— ¿Qué coño dices? - grita un Owen furioso a través del auricular del teléfono — ¡No me vengas con esa mierda, no pudo esfumarse! - reclama conteniendo su furia — ¡Rolland, nadie se pierde en un maldito ascensor, búsquenla o considérense despedidos! - lanza el tercer celular contra la pared haciéndose añicos.
— ¡Owen cálmate por favor! - aconseja Kevin — Ya están buscándola - el Magnate toma su chaqueta y se dispone a salir de la oficina — ¿A dónde vas Owen? ¡no puedes salir, vuelve acá! - pero no lo escucha y sale de la oficina a toda prisa. Baja por el mismo ascensor y se dirige a la puerta del estacionamiento, pero lo intercepta un guardia deteniéndolo. — ¡Lo siento Sr. Black, no puedo permitirle la salida del edificio! - mira al sujeto con fastidio y trata de esquivarlo, se acerca otro y el Magnate cierra los ojos porque sabe que va a cometer un error. Toma la mano del primer sujeto que viene con ella arriba y la tuElena mira a Owen con tristeza y miedo dentro del Audi estilo Limusina, se siente agraviada y nerviosa por lo que acaba de pasarle, sin embargo no da crédito a lo que ve; él esté tan calmado mientras dicta órdenes a gritos por teléfono - relativamente por supuesto - a sus hombres de seguridad. No puede creer lo que le acaba de pasar, Stefan prácticamente la secuestró, jamás pensaría que fuese capaz de hacerlo y menos que el Magnate la rescatara con pistolas y demás, tal como un caballero ... negro.— ¿Como te sientes Elena? - un dejo de mal humor implícito no le pasa desapercibido en la pregunta, ella se encoge de hombros.— ¡Asustada, creo! - sus ojos se humedecieron.— ¿Te lastimó, te toco? - niega con la cabeza y observa como su cabello dorado se agita con el movimiento — Cuéntame que sucedió por favor - cierra los ojos y las lágrimas se desbordan viajando por sus mejillas, Owen se debate entre gritar, patalear o abrazar a Elena.
XXXIV.Sentada frente a Owen Black, se encuentra Elena incómoda, ya que la situación se torna muy íntima al estar desayunando en el balcón del espacioso y pomposo Ático de uno de los hombres más ricos de Manhattan; parece increíble la familiaridad con la que este hombre la trata. Por su parte: Owen se siente tan cómodo junto a ella que se encuentra totalmente relajado ojeando la prensa que cada mañana recibe de las manos del mensajero mientras que su bella acompañante apenas ha tocado el desayuno y se halla absorta jugando con su ensalada de frutas.— Deberías intentar comer un poco más - la chica sonríe avergonzada, solo piensa en que su piel arde cada vez que éste hombre se acerca — ¡Y creo que no deberías pensar en cosas que te hagan sonrojar! - abre los ojos como platos, no entiende como se da cuenta de lo que piensa.— ¿A que te refieres? - susurra con la vista en sus manos mientras las retuerce en su regazo totalmente sonrojada.
XXXV.— ¿Qué se supone, voy a hacer aquí? - piensa Elena mirando a su alrededor.A las diez y cuarenta de la mañana baja de la alcoba, aburrida de estar encerrada. En éstos últimos tres días a descansado y tenido más sexo que en sus dos años de noviazgo con Stefan MontBlanc, al llegar a la cocina se encuentra con una mujer que ostenta unos cuarenta años ataviada con un uniforme azul y el delantal de color blanco. La mira con asombro, pero sonríe cortés y agradable, parece muy dulce ¿será que lleva mucho tiempo conociéndolo?— ¡Buen día señorita! - ofrece un plato con fruta y un jugo de naranja recién exprimido.— ¡Buen día! - dice con timidez — ¡Gracias... ! - la señora sonríe.— Es una agradable sorpresa que se encuentre aquí, el señor no recibe muchas visitas - expresa con voz emocionada.Elena se siente cohibida por el comentario de la mujer y
