Brianna se dejó caer sobre la cama del hotel, el silencio de la habitación solo roto por el eco de sus sollozos. Las lágrimas corrían por su rostro como un torrente imparable, cada una cargada con el peso de la traición y la desesperanza.«¿Cómo he llegado hasta aquí?» pensaba, golpeando el colchón con las manos. La imagen de Maximiliam, su esposo, diciéndole aquellas palabras horribles, aún quemaba en su mente. Las frases crueles resonaban, como si su amor, aquel que creyó tan profundo, hubiera sido solo un espejismo.— ¿Cómo pude ser tan estúpida? — murmuraba entre dientes, maldiciendo su corazón por haberse enamorado de alguien que nunca la vio como igual, que no confió en ella cuando más lo necesitaba. La mente de Brianna, sin embargo, luchaba contra esa narrativa. Sabía que algo le había sucedido a Maximiliam. Lo conocía lo suficiente para notar que aquella frialdad, aquella brutal indiferencia, no eran parte de su naturaleza. No con ella. Pero eso no cambiaba el hecho de que él
Fidel estaba sentado en su oficina, con la mirada clavada en la pantalla de su computadora, donde los correos de rechazo se acumulaban uno tras otro. Cada contrato que había estado asegurado para su empresa se desmoronaba ante sus ojos. Los inversores, los clientes, incluso algunos de sus socios de confianza estaban retirando sus ofertas."Nos hemos decidido por Brianna Guzmán, la mejor interiorista", repetía cada mensaje. El nombre de Brianna aparecía como una sentencia final, burlándose de él, recordándole cómo la había subestimado.― ¡Maldita sea! ― gritó, lanzando el vaso de whisky que tenía en la mano contra la pared, estrellándolo en mil pedazos. Su oficina se llenó de silencio, solo roto por el temblor en su respiración. Fidel se puso de pie bruscamente, su rabia vibraba en sus manos, cerradas en puños tan fuertes que los nudillos se le ponían blancos.Todo estaba derrumbándose, y el nombre de Brianna se alzaba como una sombra oscura en su vida. No solo había perdido contratos
— ¡Esto está de locos! — exclamó su mejor amiga, Vivianne.— Sí — susurró.— ¡Dios mío, Brianna! ¿Lo escuchas? ¡Es el corazón de tu bebé! — exclamó nuevamente Vivianne con emoción, sus ojos brillaban al ritmo de los rápidos latidos que llenaban la sala de ultrasonido.Brianna, sin embargo, permanecía en silencio, mirando la pantalla con una mezcla de asombro y confusión. Aún estaba en shock. Apenas hacía unos días se había enterado de que estaba embarazada de Maximiliam, el hombre con el que había comenzado una relación que, en un principio, solo era un contrato. Un matrimonio de conveniencia que se había transformado en algo más... o eso había creído ella.Las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos. Brianna sentía una tristeza profunda, pero al mismo tiempo, un destello de esperanza la atravesaba cuando se llevaba las manos al vientre. Sentir la vida que crecía dentro de ella despertaba una emoción intensa, casi inexplicable. Con suavidad, acarició su estómago, y por primera
El día había comenzado tranquilo para Brianna. Después de la tormenta emocional de la semana pasada, sentía que, aunque fuera por un breve instante, su vida había encontrado una tregua. Sin embargo, esa calma se rompió al llegar una carta a su departamento, una carta que, al abrirla, la hizo detenerse por un momento.Era una invitación a la inauguración de un lujoso hotel en el que había trabajado como interiorista hacía un tiempo. El evento estaba programado para esa noche, en uno de los hoteles más importantes de la ciudad, diseñado por el multimillonario Aleksander Ivanov. Aunque la idea de asistir no la convencía al principio, estaba tentada a rechazar la invitación por cortesía, ya que no se sentía con ánimos de socializar ni de participar en eventos públicos, especialmente tras las recientes tensiones en su vida.Brianna se sentó en su escritorio, frente a la ventana, observando el horizonte. Abrió su teléfono con la intención de redactar un correo de disculpa, pero antes de com
