó silenciosamente de la escena. Sus pasos fueron rápidos y precisos mientras se dirigía hacia el lugar acordado para encontrarse con Fidel. Cuando llegó, él ya la esperaba en un rincón oscuro del club, con una expresión que oscilaba entre la impaciencia y la expectativa.— ¿Qué averiguaste? — preguntó Fidel sin rodeos, ansioso por escuchar lo que Liz tenía para decir.Liz se detuvo un segundo, deleitándose en su poder. Sabía que la información que estaba a punto de soltar sería explosiva, y estaba dispuesta a aprovechar cada momento de ventaja que le daba.— Brianna está embarazada — le dijo finalmente, con un
Mientras tanto, en el interior del estudio, Maximiliam y Brianna seguían solos, envueltos en la tensión de su conversación.— Te extraño — repitió él, mirándola con una intensidad que la hizo estremecerse.Brianna, a pesar de todo lo que sentía en su interior, no podía negar que las palabras de Maximiliam la afectaban profundamente. Sin embargo, su orgullo y su determinación seguían manteniéndola en pie.— No puedes simplemente pedirme que vuelva como si nada hubiera pasado — dijo Brianna, tratando de sonar firme, aunque su voz se quebraba ligeramente —. Las cosas no son tan simples, Maximiliam.Maximiliam no apartó los ojos de ella. Sus manos, firmes pero cuidadosas, se deslizaron por su cintura, atrayéndola más cerca.— Las cosas nunca han sido simples entre nosotros — susurró, sus labios apenas rozando los de ella —. Pero lo que sí es simple es que te amo. Y lo que te pertenece, me pertenece. Incluyendo a nuestro hijo.Brianna sintió cómo su corazón latía con fuerza ante sus palabr
Leandro reaccionó rápidamente, agachándose a su lado, preocupado por el repentino colapso de su competencia.— ¡Maximiliam! — exclamó, mientras trataba de despertarlo, pero no hubo respuesta.El equipo alrededor se dio cuenta del alboroto, y en cuestión de segundos, varias personas se agolparon alrededor del cuerpo caído de Maximiliam, llenos de preocupación. Algunos corrían por ayuda, mientras otros intentaban comprender qué había sucedido.Brianna, quien había estado a unos metros de distancia, giró al escuchar el tumulto. Al ver a Maximiliam en el suelo, su corazón se detuvo por un segundo. No importaba cuántos problemas tuvieran o cuán frustrada estuviera con él, la visión de su esposo desmayado en el suelo la llenó de pánico.— ¡Maximiliam! — gritó, corriendo hacia él, empujando a la gente a su alrededor para poder llegar hasta su lado.Se arrodilló junto a él, tomando su rostro entre sus manos, pero no hubo respuesta. Los ojos de Maximiliam estaban cerrados, su respiración irreg
El sonido de las sirenas de la ambulancia retumbaba en la cabeza de Brianna, mezclándose con el zumbido en sus oídos y el desesperado latido de su corazón. Miraba a Maximiliam, su esposo, tendido en la camilla, inmóvil. El rostro normalmente sereno y fuerte de él ahora era una máscara pálida, sin expresión, con la vida pendiendo de un hilo.— ¡Sigan comprimiendo! — gritó uno de los paramédicos —. ¡Su pulso está débil, pero lo tenemos!Brianna apenas escuchaba las voces. Solo podía ver las manos de los paramédicos trabajando con precisión mientras intentaban mantener a Maximiliam con vida. Su respiración era irregular, y cada vez que su pecho apenas subía, Brianna sentía que el suyo también se paralizaba. Tomó su mano, fría al tacto, deseando poder darle su calor, su vida, lo que fuera necesario para traerlo de vuelta.— Max… — murmuró, su voz temblorosa —. Por favor, no me hagas esto.La ambulancia avanzaba velozmente hacia el hospital, pero para Brianna, cada segundo se alargaba en u
