EL PRINCIPIO DE LA INVESTIGACIÓN
—¿Nos conocemos? —entorné los ojos ante sus palabras.
—Digamos que sí…
—Yo no recuerdo haberlo visto en mi vida.
—Conocí a Cristopher Williams; ¿su gemelo? —enarcó una ceja.
—Supongo que por el crimen que le quitó la vida —dije suspirando y negó.
—Tuvimos un negocio.
—¿Qué tipo de negocio?
—Pues, no sé si esté enterado, pero su hermano me pagó, junto con otro hombre que creo era el cerebro de todo, para que enviara a un tipo a prisión.
—¡¿Qué?! —dije con incredulidad y el hombre sonrió—. ¿Recuerda el nombre del otro sujeto?
—No; pero estoy seguro fue quien ideó todo aquel macabro plan.
Suspiré, tragando con dificultad.
¿Y si Eleanor tenía razón y Cristopher solo recibió lo que buscaba?
Estaba comenzando a pensar que no sabía nada de mi hermano y que del muchacho que dejé atrás hace quince años, no había quedado nada.
Saqué del bolsillo de mi pantalón un papel, donde había anotado el nombre de Henry Ross y lo arrastré sobre la mesa hasta dejarlo frente a él.
—Necesito saber todo acerca de este hombre —el señor Storm tomó el trozo de papel y lo miró con atención, frunciendo el ceño. Luego entornó los ojos y sonrió con sarcasmo, dándome a entender que lo conocía—. ¿Sabe quién es?
—Es el tipo al que su hermano envió a prisión injustamente… con mi ayuda —respiró hondo y arrugó el papel—. Por este caso, tuve muchos problemas y me dieron de baja en el departamento de policía.
—Necesito que me diga todo lo que sabe de él —hablé de modo pausado para que no se sintiera exigido—. Por favor.
—Solo sé que fueron intereses personales los que llevaron a su hermano a contribuir en aquello; ya que el hombre mantenía un romance con la señorita Staton, quien luego se convirtió en su esposa. Ese muchacho, hasta donde sabía, era el asistente personal de su cuñada pero luego se convirtió en gerente de la empresa.
—¿Estuvo con ella por dinero? —pregunté y se encogió de hombros.
—Tomé el trabajo porque creí se trataba de una persona común. Sin embargo, resultó ser el heredero del dueño de Licores Ritter… o Ritter Enterprise. ¿Le suena familiar?
Asentí.
—Entonces comenzó mi ruina… ese hombre regresó tres años después y se encargó de que me dejaran fuera de las líneas policiales para siempre.
—¿Sabe que mi hermano está muerto? —pregunté y afirmó—. ¿Cree que fue él? ¿Que ese tipo se cobró lo que Cristopher hizo?
—Ese hombre es un misterio desde que reapareció y no sabría decirle si tuvo que ver en la muerte de su hermano.
—¿Podría averiguarlo?
—Siempre que haya un pago.
—Por supuesto —respondí.
—Sin embargo, antes debe estar preparado para digerir cosas que tal vez no le gusten, señor Williams.
—¿A qué se refiere?
—Usted es distinto a él; se le nota a kilómetros y debe saber que su hermano fue capaz de muchas cosas. Incluso, mandó asesinar a Henry Ross en la cárcel donde se encontraba recluido, solo que tuvo la suerte de que su compañero ocupara su catre y muriera por él. Ese muchacho, era el hijo de un mafioso ruso… tal vez ellos fueron los culpables de su muerte. Quién sabe.
—¿Está seguro de lo que dice de mi hermano? —pregunté con la esperanza de que dijera que no, pero movió la cabeza afirmativamente.
—Creo que estaba obsesionado con aquella mujer… no lo sé; usted tal vez sepa mejor sobre el asunto que yo.
Solo me quedé en silencio, procesando toda la información que me acababa de dar ese hombre.
En mi interior me debatía entre ponerme de pie y largarme de allí, dejando las cosas tal y como estaban. Pero sabía que si hacía eso, mi conciencia no me dejaría paz.
