Leandro Ivanov siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero su capacidad para mover los hilos en silencio era tímida en todo el círculo empresarial. Mientras observaba la tormenta que se avecinaba, su expresión permanecía impasible. En su mente, ya había conectado los puntos; Liz y su esposo Fidel habían sido los responsables del intento de envenenamiento a Brianna. Sin embargo, lo más sorprendente fue que, en lugar de actuar con la fuerza que muchos esperaban de él, decidió hacer algo mucho más calculado.El teléfono de Liz sonó esa misma tarde. Al ver el nombre de Leandro en la pantalla, su corazón se aceleró. Había pensado en huir, dejar todo atrás, pero la llamada le hizo dudar. Contestó con una mezcla de nervios y expectativa.— Señora Liz — la voz de Leandro resonaba en sus oídos como un eco —, mañana será la sesión de fotos oficial para presentar al nuevo rostro del Grupo Ivanov. Usted está cordialmente invitado a ser nuestro representante. Es una gran oportunidad, le s
La tensión en la sala se sentía como una cuerda a punto de romperse. Tras la revelación de Leandro y las irrefutables pruebas que proyectaban la traición de Liz y Fidel, el silencio sepulcral fue roto por un grito desgarrador desde la parte trasera del salón.— ¡MALDITA MENTIRA! — la voz de Cristina, la madre de Liz, resonó con histeria. Todos los ojos se volvieron hacia ella mientras se levantaba de su asiento, temblando de rabia. Avanzó hacia Brianna con pasos firmes y descontrolados, señalándola con un dedo acusador —. ¡TÚ! ¡TÚ eres la responsable de todo esto! ¡Eres una basura, una maldita arrastrada!El escándalo tomó por sorpresa a todos. Cristina se acercó tanto a Brianna que parecía que iba a atacarla físicamente. Sus ojos desorbitados y llenos de furia reflejaban el odio que había estado acumulando durante años. A cada paso que daba, su grito se volvía más agudo y feroz.— ¡TANTO TE DESPRECIÓ TU PROPIA MADRE QUE TE ABANDONÓ! — escupió Cristina, mientras sus palabras llenaban
El ambiente en la sala estaba cargado de tensión, mientras la policía, con pasos medidos, se acercaba a Brianna y Maximiliam. El comisario se detuvo frente a ellos, sus ojos recorrieron a Brianna con una mezcla de interés y respeto. Había visto la proyección junto a todos los presentes, y lo que había presenciado lo había dejado tan impactado como a los demás.— Señora Casanova — comenzó el comisario, su tono era formal pero firme —. Necesitaremos que venga a la estación para testificar. Hay muchas preguntas que deben ser respondidas.Maximiliam no tardó en intervenir, su presencia imponente se inclinó hacia el comisario, cruzando los brazos con una expresión de autoridad indiscutible.— Si desea hacerle preguntas, comisario, hágalo ahora mismo — dijo con frialdad —. Mi esposa no irá a ninguna estación de policía a estresarse más. Ya ha sido suficiente con que parte de su vida privada haya sido proyectada para todos aquí.El comisario, sorprendido por la dureza de las palabras de Maxi
Pero su madre no la dejó procesar completamente ese recuerdo. Continuó hablando rápidamente, como si temiera que Brianna se cerrara antes de poder terminar.— Tu padre cometió el error de firmar un documento que le daba poder sobre la herencia Guzmán hasta que cumplieras la mayoría de edad. Si salías de esa academia antes de ese tiempo, la fortuna pasaría a manos de Cristina.Los ojos de Brianna se agrandaron. La ira y la confusión la embargaron.— ¿Qué? ¿La familia Guzmán ya no tenía esa fortuna? — replicó, recordando lo que todos creían sobre el declive de esa familia.Grecia negó con la cabeza rápidamente.— Eso es lo que tu padre le hizo creer a Cristina, y no logró cambiar el testamento antes de su fallecimiento — respondió con amargura —. Ella te manipuló, se aprovechó de ti para que nunca reclamaras lo que te pertenecía.Brianna sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Todo lo que había vivido, todo el sufrimiento, ¿había sido por una mentira? Su madre tomó aire
