El sonido de las sirenas de la ambulancia retumbaba en la cabeza de Brianna, mezclándose con el zumbido en sus oídos y el desesperado latido de su corazón. Miraba a Maximiliam, su esposo, tendido en la camilla, inmóvil. El rostro normalmente sereno y fuerte de él ahora era una máscara pálida, sin expresión, con la vida pendiendo de un hilo.— ¡Sigan comprimiendo! — gritó uno de los paramédicos —. ¡Su pulso está débil, pero lo tenemos!Brianna apenas escuchaba las voces. Solo podía ver las manos de los paramédicos trabajando con precisión mientras intentaban mantener a Maximiliam con vida. Su respiración era irregular, y cada vez que su pecho apenas subía, Brianna sentía que el suyo también se paralizaba. Tomó su mano, fría al tacto, deseando poder darle su calor, su vida, lo que fuera necesario para traerlo de vuelta.— Max… — murmuró, su voz temblorosa —. Por favor, no me hagas esto.La ambulancia avanzaba velozmente hacia el hospital, pero para Brianna, cada segundo se alargaba en u
El ambiente en la sala de espera del hospital era tenso, cargado de preocupación y miedo. Las respiraciones contenidas y los murmullos entre los presentes hacían que el silencio fuera aún más ensordecedor. Brianna permanecía sentada, con la mirada fija en la puerta por la que eventualmente saldría el médico, esperando la noticia que podía cambiarlo todo. Cada segundo parecía una eternidad, y el peso de la incertidumbre aplastaba su pecho con una fuerza abrumadora.De repente, la puerta se abrió y apareció el médico. El mundo de Brianna parecía detenerse. El momento que había estado esperando finalmente había llegado. Se puso de pie de inmediato, sintiendo las miradas de todos los presentes clavarse en ella. Dio un paso al frente, decidió a escuchar lo que el médico tenía que decir sobre la condición de Maximiliam. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de avanzar, sintió una mano firme sujetándola por el brazo, tirando de ella hacia atrás con fuerza.— ¡Brianna! — la voz aguda y ven
La habitación del hospital estaba en penumbra, iluminada solo por la luz suave de las máquinas que mantenían el monitoreo de los signos vitales de Maximiliam. Brianna, sentada junto a la cama, observaba el rostro de su marido. Su piel, más pálida de lo habitual, resaltaba el cansancio en su semblante. Parecía tan frágil, pero incluso en ese estado, él seguía siendo el hombre fuerte que había conocido. Los labios de Maximiliam se movieron, apenas formando una débil sonrisa, cuando sus ojos se encontraron con los de ella.Brianna sintió cómo sus propios ojos comenzaban a cristalizarse, pero luchó contra las lágrimas, mordiendo su labio inferior. No podía dejarse vencer por la emoción, no ahora. Sin embargo, su mirada la traicionaba, revelando el miedo profundo que había estado reprimiendo desde que escuchó la noticia del envenenamiento.Maximiliam, con su voz quebrada pero aún suave, le preguntó: — ¿Estás llorando?Brianna, sorprendida por la pregunta, se enderezó su espalda de inmediat
Leandro Ivanov siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero su capacidad para mover los hilos en silencio era tímida en todo el círculo empresarial. Mientras observaba la tormenta que se avecinaba, su expresión permanecía impasible. En su mente, ya había conectado los puntos; Liz y su esposo Fidel habían sido los responsables del intento de envenenamiento a Brianna. Sin embargo, lo más sorprendente fue que, en lugar de actuar con la fuerza que muchos esperaban de él, decidió hacer algo mucho más calculado.El teléfono de Liz sonó esa misma tarde. Al ver el nombre de Leandro en la pantalla, su corazón se aceleró. Había pensado en huir, dejar todo atrás, pero la llamada le hizo dudar. Contestó con una mezcla de nervios y expectativa.— Señora Liz — la voz de Leandro resonaba en sus oídos como un eco —, mañana será la sesión de fotos oficial para presentar al nuevo rostro del Grupo Ivanov. Usted está cordialmente invitado a ser nuestro representante. Es una gran oportunidad, le s