—Necesito que averigüe todo sobre ese hombre; hasta a quien se folla… principalmente si aún se entiende con la viuda de mi hermano.
—Lo haré con gusto, no se preocupe. Solo necesitaré… —entornó sus ojos y saqué el cheque que había preparado, por la mitad de lo que habían acordado con Brandon.
—Aquí tiene la mitad —se lo entregué—. Cuando termine el trabajo, tendrá la otra parte.
—Será un placer hacer este trabajo.
—¿En cuánto tiempo cree tendrá esa información para mí?
—Tal vez me lleve unas dos semanas, aunque si dispusiera de dinero adicional, podría incentivar a mis contactos para que aceleren el paso.
—Puede usar el dinero que le acabo de dar para lo que fuera necesario. Si me entrega toda la información que estoy pidiendo en una semana, le pagaré el doble.
Se rascó el mentón y suspiró.
—Hecho —replicó, poniéndose de pie.
Lo imité y le pasé mi mano para cerrar el trato. Me respondió, viéndome con fijeza y luego negó con la cabeza, marchándose sin más.
Regresé al hotel aturdido por las palabras de ese hombre.
Me quité la camiseta y me lancé a la cama, sintiendo como el estómago se me revolvía y un enorme bulto se instalaba en mi garganta.
¿En quién demonios se había convertido mi hermano?
Tomé el teléfono para marcarle a Eleanor, sin embargo, lo devolví a su sitio porque no estaba listo para repetir las palabras que había escuchado.
Cogí el ordenador y lo encendí, con la intención de buscar información sobre los Ritter.
Pero solo me topé con información referente a la empresa.
La volví a guardar con frustración y de mi mochila, extraje los papeles y la fotografía que me habían hecho llegar. La miré de nuevo y la convicción de que estaba haciendo lo correcto, regresó a mí.
Que Cristopher se hubiera equivocado, no le daba derecho a nadie a quitarle la vida del modo en que lo hicieron: como un perro sucio a quien luego lanzaron al más oscuro callejón de los suburbios, como si no le importara a nadie.
Respiré hondo y me di una ducha, con la intención de ir a la cama para tratar de dormir, aunque sabía me costaría conseguirlo.
***
En la mañana siguiente, decidí rentar un coche para poder moverme a mis anchas. Nueva York era una ciudad imposible y detestaba aquel tumulto de gente a la que parecía no importarle nada más que andar de prisa de aquí para allá.
Había pensado durante toda la noche si era correcto regresar a aquel lugar, pero necesita saber más de mi hermano y aunque les importara un carajo el bienestar emocional de sus hijos, los únicos que podían darme lo que necesitaba, eran Robert y Olivia Williams; los seres que nos habían procreado.
Aparqué delante de la mansión que antaño fuera mi casa, emitiendo un largo bufido. Se veía bastante desmejorada, con la fachada gastada y descuidada.
Crucé el pequeño portón de hierro negro, caminando por el jardín delantero desprovisto de flores y el césped seco.
Golpeé la puerta principal varias veces, hasta que un hombre calvo y la piel del rostro completamente arrugada, abrió.
Lo miré sin inmutarme y él solo entornó los ojos sorprendido de verme… otra vez.
Se hizo a un lado, dándome paso a que abriera por completo la entrara y siguiera tras de él.
—Una vez juraste que jamás regresarías —fue lo único que dijo y suspiré.
—Solo vine por respuestas.
Él sonrió y caminó hasta el salón, con su vieja caja de puros cubanos.
Tomó asiento en un sillón viejo, cruzándose de piernas y sacando el habano de la caja para cortarlo y llevárselo a la boca.
—¿Tienes fuego? —dijo él, con aquella voz robusta que me había costado arrancar de mi cabeza.
—No fumo —repliqué y afirmó, buscando en sus bolsillos y extrayendo un encendedor.
Prendió el puro y caló hondo, lanzando el humo y suspirando.
