El claro estaba bañado por la luz de la luna, que iluminaba los rostros de Kadisha y Mindi con un resplandor plateado. La atmósfera era tensa, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración. Kadisha se plantó firme, dispuesta a no dejar que las inseguridades la dominaran. —Gracias por venir, Mindi. —empezó Kadisha, su voz firme. —Sé que no tenemos un pasado fácil, pero necesitamos hablar sobre Julius y cómo podemos manejar esta situación. Mindi la miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad. —No esperaba que me buscaras. —respondió con un tono que era a la vez intrigante y desafiante. —¿Qué te hace pensar que puedo ayudarte? Kadisha sintió un hormigueo de tensión en el aire. —Tu conocimiento de la manada de Julius es crucial. Sabes cómo piensan, cómo operan. Mindi soltó una risa suave, casi burlona. —¿Y qué ganaría yo con esto? Kadisha frunció el ceño. —La seguridad de todos los que te importan. La manada de Murdock no es solo un grupo; es una familia. Mindi
La mañana llegó despacio, con los rayos del sol colándose entre las hojas del bosque, creando un mosaico de luces y sombras sobre el suelo. Kadisha se encontraba en el claro donde había hablado con Mindi la noche anterior, aún sintiendo la tensión electrizante de su alianza inesperada. Tenía mucho en qué pensar, y el peso del futuro de su manada se cernía sobre sus hombros. Mientras se preparaba para el día, se sentó en una roca plana, sintiendo la calidez del sol en su piel. Su mente se llenaba de preguntas sobre cómo enfrentar la amenaza de Julius. Había estado acumulando información, pero ahora necesitaba formar un plan concreto. —¿Kadisha? —la voz de Murdock la sacó de sus pensamientos. Se volvió para encontrarlo acercándose, su figura imponente resaltando en el claro. Su cabello rubio brillaba bajo la luz del sol, y sus ojos azules eran como un océano profundo que prometía calma y tormenta al mismo tiempo. Ella sonrió, sintiéndose un poco más fuerte con su presencia. —Hola. Es
El sol se alzaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonalidades doradas y rosas, un presagio de lo que el día traería. Kadisha despertó con la sensación de que algo importante estaba a punto de suceder. La reunión con la manada estaba programada para más tarde, y su corazón latía con una mezcla de emoción y nerviosismo. Mientras se vestía, se contempló en el espejo, notando las ligeras ojeras que adornaban su rostro. La ansiedad la había mantenido despierta, dando vueltas a todos los posibles escenarios que podrían surgir en la reunión. Sin embargo, no podía permitir que el miedo la paralizara. —Hoy es el día. —se dijo a sí misma, tratando de infundirle valor a su reflejo. Kadisha se preparó con un vestido verde esmeralda que acentuaba sus curvas, el color realzando sus ojos brillantes. La elección no fue casual; quería proyectar confianza y fuerza ante su manada. Sabía que tenía que ser más que la chica huérfana que había llegado a este mundo. Debía ser la líder que todos necesi
El amanecer trajo consigo una atmósfera de tensión palpable en la manada. Kadisha despertó con la sensación de que el día de hoy sería crucial para el futuro de todos. Los ecos de su encuentro con Murdock la habían dejado con una mezcla de esperanza y ansiedad que apenas podía sacudirse. El desafío que se avecinaba la mantenía alerta, cada músculo de su cuerpo consciente del peligro. Se vistió rápidamente, optando por una blusa de manga larga y pantalones cómodos, sintiendo la necesidad de estar lista para cualquier eventualidad. La mañana era fresca, con una brisa suave que traía consigo un ligero aroma a tierra mojada, presagiando la posibilidad de lluvia. Sin embargo, la tormenta que realmente se acercaba estaba en el aire, una amenaza que no solo era meteorológica, sino personal. Mientras se unía a los demás miembros de la manada en el claro habitual, Kadisha notó que la conversación era más animada de lo habitual. La preocupación y la emoción se entrelazaban en cada intercambio
