El coche avanzaba por las calles, iluminadas por las luces nocturnas de la ciudad. Brianna, con una sonrisa divertida, había dejado de provocarlo en cuanto Maximiliam comenzó a acelerar, aunque el deseo entre ellos seguía vibrando en el aire, palpable, como una tensión que no podría romperse tan fácilmente. Ella observaba cómo su esposo mantenía la vista fija en la carretera, aunque de vez en cuando la miraba de reojo con una sonrisa torcida en los labios. Había algo diferente en él esa noche, algo que aún no lograba descifrar del todo.Después de un rato, el coche se detuvo frente a un restaurante elegante, un lugar que Brianna reconoció al instante. Era uno de esos sitios que siempre había querido visitar, pero nunca había tenido la oportunidad. Sin embargo, algo le llamó la atención inmediatamente. No había nadie más. El estacionamiento estaba vacío, y a través de los ventanales del restaurante no se veía ningún cliente.Maximiliam salió del coche y rápidamente rodeó el vehículo pa
El salón estaba en silencio, iluminado solo por la suave luz de las lámparas y el crepitar ocasional de la chimenea. La semana había sido agitada, llena de preparativos para la boda que se avecinaba. No había pasado ni un mes desde que Maximiliam se había arrodillado frente a Brianna en ese restaurante cerrado solo para ellos dos, pidiéndole que fuera su esposa por segunda vez, pero esta vez de verdad. El tiempo desde entonces había volado, y ahora estaban a tan solo una semana de unir sus vidas una vez más, esta vez bajo términos propios, sin ataduras externas.Brianna estaba sentada en el sofá, con una mano descansando sobre su vientre abultado. La imagen de su figura, ahora claramente embarazada, la hacía lucir aún más radiante, y Maximiliam no podía apartar los ojos de ella. Desde que se había enterado de que iba a ser padre, algo en él había cambiado. El hombre frío y calculador, aquel que nunca mostraba vulnerabilidad, ahora se sentía completo, como si Brianna y el bebé hubieran
El día de la boda de Brianna había llegado, y la emoción en el ambiente era palpable. Todo había sido cuidadosamente preparado para que fuera una celebración íntima, pero lujosa, con toques de elegancia y delicadeza en cada rincón. El jardín donde tendría lugar la ceremonia estaba adornado con cientos de flores blancas y velas dispuestas en columnas de cristal, iluminando el lugar con un resplandor suave y cálido.Brianna estaba en su habitación, observándose en el espejo mientras las horas avanzaban lentamente hacia el momento crucial. Vestía un hermoso vestido de encaje blanco, con detalles delicados en los hombros y una larga cola que se arrastraba grácilmente por el suelo. Su cabello, cuidadosamente recogido en un moño bajo, estaba adornado con pequeños broches de plata que brillaban sutilmente bajo la luz. Sus ojos reflejaban una mezcla de emoción y nerviosismo mientras se miraba una y otra vez, tratando de calmar la oleada de sentimientos que la inundaban.De repente, el suave s
La noche había caído sobre la celebración, pero el ambiente seguía lleno de felicidad y calidez. Las luces colgantes iluminaban el jardín donde se llevaba a cabo la recepción, y la música suave llenaba el aire mientras los invitados disfrutaban de la comida, el vino y las conversaciones animadas. Brianna y Maximiliam, recién casados, se deslizaban con elegancia por la pista de baile, rodeados por los aplausos y las sonrisas de sus seres queridos.Maximiliam no podía apartar los ojos de su esposa. Su belleza, aún más radiante bajo las luces doradas, lo tenía completamente hechizado. Mientras la sostenía con firmeza y ternura, le susurraba palabras dulces al oído, inclinándose suavemente para acariciar su vientre abultado con delicadeza. El bebé que esperaban ya se hacía notar, y él no podía estar más emocionado por la familia que estaban construyendo juntos.— Estás hermosa, mi amor — le susurró Maximiliam, bajando la mirada para encontrarse con los ojos de Brianna —. No puedo creer qu
