Me encontraba en la oficina, clavado en una montaña de papeles y trabajo retrasado. No tenía ni la menor idea de donde había salido tanto trabajo estos últimos meses, pero agradecía que así lo fuera, pues las horas que dedico a mi trabajo me olvido hasta del mismo dolor que siente mi corazón.
Escuché la puerta abrirse, sabiendo del intruso que no respetaba mi tiempo laboral ni personal, seguí estudiando el plan de negocios para la próxima reunión. Si consigo cerrar el trato, la empresa tendrá un doble crecimiento. Gabriel tosió y acto seguido oí el chirrido de la silla del frente, lo que me llevó a mirarlo por encima de los espejuelos. Una sonrisa inocente apareció en su rostro.—Es casi medio día, ¿sabías que es hora del almuerzo?—Qué bueno saberlo — regresé la atención al documento, y resopló—. ¿Me necesitas?—Vine a invitarte a almorzar.—No tengo tiempo, aun no debo ajustar varios puntos del plan de negocios — y para ser sincero, no me apetece comer.—Todos los días te inventas una nueva excusa para sacarme el cuerpo. Pensé que era importante en tu vida.—No estoy para tus bromas, Gabriel.Se formó un silencio entre nosotros para nada incomodo, sabía que él no se iba a rendir tan fácilmente por lo que deduje lo que debe estar pasando por su mente para convencerme. Gabriel ha sido mi mejor amigo desde que cursamos el primer año de universidad. Él es el único que me ha acompañado en todo este proceso aparte de mi hija. Agradezco tenerlo como amigo, porque muchas veces sin ayuda me he sentido perdido.—Está bien, deja termino con esto y te acompaño a almorzar — accedí.—Perfecto. Te veo en 10 minutos; ni más ni menos en el restaurante que queda al lado. No vayas a llegar tarde, quedas advertido — sus palabras me sacaron una sonrisa.A veces actuaba como novia celosa, pero no dejaba de ser el buen amigo que ha sido desde siempre. Una vez habiendo acabado el plan de negocios, salí hacia el restaurante. Gabriel ordenó por mí, por lo que al llegar a la mesa nos dedicamos a comer en silencio.—Tengo una propuesta que hacerte, Keith.—Ah, ¿sí? Y de qué se trata — mostré falso interés, aunque ya sabía por dónde iba la cosa—. No me digas; otra de tus citas a ciegas. Sabes que no soy partidario de ese tipo de... encuentros.—No, esta vez no se trata de eso. Aunque te digo, no está mal que hagas amistades y conozcas a más personas. Han pasado años desde que Elena...—No sigas, Gabriel. Olvida todo lo que tengas en mente; entiende que no me interesa conocer a nadie, y más cuando de mujeres se trata. Y espero que puedas entender de una vez por todas que no es lo que necesito en mi vida, ¿sí?Se quedó en silencio por breves segundos, para después sacar del interior del bolsillo de su chaquea una tarjeta colorida y extenderla en mi dirección. Con un poco de curiosidad la tomé y me quedé viendo las letras sin comprender.—Dentro de un mes harán una fiesta de disfraces. Me gustaría que me acompañaras y así no sentirme solo y desentonado en el lugar. Quien sabe, de pronto y conozca la mujer de mi vida. Y antes de que me digas que no, piénsalo, ¿sí?—Lo pensaré, aunque no te prometo nada — guardé la tarjeta en el bolsillo, y seguimos almorzando sin volver a tocar el tema.El resto de tarde y parte de la noche, me dediqué de lleno al resto del trabajo. Las horas se me pasaron rápido, cuando me di cuenta que faltaba un cuarto para las 2 de la mañana decidí parar e irme a casa. Estaba preocupado por mi hija, son muy pocas las veces que sale de noche y cuando lo hace, la preocupación no me deja pensar con claridad.Llegué a la casa tan rápido como pude, pero al ver su auto en el garaje pude respirar de nuevo. Al notar la luz encendida de su habitación, entre a la casa y fui directo al bar. Un par e tragos antes de dormir es lo que siempre llena y le brinda calidez a mi estómago. Quería asegurarme que estaba sana y salva, pero sé cuánto detesta que invadan su privacidad cuando su amiga se encuentra en casa, por lo que ya mañana tendría oportunidad de preguntarle del cómo había sido su noche.