— ¡Quieto millonario, no quiero dañar la alfombra con sangre! - su pulso se dispara y se entrecorta la respiración frente a las alarmas encendidas en su cabeza.Observa a Elena, su rostro está manchado por las lágrimas que aun brotan de sus esmeraldas y el pecho de Owen duele al verla tan desprolija y asustada. Se reprende por haber siquiera pensado mal de ella, al parecer se ha equivocado más con ella que con cualquiera en toda su vida y ahora estos idiotas vienen a robar para hacer las cosas más dificiles entre ellos.— ¿Qué quieren? si buscan dinero, aquí no lo encontrarán - dice enojado mirando el sujeto que lo apunta con el arma.De repente cae en la cuenta de que se encuentran en peligro y siente un frío recorrer su espina dorsal, el miedo lo golpea y comienza a transpirar, su respiración entrecortada amenaza con asfixiarlo, y al mirar a Elena a merced del sujeto que la observa como si fuese algo comestible esta al borde de lo
—¡Sácalo del auto Rolland y que nadie lo toque! – el pulso de Owen Black se dispara ante el ramalazo de adrenalina que lo atraviesa.—¡Jefe con todo respeto, no creo que sea buena idea! – señala un contrariado Kevin Lancaster, ante la conducta de su jefe.—¿Te pregunté algo Kevin? – mira a su guardaespaldas sin ninguna expresión, este negó con la cabeza sosteniendo el aire, esperando la reacción — Entonces “no” hables – enfatiza el no y su gorila asiente — Trae mis guantes negros Rolland – ordena y el jefe de seguridad obedece.El Magnate se encuentra furioso, advierte el temor de la persona que se encuentra sentada, esposada, amordazada y con la cabeza tapada para evitar que reconozca el lugar; él sabe perfectamente quien es, lo que ignora es el por qué se encuentra con Stefan
—Pero, es tarde él ya debería estar aquí ¿no lo crees? – observa a Kevin con ojos llorosos y expresión de miedo — ¿Está bien, cierto? No está en peligro ¿verdad? – llora en silencio y Harold llama su atención tocando el codo femenino, su rostro se arruga al verlo y se acuna en el pecho del hombre buscando consuelo.—¡Tranquila preciosa, ya vendrá! – la aprieta contra su pecho transmitiéndole fuerza.Ya no se trata del delincuente que fue en su juventud, ahora el empresario Harold Álvarez es uno de los hombres con mayor cantidad de posesiones que a bienes inmuebles se refiere. Un multimillonario escondido tras la careta de una serie de clubes exóticos en la ciudad más emblemática de Nueva York: Las Vegas, apostado en Manhattan por causa de una preciosa chica que tiene empuñado su cora
La noche lo engullía sabiendo que al amanecer tendría que pasar por el proceso policial retenido por su amigo Kevin, sin saber hasta cuándo. Sentado frente a la cama de Elena escondido en la penumbra meditaba acerca de lo que estuvo a punto de hacer y lo acertado que había estado en ese momento su hermano Andrew, la violencia genera lo mismo: violencia. Y Owen Black ya ha tenido problemas de tipo policíaco por su carácter y su forma tan visceral de llevar las cosas que le perturban, al punto de acabar de plano con toda una aerolínea buscando el culpable del desperfecto en el avión que se precipitó al vacío dejándolo sin familia, triste y desolado. Dando pie a peleas de bar y malas acciones recurrentes en plena calle, hoy reflexiona en cuanto a eso, observando la hermosa rubia que se encuentra frente a él en esa cama de hospital y aunque se encuentre fuera de peligro necesita brindarle la protección necesaria porque no podría sobrevivir a otra pérdida.La puerta se a
—¡¿Pero qué coño has dicho?! – chilla llevándose las manos a la cabeza con los ojos desorbitados —¡Eso es imposible, Conrad… él…yo lo llevé a casa! – retrocede instintivamente, negando con la cabeza cayendo en la cuenta del lío en el que se hallaba —¡Yo…Sara puede decirlo! – los rostros de sus amigos se ven apesadumbrados — ¿Qué, que pasa? – pregunta en un gemido, pero ya con lágrimas en los ojos.Kevin niega con la cabeza, a Owen el dolor lo sobrepasa y cae de rodillas. Sabe por el rostro de los chicos que nadie sobrevivió. Su frustración no tiene límites y el dolor lo atraviesa, pensando en que él fue quien los vio por última vez hace más o menos tres días. De repente levanta la cabeza y observa a sus amigos con asombro, se encuentra sentado en el suelo y se arrastra hacia atrás arrinconándose contra la pared.—¡Owen! – Kevin comienza a hablar y el Magnate lo interrumpe.—¡No, no lo digas!