Durante un largo mes he mantenido la distancia con Melanie, luego de lo sucedido esa noche, me es incómodo tenerla frente a frente. Las pocas veces que nos tropezamos en la casa, como mínimo y por respeto le doy el saludo. Sentir la presencia de mi esposa en otra mujer no me agradó en lo absoluto. Me hizo sentir como si le hubiera fallado a la promesa de amarla y respetarla hasta la muerte.
Estuve hablando con mi hija, y por su propia voluntad me contó que estaba enamorándose de un chico; no me dio mayores detalles de él, pero sí aseguró tener una relación muy reciente. Lo que tanto temía estaba sucediendo, no obstante, ella merece conocer y degustar el sabor de su primer amor. Además, está lo suficientemente adulta para tomar sus propias decisiones.Gabriel terminó por convencerme de ir a la dichosa fiesta de disfraces a ese club nocturno, aunque lo hago más por él que por mí. No me gustan esos lugares, pero tampoco puedo dejar a mi único amigo solo. No, cuando él ha estado siempre para mí.—¿Qué rayos es eso, Gabriel? — tomé las finas y transparentes telas en mis manos y negué con la cabeza—. ¿Te has vuelto loco?—Es tu disfraz — sacó el suyo de la bolsa, y lo miré como si tuviera dos cabezas—. No veremos joviales, muy guapos.—Definitivamente, estás loco — le di vuelta al disfraz y una risa se me escapó—. No pienso ponerme esto, ni, aunque estuviera por morir.—Es lo que está de moda, Keith. Vamos, no está tan mal, ¿o sí?—Esto no nos va a cubrir, todo lo contrario, vamos a vernos como un par de viejos ridículos y hasta pervertidos — regresé el disfraz a la bolsa, negándome a vestirme con esa cosa—. Con eso puesto no voy a ningún lado contigo. Si quieres hacer el ridículo, hazlo por tu cuenta.—Pero ni siquiera te lo has medido.—Y ni me lo pienso medir — suspiré—. ¿Hay que ir obligatoriamente en disfraz?—Sí, por lo menos con una máscara.—Perfecto — saqué la máscara que venía con el disfraz y me la puse, solucionando el problema de raíz—. Ya estoy listo.Gabriel se me quedó viendo por breves segundos, alternando la vista entre el disfraz y mi persona.—Me lo mediré, si no me queda, entonces me pongo solo la máscara — se adentró en el baño, y resoplé armándome de paciencia.Por curiosidad le di una ojeada más al disfraz, y me negué a vestirme de esa forma tan ridícula. El disfraz parece ser de policía, pero la tela es sumamente delgada y fina, hasta estoy seguro de que la piel se vería a la perfección. Somos adultos, este tipo de cosas son para adolescentes.Gabriel salió tiempo después con el disfraz de un vampiro puesto, y como lo había imaginado, su piel se nota a simple vista. No es tanto lo que muestra, pero sí lo suficiente para lucir ridículo. No le dije nada por no hacerlo sentir incómodo, así que solo me limité a reírme y negar con la cabeza. Me acomodé la máscara en mi rostro y salimos de su casa, listos para pasar, según él, una noche inolvidable.Al llegar al club, las mujeres y los hombres iban con disfraces mucho más reveladores que los que Gabriel había comprado para nosotros. Mi amigo ni siquiera disimulaba cada que una mujer pasaba por el frente nuestro, y la devoraba con la mirada. La mayoría de las chicas parecían muy jóvenes, por lo que la idea de entrar me desagradó por un momento.—Creo que me he enamorado, Keith.—¿Qué dices?—¿Ves a ese hermoso ángel?—¿Cuál? — había varias mujeres disfrazadas de ángel, pero no daba con la que él estaba viendo fijamente.—Ella; un ángel negro, pero tan blanco para que me lleve a su cielo.