Miguel estaba desesperado por verla. Recién entraban a la suite del hotel con Armando. Se quedaron en otro hotel cerca, para evitar alertar a Albert. Había quedado de verse con Luis dentro de dos horas. Estaba muy enojado, pero sobre todo contrariado. Nunca cruzo por su mente que Luis lo traicionaría. Lo había investigado y su perfil no tenía nada raro; huérfano y con formación militar, nunca se casó, ni tuvo hijos. Cuando Renata desapareció intento contactarlo por todos los medios y fue como si la tierra se lo hubiera tragado.El sentimiento de frustración e impotencia rebasaron su límite. Estaba cansando, mental y físicamente. Era como si constantemente estuviera luchando por tener una familia y entre más luchaba, el universo se encargaba de frenarlo. No era justo para Renata, su hija y él. Sin embargo, de algo estaba seguro; lucharía por su familia hasta el final.—¿Estas listo? —preguntaba Armando un tanto nervioso, con miedo de que la reacción de Miguel sea impulsiva.—No haré ni
Albert madrugó esa mañana. Tomó solamente un jugo verde y se fue a la reunión con su padre. Había dado ordenes precisas de llevar a Renata al aeropuerto a la una de la tarde, se fue sin despedirse pues ella seguía durmiendo. En esa reunión se definiría todo el futuro de ELAD.Al llegar al Corporativo en Londres, saludaba a todos los socios de la empresa. Se media el poder y dinero dentro de esa sala; varios meseros se movían dejando cafés y tentempiés. Cuando Max ingresó todos guardaron silencio. Una mesa elegante ovalada estaba en el lado izquierdo del salón.—¡Bienvenidos! Por favor, pasemos a la mesa —indicó sonriente como si se tratará de una reunión sin importancia.Todos los meseros y guardias personales salieron en seguida de la sala. Los demás tomaron asiento e inmediatamente una pantalla enorme apareció con muchos datos con diferentes temas en ella.—Como es del conocimiento de la mayoría, estamos pasando por una situación delicada en cuanto a la privacidad en el sistema de la
Albert y su padre caminaron por 20 minutos en un túnel al escapar del edificio corporativo por uno de los pasadizos secretos. Salieron directo a un parqueo donde los esperaban dos coches con guardaespaldas.—¡Escúchame bien, Albert! No irás por esa mujer, es una orden.—No me iré sin ella. Te veré en el aeropuerto —caminó hacia el otro vehículo.—Armando te matará —advirtió molesto y preocupado.—Bueno, al menos ya no tendrás que elegir padre —respondió con amargura y con más decisión subió al auto.Max no podía creerlo, su estúpido hijo no entendía la gravedad de la situación. Pero a pesar de todo, lo amaba, era su único hijo y sabía que lo perdería si no intervenía.En el restaurante Armando estaba muy bien posicionado, tenía todos los flancos cubiertos. Los sensores de armas que había colocado vibraron. Rápido visualizó como dos tipos entraban con Albert al lugar, actuaron como si alguien los estuviera esperando y así pasaron más rápido.—Miguel, Albert está aquí —le avisaba por me
Armando había llevado a Miguel afuera del hospital para que tomara aire y se tranquilizara un poco.—Señor Miguel.Miguel y Armando giraron. Luis se acercaba a ellos apresuradamente. Estaba vestido de diferente manera. Lucía un traje negro formal, convencional.—¿POR QUÉ NO ME LLAMASTE ANTES MALDITA SEA? —Miguel se le fue encima y lo tomó del traje con rabia —¡Ese maldito se aprovechó de ella! —Luis lo miraba con sorpresa.—Mi misión era recabar información, no pude avisarle antes. De haberlo hecho jamás hubiera podido obtener la información que necesitábamos para el caso.—Miguel, suéltalo —le pidió Armando y él segundos después lo soltó.—¿Cómo lograste infiltrarte con ellos? —preguntó Miguel tratando de tranquilizarse. Luis se arregló su camisa y su saco.—Antes de trabajar para usted como guardaespaldas, ya pertenecía a ELAD, ingresé como agente. Logré obtener la confianza de MAX y fui su guardaespaldas, al poco tiempo pasé a ser guardaespaldas de Albert su hijo. Luego Albert se o
