Brianna inhaló profundamente, manteniendo una expresión serena mientras la furia bullía en su interior. Paola. Esa mujer había logrado despertarle emociones que creía enterradas. Pero no se dejaría vencer por su provocación. No aquí, no esta noche. Con una sonrisa educada y una mirada controlada, Brianna respondió con calma:— No pienso lo mismo, pero ya ves, no todos obtenemos lo que queremos.Paola sonrió, aunque su sonrisa era más un gesto lleno de malicia que una verdadera expresión de alegría. Antes de que pudiera decir algo, Aleksander, que había estado observando la interacción, interrumpió, su tono grave y alerta.— ¿Se conocen? — preguntó, mientras sus ojos recorrían a ambas mujeres, buscando alguna señal de lo que realmente ocurría.Paola, sin perder su compostura, respondió rápidamente.— Sí, claro. Brianna y yo somos grandes amigas, ¿verdad?La sonrisa de Brianna se amplió, pero esta vez sus ojos chispeaban con algo más que simple educación. Amigas. Aquella palabra resonaba
La atmósfera en el salón se volvió insoportablemente tensa tras el incidente con el champán. Paula, humillada y desesperada, corrió hacia Maximiliam, esperando encontrar en él un refugio. Pero esta vez, Maximiliam la miró con una frialdad que ella no reconocía.— Debes aprender a enfrentar tus propias batallas — le dijo sin mirarla directamente, su voz afilada y distante.Paula se quedó atónita, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Su rostro se contrajo en una mezcla de sorpresa y desesperación, pero Maximiliam se limitó a darle la espalda, dejando en claro que no iba a intervenir.Intentando mantener la compostura, Paola giró sobre sus talones y se acercó rápidamente a su sobrina. La joven, con la piel pálida y las manos temblorosas, apenas pudo articular una disculpa frente al señor Ivanov, el hombre más poderoso de la sala.— Mis más sinceras disculpas en nombre de mi sobrina, señor Ivanov — dijo, su voz casi quebrada por el nerviosismo.Pero Ivanov, sin siquiera dignars
Brianna sentía el peso de la decisión que acababa de tomar mientras caminaba hacia Aleksander Ivanov. El ambiente en la sala estaba cargado de una tensión palpable, como si todos los presentes pudieran sentir la importancia del momento. Cristhian, su asistente, caminaba a su lado, manteniéndose en silencio, sabiendo que lo que estaba por venir no sería fácil.Aleksander estaba de pie junto a una ventana, mirando el horizonte, sus manos cruzadas detrás de su espalda. No era un hombre fácil de impresionar, pero algo en Brianna siempre había llamado su atención. No solo era hermosa, sino inteligente, estratégica y extremadamente hábil para manejar el caos. Sin embargo, esta vez, sentía que algo en ella había cambiado.Brianna se detuvo a unos metros de él y respiró hondo antes de hablar.— Señor Aleksander… — comenzó, su voz firme pero cargada de una extraña suavidad —. Quiero disculparme, pero con todos los insidentes que ha pasado en esta noche, creo que sería mejor para mí retirarme.
