Kadisha respiró hondo, sintiendo la brisa fresca del bosque acariciar su piel. La batalla continuaba a su alrededor, pero en ese instante, todo se sentía distante. La adrenalina aún recorría su cuerpo, y su corazón latía con fuerza, resonando como un tambor de guerra. La confrontación con Julius había desatado una llama en su interior, un fuego que ahora la guiaba.
Mientras el caos se desataba a su alrededor, Kadisha sintió un impulso incontrolable. Sabía que no podía rendirse. Debía encontrar una manera de desmantelar el poder de Julius desde su raíz, y eso significaba enfrentarse a él una vez más.Murdock estaba a su lado, luchando con ferocidad. Su cuerpo se movía como una máquina bien aceitada, esquivando y atacando con precisión. Cada vez que sus miradas se cruzaban, un torrente de energía fluía entre ellos, un recordatorio de su conexión inquebrantable. La intensidad de su amor era un faro en medio de la oscuridad.—¡Kadisha! —gritó Murdock, su voz lKadisha se quedó mirando a Julius, aún tendido en el suelo, su cuerpo inmóvil y su expresión desfigurada por la derrota. La adrenalina seguía fluyendo en su interior, pero una oleada de confusión la envolvía. Habían luchado con valentía y unidad, pero el aire seguía impregnado de una tensión palpable.Las lobas que había liberado se acercaron, sus ojos llenos de gratitud, pero también de miedo. Kadisha se sintió profundamente responsable de ellas, de su bienestar, de su libertad. No podían quedarse allí; el campamento de los Dark Night aún era un lugar peligroso.—¡Vamos! —ordenó, tratando de infundir valor en sus corazones. Las lobas asintieron, y juntas, comenzaron a moverse hacia la salida del campamento.Kadisha, sin embargo, se detuvo por un momento, mirando hacia atrás a Julius. Su mente comenzó a divagar, imaginando lo que había pasado para llegar a ese punto. ¿Cómo había caído tan bajo? Julius había sido un líder, pero su ambición lo había llevado
La mañana después de la batalla llegó con una claridad implacable. Kadisha despertó en la cabaña que compartía con Murdock, la luz del sol filtrándose a través de las ventanas. El aire estaba impregnado de un aroma fresco a pino y tierra húmeda. Por un momento, se sintió en paz. Pero esa paz era frágil, como un cristal que podría romperse con el más mínimo movimiento.Se giró para encontrar a Murdock aún dormido, su expresión relajada, los músculos de su rostro marcados por un ligero rayo de luz que caía sobre él. Recordó la noche anterior: la fuerza de su unión, la determinación de la manada. Pero en el fondo, una preocupación latente persistía en su mente. ¿Qué pasaría con Julius? La derrota había sido un golpe, pero no había un final definitivo.Kadisha se levantó cuidadosamente, evitando despertar a Murdock. Se vistió con una camiseta de algodón y unos pantalones cómodos, dispuesta a enfrentar el día. Al salir, el aire fresco la recibió, y un escalofrío recorri
El día había sido largo y agotador, y mientras el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, Kadisha sintió que necesitaba un respiro, un momento de tranquilidad lejos de las tensiones que rodeaban a la manada. Así que, al caer la tarde, decidió aventurarse hacia un lugar que había descubierto durante una de sus patrullas: un lago oculto, un pequeño refugio escondido entre árboles frondosos y arbustos floridos.Cuando llegó, el lugar la deslumbró. Las aguas del lago eran claras y tranquilas, reflejando el cielo teñido de tonos anaranjados y púrpuras. El sonido suave del agua al moverse y el canto de los pájaros creaban una melodía perfecta, que la envolvía en una sensación de paz.Se acercó al borde del agua, sintiendo la frescura del aire en su piel. Kadisha se agachó y hundió los dedos en el agua, disfrutando de la sensación. Sin embargo, en lo profundo de su mente, un deseo ardiente comenzó a emerger, un anhelo que había estado contenida en los últimos días po
