¿QUÉ OCURRIÓ?
—¿Quién trajo esto, Eleanor? —pregunté aturdido por aquella información que acababa de descubrir.
—Se lo entregaron al conserje sin decir nada más, y me lo dio a mí. No sé quién pudo haber dejado el paquete aquí.
—Debe ser una broma de mal gusto… —tragué con fuerza, volviendo a coger la fotografía que le tomaron a Cristopher y la nota.
—Entonces… ¿dejarás las cosas así? —preguntó apenas, con la voz saliéndole en un hilo por el temor.
—¿Crees que sea falsa la información? —respondí con otra pregunta—. Como abogada y amiga; ¿crees que ésta información es irrelevante y que la persona que lo envió se tomó demasiadas molestias solo para fastidiarme?
Ella suspiró y cerró sus ojos. Se puso de pie y comenzó a andar despacio en círculos sin verme a la cara.
—Como abogada, y habiendo visto la fotografía junto con los reportes, te diría que no —dijo con convicción—. Quien haya enviado todo esto, debió haber gastado una pequeña fortuna por la información. Si miras con atención los membretes y números de registros, te darás cuenta que son copias auténticas de los originales. Solo alguien con muchos contactos y por sobre todo, demasiado dinero, podría comprarlas. Sin embargo… —suspiró y me vio al rostro—, la persona que envió esto solo quiere provocarte.
—¿Qué quieres decir?
—Es evidente que el hombre a quien nombra en la tarjeta, le molesta de algún modo y busca que hagas el trabajo sucio por él.
—Lo único que me interesa, es saber si la información es real —respondí.
—Los papeles son reales, James; lo sabes perfectamente.
—Pero… —presioné para que me dijera lo que pensaba.
—Pero sabes que eso no significa que hubiera sido una ejecución. Tal vez por el modus operandi y por los orificios de la bala, desean hacerte pensar algo que les conviene para que vayas por ese tal Henry Ross. Ni siquiera conocías a tu hermano, cielo… te ruego que pienses como un profesional y no mezcles tu raciocinio con la culpa que sientes por lo que pasó.
Sus palabras me partieron en dos porque sabía que tenía razón. Sin embargo, no podía quedarme de brazos cruzados sin averiguar la verdad.
—No tiene sentido que me hubieran enviado todo esto por nada…
—En eso estamos de acuerdo —se cruzó de brazos y enarcó una ceja—. Piensa, James. ¿Por qué lo hacen después de más de dos años? Solo porque les conviene que vayas por ese hombre, cariño. Nada más. Si hubiera sido por amistad o buena voluntad, lo habrían hecho desde un principio. No seas tonto, por favor.
—No puedo quedarme sin hacer nada, Eleanor. Si esta información llegó aquí, porque quien la trajo deseaba que conociera a ese hombre, no me quedaré sin al menos asegurarme que todo es una vil mentira para manipularme.
Ella negó y se abrazó a sí misma, respirando hondo para evitar llorar. Sus ojos verdes estaban cristalizados y sabía que estaba sufriendo por el miedo a lo que había mencionado en el aparcamiento.
—Te irás, ¿cierto? —indagó con temor y volví a mirar la nota y la fotografía.
Asentí con la cabeza y un sollozo de lamento escapó de su boca.
—Solo será un tiempo, hasta resolver este rompecabezas.
—¡Nos casaremos en tres meses, James! —levantó la voz con frustración y me puse de pie, para acercarme a ella. La tomé del rostro, haciendo que me viera a los ojos—. Me dejarás… no regresarás, algo dentro de mí me dice que cambiarás todo lo bueno que tienes, que tenemos, por una venganza.
—No te abandonaré, cariño, pero quiero que entiendas que necesito saber la verdad…
—¡Qué verdad, por Dios! Te están poniendo un señuelo e irás directo a caer en él…
—Eleanor… —inicié luego de respirar hondo—, algo me dice aquí —tomé su mano e hice que tocara mi pecho—, que todo es real… que alguien mató a mi hermano y necesito saber, al menos si fue ese tal Henry Ross o no. Si llega a suceder que todo se trató de una mala información, dejaré las cosas en paz y regresaré aquí, a tu lado, olvidando el asunto para siempre —prometí y se mordió el labio inferior.
—¿Y si es verdad?
—Sabes qué debo hacer justicia…
—Yo… no sé qué decir —cerró sus ojos dejando escapar más lágrimas—. ¿Estás dispuesto a perder todo lo bueno que tienes, por alguien que ni siquiera has conocido bien?
Aquellas palabras hicieron que la soltara de golpe.
—Tú no sabes nada de Cristopher.
