Cómplice.

Úrsula sale de su habitación, abre la puerta sigilosamente, mira para un lado y luego para el otro; Neyla que estaba despreocupada, no pudo evitar darse cuenta, asumiendo con diligencia su faena de siempre, limpiando y arreglando los cuartos vecinos; salía con unas fundas y unas sábanas en los brazos; se dirige a ella sin imaginar que Úrsula tenía una decisión final…

—¡Señora Úrsula puede salir tranquila, el señor Mauricio ya se fué, y se llevó al perrito!

—¡Tu no te me vas a escapar amiga!...¡Usted!...¿Porque no me dijo nada, y se quedó callada?!...

—¿Nada sobre qué, señora?

—¡Del perrito ese!...Entérate que si regresa le voy a preparar una deliciosa cena!

—¿Quien usted, si usted no sabe nada de cocina?...

—¡Si pero está receta es especial!...y me la sé de memoria…

—¡Jesús!...—Neyla hace la señal de la cruz—¡Ampáranos Dios mío!

—¡Tu sabías! y eso te va a costar caro, y ya me dí cuenta… eres su cómplice!—la cara de Úrsula toma una expresión guasona y la miraba con las pupilas verde
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