—No has bebido una sola copa y ya estás alucinando — tiré de su brazo entrando al establecimiento antes de que el ángel negro se lo llevara.La música era lenta, debía admitir que envolvía en un ligero ambiente sensual. En la pista había varios grupos, tanto de hombres y mujeres, como de parejas bailando a un propio ritmo con la canción de fondo. Llegamos a la barra y ordenamos una botella de whisky, no tenía contemplado beber tanto, pero de algún modo debía matar el tiempo mientras Gabriel encontraba el amor de su vida.Una mujer disfrazada de colegiala se acercó a Gabriel y, después de susurrarle algo al oído, se fue con ella. Hay algo que no se puede negar, y es que él es un tipo que siempre atrae a las mujeres, pero por alguna razón nunca ha mantenido una relación seria y duradera.—Ya regreso — me tiró un guiño, esbozando una sonrisa maliciosa—. Y, Keith —se detuvo por un momento—, no te abstengas a nada. Esta noche es para disfrutar, no lo olvides —rodeó la cintura de la chica y desaparecieron de mi vista.Viéndome patéticamente solo en medio de un club nocturno y una botella siendo mi única compañía, me dediqué a beber. La garganta me ardía con cada trago de ese fuerte licor, pero no era lo suficiente para hacerme olvidar. Quería borrar de mi vida el dolor trago tras trago, hasta que una melodiosa voz resonó a mi lado. Al girar mi cabeza hacia ella; un ángel negro, hermosamente malvado me tiró una sonrisa escasa que apenas sí vi por la máscara que cubría su rostro, pero muy seguro de que me la había dedicado. El ángel tomó asiento en el taburete de al lado y, sin decir una sola palabra, tomó un largo trago de la botella que acababa de ordenar.—Nada como ahogar las penas y el dolor en el alcohol, ¿no crees? — levantó la botella en señal de brindis y volvió a beber de ella como si de agua bendita se tratase—. ¡Salud, Sr. enmascarado!La mujer que se encuentra a mi lado, bebe de la botella de licor como si su vida dependiera de ello; como si tomando esos tragos tan largos y pausados fuera arrancar de su pecho la pena que su voz transmite. Las palabras que suelta van saliendo atropelladas, alargadas y enredadas. ¿Qué la llevó a embargarse el día hoy? ¿Qué tipo de pena y sufrimiento es el que carga a su espalda? Tal vez sea una razón parecida a la que llevo tantos años perdido en el alcohol.—¿Sabes? Lo más triste de todo, es que, entre más nos arruinamos el cuerpo y la mente nosotros mismos, menos entendemos que el licor no es una salida a nuestros problemas — pronunció de repente, girándose en la silla hacia mí—. ¿Alguna desilusión amorosa? ¿Tal vez un engaño? ¿Un amor no correspondido? Yo podría darle buenos consejos, pero mi mente está
Mi respiración se encontraba entrecortada, mi corazón no dejaba de martillar con fuerza y rapidez dentro de mi pecho, y mis manos parecían haber cobrado vida propia; sin descaro alguno, acaricié las curvas del cuerpo del ángel que me tenía totalmente en una nube. Mientras mordía mis labios, me movía al compás de su baile; siendo casi dos cuerpos en una sola sintonía.Ella, por su parte, no puso ni la más mínima resistencia y tampoco intentó apartarme. Es más, su baile se volvió más lento, sensual, muy erótico. Hubo un fugaz instante en que mis manos viajaron al centro de du vientre y empezaron a trepar lentamente hacia su pecho, pero me detuve justo en las costillas, sintiendo bajo mis dedos la suavidad y la humedad de su piel. Escuché aun por encima de la música, el suave gemido que emitió. Ese sonido alocó mis sentidos, los
—Hombre, que no has hecho nada malo. No te sientas culpable por vivir — Gabriel no dejaba de hablar mientras preparaba café bien cargado para bajar la resaca que los dos presentábamos—. Eres un hombre libre, Keith.—No, no lo soy. Mientras mi esposa siga estando presente en mi corazón y mi mente, ella seguirá siendo la única dueña de mi vida — me dejé caer de espaldas en el sofá de mi casa, sintiéndome el peor de los hombres—. Le fallé.Él suspiró.—Ella ya no está y, aunque suene horrible de mi parte, ella no va a volver. Debes comprender que tienes derecho de vivir y ser feliz. No le has fallado a nadie.Me negaba a sus palabras, aunque en el fondo le daba un poco de razón. Pero mi deber y mi promesa en el altar aún seguía intacta. Lo que menos quería, era que Elena sitie