— ¿Por qué no me dijeron nada? — preguntó, más a sí misma que a su madre, mientras caminaba de un lado a otro —. ¿Por qué mantenerme en la oscuridad?— Porque queríamos protegerte — respondió Grecia con sinceridad, dando un paso hacia ella —. Porque pensamos que lo mejor para ti era mantenerte alejada de todo este lío. No queríamos que cargaras con ese peso desde tan joven.Brianna se detuvo y se giró para mirarla.— ¿Protegerme? — repitió, con una risa amarga —. Me dejaron sola, me abandonaron a merced de Cristina y su codicia. Me dejaron a merced de Fidel, que casi destruye mi vida. ¿Y ahora me dices que todo fue para protegerme?Grecia tragó saliva, claramente afectada por las palabras de su hija.— Lo sé, cometimos errores, grandes errores — admitió con tristeza —. Pero créeme, Brianna, todo lo que hicimos fue pensando en lo mejor para ti. Nunca quisimos que sufrieras de esta manera.Brianna la observó durante unos segundos, tratando de encontrar en sus palabras alguna verdad que
El impacto fue brutal. Las bolsas que Brianna cargaba cayeron al suelo, derramando su contenido por todo el piso, pero Brianna no parecía prestarles atención. Su mirada estaba fija en Paola, su respiración agitada. El susto inicial rápidamente dio paso a la furia, una ira que ardía en su pecho con una intensidad devastadora.Maximiliam dio un paso hacia ellas, su rostro completamente transformado en una máscara de hielo.— ¡Suéltala! — exigió, su tono frío y mortal —. Si le haces daño, te juro que no vivirás para contarlo.Paola sonrió, pero era una sonrisa torcida, desquiciada.— ¿Tienes miedo, Maximiliam? — preguntó, burlándose.Pero Brianna, pese al dolor que sentía por el agarre de Paola, soltó una risa sarcástica, su mirada desafiante.— Eres patética — murmuró Brianna, haciendo una mueca de dolor cuando Paola tiró aún más fuerte de su cabello.— ¡Cállate! — gritó Paola, furiosa, presionando el cañón del arma con más fuerza contra el vientre de Brianna —. Tú no hables porque no so
Maximiliam caminaba de un lado a otro, recorriendo su oficina con un nerviosismo que raramente se permitía sentir. Las manos las llevaba metidas en los bolsillos, y su ceño estaba fruncido en una mezcla de preocupación y concentración. Era una imagen poco común en él. Siempre era el hombre frío, calculador, el que mantenía el control de todas las situaciones, pero en ese momento, parecía estar perdiendo la cabeza. Y todo por ella. Brianna.Luciano, que estaba sentado en el sofá de la oficina, observaba la escena con una sonrisa en los labios. Ver a su mejor amigo en esa faceta era entretenido, por decir lo menos. No podía recordar la última vez que había visto a Maximiliam tan fuera de lugar. Era una señal clara de lo mucho que Brianna significaba para él, pero también una fuente de diversión para Luciano.— Hermano, tienes que calmarte — dijo Luciano finalmente, poniéndose de pie y acercándose a Maximiliam. Lo agarró por los hombros, forzándolo a detener su incesante ir y venir —. To
El coche avanzaba por las calles, iluminadas por las luces nocturnas de la ciudad. Brianna, con una sonrisa divertida, había dejado de provocarlo en cuanto Maximiliam comenzó a acelerar, aunque el deseo entre ellos seguía vibrando en el aire, palpable, como una tensión que no podría romperse tan fácilmente. Ella observaba cómo su esposo mantenía la vista fija en la carretera, aunque de vez en cuando la miraba de reojo con una sonrisa torcida en los labios. Había algo diferente en él esa noche, algo que aún no lograba descifrar del todo.Después de un rato, el coche se detuvo frente a un restaurante elegante, un lugar que Brianna reconoció al instante. Era uno de esos sitios que siempre había querido visitar, pero nunca había tenido la oportunidad. Sin embargo, algo le llamó la atención inmediatamente. No había nadie más. El estacionamiento estaba vacío, y a través de los ventanales del restaurante no se veía ningún cliente.Maximiliam salió del coche y rápidamente rodeó el vehículo pa