XXVI

Observa atentamente la mujer que duerme entre sus sábanas, desnuda, saciada y preciosa; preguntándose por qué llama tanto su atención,  ha llegado a suplicarle que esté a su lado,  eso es inadmisible toma la  cabeza entre las manos y piensa en su esposa.

— ¡Caroll! ¿por qué me dejaste? debí haberme ido yo en tu lugar - su pecho arde de dolor, sin embargo hoy no se presenta como el hoyo que siente usualmente, se refleja como un dolor físico normal.

Entra a la cama desnudo y abraza el cuerpo de la chica gimiendo por el calor que desprende y lo embriagante de su aroma, le fascina esta mujer, lo tiene atrapado y teme confesarlo porque quedaría expuesto y vulnerable ante ella, no puede dejarse dominar por sus emociones y menos aun permitirle a una chica que lo maneje a su antojo porque como dijo en alguna ocasión: las mujeres buenas se acabaron

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