—¡Oh, Dios mío! — exclamaron a mi espalda.Giré la cabeza por encima de mi hombro, viendo a Melanie parada en el marco de la puerta y con su mano en el pecho. Por lo menos ella se veía muy bien, como si no hubiera bebido ni una sola copa en la noche. Eso me tranquilizó un poco.—Lo siento tanto — murmuró—. Pido su permiso para servirme un vaso de agua.—Adelante, sabes que esta es tu casa — volví la vista al frente, y la vi cruzar hacia la cocina—. ¿Qué tal estuvo la noche? ¿Katie ya está dormida?—Muy bien, Sr. Keith — abrió la nevera y sacó la jarra del agua—. Esa chica aún tiene mucha energía. ¿Necesita hablar con ella? Si quiere le digo que la necesita — sirvió dos vasos de agua y sonrió.—No, no hace falta — negué con la cabeza, y se me quedó viendo sin decir nada—. Ya mañana hablaré con ella. Buenas noches, Melanie.—Buenas noches, Sr. Keith.Ella agarró los dos vasos de agua, yo tomé la botella y me perdí en el pasillo que me lleva al lugar más sagrado de la casa; a seguir torturando mi mente con el recuerdo de mi esposa.Bebí hasta la última gota de alcohol viendo las fotos del día de mi boda, una que otra de los primeros meses de nacida de Katie y otras cuantas de mi esposa haciendo lo que más amaba hacer. Sus dibujos eran extraordinarios, cada uno tenía un gran significado especial para ella. Cada que un lugar, una fecha o un motivo la hacía feliz, duraba horas e incluso días plasmando el recuerdo en el lienzo. Por mi parte, me encantaba tirarle fotos mientras dibujaba, porque me adoraba ver lo feliz que era cada que lo hacía.Entre sus tantos dibujos había uno el que apreciamos Katie y yo; la primera pesca de nuestra hija mientras ella desde lejos nos retrataba. No le gustaba pescar, pero sí aprovechaba el tiempo para plasmarnos en sus recuerdos. Éramos una familia feliz, no sé por qué Dios quiso poner a prueba, aun sabiendo lo buenos que hemos sido en la vida. Estar en su espacio, es como sent
Cada día es una batalla más, una la cual siento que pierdo en el intento de salir victorioso y sin heridas. He tratado de reformular y construir rutinas que me permitan estar más tiempo con mi hija, pues esa conversación que escuché la otra noche con su amiga aún me sigue rondando la cabeza. Sé que ya es una mujer adulta y, que probablemente, no necesite de mí, pero ella no ha tenido una guía y una consejera en esos asuntos del corazón. Aunque Melanie me dio la leve impresión de ser esa chica que le indica lo que es correcto y lo que no.Planee una tarde con ella, por lo que no me esperaba que fuera a salir muy arreglada para algún lugar que no quiso contarme. Estar solo en la casa, sin hacer nada mientras los recuerdos me atacan y me persiguen por cada rincón que pise de la casa, me hizo salir a la calle sin pensarlo dos veces.Necesitaba aire, las paredes parec&iacu
No sé por cuantas horas me quedé esperando a Melanie fuera de la cafetería, que hasta el coxis lo sentía dolorido, por lo que salí del auto y estiré mi cuerpo un poco. Se hacía cada vez más de noche, y no había atención de que el establecimiento cerrara pronto. Es muy tarde, ¿cómo es posible que hagan trabajar a las personas a largas horas de la noche?Había llamado a Katie hace algunas atrás, y me dejó pensativo eso de que se encontraba reunida con un amigo. Por mi propio bien, espero que sea cierto. Mi hija me hará padecer de un infarto antes de tiempo.Desde lejos vi como la propia Melanie le daba vuelto al letrero, dejando en claro que ya no se encontraba abierta al público. Varios minutos más tarde, salió y caminó directo hacia mí. Me puso un poco nervioso su mirada, al parecer parecía disgustada o ta