El sol apenas comenzaba a iluminar el horizonte cuando Brianna entró a su oficina como si nada hubiera pasado la noche anterior. Su porte elegante y su semblante sereno ocultaban cualquier rastro de la tensa confrontación con Fidel y la sorpresiva aparición de Paola. Como siempre, Brianna mantenía el control absoluto sobre sus emociones y su entorno.A su lado, Vivianne caminaba con una sonrisa astuta en el rostro. Aunque Brianna era impecablemente profesional, Vivianne siempre aportaba un toque de desenfado a cualquier situación. Su relación de amistad era como el equilibrio perfecto entre el fuego y el hielo. Mientras Brianna revisaba su agenda y los informes del día, Vivianne se sentó con una taza de café, observando la oficina con curiosidad.— Bueno, bueno, anoche fue algo — dijo Vivianne con una risa contenida —. ¿Cómo es que siempre te las arreglas para que estos hombres se retuerzan de rabia y, a la vez, no puedan dejar de mirarte?Brianna apenas levantó la vista de los docume
Mientras tanto, en la mansión Casanova, Grecia, la madre de Brianna, estaba hecha una furia. Miraba las noticias y veía los titulares sobre el escándalo de Fidel.— ¡Ese imbécil intentó propasarse con mi hija! — graznó furiosa a su esposo Ángelo, que estaba en su silla de ruedas.Ángelo, con la serenidad que lo caracterizaba, la miró con calma.— Y con eso destruyó su carrera. Dudo que logre recuperarse — respondió con frialdad.Grecia asintió, aunque la rabia no disminuía. Su hija era fuerte, pero a veces deseaba que no tuviera que enfrentar tantos problemas.Las noticias sobre el escándalo de Fidel seguían rodando, pero había algo más que la inquietaba, algo que no era solo la humillación de su hija. Su esposo, Ángelo, la miraba desde su silla de ruedas, observando cómo la furia y la preocupación se mezclaban en su expresión. Pero antes de que pudiera decir algo para calmarla, su esposo habló.— Grecia — empezó el anciano con voz profunda —, es hora de que hablemos de algo más impor
Brianna y Vivianne estaban sentadas en una pequeña mesa junto a la ventana de un restaurante moderno, una brisa suave se filtraba por los ventanales abiertos. La conversación entre ambas fluía con la facilidad de dos amigas de toda la vida, pero había un trasfondo tenso en el ambiente, una corriente subterránea de ansiedad que Brianna no podía dejar de sentir.Mientras cortaba un trozo de su ensalada, Brianna sintió una vibración en su bolso. Al sacar el móvil, vio que era una llamada de un número desconocido. Frunció el ceño y, con una mirada rápida hacia Vivianne, que seguía charlando animadamente, contestó con cautela.— ¿Hola? — su voz salió un poco más suave de lo que esperaba.Del otro lado, una voz gruesa y profunda resonó en su oído.— Buenas tardes, Brianna. No sé si me recordarás, pero soy Leandro, el padre de Aleksander. Aquel anciano molesto de los suvenires.Brianna quedó paralizada por un instante. Recordaba vagamente al hombre, su carácter severo y su presencia intimida
La noche había caído sobre la ciudad como una manta oscura, y las luces parpadeantes de los edificios iluminaban las calles vacías. Brianna, con su abrigo ajustado y tacones que resonaban contra el pavimento, caminaba rápidamente hacia el lugar donde había sido citada por el señor Ivanov, un hombre que, según sus escasas interacciones previas, no encajaba en la lista de personas con las que normalmente haría negocios. Su mente estaba llena de dudas, pero también de una aguda curiosidad. ¿Qué querría realmente aquel anciano?Al llegar al elegante restaurante, notó que la fachada de piedra pulida y ventanas altas emitían una luz cálida y acogedora, pero no lograban calmar su creciente ansiedad. Al entrar, se acercó al mostrador y preguntó con cautela:— Tengo una cita con el señor Leandro Ivanov.La recepcionista, sin hacer ninguna pregunta, asintió y señaló hacia una escalera en espiral al fondo del salón.— Por aquí, señorita. Él la espera en el segundo piso.Brianna, ya sintiéndose at
Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Maximiliam estaba sentado en su oficina, con una expresión indescifrable. Se había enterado de la reunión de Brianna con Leandro Ivanov, y aunque el nombre le resultaba familiar, no pudo evitar sentirse intrigado por la razón de esa cita.Decidió tragarse sus quejas por el momento, pero sabía que no podría mantenerse al margen por mucho tiempo. Al final, optó por confrontar a Brianna personalmente, esperando obtener respuestas que aclararan sus dudas.El reloj marcaba casi la medianoche cuando Maximiliam decidió abandonar su oficina. El silencio de los pasillos, apenas roto por el eco de sus pasos, contrastaba con el torbellino de pensamientos que cruzaban su mente. Desde que supo de la reunión entre Brianna y Leandro Ivanov, algo no le había cuadrado. Tenía sospechas, pero nada concreto, y la incertidumbre comenzaba a carcomer su paciencia. No era un hombre que dejara cabos sueltos, y menos cuando se trataba de su esposa.Al llegar a la sal