—¡Tú tampoco! —retrucó y cerré los ojos, intentando contener mis impulsos y mi lengua—. Sabes lo mismo que yo, ¡por Dios!
—Entiéndeme, Eleanor… es una cuestión de la que debo ocuparme —ella negó con la cabeza.
—Lo siento, James… no puedo entenderte.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que si te vas, cuando regreses ya no estaré aquí —respondió con firmeza y fruncí el ceño.
—¿Me estás amenazando? —indagué sin poder creerlo.
—No, James… pero como tú dices —se acercó hasta mí y tomó mi mano, llevándola esta vez a su pecho—, aquí siento que si te vas, nada volverá a ser igual y que de todos modos, lo nuestro acabará; no quiero arriesgarme a perderte de esa forma. Prefiero hacerlo hoy… ahora, si piensas cambiar nuestro presente y poner en riesgo nuestro futuro, dándole más importancia a algo que de todas maneras, no te devolverá a tu hermano.
Negué con la cabeza y aparté su mano de mi pecho.
Si saber la verdad significaba perder a mi compañera, pues así sería.
—Será como tú quieras —repliqué y me vio sin comprender—. Si quieres irte y no estar aquí para cuando regrese, respetaré tu decisión.
—¡¿Eso es todo?! —preguntó con incredulidad y me encogí de hombros—. Acabamos de comprometernos… está todo listo para la boda. ¡No puedes hacerme esto, James! —reprochó con dolor y aunque me partía el alma, me puse firme.
—No soy yo quien amenaza con terminarlo todo, Eleanor. Te he dicho que regresaré pero quieres manipularme para que no haga algo que debo hacer.
Ella negó, se secó las lágrimas y regresó a la cama, acurrucándose.
Fui por una manta y la cubrí, recostándome a su lado y envolviendo su cintura con mi brazo. Oí un sollozo y la sentí temblar.
—Sé que si te vas por ese asunto, no regresarás… —volvió a repetir, cabreándome.
—No comprendo por qué dices que no regresaré a ti. ¿Acaso no entiendes que te amo y que solo necesito cerrar una página de mi vida que me atormenta? —susurré a su oído y ella sonrió.
—Eso lo dices ahora, pero mi instinto de mujer sabe que si cruzas esa puerta para ir por tu justica, no regresarás siendo el mismo.
—Cariño, eso no pasará —besé su cuello y suspiró—. Te amo y solo pido que me entiendas y comprendas mis motivos.
—¿Lo prometes? ¿Prometes que nada cambiará entre nosotros cuando termines con ese asunto?
—Lo prometo —la abracé con fuerza, aspirando su exquisito aroma. Era estúpido lo que pensaba… jamás en mi vida habría otra mujer que me llenara tanto como lo hacía ella.
—¿Cuándo te marcharás? —preguntó con suavidad y coloqué mi rostro sobre su hombro.
—Mañana.
—Entonces no me sueltes hasta que amanezca, porque presiento que esto no se volverá a repetir jamás.
***
En la mañana, recogí algunas cosas personales y salí con destino al Aeropuerto de Heathrow. Eleanor no se había despedido y en cuanto desperté, ya no estaba en la cama. Sin embargo, dejó una nota sobre la almohada donde me pedía que regresara pronto.
Sabía que era difícil entender mi fijación por hacer justica para un desconocido como ella lo llamaba, porque en parte era verdad. También tenía razón al decir que era la culpa quien me estaba lanzando a todo aquello, y es que en mi cabeza no cesaba de rondarme la idea de que si no lo hubiera abandonado por tanto tiempo, él aun seguiría vivo.
Llamé a uno de mis contactos en el bufete, quien me recomendó a un hombre para la investigación que iniciaría ni bien pisara Nueva York. Tenía que saber todo de ese tal Henry Ross y también si era verdad que resultaba ser amante de Camile, porque ese podría haber sido un motivo para sacarlo del camino.
Según Brandon; mi socio y mejor amigo, se trataba de un ex detective de la policía que fue dado de baja por presuntamente haber vendido información y corromper las reglas del NYPD. Sin embargo, al no contar con suficientes pruebas, se lo había condenado a prisión preventiva durante seis meses para luego darlo de baja definitivamente. Su nombre era Gary Storm; cuarenta y cinco años y con varios antecedentes de sospechas por acceder a sobornos.
Mientras esperaba en el aeropuerto a tomar mi vuelo, le marqué a Brandon luego de leer el legajo completo de ese hombre, que había recibido por correo.
—¿Estás seguro que puedo confiar en él? —pregunté.
