Un año y medio después de la Boda de Henry y Camile…
HENRY
Moví la cabeza despacio, intentando recobrar el conocimiento, parpadeando y arrugando la nariz por el olor nauseabundo que aturdía a mis fosas nasales.
Intenté moverme pero mis manos estaban sujetas hacia atrás, amarradas a la madera de una silla vieja que rechinaba con mis movimientos. Abrí los ojos al recordar todo lo que había pasado antes de recibir aquel golpe que me dejó inconsciente y sentí temor por Camile y mis hijos.
Miré a mi alrededor pero todo estaba oscuro, solo el olor a putrefacción reinaba allí y a mis oídos llegó el sonido del recorrido del agua: estaba en el interior de una alcantarilla.
Forcejeé mis muñecas, intentando deshacerme de las cuerdas que tenía atadas alrededor, sin éxito alguno.
«Mi Dios», musité, mientras en mi cabeza se formaba una vaga idea de lo que ocurriría. No le tenía miedo a ese hombre, no le tenía temor a la muerte ni a que se deshiciera de mi como un perro. Solo necesitaba saber que mi familia estaba a salvo y que no les había hecho nada, para morir en paz.
Sabía que no sería así de sencillo… estaba seguro que no sería tan gentil como Danielle lo fue con su hermano, pero no le temía ni guardaba rencor; estaba listo para lo que fuera pensaba hacer conmigo.
Intenté una vez más liberar mis manos, pero fue inútil y solo comenzaba a aceptar mi destino. Sin embargo, en la serenidad que buscaba mi interior para preparar mentalmente a mi cuerpo, una tenue luz inundó el lugar mientras unos pasos se acercaban rápidamente.
Sonreí de lado, cuando noté que no me había equivocado: era él, quien estaba recreando el pasado para cobrar una venganza injusta, porque su hermano era la mismísima escoria personificada.
—¿Sorprendido? —preguntó con el ceño fruncido y negué.
—En absoluto; ¿por qué debería estarlo? Solo me estás dando la razón delante de Emma y de todos los demás.
—Nadie tiene por qué enterarse… —dejó la lámpara que llevaba en la mano, colgada a un gancho improvisado de hierro que nacía de la pared húmeda—. Podrías morir ahora mismo y nunca pensarían que he sido yo.
Sonreí de inmediato, burlándome de sus palabras.
—Créeme que serias el primer sospechoso. ¿O acaso piensas que yo maté a tu hermano?
Su semblante se desencajó por haber sembrado la duda en él.
—No lo pienso; estoy seguro.
Negué con la cabeza y sonreí.
—La persona que lo hizo, te buscará y acabará contigo… no tendrá piedad alguna de ti. Solo estás firmando tu propia sentencia con tus actos.
—Soy doctor en psicología además de abogado, Ross; no lo olvides cuando trates de lavarme el cerebro y cambiar los roles. ¿Acaso crees que soy tan estúpido? —indagó, cruzándose de brazos y sonriendo—. Por supuesto que tú no jalaste el gatillo, pero el simple hecho de haberlo ideado, te hace más culpable que la misma persona que incrustó una bala en la nuca de Cristopher.
—Tú no sabes nada de tu hermano… ni de mí. Estás ciego por el dolor y te comprendo, pero; ¿sabes todo lo que él hizo? —pregunté y me vio con inquisición—. ¿Sabes qué me acusó de fraude y me envió a prisión falsificando documentos? ¿Estás enterado que casi mata a mi esposa y al bebé que llevaba en su vientre? Al menos dime que estás al tanto que contrató a matones para que me asesinaran en la cárcel y que de milagro salí ileso; solo porque mi compañero y yo cambiamos esa noche de catre. ¿Sabes todo eso? —presioné, intentando ganar tiempo para encontrar alguna salida.
—Esa no es justificación suficiente para asesinar a sangre fría a un hombre y lanzarlo a la calle como a un perro —replicó, acercando su rostro al mío y mirándome con odio—. ¡Podrían haberlo enviado a la cárcel! —gritó—. Que tuviera un juicio justo y la justicia lo condenara por sus delitos, pero decidiste hacer justicia tú mismo, quitándole la vida a un hombre que solo necesitaba ayuda de profesionales, el calor de una familia que para lo único que le ha servido fue para exprimirlo —se volteó, dándome la espalda y suspirando con frustración—. No sabes nada… no tienes idea de todo lo que mi hermano sufrió a lo largo de nuestra vida —volvió a mirarme y frunció el ceño—. Sí; admito que se equivocó demasiado, pero le hubieras dado la posibilidad de pagar su culpa y redimirse en prisión. Sin embargo, solo acabaste con él, le arrebataste la posibilidad de arrepentirse, de cambiar, de buscar un futuro mejor.
