La mujer que se encuentra a mi lado, bebe de la botella de licor como si su vida dependiera de ello; como si tomando esos tragos tan largos y pausados fuera arrancar de su pecho la pena que su voz transmite. Las palabras que suelta van saliendo atropelladas, alargadas y enredadas. ¿Qué la llevó a embargarse el día hoy? ¿Qué tipo de pena y sufrimiento es el que carga a su espalda? Tal vez sea una razón parecida a la que llevo tantos años perdido en el alcohol.
—¿Sabes? Lo más triste de todo, es que, entre más nos arruinamos el cuerpo y la mente nosotros mismos, menos entendemos que el licor no es una salida a nuestros problemas — pronunció de repente, girándose en la silla hacia mí—. ¿Alguna desilusión amorosa? ¿Tal vez un engaño? ¿Un amor no correspondido? Yo podría darle buenos consejos, pero mi mente está ahogada en este momento. No pienses mal de mí, no suelo beber. Es más. Ni siquiera sé por qué demonios he venido esta noche a este lugar. Por supuesto, como siempre y, aunque lo niegue en voz alta, estaba esperando más, incluso si eso es más de sus mentiras y traiciones… —tomó otro trago de golpe, y noté su cuerpo estremecerse levemente.Fue inevitable no perderme por un momento en las cuervas de su cuerpo. El vestido de escote pronunciado y negro se ajustaba a su piel como una segunda capa. Lo brillante del traje la hacía ver muy sexy. Más las medias veladas y negras que se aferraban a sus muslos un poco más abajo de donde su falda caía, me cautivó y aumentó un calor muerto en mi más profundo interior. Las alas negras y esponjosas caían hasta su espalda baja, y la aureola en su cabeza la hacía ver tan buena como mala. Una mujer preciosa en todo el sentido de la palabra me hubiera gustado contemplar su rostro.—¿te parezco bonita, Sr. enmascarado? — su pregunta me sacó de mis turbios pensamientos—. Sea sincero conmigo — cortó la distancia que nos separaba y sonrió ladeado.No supe que responderle, y no porque no fuera bonita, todo lo contrario, sin ver su rostro pensé que era una mujer muy linda. Por lo menos un hermoso cuerpo si tenía. Sacudí la cabeza con fuerza, en un intento de sacar de mi mente esos pensamientos tan atrevidos y pervertidos que estaba teniendo. ¿Qué es lo que me pasa? Tenerla tan cerca, casi compartiendo del mismo aire, me tenía con el corazón a punto de estallar.—Ya entendí, no tienes por qué responderme a nada — resopló—. Te ofrezco una disculpa, esa pregunta estuvo fuera de lugar.—Supongo que eres muy bonita, es decir, toda mujer lo es, tú no debes ser la excepción — me di cuenta de que me temblaban hasta las manos.—Igual no importa; belleza viene del alma, no del físico — se encogió de hombros—. Hay quienes se enamoran de un rostro y cuerpo hermoso, pero tan pronto destruyen la belleza del ser humano, consiguen a su siguiente víctima y así sucesivamente. Aunque, tal vez, en alguno lugar el mundo hay quien se fije por quién eres en realidad. Me han dicho que soy aburrida, que mi encanto se va en cuanto abro la boca. ¿Crees eso tú también? A duras penas si has dicho dos palabras. ¿Te estoy aburriendo?—Soy un hombre de pocas palabras. Además, es interesante la forma en la que piensas… — en una fracción de segundo, Melanie cruzó por mi mente.Un hombre con un moño alrededor de su cuello se acercó a ella, y rodeando su cintura la obligó a caminar con él. En un principio pensé era algún conocido, pero al ver como ella forcejeaba con él me vi en la obligación de no apartar mis ojos de ella, tal vez esperando el momento para intervenir.—¡¿Quién demonios te crees?! — abofeteó al hombre en medio de la pista, por lo que el tipo de inmediato la soltó—. ¡Ni se te ocurra volver a poner tus asquerosas manos en mí, pedazo de imbécil!—¡Maldita perra! — vociferó indignado—. ¡Ni que estuvieras tan buena!Ella le mostró el dedo del medio y se dio vuelta para volver hacia donde me encontraba, pero entonces perdió el equilibrio de su propio cuerpo y cayó al suelo de rodillas. Fui con ella y la ayudé a levantarse sin siquiera pensarlo dos veces. Aseguré su cuerpo con mis brazos, pegándola a mi pecho y quedando nuestros rostros muy cerca.Soltó una risa sonora antes de enterrar la cabeza en mi pecho y empezar a llorar entre mis brazos. Me quedé de piedra sin saber qué hacer. Una parte de mí quiso alejarla porque era lo que correcto de hacer, pero la otra se encontraba deleitado y embrujado con el dulce aroma que desprendía de su cuerpo.—Que patética soy.—No lo eres, no pienses esas cosas de ti misma — susurré en su oído—. Eres una mujer que no se conforma con poco, por lo que me he dado de cuenta.