Brianna estaba en su habitación, el eco de los murmullos y chismes aún resonaba en su mente mientras se cambiaba de ropa para la siguiente sesión. Se quitó la blusa con movimientos lentos y meditativos, tratando de relajarse después del encontronazo con Liz. Sabía que la batalla no había terminado, pero se sentía más fuerte que nunca, especialmente después de haberla humillado públicamente en la pasarela. La verdad que Liz había intentado esconder durante tanto tiempo finalmente había salido a la luz, y Brianna apenas estaba comenzando.De repente, el suave clic de la puerta abriéndose interrumpió su tranquilidad. Brianna se tensó por un momento, girando la cabeza hacia la entrada, y su corazón dio un vuelco al ver al señor Leandro Ianov, el poderoso y frío dueño de la academia, entrar sin previo aviso. Él no pidió permiso ni mostró señales de incomodidad al verla en ropa interior. Solo cruzó el umbral con su habitual seguridad y le tendió una carpeta.— Esto es para ti — dijo, su voz
Maximiliam tomó la mano de su esposa con delicadeza, pero su mirada estaba fija en la mancha rojiza que se extendía por su muñeca. Su ceño se frunció mientras el tono enrojecido comenzaba a oscurecerse, revelando lo que sin duda era un golpe reciente.— ¿Quién lo hizo? — preguntó con una frialdad que heló el aire.Su voz era baja, casi susurrante, pero contenía una amenaza inminente. A su alrededor, el ambiente en la habitación se tensó. Liz, que había permanecido en silencio en un rincón, sintió cómo el temor se apoderaba de su cuerpo. Conocía a Maximiliam lo suficiente como para saber lo que esa pregunta significaba. Había escuchado rumores, algunos apenas susurrados, sobre lo que le había hecho a su ex prometida cuando ella lo traicionó. Y aunque esos rumores siempre eran escabrosos, Liz nunca había tenido dudas de su autenticidad.El miedo la paralizó, su cuerpo temblando mientras intentaba parecer invisible. Se mantuvo quieta, conteniendo la respiración, mientras Brianna parecía n
Liz escuchó las palabras de Maximiliam con atención mientras su mente comenzaba a tejer un plan. Sabía que había algo más allá de la tensión y el deseo que se respiraba en el aire entre Maximiliam y Brianna, pero la revelación de que Brianna estaba embarazada lo cambió todo. Era la información que necesitaba para desatar el caos.Con una sonrisa maliciosa y calculada, Liz se alejó silenciosamente de la escena. Sus pasos fueron rápidos y precisos mientras se dirigía hacia el lugar acordado para encontrarse con Fidel. Cuando llegó, él ya la esperaba en un rincón oscuro del club, con una expresión que oscilaba entre la impaciencia y la expectativa.— ¿Qué averiguaste? — preguntó Fidel sin rodeos, ansioso por escuchar lo que Liz tenía para decir.Liz se detuvo un segundo, deleitándose en su poder. Sabía que la información que estaba a punto de soltar sería explosiva, y estaba dispuesta a aprovechar cada momento de ventaja que le daba.— Brianna está embarazada — le dijo finalmente, con un
Mientras tanto, en el interior del estudio, Maximiliam y Brianna seguían solos, envueltos en la tensión de su conversación.— Te extraño — repitió él, mirándola con una intensidad que la hizo estremecerse.Brianna, a pesar de todo lo que sentía en su interior, no podía negar que las palabras de Maximiliam la afectaban profundamente. Sin embargo, su orgullo y su determinación seguían manteniéndola en pie.— No puedes simplemente pedirme que vuelva como si nada hubiera pasado — dijo Brianna, tratando de sonar firme, aunque su voz se quebraba ligeramente —. Las cosas no son tan simples, Maximiliam.Maximiliam no apartó los ojos de ella. Sus manos, firmes pero cuidadosas, se deslizaron por su cintura, atrayéndola más cerca.— Las cosas nunca han sido simples entre nosotros — susurró, sus labios apenas rozando los de ella —. Pero lo que sí es simple es que te amo. Y lo que te pertenece, me pertenece. Incluyendo a nuestro hijo.Brianna sintió cómo su corazón latía con fuerza ante sus palabr