El día comenzaba lentamente a perder su claridad cuando Brianna despertó, aún acunada por los brazos de su esposo Maximilian, quien la había envuelto en una apasionada noche de bodas que aún ardía en su piel. El aire fresco de la habitación palaciega en la que se encontraban tenía un toque de nostalgia y satisfacción, pero también un filo de incertidumbre. La luna de miel había comenzado, pero la amenaza latente de su pasado seguía acechando.Maximilian se levantó con suavidad, besando el cabello de Brianna antes de murmurarle que iría a preparar el desayuno para ella, un gesto que denotaba su devoción. La dejó envuelta en las sábanas de seda mientras él salía de la habitación. Con un suspiro, Brianna se levantó y se deslizó hasta el balcón, observando la vasta propiedad que ahora compartían como marido y mujer. A pesar de la calma exterior, dentro de ella sentía una tensión que no podía sacudir. Sabía que no todo estaba resuelto; Cristina, la mujer que había jurado hacerle pagar por
El sonido de las sirenas del hospital cortaba el aire nocturno mientras el auto de emergencia que llevaba Brianna llegaba a toda velocidad. Maximilian saltó del vehículo antes de que se detuviera por completo, su rostro marcado por la angustia y el miedo, emociones que rara vez se permitía mostrar. Llevaba el cuerpo inconsciente de su esposa entre sus brazos, y con cada segundo que pasaba, el peso de la situación le aplastaba el alma. La sangre en su camisa era un recordatorio constante del peligro en el que estaban su esposa y su bebé.El equipo médico lo recibió de inmediato, con el doctor principal tomando el mando mientras evaluaban a Brianna.— ¿Qué ha pasado? — preguntó el doctor con gravedad, examinando a la paciente.— Recibió un disparo — informó Maximilian, con voz baja pero controlada. Estaba al borde de la desesperación, pero aún luchaba por mantenerse firme.El doctor frunció el ceño, claramente preocupado por la gravedad de la situación, pero no dijo nada más. Solo consi
El aire en la sala de espera se volvió denso y opresivo. Maximilian observaba al oficial frente a él, un hombre cuya expresión endurecida y tensa dejaba claro que no tenía intenciones de ceder. Las acusaciones que habían traído a Maximilian hasta este punto no eran más que mentiras y manipulaciones, ¡bueno! No todas eran falsas, pero estaba seguro de que no llegarían al poder de los policías; pero el oficial parecía estar cegado por algo que no tenía nada que ver con la justicia. Y Paula, aquella figura débil y traicionera, miraba con una satisfacción cruel, claramente disfrutando cada segundo de la tensión.Luciano, el abogado de confianza de Maximilian, dio un paso al frente, con su portafolio de pruebas en la mano, o las copias de ellas. El resto estaba en camino.— Oficial, tengo aquí las pruebas necesarias que demostrarán la inocencia de mi cliente — dijo con firmeza, sosteniendo los documentos y las grabaciones que habían preparado —. Lo que esta mujer alega no es más que una ser
La espera parecía eterna. Maximilian caminaba de un lado a otro en la sala, se sentaba un par de minutos y luego, volvía a caminar, sus ojos fijos en la puerta que lo separaba de la vida de su esposa e hijo. Su mente divagaba por caminos oscuros, atrapado entre el miedo y la esperanza, incapaz de librarse de la sensación de impotencia que le oprimía el pecho. Su familia, que seguían allí en silencio, lo miraban de reojo, respetando el momento, sabiendo que cualquier palabra podría empeorar las cosas.Finalmente, la puerta se abrió, y el médico salió. Su rostro estaba tenso, severo, con una expresión que envió una punzada de terror al corazón de Maximilian. Sin pensarlo dos veces, se puso de pie como un resorte, sus ojos clavados en el médico.— ¿Cómo están mi esposa y mi hijo? — preguntó, su voz casi un susurro.El médico soltó un suspiro pesado, y Maximilian sintió que el aire se detenía a su alrededor. Su mente comenzó a negar, incapaz de aceptar la idea de que lo peor pudiera haber