XXIII

—¡Pero! ¿Qué coño? – unas personas giraron a verle por la insolencia y alguien lo chitó para que hiciera silencio.

Salió de la sala casi corriendo y cuando llegó al estacionamiento, gritó furioso a su guardaespaldas quien lo escuchó sin decir palabra alguna.

—… y lo quiero fuera del grupo que se pudra! – colgó la llamada y lanzó el celular con fuerza pero, recordó  que debía llamar a Elena para explicarle y en este momento era muy temprano para poder adquirir otro, su respiración era entrecortada. Estaba furioso.

Si ella se largó fue porque el muy idiota subió las maletas para la habitación, no tenía intención de dañarla e indirectamente lo hizo, ahora debe ir a buscarla y quien sabe si lo perdone por culpa de ese estúpido. No quiere verlo ni en un millón de años,  camina dando vueltas por el  estacionamiento como una fiera enjaulada esperando que su tormento en vestido de mujer responda el teléfono para calmarse un p

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