—Había olvidado que detestas los vicios.
Presioné mis puños y miré alrededor; la casa se encontraba casi vacía, sin muebles, sin adornos o cuadros que antes decoraban las paredes.
—¿Estás bien? —dije, intentando hacer a un lado mi rencor.
—¿Acaso importa? —retrucó y suspiré.
—Aunque a ninguno de los dos nos agrade, somos familia.
—Pues diciéndolo de ese modo, tienes razón —se puso de pie y pude notar que había adelgazado extremadamente. El traje viejo le holgaba, pero aun así, destilaba prepotencia y altanería—. ¿A qué has venido?
—Olivia… ¿cómo se encuentra? —hablé, haciendo alusión a mi madre.
—Después de la muerte de Cristopher, nos quedamos en la ruina y ya te imaginarás donde se encuentra; en la cama, amargándose y amargándome la existencia con sus estúpidos lamentos. No puede entender que eso, no nos devolverá a tu hermano —en el matiz de su voz, noté dolor y suavicé mi semblante y mi actitud.
—¿Necesitan dinero?
—¿Acaso quieres ayudarnos?
—¿Necesitan dinero? —volví a preguntar.
—¡Por supuesto que sí! Estamos en la ruina y dentro de poco, viviremos en la calle como indigentes. El banco ha embargado todos nuestros bienes, incluso esta casa y tenemos tres meses para salir de aquí, aunque tu madre se niega a abandonar su hogar.
—Veré que puedo hacer —respondí. Para bien o para mal, eran mis padres.
—Como desees —dijo orgullo y negué con ironía—. ¿A qué has venido realmente?
—Quiero saber todo lo concerniente a Cristopher…
—¿Ahora te importa tu hermano? ¿Después de muerto?
—Siempre me ha importado.
—Es fácil decirlo así, como lo estás diciendo.
—Resolveré el problema de la casa, a cambio de que me digas todo lo que necesito saber, ¿estás de acuerdo?
Su semblante cambió porque sabía que no estaba bromeando y que si no colaboraba conmigo, lo dejaría a su suerte sin contemplaciones.
—Siéntate y has las preguntas que quieras; responderé lo que sé.
Tomó asiento nuevamente en el viejo sillón y yo hice lo mismo, delante de él.
—¿Cómo fue que Camile aceptó casarse con Cristopher? —inicié y él sonrió.
—Eso mismo me sigo preguntando —caló su puro y lanzó el humo—. Tengo entendido que Daniel, ¿lo recuerdas? —preguntó antes de seguir y negué—. Daniel Adams, le ofreció un trabajo, ya que había comprado acciones en Staton Company. Luego de aquello, inesperadamente, apareció un día diciendo que el siguiente fin de semana se casaría con Camile.
»Tu hermano estaba feliz, en cambio la novia, parecía estar acudiendo a su propio entierro. Todos pensamos que tal vez tuvieron un accidente y se embarazó, y que por ese motivo se casaban de repente, pero después de la boda, no volvimos a verla… hasta que hace un año y unos meses, nos enteramos por el periódico que se comprometía con otro hombre.
—¿Camile se volvió a casar? —indagué y negó.
—Si lo hubiera hecho, los escasos amigos que nos quedan, hubieran venido a traernos el chisme.
—¿Recuerdas el nombre de su prometido? ¿De casualidad se llamaba Henry?
—No —negó y fruncí el ceño—. Se llamaba August Anderson; un médico.
—¿Estás seguro?
—Lo estoy.
—¿Qué ocurrió luego de que Cristopher muriera?
—Ella reapareció para hacerse cargo de la empresa, con un hijo al que nunca vimos, pero que las malas lenguas dicen no parecerse en nada a ella, ni a tu hermano. Edward, la mano derecha de George en vida, tomó las riendas de todo y cuando fui a reclamar una parte de los bienes de Cristopher, dijo que no había dejado nada, que había tomado malas decisiones, dejando la empresa en manos extrañas y que estaban haciendo lo posible por recuperarla.