— ¡¿Qué demonios significa esto, Maximiliam?! — gritó Paula, con los ojos desorbitados y la voz quebrada por la furia —. ¡No puedo creer que no me hayas invitado al evento de Aleksander! ¿Cómo te atreves a humillarme de esta manera?Maximiliam permaneció impasible, sentado en la gran sala de su apartamento, con una copa de whisky en la mano. Sabía que la confrontación era inevitable, pero no esperaba que Paula lo atacara tan abiertamente. Su mirada estaba fija en el cristal del vaso, observando cómo el líquido dorado se agitaba lentamente.— No es necesario tu presencia — respondió fríamente, sin levantar la vista —. Este evento es de negocios, no de relaciones públicas.Paula apretó las manos en puños, sus nudillos blanqueándose por la presión. Su rostro, que solía estar cuidadosamente maquillado, ahora mostraba una mezcla de rabia y frustración.— ¿No es necesario? — repitió con una risa sarcástica que resonaba en la sala —. ¿De verdad piensas que no me daría cuenta de tus juegos? T
Brianna inhaló profundamente, manteniendo una expresión serena mientras la furia bullía en su interior. Paola. Esa mujer había logrado despertarle emociones que creía enterradas. Pero no se dejaría vencer por su provocación. No aquí, no esta noche. Con una sonrisa educada y una mirada controlada, Brianna respondió con calma:— No pienso lo mismo, pero ya ves, no todos obtenemos lo que queremos.Paola sonrió, aunque su sonrisa era más un gesto lleno de malicia que una verdadera expresión de alegría. Antes de que pudiera decir algo, Aleksander, que había estado observando la interacción, interrumpió, su tono grave y alerta.— ¿Se conocen? — preguntó, mientras sus ojos recorrían a ambas mujeres, buscando alguna señal de lo que realmente ocurría.Paola, sin perder su compostura, respondió rápidamente.— Sí, claro. Brianna y yo somos grandes amigas, ¿verdad?La sonrisa de Brianna se amplió, pero esta vez sus ojos chispeaban con algo más que simple educación. Amigas. Aquella palabra resonaba
La atmósfera en el salón se volvió insoportablemente tensa tras el incidente con el champán. Paula, humillada y desesperada, corrió hacia Maximiliam, esperando encontrar en él un refugio. Pero esta vez, Maximiliam la miró con una frialdad que ella no reconocía.— Debes aprender a enfrentar tus propias batallas — le dijo sin mirarla directamente, su voz afilada y distante.Paula se quedó atónita, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Su rostro se contrajo en una mezcla de sorpresa y desesperación, pero Maximiliam se limitó a darle la espalda, dejando en claro que no iba a intervenir.Intentando mantener la compostura, Paola giró sobre sus talones y se acercó rápidamente a su sobrina. La joven, con la piel pálida y las manos temblorosas, apenas pudo articular una disculpa frente al señor Ivanov, el hombre más poderoso de la sala.— Mis más sinceras disculpas en nombre de mi sobrina, señor Ivanov — dijo, su voz casi quebrada por el nerviosismo.Pero Ivanov, sin siquiera dignars
Brianna sentía el peso de la decisión que acababa de tomar mientras caminaba hacia Aleksander Ivanov. El ambiente en la sala estaba cargado de una tensión palpable, como si todos los presentes pudieran sentir la importancia del momento. Cristhian, su asistente, caminaba a su lado, manteniéndose en silencio, sabiendo que lo que estaba por venir no sería fácil.Aleksander estaba de pie junto a una ventana, mirando el horizonte, sus manos cruzadas detrás de su espalda. No era un hombre fácil de impresionar, pero algo en Brianna siempre había llamado su atención. No solo era hermosa, sino inteligente, estratégica y extremadamente hábil para manejar el caos. Sin embargo, esta vez, sentía que algo en ella había cambiado.Brianna se detuvo a unos metros de él y respiró hondo antes de hablar.— Señor Aleksander… — comenzó, su voz firme pero cargada de una extraña suavidad —. Quiero disculparme, pero con todos los insidentes que ha pasado en esta noche, creo que sería mejor para mí retirarme.