Durante un largo mes he mantenido la distancia con Melanie, luego de lo sucedido esa noche, me es incómodo tenerla frente a frente. Las pocas veces que nos tropezamos en la casa, como mínimo y por respeto le doy el saludo. Sentir la presencia de mi esposa en otra mujer no me agradó en lo absoluto. Me hizo sentir como si le hubiera fallado a la promesa de amarla y respetarla hasta la muerte.Estuve hablando con mi hija, y por su propia voluntad me contó que estaba enamorándose de un chico; no me dio mayores detalles de él, pero sí aseguró tener una relación muy reciente. Lo que tanto temía estaba sucediendo, no obstante, ella merece conocer y degustar el sabor de su primer amor. Además, está lo suficientemente adulta para tomar sus propias decisiones.Gabriel terminó por convencerme de ir a la dichosa fiesta de disfraces a ese club nocturno, aunque lo hago más p
La mujer que se encuentra a mi lado, bebe de la botella de licor como si su vida dependiera de ello; como si tomando esos tragos tan largos y pausados fuera arrancar de su pecho la pena que su voz transmite. Las palabras que suelta van saliendo atropelladas, alargadas y enredadas. ¿Qué la llevó a embargarse el día hoy? ¿Qué tipo de pena y sufrimiento es el que carga a su espalda? Tal vez sea una razón parecida a la que llevo tantos años perdido en el alcohol.—¿Sabes? Lo más triste de todo, es que, entre más nos arruinamos el cuerpo y la mente nosotros mismos, menos entendemos que el licor no es una salida a nuestros problemas — pronunció de repente, girándose en la silla hacia mí—. ¿Alguna desilusión amorosa? ¿Tal vez un engaño? ¿Un amor no correspondido? Yo podría darle buenos consejos, pero mi mente está
Mi respiración se encontraba entrecortada, mi corazón no dejaba de martillar con fuerza y rapidez dentro de mi pecho, y mis manos parecían haber cobrado vida propia; sin descaro alguno, acaricié las curvas del cuerpo del ángel que me tenía totalmente en una nube. Mientras mordía mis labios, me movía al compás de su baile; siendo casi dos cuerpos en una sola sintonía.Ella, por su parte, no puso ni la más mínima resistencia y tampoco intentó apartarme. Es más, su baile se volvió más lento, sensual, muy erótico. Hubo un fugaz instante en que mis manos viajaron al centro de du vientre y empezaron a trepar lentamente hacia su pecho, pero me detuve justo en las costillas, sintiendo bajo mis dedos la suavidad y la humedad de su piel. Escuché aun por encima de la música, el suave gemido que emitió. Ese sonido alocó mis sentidos, los
—Hombre, que no has hecho nada malo. No te sientas culpable por vivir — Gabriel no dejaba de hablar mientras preparaba café bien cargado para bajar la resaca que los dos presentábamos—. Eres un hombre libre, Keith.—No, no lo soy. Mientras mi esposa siga estando presente en mi corazón y mi mente, ella seguirá siendo la única dueña de mi vida — me dejé caer de espaldas en el sofá de mi casa, sintiéndome el peor de los hombres—. Le fallé.Él suspiró.—Ella ya no está y, aunque suene horrible de mi parte, ella no va a volver. Debes comprender que tienes derecho de vivir y ser feliz. No le has fallado a nadie.Me negaba a sus palabras, aunque en el fondo le daba un poco de razón. Pero mi deber y mi promesa en el altar aún seguía intacta. Lo que menos quería, era que Elena sitie
MELANIETan pronto llegué a mi casa, me adentré en la ducha y duré largos minutos debajo del agua. Nunca antes me había sentido tan mal en mi vida, no solo por la metida de pata que anoche cometí, sino por el hecho de que ese hombre tan pasional y misterioso sea el papá de mi mejor amiga. No debí ir a ese lugar sola, y menos ponerme a beber como lo hice.En cierto modo necesitaba olvidar el dolor que Rubén; el hombre que amaba con todas las fuerzas de mi corazón, decidiera engañarme sin remordimiento alguno. Pero no había necesidad de involucrarme con otro hombre estando ebria, ¿o sí?¿Cómo se supone que ahora vea la cara de mi única amiga sin sentir culpa? Es su padre, ella es mi mejor amiga. No quiero que nuestra amistad se vea afectada por algo que ocurrió de momento y sin esperarse.Siempre ha sabido qué