Con cada palabra que emitía, sentía un profundo dolor en él. Lo entendía más que nadie y hasta le daba la razón para hacer lo que hacía, pero definitivamente estaba cegado por el amor de familia y no aceptaba que su hermano ya no tenía remedio alguno.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, cuando me quedé callado.
—James; tú no lo conocías… no sabías en realidad quién era tu hermano. No puedes defender lo que desconoces; ¿cuánto tiempo estuvieron distanciados?
—Muchos años, pero eso no quita que lo que hubieras hecho estuviera mal.
—Lo sé… como también sé que en este mundo no había lugar para los dos: él intentó matarme, y aunque creyó que tuvo éxito; falló. ¿Solo por eso debía tener compasión con él? ¿Una compasión que él jamás tuvo conmigo? —pregunté y me vio con sorpresa—. Tenía una hija pequeña y enferma que dependía de mí. Una madre y dos hermanos de quienes solo yo me ocupaba. Me engañó, haciéndome creer que Camile me había traicionado, me encerró por un delito que no cometí y me arrebataron a Jillian, con el único propósito de hacer dinero a su costa.
»Sólo porque yo estoy vivo y el no, ¿crees que soy un monstruo? ¿Un asesino? —indagué y esquivó su mirada porque en el fondo, sabía que tenía razón—. Tu hermano no se hubiera detenido porque me odiaba y sabes perfectamente que jamás habría tenido la compasión que estás reclamando en estos momentos, cuando lo único que yo he hecho, fue proteger a mi familia.
—De todos modos, eso no te da derecho a quitarle la vida a un ser humano…
—Lo sé, pero era una cuestión de supervivencia, James.
—¡Era venganza, Henry! —gritó—. No quieras cambiarle el rótulo a las cosas, y ya terminemos con esto de una vez por todas —bramó furioso, levantando el pliegue de su camiseta y sacando una pistola—. Ojo por ojo; ¿cierto?
Pronunció, rodeándome para quedar tras de mí.
Cerré los ojos y solo le rogué a Dios que cuidara de mi familia, que le diera consuelo a mi madre y fortaleza a Camile para ocuparse sola de nuestros hijos: Jillian, Henry y el pequeño Fred.
Sentí el frío cañón sobre mi nuca y respiré hondo.
—Jala del gatillo, si eso te hará sentir mejor —dije por última vez.
—Lo haré con el mayor placer del mundo —sentenció, presionando con rabia el arma en mi carne y supe que ya no había marcha atrás.
Moriría.
UN EXTRAÑO ENCUENTRO EMMA ROSS Como todas las mañanas, había salido temprano para correr. Aún no me había acostumbrado al ambiente húmedo y fresco de Londres, a pesar de estar viviendo aquí por casi seis meses. Llevaba una camiseta blanca y una sudadera roja que sabía, en algún momento me la quitaría para amarrarla a mi cintura. Mi conjunto culminaba con unos leggins negros y calzado de correr. El pelo castaño oscuro, me lo sujeté en una coleta alta, poniendo música en mi ipod y comencé mi recorrido habitual caminando de manera ligera hasta St. James's Park. Una vez en el parque, aumenté de ritmo mientras en mis oídos explotaba la voz de Fred de Palma. Además de que me gustaba su música, ayudaba bastante a mis clases de italiano. El tío Frederick se había empecinado en que todos aprendiéramos su idioma de una o de otra manera, y aunque mi música lo horrorizaba, no decía nada con tal de que siguiera
9 meses antes de la boda de Henry y Camile…Londres, Salónde gala del Rosewood London HotelJAMES WILLIAMS—Eres la mujer perfecta para mí, Eleanor. Gracias por decir que sí.Suspiré complacido al recibir una sonrisa cómplice por parte de quien a partir de hoy, se convertía en mi prometida y futura esposa.Era de esperarse que después de cinco años de relación, le hubiera propuesto matrimonio y que ella aceptara. Hacíamos un gran equipo juntos; ambos abogados, aunque la pasión por la psicología me había llevado a estudiar ambas carreras, luego de formar parte de una familia demente e inescrupulosa, que dejé en el pasado apenas cumplí la mayoría de edad.A Eleanor no le resultaba extraño que ninguno de ellos estuviera acompañ&