La noche había caído como un manto oscuro sobre el bosque, la luna llena brillando intensamente y reflejando su luz plateada sobre el claro donde se llevaría a cabo el duelo. Kadisha podía sentir el peso de la atmósfera, una combinación de anticipación y miedo que se cernía sobre la manada como una tormenta eléctrica. Los murmullos de su gente resonaban en el aire, cada uno preparado para enfrentar lo que se avecinaba. Murdock se encontraba a su lado, su presencia un faro de fuerza en medio de la tensión. Su mirada era intensa, la determinación grabada en sus rasgos. Kadisha podía sentir cómo la conexión entre ellos se intensificaba a medida que se preparaban para enfrentar a Julius y su manada. —¿Estás lista? —preguntó Murdock, su voz grave y calmada, aunque ella podía detectar el roce de la inquietud en sus ojos. Kadisha asintió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. —Lo estoy. No vamos a permitir que nos derroten. La manada se agrupó en un semicírculo, sus miradas fijas e
El sol comenzó a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo con matices dorados y rosas, mientras el aire fresco de la mañana envolvía el claro donde había tenido lugar la batalla. Kadisha estaba sentada en un tronco caído, su mente aún procesando lo ocurrido la noche anterior. La victoria sobre Julius y su manada resonaba en su pecho como un eco de triunfos antiguos. Habían luchado juntos y habían salido victoriosos, pero la batalla había dejado sus marcas. A su lado, Murdock se pasó la mano por el cabello despeinado, todavía revuelto tras la lucha, y la miró con una intensidad que la hizo sentir como si todo el mundo se detuviera a su alrededor. Sus ojos azules parecían contener la luz del amanecer, y Kadisha sintió que su corazón se aceleraba al encontrar la profundidad de su mirada. —¿Estás bien? —preguntó Murdock, su voz baja y preocupada. Kadisha asintió, aunque en el fondo sabía que la victoria había dejado un sabor agridulce. —Sí, solo estoy… procesando todo. Murdock se in
La cacería había sido un éxito rotundo. Kadisha había sentido la euforia de la manada mientras corrían por el bosque, persiguiendo a las presas con la coordinación de un solo ser. Cada uno de ellos compartía un mismo objetivo, un mismo aliento, y eso les daba una fuerza que trasciende lo físico. Sin embargo, mientras celebraban, un oscuro presentimiento seguía rondando en la mente de Kadisha. Aquella noche, la manada se había reunido alrededor de una fogata, el crepitar de las llamas y las risas resonando en el aire. Sin embargo, la mente de Kadisha estaba lejos, perdida en los pensamientos que la inquietaban. Se encontraba sentada junto a Murdock, pero su mirada se desvió hacia el bosque, donde las sombras parecían ocultar secretos. —¿Te encuentras bien? —preguntó Murdock, notando su inquietud. Su voz era suave, pero el tono de preocupación era evidente. —Solo estoy reflexionando, —respondió Kadisha, tratando de sonreír para tranquilizarlo. Sin embargo, la mueca no pudo ocultar el
La noche avanzaba, y la tensión se palpaba en el aire. Kadisha y Murdock se encontraban en su cabaña, la cual, aunque acogedora, ahora parecía un refugio precario frente a la tormenta que se avecinaba. Con el eco de la revelación sobre la posible supervivencia de Julius aún resonando en su mente, Kadisha no podía evitar sentirse inquieta. Murdock, sentado en el borde de la cama, la observaba con preocupación. Su expresión era intensa, una mezcla de determinación y vulnerabilidad que siempre había capturado su atención. —¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó, su voz baja y firme, pero también impregnada de un matiz de duda. Kadisha se giró hacia él, su corazón latiendo con fuerza. —No tengo opción. Julius no solo representa un peligro para mí, sino para todos los que amo. —Lo sé, pero esto es diferente. —Murdock se levantó, acercándose a ella. —Antes no tenías nada que perder, pero ahora... ahora es diferente. Tienes una manada, una familia. Y yo... no quiero que sufra