—Ese hombre te llevará hasta el mismísimo Lucifer por dinero; es el indicado —respondió del otro lado—. Además, seguía en el NYPD cuando todo pasó y estoy seguro recordará el caso de tu hermano.
—Bien —dije contrariado.
—Avisa cualquier cosa que necesites y ten mucho cuidado, James. Si es verdad todo lo que piensas, puede ser peligroso, ¿me oíste?
—Gracias, Brandon. Por favor… cuida a Eleanor por mí.
—No creo que haga falta, pero te prometo que estaré pendiente.
—Adiós, amigo —me despedí, guardando todo en la mochila para ir a la zona de embarque y tomar mi vuelo.
Aproximadamente después de ocho horas de vuelo, subí a un taxi y pedí al chofer que me llevara a un hotel cerca de Staton Company, dándole la dirección que recordaba.
Me di una ducha rápida y dormí por algunos minutos; mi cita con el señor Storm se había pactado para la hora de la cena en un pequeño restaurante de los suburbios de Brooklyn, muy cerca de donde habían encontrado el cadáver de Cristopher. Le había dado las coordenadas a Brandon cuando concretó el encuentro.
Cerca de las seis p.m., salí a las calles de Manhattan, respirando hondo y metiendo a mis pulmones ese aire que detestaba desde que tengo memoria. Cogí transporte y fui directo al sitio, en donde seguramente ya me estaría esperando ese hombre.
A las siete ingresé al pequeño local italiano, escudriñando a mi alrededor para ver si veía ese rostro de la fotografía que envió Brandon junto con su historial. Segundos después, lo divisé en un rincón, mirando a través de los cristales que daban a la calle.
Se trataba de un hombre robusto, de facciones duras. Sus ojos distantes, eran oscuros como vaticinaba también lo era su alma. Despertó mi desconfianza nada más al verlo, pero no había otra salida más que confiar en ese hombre. En mi profesión había visto mucho más de lo que un simple ser humano pudiera soportar, y el sujeto que esperaba por mí, tenía esa aura endemoniada, del tipo que eran capaces de entregar hasta sus pensamientos por dinero.
Con las palmas sudadas como nunca me había pasado, caminé hasta él, tirando la silla de enfrente para tomar asiento.
—¿Señor Storm? —pregunté, enlazando mis dedos sobre la pequeña mesa de manteles manchados—. Soy James Williams.
—¡Pero qué tenemos aquí! —en su boca se fue formando una sonrisa que denotaba sorpresa y sus ojos se abrieron de par en par—. Creí que las almas perdidas no regresaban del más allá, pero veo que me he equivocado —emitió una sonora carcajada y luego negó con la cabeza—. Ya decía yo que su apellido me resultaba familiar.
EL PRINCIPIO DE LA INVESTIGACIÓN—¿Nos conocemos? —entorné los ojos ante sus palabras.—Digamos que sí…—Yo no recuerdo haberlo visto en mi vida.—Conocí a Cristopher Williams; ¿su gemelo? —enarcó una ceja.—Supongo que por el crimen que le quitó la vida —dije suspirando y negó.—Tuvimos un negocio.—¿Qué tipo de negocio?—Pues, no sé si esté enterado, pero su hermano me pagó, junto con otro hombre que creo era el cerebro de todo, para que enviara a un tipo a prisión.—¡¿Qué?! —dije con incredulidad y el hombre sonrió—. ¿Recuerda el nombre del otro sujeto?—No; pero estoy seguro fue quien ideó todo aquel macabro plan.Suspiré, tragando con dific
UNIENDO PIEZASComo había imaginado, el señor Storm me citó una semana después de haber pactado nuestro trato, en el mismo sitio que la primera vez.—¿Ha tenido una investigación productiva? —pregunté, luego de que la mesera nos sirviera café.El hombre sonrió con satisfacción y de un maletín que había dejado en el suelo, recostado a las patas de la silla que ocupaba, extrajo un grueso folio que tendió sobre la mesa, para mí.—Aquí encontrará todo lo que necesita saber.Tomé el folio y comencé a revisarlo, apartando la tapa de carpeta negra.En la primera hoja había una fotografía; la de un hombre moreno con semblante duro y ojos oscuros. La descripción decía: Henry Ritter.Levanté la mirada, frunciendo el ceño ante la no coincidencia
IDEANDO UN PLAN—Tenga mucho cuidado, señor Williams; ese hombre es muy peligroso si se meten con él. Tiene vigilado minuciosamente a toda su familia.—Revisaré la información en mi hotel —tomé el folio con los informes y me puse de pie. Extraje de mi bolsillo el cheque con el doble de lo que habíamos acordado y se lo tendí—. Lo prometido.Lo tomó y revisó su contendido. Asintió con la cabeza y extendió su mano que tomé de inmediato.—Si necesita algo más, no dude en contactarme.—Por supuesto —respondí, soltando su agarre y saliendo del lugar.Contuve mis ganas de gritar al pisar la fría calle. Subí al coche que renté, respiré hondo y golpeé con violencia el volante.«¡Ahhh!»Grité en ese momento, sintiendo un eno