—De verdad estas preguntándome eso Miguel, ¿por qué? —sentía enojo, mucho enojo. No sabía muy bien si era porque dudara de ella o por su descaro de peguntarle eso cuando él estuvo con alguien más.—Amor, no sé cómo decirte esto… —intentaba decírselo de la mejor manera.—Miguel, dilo. ¿Qué pasa? —preguntó molesta.—Estas embarazada —Renata agrando sus ojos asombrada.—¿Embarazada? Pero… —mágicamente todo lo que había pasado no importaba, sentía que su vida se llenaba de color nuevamente.Otro hijo de Miguel, estaban construyendo una familia. Observó su rostro detenidamente, lo veía muy preocupado y hasta angustiado. Entonces, comprendió todo. Él pensaba que el bebé podía ser de Albert y de manera muy egoísta intento disimular lo que de verdad sentía.—Sí, embarazada. Por eso te desmayaste, necesitan hacerte unas preguntas y una ecografía —mencionaba esperando a que le respondiera la pregunta de hace un momento.—¿Y piensas que este bebé podría ser de Albert? —le preguntaba torturándolo
—No tienes ni que pedírmelo —tomó sus labios desesperado. Cuantas veces soñó con tenerla así nuevamente, con su sabor y olor —. Te necesito —expresó sobre sobre su boca, mientras sus manos le quitaban la bata de baño. —Y yo a ti… —contestó abstraída en sus caricias —pero estas herido. —Esto no va a detenerme pequitas —sonrió con sensualidad. Lamia su cuello como si fuera un helado, su lengua subía despacio desde la clavícula hasta la oreja. Al sentir su sabor toda su piel se erizó y su deseo se elevó a niveles inimaginables. Ella tenía todo lo que buscaba en una mujer. Para Renata la manera en que Miguel la tomaba, el olor de su piel y el sabor de sus labios no podía siquiera describirlo. Es que sabía tan bien… a dulce, a una clase de néctar especial diseñado solo para ella. Sin poder dejar de besarlo le quitaba su camisa. Trato de controlarse para no lastimarlo. Parecía que ninguno de los dos quisiese respirar, pues no separaban sus bocas, estaban tan necesitados el uno del otro
Ahí estaba ella viéndome sería, con esos ojitos llenos de lágrimas que lucha por no derramar. No me gusta que me vea con tristeza y duda. Renata cambio mi vida por completo, alejó mis miedos y curó mi corazón herido. Por qué duda tanto de mi amor, si trato de hacérselo saber todo el tiempo. —Amor —me acercó a ella y toco su mejilla. No puedo estar cerca de ella sin contacto físico. Cosa que me incomodaba con otras mujeres a menos que fuéramos a tener sexo. Como ha cambiado todo eso ella en mí —. Explícame que fotos, porque no miento cuando te digo que no se de qué fotos hablas. —Por favor, Miguel —quita mi mano —. Estabas en el hospital ese día, fue el día que te encontré en el pasillo y tu me llevaste a la oficina y... —comenzó a ponerse nerviosa. —¿Y? —me acercó más a ella. —No hagas eso —trata de apartarme. —¿Qué no haga qué? —me acercó aun más hasta tomarla de la cintura. —¡Esto! —señala mis brazos —Bien sabes el efecto que tienes en mí, me desconcentras y no puedo reclamarte
—¿Todo bien? —Miguel la observó divertido. —Esta es la quinta vez que me preguntas eso desde ayer, pequitas —Renata lo miraba achicando los ojos. —Es que estas extraño, ¿qué me ocultas Miguel? —él comenzó a reírse, su amigo Armando los observaba entretenido mientras acunaba a unos de sus hijos, su esposa Edith le daba un biberón al otro. Tener gemelos no era tarea fácil. En una hora llegaban a México. Iban todos juntos en el Jet —. ¿Por qué ustedes es tan arreglados? A Edith no le gustan mucho los vestido y hasta se ha puesto tacones —Miguel observaba cada gesticulación, amaba sus gestos —. Me ha dicho “quiero comenzar a usarlos más seguido” ¡Por favor! Además, mira a Armando tiene un atuendo semi formal y él usa más ropa casual y tú también —señaló su ropa —. No me digas que hay alguna reunión de trabajo y tenemos que asistir. —Amor, número uno no te oculto nada. No estoy extraño, dame a Violeta —tomaba a su hija dándole muchos besos y ella reía a carcajadas con su papi —. Número d