La tensión en la sala se sentía como una cuerda a punto de romperse. Tras la revelación de Leandro y las irrefutables pruebas que proyectaban la traición de Liz y Fidel, el silencio sepulcral fue roto por un grito desgarrador desde la parte trasera del salón.— ¡MALDITA MENTIRA! — la voz de Cristina, la madre de Liz, resonó con histeria. Todos los ojos se volvieron hacia ella mientras se levantaba de su asiento, temblando de rabia. Avanzó hacia Brianna con pasos firmes y descontrolados, señalándola con un dedo acusador —. ¡TÚ! ¡TÚ eres la responsable de todo esto! ¡Eres una basura, una maldita arrastrada!El escándalo tomó por sorpresa a todos. Cristina se acercó tanto a Brianna que parecía que iba a atacarla físicamente. Sus ojos desorbitados y llenos de furia reflejaban el odio que había estado acumulando durante años. A cada paso que daba, su grito se volvía más agudo y feroz.— ¡TANTO TE DESPRECIÓ TU PROPIA MADRE QUE TE ABANDONÓ! — escupió Cristina, mientras sus palabras llenaban
El ambiente en la sala estaba cargado de tensión, mientras la policía, con pasos medidos, se acercaba a Brianna y Maximiliam. El comisario se detuvo frente a ellos, sus ojos recorrieron a Brianna con una mezcla de interés y respeto. Había visto la proyección junto a todos los presentes, y lo que había presenciado lo había dejado tan impactado como a los demás.— Señora Casanova — comenzó el comisario, su tono era formal pero firme —. Necesitaremos que venga a la estación para testificar. Hay muchas preguntas que deben ser respondidas.Maximiliam no tardó en intervenir, su presencia imponente se inclinó hacia el comisario, cruzando los brazos con una expresión de autoridad indiscutible.— Si desea hacerle preguntas, comisario, hágalo ahora mismo — dijo con frialdad —. Mi esposa no irá a ninguna estación de policía a estresarse más. Ya ha sido suficiente con que parte de su vida privada haya sido proyectada para todos aquí.El comisario, sorprendido por la dureza de las palabras de Maxi
Pero su madre no la dejó procesar completamente ese recuerdo. Continuó hablando rápidamente, como si temiera que Brianna se cerrara antes de poder terminar.— Tu padre cometió el error de firmar un documento que le daba poder sobre la herencia Guzmán hasta que cumplieras la mayoría de edad. Si salías de esa academia antes de ese tiempo, la fortuna pasaría a manos de Cristina.Los ojos de Brianna se agrandaron. La ira y la confusión la embargaron.— ¿Qué? ¿La familia Guzmán ya no tenía esa fortuna? — replicó, recordando lo que todos creían sobre el declive de esa familia.Grecia negó con la cabeza rápidamente.— Eso es lo que tu padre le hizo creer a Cristina, y no logró cambiar el testamento antes de su fallecimiento — respondió con amargura —. Ella te manipuló, se aprovechó de ti para que nunca reclamaras lo que te pertenecía.Brianna sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Todo lo que había vivido, todo el sufrimiento, ¿había sido por una mentira? Su madre tomó aire
— ¿Por qué no me dijeron nada? — preguntó, más a sí misma que a su madre, mientras caminaba de un lado a otro —. ¿Por qué mantenerme en la oscuridad?— Porque queríamos protegerte — respondió Grecia con sinceridad, dando un paso hacia ella —. Porque pensamos que lo mejor para ti era mantenerte alejada de todo este lío. No queríamos que cargaras con ese peso desde tan joven.Brianna se detuvo y se giró para mirarla.— ¿Protegerme? — repitió, con una risa amarga —. Me dejaron sola, me abandonaron a merced de Cristina y su codicia. Me dejaron a merced de Fidel, que casi destruye mi vida. ¿Y ahora me dices que todo fue para protegerme?Grecia tragó saliva, claramente afectada por las palabras de su hija.— Lo sé, cometimos errores, grandes errores — admitió con tristeza —. Pero créeme, Brianna, todo lo que hicimos fue pensando en lo mejor para ti. Nunca quisimos que sufrieras de esta manera.Brianna la observó durante unos segundos, tratando de encontrar en sus palabras alguna verdad que