Leandro reaccionó rápidamente, agachándose a su lado, preocupado por el repentino colapso de su competencia.— ¡Maximiliam! — exclamó, mientras trataba de despertarlo, pero no hubo respuesta.El equipo alrededor se dio cuenta del alboroto, y en cuestión de segundos, varias personas se agolparon alrededor del cuerpo caído de Maximiliam, llenos de preocupación. Algunos corrían por ayuda, mientras otros intentaban comprender qué había sucedido.Brianna, quien había estado a unos metros de distancia, giró al escuchar el tumulto. Al ver a Maximiliam en el suelo, su corazón se detuvo por un segundo. No importaba cuántos problemas tuvieran o cuán frustrada estuviera con él, la visión de su esposo desmayado en el suelo la llenó de pánico.— ¡Maximiliam! — gritó, corriendo hacia él, empujando a la gente a su alrededor para poder llegar hasta su lado.Se arrodilló junto a él, tomando su rostro entre sus manos, pero no hubo respuesta. Los ojos de Maximiliam estaban cerrados, su respiración irreg
El sonido de las sirenas de la ambulancia retumbaba en la cabeza de Brianna, mezclándose con el zumbido en sus oídos y el desesperado latido de su corazón. Miraba a Maximiliam, su esposo, tendido en la camilla, inmóvil. El rostro normalmente sereno y fuerte de él ahora era una máscara pálida, sin expresión, con la vida pendiendo de un hilo.— ¡Sigan comprimiendo! — gritó uno de los paramédicos —. ¡Su pulso está débil, pero lo tenemos!Brianna apenas escuchaba las voces. Solo podía ver las manos de los paramédicos trabajando con precisión mientras intentaban mantener a Maximiliam con vida. Su respiración era irregular, y cada vez que su pecho apenas subía, Brianna sentía que el suyo también se paralizaba. Tomó su mano, fría al tacto, deseando poder darle su calor, su vida, lo que fuera necesario para traerlo de vuelta.— Max… — murmuró, su voz temblorosa —. Por favor, no me hagas esto.La ambulancia avanzaba velozmente hacia el hospital, pero para Brianna, cada segundo se alargaba en u
El ambiente en la sala de espera del hospital era tenso, cargado de preocupación y miedo. Las respiraciones contenidas y los murmullos entre los presentes hacían que el silencio fuera aún más ensordecedor. Brianna permanecía sentada, con la mirada fija en la puerta por la que eventualmente saldría el médico, esperando la noticia que podía cambiarlo todo. Cada segundo parecía una eternidad, y el peso de la incertidumbre aplastaba su pecho con una fuerza abrumadora.De repente, la puerta se abrió y apareció el médico. El mundo de Brianna parecía detenerse. El momento que había estado esperando finalmente había llegado. Se puso de pie de inmediato, sintiendo las miradas de todos los presentes clavarse en ella. Dio un paso al frente, decidió a escuchar lo que el médico tenía que decir sobre la condición de Maximiliam. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de avanzar, sintió una mano firme sujetándola por el brazo, tirando de ella hacia atrás con fuerza.— ¡Brianna! — la voz aguda y ven
La habitación del hospital estaba en penumbra, iluminada solo por la luz suave de las máquinas que mantenían el monitoreo de los signos vitales de Maximiliam. Brianna, sentada junto a la cama, observaba el rostro de su marido. Su piel, más pálida de lo habitual, resaltaba el cansancio en su semblante. Parecía tan frágil, pero incluso en ese estado, él seguía siendo el hombre fuerte que había conocido. Los labios de Maximiliam se movieron, apenas formando una débil sonrisa, cuando sus ojos se encontraron con los de ella.Brianna sintió cómo sus propios ojos comenzaban a cristalizarse, pero luchó contra las lágrimas, mordiendo su labio inferior. No podía dejarse vencer por la emoción, no ahora. Sin embargo, su mirada la traicionaba, revelando el miedo profundo que había estado reprimiendo desde que escuchó la noticia del envenenamiento.Maximiliam, con su voz quebrada pero aún suave, le preguntó: — ¿Estás llorando?Brianna, sorprendida por la pregunta, se enderezó su espalda de inmediat