El ambiente en la sala de espera del hospital era tenso, cargado de preocupación y miedo. Las respiraciones contenidas y los murmullos entre los presentes hacían que el silencio fuera aún más ensordecedor. Brianna permanecía sentada, con la mirada fija en la puerta por la que eventualmente saldría el médico, esperando la noticia que podía cambiarlo todo. Cada segundo parecía una eternidad, y el peso de la incertidumbre aplastaba su pecho con una fuerza abrumadora.De repente, la puerta se abrió y apareció el médico. El mundo de Brianna parecía detenerse. El momento que había estado esperando finalmente había llegado. Se puso de pie de inmediato, sintiendo las miradas de todos los presentes clavarse en ella. Dio un paso al frente, decidió a escuchar lo que el médico tenía que decir sobre la condición de Maximiliam. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de avanzar, sintió una mano firme sujetándola por el brazo, tirando de ella hacia atrás con fuerza.— ¡Brianna! — la voz aguda y ven
La habitación del hospital estaba en penumbra, iluminada solo por la luz suave de las máquinas que mantenían el monitoreo de los signos vitales de Maximiliam. Brianna, sentada junto a la cama, observaba el rostro de su marido. Su piel, más pálida de lo habitual, resaltaba el cansancio en su semblante. Parecía tan frágil, pero incluso en ese estado, él seguía siendo el hombre fuerte que había conocido. Los labios de Maximiliam se movieron, apenas formando una débil sonrisa, cuando sus ojos se encontraron con los de ella.Brianna sintió cómo sus propios ojos comenzaban a cristalizarse, pero luchó contra las lágrimas, mordiendo su labio inferior. No podía dejarse vencer por la emoción, no ahora. Sin embargo, su mirada la traicionaba, revelando el miedo profundo que había estado reprimiendo desde que escuchó la noticia del envenenamiento.Maximiliam, con su voz quebrada pero aún suave, le preguntó: — ¿Estás llorando?Brianna, sorprendida por la pregunta, se enderezó su espalda de inmediat
Leandro Ivanov siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero su capacidad para mover los hilos en silencio era tímida en todo el círculo empresarial. Mientras observaba la tormenta que se avecinaba, su expresión permanecía impasible. En su mente, ya había conectado los puntos; Liz y su esposo Fidel habían sido los responsables del intento de envenenamiento a Brianna. Sin embargo, lo más sorprendente fue que, en lugar de actuar con la fuerza que muchos esperaban de él, decidió hacer algo mucho más calculado.El teléfono de Liz sonó esa misma tarde. Al ver el nombre de Leandro en la pantalla, su corazón se aceleró. Había pensado en huir, dejar todo atrás, pero la llamada le hizo dudar. Contestó con una mezcla de nervios y expectativa.— Señora Liz — la voz de Leandro resonaba en sus oídos como un eco —, mañana será la sesión de fotos oficial para presentar al nuevo rostro del Grupo Ivanov. Usted está cordialmente invitado a ser nuestro representante. Es una gran oportunidad, le s
La tensión en la sala se sentía como una cuerda a punto de romperse. Tras la revelación de Leandro y las irrefutables pruebas que proyectaban la traición de Liz y Fidel, el silencio sepulcral fue roto por un grito desgarrador desde la parte trasera del salón.— ¡MALDITA MENTIRA! — la voz de Cristina, la madre de Liz, resonó con histeria. Todos los ojos se volvieron hacia ella mientras se levantaba de su asiento, temblando de rabia. Avanzó hacia Brianna con pasos firmes y descontrolados, señalándola con un dedo acusador —. ¡TÚ! ¡TÚ eres la responsable de todo esto! ¡Eres una basura, una maldita arrastrada!El escándalo tomó por sorpresa a todos. Cristina se acercó tanto a Brianna que parecía que iba a atacarla físicamente. Sus ojos desorbitados y llenos de furia reflejaban el odio que había estado acumulando durante años. A cada paso que daba, su grito se volvía más agudo y feroz.— ¡TANTO TE DESPRECIÓ TU PROPIA MADRE QUE TE ABANDONÓ! — escupió Cristina, mientras sus palabras llenaban