—¿Camile tiene un hijo? —indagué sorprendido.
—Eso dicen.
—¿Y no se han molestado en conocerlo? ¿En averiguar si es o no hijo de mi hermano?
—Dicen que es moreno, con los ojos más oscuros que la misma noche y el pelo azabache. Dime; ¿crees que tengo alguna duda de que no es hijo de tu hermano? —increpó y suspiré. Tal vez, tenía razón.
—¿Qué dijo la policía sobre su muerte?
—No le dieron demasiada importancia —se encogió de hombros con resignación—. Tu hermano era adicto a la coca, bebía seguido y a menudo, se metía en problemas. Solo dijeron que fue una riña entre consumidor y distribuidor, y que era un desenlace común para las personas como Cristopher.
Miré a la nada por unos segundos.
Camile era la clave de todo esto… y también Daniel Adams, a quien vagamente comencé a recordar. Él lo llevó a Staton Company y luego se casó con Camile; debía de existir algo que uniera o tuviera que ver, entre esas dos situaciones.
—¿Por qué tu interés? —la voz de mi padre me devolvió de mis pensamientos.
—Estoy seguro que a Cristopher lo asesinaron y que todo gira en torno a Daniel Adams y Camile Staton.
UNIENDO PIEZASComo había imaginado, el señor Storm me citó una semana después de haber pactado nuestro trato, en el mismo sitio que la primera vez.—¿Ha tenido una investigación productiva? —pregunté, luego de que la mesera nos sirviera café.El hombre sonrió con satisfacción y de un maletín que había dejado en el suelo, recostado a las patas de la silla que ocupaba, extrajo un grueso folio que tendió sobre la mesa, para mí.—Aquí encontrará todo lo que necesita saber.Tomé el folio y comencé a revisarlo, apartando la tapa de carpeta negra.En la primera hoja había una fotografía; la de un hombre moreno con semblante duro y ojos oscuros. La descripción decía: Henry Ritter.Levanté la mirada, frunciendo el ceño ante la no coincidencia
IDEANDO UN PLAN—Tenga mucho cuidado, señor Williams; ese hombre es muy peligroso si se meten con él. Tiene vigilado minuciosamente a toda su familia.—Revisaré la información en mi hotel —tomé el folio con los informes y me puse de pie. Extraje de mi bolsillo el cheque con el doble de lo que habíamos acordado y se lo tendí—. Lo prometido.Lo tomó y revisó su contendido. Asintió con la cabeza y extendió su mano que tomé de inmediato.—Si necesita algo más, no dude en contactarme.—Por supuesto —respondí, soltando su agarre y saliendo del lugar.Contuve mis ganas de gritar al pisar la fría calle. Subí al coche que renté, respiré hondo y golpeé con violencia el volante.«¡Ahhh!»Grité en ese momento, sintiendo un eno
MENTIRA PIADOSAAl día siguiente, antes de partir de regreso a Londres, fui al banco a resolver el asunto de la casa de mis padres.La deuda era millonaria, pero lo que me sobraba a esas alturas, era dinero y aunque detestaba a esas personas que me procrearon, no dejaban de ser mi sangre.Era un modo de pagarles el sustento que me dieron hasta que pude largarme.Desde temprana edad supe, que si quería salir de ese nido de víboras, debía trabajar duro para lograrlo. Me esforcé por años, siendo el mejor en todo con un único propósito: conseguir una beca para estudiar leyes en Oxford.Había ahorrado lo suficiente como para no pedirles nada a mis padres. Trabajaba medio tiempo luego de la escuela y los fines de semana, mientras mis amigos se iban de juerga. No había pasado un solo verano en el no laborara en cualquier sitio decente.Cuando lo conseguí,