MELANIETan pronto llegué a mi casa, me adentré en la ducha y duré largos minutos debajo del agua. Nunca antes me había sentido tan mal en mi vida, no solo por la metida de pata que anoche cometí, sino por el hecho de que ese hombre tan pasional y misterioso sea el papá de mi mejor amiga. No debí ir a ese lugar sola, y menos ponerme a beber como lo hice.En cierto modo necesitaba olvidar el dolor que Rubén; el hombre que amaba con todas las fuerzas de mi corazón, decidiera engañarme sin remordimiento alguno. Pero no había necesidad de involucrarme con otro hombre estando ebria, ¿o sí?¿Cómo se supone que ahora vea la cara de mi única amiga sin sentir culpa? Es su padre, ella es mi mejor amiga. No quiero que nuestra amistad se vea afectada por algo que ocurrió de momento y sin esperarse.Siempre ha sabido qué
—Es mejor que hablemos en un lugar privado. Además, vamos a hablar de la apasionada noche que tuvimos en medio de un callejón sin siquiera saber ni nuestros nombres, pero que, a la mañana siguiente, nos estrellamos en…—Ya comprendí… — desvió la mirada.— Quiero decir — carraspeé—, no podemos darnos el lujo que las personas escuchen la intimidad que tuvimos tú y yo.—Toma asiento, por favor — su rostro se encontraba sumamente rojo—. ¿Te apetece un café o un té?—No, así estoy bien, muchas gracias.Me señaló el enorme sofá que decoraba su oficina, y tras darme el paso me senté con el corazón a mil. Que imprudencia la mía, pero soy una persona que le gusta decir las cosas como son. Además, es de lo que vamos a hablar, no del
Tenerlo tan cerca, sintiendo contra la palma de mi mano su acelerado corazón y su agitado respirar me llevó a querer sentirlo de nuevo. La suavidad y la humedad de sus labios se me están insinuando descaradamente.Él se quedó en silencio, tal vez comprendiendo mis palabras, o pensando en que no soy quién para opinar en su vida. Como no apartó mi mano de su pecho, hice un suave y lento recorrido hacia su barbilla, acariciando su pecho y cuello con la yema de mis dedos. Lo sentí estremecerse tan pronto toqué su piel. Al llegar a su barba, jugué con ella entre mis dedos hasta que llegué a mi destino; sus labios. Acaricié sutilmente su labio inferior, para después hacer lo mismo con el de arriba; son delgados, pero suaves y carnosos. Siento un gran deseo de besarlo, y no comprendo por qué razón.—¿Q-qué haces? — tartamudeó ap
KEITH—¿Por qué estabas encerrado en la oficina, Keith? — inquirió Gabriel, observándome con gran detenimiento—. Siempre dejas la puerta sin seguro.—Quería estar solo por un momento. Necesitaba pensar — carraspeé, ajustando la corbata en su sitio—. ¿Me necesitas?—Estás actuando raro — tomó asiento en el sofá e hizo una mueca—. ¿Seguro que no estabas haciendo nada?—No sé a lo que te refieres, Gabriel — fui a mi escritorio, cubriendo con mis piernas a Melanie, mientras ella esbozaba una pequeña sonrisa—. El que está raro haciéndome tanta pregunta eres tú.—¿C&oacu
Por más en que trataba de no pensar en ese último encuentro con Melanie, cada día se me hacía más imposible. Sus besos son como una especie de tortura; y, no sé sí esté bien o mal sentir tanto por ella. Por mi parte aun sentía algo de culpa, más por el mismo hecho de ser la amiga de mi hija y todo lo que hemos ocultado. En cambio, Melanie no ha regresado a la casa y tampoco volvió a la oficina. Supe por Katie que ella no ha respondido a sus mensajes. En cierto modo, me siento muy culpable. No fue mi intención haber arruinado su bonita amistad. Cada vez me siento peor. Estas últimas semanas he pensado mucho en si ir o no a hablar con Melanie y solucionar todo.—¿Todo está en orden, Sr. Morrison? — inquirió la Srta. Wilson después de un largo silencio entre los dos—. Que no me diga nada, me inquieta un poco.—Todo est&