La luz del amanecer comenzó a filtrarse entre los árboles, tiñendo el cielo de un suave color dorado. Kadisha y Murdock despertaron en la orilla del lago, todavía envueltos el uno en el otro. La fresca brisa de la mañana acariciaba sus pieles desnudas, recordándoles la aventura de la noche anterior, donde el deseo y la conexión habían encontrado su punto culminante.Kadisha se desperezó, sintiendo el suave roce de Murdock a su lado. Con una sonrisa traviesa, se giró para mirarlo. Él aún dormía, su rostro relajado y sereno, los cabellos rubios despeinados iluminados por los primeros rayos del sol. Sin poder evitarlo, ella acarició su rostro con ternura, disfrutando del momento.Murdock abrió los ojos lentamente, una sonrisa comenzando a formarse en sus labios al encontrarla. —Buenos días, hermosa. —su voz aún tenía un tono somnoliento, pero su mirada reflejaba el deseo latente que ambos compartían.—Buenos días. —respondió Kadisha, un destello de picardía e
La calma que había envuelto el lago y el bosque comenzó a disiparse con la llegada de nubes grises que cubrieron el cielo. Kadisha y Murdock, aún sumidos en la intimidad de su conexión, no podían prever el giro que tomarían las cosas en los días siguientes.Después de un largo rato disfrutando del silencio compartido, Murdock se sentó, estirando las piernas en la hierba fresca y húmeda. Kadisha lo observó, su corazón todavía latiendo con fuerza tras la pasión del día. Se sentía viva y libre, como si nada pudiera interponerse entre ellos.—¿Deberíamos volver? —preguntó Kadisha, sintiendo que la brisa empezaba a llevar un ligero frescor.—No todavía. —respondió Murdock, con un destello travieso en sus ojos azules. —Aún no hemos terminado de disfrutar de este lugar.Kadisha sonrió, sintiendo que su espíritu aventurero se avivaba. Se levantó, extendiendo la mano hacia él. —Entonces, ¿qué tal si exploramos un poco más?Murdock se puso de pie r
La tormenta había comenzado a desatarse con furia, llenando el campamento de la manada con el sonido de la lluvia golpeando el suelo y el retumbar del trueno resonando en el aire. Kadisha y Murdock se encontraban en la cabaña principal, rodeados por los miembros de la manada que se apresuraban a asegurarse de que todos estuvieran a salvo. El ambiente estaba cargado de tensión, no solo por la tormenta, sino también por la creciente amenaza de Julius Black y su manada.Kadisha se movía inquieta, incapaz de quitarse de la cabeza la sensación de inminencia que la había perseguido desde su encuentro en el lago. La conexión con Murdock había despertado algo en ella, algo que iba más allá del amor; era un deseo de proteger a aquellos que amaba y una necesidad de enfrentarse a sus miedos.—¿Estás bien? —preguntó Murdock, notando su nerviosismo. Se acercó a ella, su mirada profunda y seria. —No quiero que te sientas sola en esto.Kadisha lo miró, su corazón latiend
La lluvia caía con fuerza, creando un torrente que dificultaba la visibilidad en el bosque. Kadisha y Murdock avanzaban, cada paso resonando como un eco en la penumbra, su determinación más fuerte que el estruendo de los truenos. Kadisha sentía el latido de su corazón resonar en sus oídos, como un tambor marcando el compás de la inminente confrontación.—¿Estás lista? —preguntó Murdock, su tono serio pero cargado de preocupación.Kadisha asintió, sintiendo que la energía que los rodeaba era eléctrica, casi palpable. —Siempre.A medida que se adentraban en el bosque, comenzaron a notar figuras vagamente iluminadas por los relámpagos que atravesaban el cielo. Un grupo de hombres armados se movía en la distancia, discutiendo en murmullos que el viento arrastraba. Kadisha sintió un escalofrío recorrer su espalda; estos eran hombres de Julius Black, y sus corazones palpitaban con la promesa de un enfrentamiento.—Escucha. —Murdock inclinó la cabeza, su
La lluvia caía sin compasión, convirtiendo el suelo en un barro resbaladizo. Kadisha sintió cómo el agua helada se deslizaba por su piel, pero su adrenalina la mantenía caliente. Frente a ella, la manada de Murdock se alineaba, dispuesta a enfrentar a sus enemigos. Las miradas eran intensas, llenas de determinación y ferocidad.Murdock se volvió hacia Kadisha, su expresión grave, pero en sus ojos había un destello de confianza. —¿Estás lista para esto? —preguntó, su voz firme a pesar del caos que los rodeaba.Kadisha asintió, sintiendo cómo su corazón latía al compás de la tormenta. —Sí. Vamos a luchar.La tensión era palpable en el aire, como una cuerda a punto de romperse. En el momento en que Jayce dio la señal, los hombres de Julius se lanzaron hacia adelante, gritos y rugidos llenando el bosque. Kadisha sintió que la lucha era inevitable, y no podía dejar que el miedo la paralizara. A su lado, Murdock se movía con agilidad, transformándose en una fuer