MENTIRA PIADOSAAl día siguiente, antes de partir de regreso a Londres, fui al banco a resolver el asunto de la casa de mis padres.La deuda era millonaria, pero lo que me sobraba a esas alturas, era dinero y aunque detestaba a esas personas que me procrearon, no dejaban de ser mi sangre.Era un modo de pagarles el sustento que me dieron hasta que pude largarme.Desde temprana edad supe, que si quería salir de ese nido de víboras, debía trabajar duro para lograrlo. Me esforcé por años, siendo el mejor en todo con un único propósito: conseguir una beca para estudiar leyes en Oxford.Había ahorrado lo suficiente como para no pedirles nada a mis padres. Trabajaba medio tiempo luego de la escuela y los fines de semana, mientras mis amigos se iban de juerga. No había pasado un solo verano en el no laborara en cualquier sitio decente.Cuando lo conseguí,
REFUERZOSLuego el desayuno, acompañé a Eleanor a la universidad con el propósito de que me adentrara en todo lo referente a las clases que dictaba.Grande fue mi decepción al darme cuenta de que aquella niña no se encontraba en el listado de alumnos de Eleanor. Sin embargo, no me daría por vencido tan fácilmente.Presencié la última clase que dictó mi prometida en la cátedra que necesitaba la reemplazara, absolutamente frustrado por no coincidir con mi presa. Al final de todo, fui presentado como el reemplazo a partir de la siguiente clase.Al marcharnos, ya en el coche, hice algunas preguntas.—¿Esa es en la única clase que necesitas reemplazo, cielo? ¿Qué pasa con las demás?—Una compañera se ofreció hace tiempo, cuando mencioné la intención de buscar reemplazo, por lo que
SIGUIENDO SUS PASOS—Ahora, ¿me dirás de una vez como lo harás? —preguntó impaciente—. Recuerda que tienes una vida… y con esto, estarás prácticamente creándote otra que será difícil de sobrellevar.—No venderé mi apartamento como le hice creer a Eleanor y será una gran ventaja para mí. Sin embargo —suspiré—, deberé esperar hasta después de la boda para dar marcha a mi plan y debo saber todos los movimientos de esa muchacha antes de dar el primer paso. Debo entrar en su mente, hacerle creer cosas en las que nunca ha creído… lograr que piense que conmigo, nada malo ocurrirá jamás. Enseñarle cosas nunca antes vistas, vividas y experimentadas… hasta que todo su mundo se gire en tono a mí y luego hacerla sufrir tanto, al punto de que conozca la locura…
UNA NUEVA VIDA EN TODOS LOS SENTIDOSFaltaba una semana para la boda y el departamento se encontraba completamente desmantelado.Necesitaba muebles nuevos, electrodomésticos y utensilios que hicieran parecer que vivía allí como un hombre soltero.Además, debía cambiar por completo el color de las paredes que sin duda tenían el toque femenino de Eleanor, quien estaba segura de que el departamento ya había sido vendido.Mientras ella se encontraba completamente sumida en los preparativos de la boda y la luna de miel, yo me encontraba abocado completamente en cumplir con lo que le juré a la memoria de mi hermano. Seguía siempre los pasos de aquella muchacha y al parecer, tenía todo fríamente calculado en relación a mi plan. Nada podía fallar.Luego de dejar a Eleanor para su última prueba de vestido, busqué por la zona comercial un
6 meses antes de la boda de Henry y Camile…EL PRIMER ENCUENTRONi bien regresamos de la luna de miel, me puse en campaña para iniciar mis planes. El piso quedó perfecto; parecía un lugar distinto y quedé bastante conforme. Prácticamente todo era en tono blanco y un poco de gris, que le daba un aire sobrio y masculino al sitio.Había madrugado ese día con la excusa de ir al bufete a revisar unos pendientes urgentes y estaba fuera del St. James's Park, recostado en la puerta de la todoterreno negra que conducía.Faltando treinta minutos para que llegara, comencé a caminar haciendo el mismo recorrido que aquella chiquilla, hasta llegar a la fuente donde siempre se detenía a quitarse la sudadera para anudársela a la cintura. Tomé asiento en el borde la misma, mirando el reloj deportivo que portaba en mi mu&ntild