REFUERZOSLuego el desayuno, acompañé a Eleanor a la universidad con el propósito de que me adentrara en todo lo referente a las clases que dictaba.Grande fue mi decepción al darme cuenta de que aquella niña no se encontraba en el listado de alumnos de Eleanor. Sin embargo, no me daría por vencido tan fácilmente.Presencié la última clase que dictó mi prometida en la cátedra que necesitaba la reemplazara, absolutamente frustrado por no coincidir con mi presa. Al final de todo, fui presentado como el reemplazo a partir de la siguiente clase.Al marcharnos, ya en el coche, hice algunas preguntas.—¿Esa es en la única clase que necesitas reemplazo, cielo? ¿Qué pasa con las demás?—Una compañera se ofreció hace tiempo, cuando mencioné la intención de buscar reemplazo, por lo que
SIGUIENDO SUS PASOS—Ahora, ¿me dirás de una vez como lo harás? —preguntó impaciente—. Recuerda que tienes una vida… y con esto, estarás prácticamente creándote otra que será difícil de sobrellevar.—No venderé mi apartamento como le hice creer a Eleanor y será una gran ventaja para mí. Sin embargo —suspiré—, deberé esperar hasta después de la boda para dar marcha a mi plan y debo saber todos los movimientos de esa muchacha antes de dar el primer paso. Debo entrar en su mente, hacerle creer cosas en las que nunca ha creído… lograr que piense que conmigo, nada malo ocurrirá jamás. Enseñarle cosas nunca antes vistas, vividas y experimentadas… hasta que todo su mundo se gire en tono a mí y luego hacerla sufrir tanto, al punto de que conozca la locura…
UNA NUEVA VIDA EN TODOS LOS SENTIDOSFaltaba una semana para la boda y el departamento se encontraba completamente desmantelado.Necesitaba muebles nuevos, electrodomésticos y utensilios que hicieran parecer que vivía allí como un hombre soltero.Además, debía cambiar por completo el color de las paredes que sin duda tenían el toque femenino de Eleanor, quien estaba segura de que el departamento ya había sido vendido.Mientras ella se encontraba completamente sumida en los preparativos de la boda y la luna de miel, yo me encontraba abocado completamente en cumplir con lo que le juré a la memoria de mi hermano. Seguía siempre los pasos de aquella muchacha y al parecer, tenía todo fríamente calculado en relación a mi plan. Nada podía fallar.Luego de dejar a Eleanor para su última prueba de vestido, busqué por la zona comercial un
6 meses antes de la boda de Henry y Camile…EL PRIMER ENCUENTRONi bien regresamos de la luna de miel, me puse en campaña para iniciar mis planes. El piso quedó perfecto; parecía un lugar distinto y quedé bastante conforme. Prácticamente todo era en tono blanco y un poco de gris, que le daba un aire sobrio y masculino al sitio.Había madrugado ese día con la excusa de ir al bufete a revisar unos pendientes urgentes y estaba fuera del St. James's Park, recostado en la puerta de la todoterreno negra que conducía.Faltando treinta minutos para que llegara, comencé a caminar haciendo el mismo recorrido que aquella chiquilla, hasta llegar a la fuente donde siempre se detenía a quitarse la sudadera para anudársela a la cintura. Tomé asiento en el borde la misma, mirando el reloj deportivo que portaba en mi mu&ntild
SORPRESA—¿Ha iniciado la cacería? —dijo Brandon mientras nos servían café, en el mismo sitio de siempre, a unas calles del bufete.—Hoy fue nuestro primer encuentro. La llevé a mi piso y se dejó arrastrar sin protestas —respondí confundido y él enarcó una ceja.—¿Se te antoja demasiado fácil como para que sea real?—Exacto.—Eres atractivo y no es extraño que una mujer de su edad se deje arrastrar por la pasión del momento y que al día siguiente, ni siquiera lo recuerde —bromeó y negué. Esa muchacha nunca había visto un tipo desnudo a juzgar por su reacción.—¿Quieres decir que he perdido habilidades? —bromeé de todos modos y Brandon se encogió de hombros.—Desde el momento en que asumiste que Eleanor ser&ia