86 - Tengo una idea mejor.

La habitación del hospital estaba en penumbra, iluminada solo por la luz suave de las máquinas que mantenían el monitoreo de los signos vitales de Maximiliam. Brianna, sentada junto a la cama, observaba el rostro de su marido. Su piel, más pálida de lo habitual, resaltaba el cansancio en su semblante. Parecía tan frágil, pero incluso en ese estado, él seguía siendo el hombre fuerte que había conocido. Los labios de Maximiliam se movieron, apenas formando una débil sonrisa, cuando sus ojos se encontraron con los de ella.

Brianna sintió cómo sus propios ojos comenzaban a cristalizarse, pero luchó contra las lágrimas, mordiendo su labio inferior. No podía dejarse vencer por la emoción, no ahora. Sin embargo, su mirada la traicionaba, revelando el miedo profundo que había estado reprimiendo desde que escuchó la noticia del envenenamiento.

Maximiliam, con su voz quebrada pero aún suave, le preguntó: — ¿Estás llorando?

Brianna, sorprendida por la pregunta, se enderezó su espalda de inmediat
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