¿QUÉ OCURRIÓ?—¿Quién trajo esto, Eleanor? —pregunté aturdido por aquella información que acababa de descubrir.—Se lo entregaron al conserje sin decir nada más, y me lo dio a mí. No sé quién pudo haber dejado el paquete aquí.—Debe ser una broma de mal gusto… —tragué con fuerza, volviendo a coger la fotografía que le tomaron a Cristopher y la nota.—Entonces… ¿dejarás las cosas así? —preguntó apenas, con la voz saliéndole en un hilo por el temor.—¿Crees que sea falsa la información? —respondí con otra pregunta—. Como abogada y amiga; ¿crees que ésta información es irrelevante y que la persona que lo envió se tomó demasiadas molestias solo para fastidiarme?El
EL PRINCIPIO DE LA INVESTIGACIÓN—¿Nos conocemos? —entorné los ojos ante sus palabras.—Digamos que sí…—Yo no recuerdo haberlo visto en mi vida.—Conocí a Cristopher Williams; ¿su gemelo? —enarcó una ceja.—Supongo que por el crimen que le quitó la vida —dije suspirando y negó.—Tuvimos un negocio.—¿Qué tipo de negocio?—Pues, no sé si esté enterado, pero su hermano me pagó, junto con otro hombre que creo era el cerebro de todo, para que enviara a un tipo a prisión.—¡¿Qué?! —dije con incredulidad y el hombre sonrió—. ¿Recuerda el nombre del otro sujeto?—No; pero estoy seguro fue quien ideó todo aquel macabro plan.Suspiré, tragando con dific
UNIENDO PIEZASComo había imaginado, el señor Storm me citó una semana después de haber pactado nuestro trato, en el mismo sitio que la primera vez.—¿Ha tenido una investigación productiva? —pregunté, luego de que la mesera nos sirviera café.El hombre sonrió con satisfacción y de un maletín que había dejado en el suelo, recostado a las patas de la silla que ocupaba, extrajo un grueso folio que tendió sobre la mesa, para mí.—Aquí encontrará todo lo que necesita saber.Tomé el folio y comencé a revisarlo, apartando la tapa de carpeta negra.En la primera hoja había una fotografía; la de un hombre moreno con semblante duro y ojos oscuros. La descripción decía: Henry Ritter.Levanté la mirada, frunciendo el ceño ante la no coincidencia
IDEANDO UN PLAN—Tenga mucho cuidado, señor Williams; ese hombre es muy peligroso si se meten con él. Tiene vigilado minuciosamente a toda su familia.—Revisaré la información en mi hotel —tomé el folio con los informes y me puse de pie. Extraje de mi bolsillo el cheque con el doble de lo que habíamos acordado y se lo tendí—. Lo prometido.Lo tomó y revisó su contendido. Asintió con la cabeza y extendió su mano que tomé de inmediato.—Si necesita algo más, no dude en contactarme.—Por supuesto —respondí, soltando su agarre y saliendo del lugar.Contuve mis ganas de gritar al pisar la fría calle. Subí al coche que renté, respiré hondo y golpeé con violencia el volante.«¡Ahhh!»Grité en ese momento, sintiendo un eno
MENTIRA PIADOSAAl día siguiente, antes de partir de regreso a Londres, fui al banco a resolver el asunto de la casa de mis padres.La deuda era millonaria, pero lo que me sobraba a esas alturas, era dinero y aunque detestaba a esas personas que me procrearon, no dejaban de ser mi sangre.Era un modo de pagarles el sustento que me dieron hasta que pude largarme.Desde temprana edad supe, que si quería salir de ese nido de víboras, debía trabajar duro para lograrlo. Me esforcé por años, siendo el mejor en todo con un único propósito: conseguir una beca para estudiar leyes en Oxford.Había ahorrado lo suficiente como para no pedirles nada a mis padres. Trabajaba medio tiempo luego de la escuela y los fines de semana, mientras mis amigos se iban de juerga. No había pasado un solo verano en el no laborara en cualquier sitio decente.Cuando lo conseguí,
REFUERZOSLuego el desayuno, acompañé a Eleanor a la universidad con el propósito de que me adentrara en todo lo referente a las clases que dictaba.Grande fue mi decepción al darme cuenta de que aquella niña no se encontraba en el listado de alumnos de Eleanor. Sin embargo, no me daría por vencido tan fácilmente.Presencié la última clase que dictó mi prometida en la cátedra que necesitaba la reemplazara, absolutamente frustrado por no coincidir con mi presa. Al final de todo, fui presentado como el reemplazo a partir de la siguiente clase.Al marcharnos, ya en el coche, hice algunas preguntas.—¿Esa es en la única clase que necesitas reemplazo, cielo? ¿Qué pasa con las demás?—Una compañera se ofreció hace tiempo, cuando mencioné la intención de buscar reemplazo, por lo que