—Ya que estamos en medio de la pista y abrazados, ¿qué tal si bailamos un poco? — se dio media vuelta, pegando su espalda a mi pecho—. Olvidémonos por un par de horas de la miserable vida que llevamos. Como bien dicen por ahí; lo que sucede en las Vegas, se queda en las Vegas. Pero no estamos allá, así que, lo que suceda aquí, no sale de nosotros.Tomó mis manos y las colocó en sus caderas, por lo que apreté los labios con fuerza evitando soltar algún tipo de exhalación. Movió la cadera suavemente de un lado y hacia al otro, haciendo que experimentara un hormigueo por cada centímetro de mi piel. El roce de nuestros cuerpos me hizo alucinar. No debería sentirme caliente, pero era ya era muy tarde, la fricción que generaba el roce de su trasero despertó esa pasión que se encontraba en algún lugar perdido.Acerqué mis labios a su cuello instintivamente, apretando su cintura y pegándola más a mí. La leve presión de mi erección en su trasero, causó un ligero escalofrío por todo mi cuerpo. No sé si era a causa del trago, o el aroma tan dulce de su perfume o el sensual movimiento de su cadera lo que me llevó a sentir; sentía el deseo apoderarse por completo de mi ser. Un deseo que me nubló la mente, llevándome a experimentar lo que hacía mucho no sentía.Mi respiración se encontraba entrecortada, mi corazón no dejaba de martillar con fuerza y rapidez dentro de mi pecho, y mis manos parecían haber cobrado vida propia; sin descaro alguno, acaricié las curvas del cuerpo del ángel que me tenía totalmente en una nube. Mientras mordía mis labios, me movía al compás de su baile; siendo casi dos cuerpos en una sola sintonía.Ella, por su parte, no puso ni la más mínima resistencia y tampoco intentó apartarme. Es más, su baile se volvió más lento, sensual, muy erótico. Hubo un fugaz instante en que mis manos viajaron al centro de du vientre y empezaron a trepar lentamente hacia su pecho, pero me detuve justo en las costillas, sintiendo bajo mis dedos la suavidad y la humedad de su piel. Escuché aun por encima de la música, el suave gemido que emitió. Ese sonido alocó mis sentidos, los
—Hombre, que no has hecho nada malo. No te sientas culpable por vivir — Gabriel no dejaba de hablar mientras preparaba café bien cargado para bajar la resaca que los dos presentábamos—. Eres un hombre libre, Keith.—No, no lo soy. Mientras mi esposa siga estando presente en mi corazón y mi mente, ella seguirá siendo la única dueña de mi vida — me dejé caer de espaldas en el sofá de mi casa, sintiéndome el peor de los hombres—. Le fallé.Él suspiró.—Ella ya no está y, aunque suene horrible de mi parte, ella no va a volver. Debes comprender que tienes derecho de vivir y ser feliz. No le has fallado a nadie.Me negaba a sus palabras, aunque en el fondo le daba un poco de razón. Pero mi deber y mi promesa en el altar aún seguía intacta. Lo que menos quería, era que Elena sitie
MELANIETan pronto llegué a mi casa, me adentré en la ducha y duré largos minutos debajo del agua. Nunca antes me había sentido tan mal en mi vida, no solo por la metida de pata que anoche cometí, sino por el hecho de que ese hombre tan pasional y misterioso sea el papá de mi mejor amiga. No debí ir a ese lugar sola, y menos ponerme a beber como lo hice.En cierto modo necesitaba olvidar el dolor que Rubén; el hombre que amaba con todas las fuerzas de mi corazón, decidiera engañarme sin remordimiento alguno. Pero no había necesidad de involucrarme con otro hombre estando ebria, ¿o sí?¿Cómo se supone que ahora vea la cara de mi única amiga sin sentir culpa? Es su padre, ella es mi mejor amiga. No quiero que nuestra amistad se vea afectada por algo que ocurrió de momento y sin esperarse.Siempre ha sabido qué
—Es mejor que hablemos en un lugar privado. Además, vamos a hablar de la apasionada noche que tuvimos en medio de un callejón sin siquiera saber ni nuestros nombres, pero que, a la mañana siguiente, nos estrellamos en…—Ya comprendí… — desvió la mirada.— Quiero decir — carraspeé—, no podemos darnos el lujo que las personas escuchen la intimidad que tuvimos tú y yo.—Toma asiento, por favor — su rostro se encontraba sumamente rojo—. ¿Te apetece un café o un té?—No, así estoy bien, muchas gracias.Me señaló el enorme sofá que decoraba su oficina, y tras darme el paso me senté con el corazón a mil. Que imprudencia la mía, pero soy una persona que le gusta decir las cosas como son. Además, es de lo que vamos a hablar, no del
Tenerlo tan cerca, sintiendo contra la palma de mi mano su acelerado corazón y su agitado respirar me llevó a querer sentirlo de nuevo. La suavidad y la humedad de sus labios se me están insinuando descaradamente.Él se quedó en silencio, tal vez comprendiendo mis palabras, o pensando en que no soy quién para opinar en su vida. Como no apartó mi mano de su pecho, hice un suave y lento recorrido hacia su barbilla, acariciando su pecho y cuello con la yema de mis dedos. Lo sentí estremecerse tan pronto toqué su piel. Al llegar a su barba, jugué con ella entre mis dedos hasta que llegué a mi destino; sus labios. Acaricié sutilmente su labio inferior, para después hacer lo mismo con el de arriba; son delgados, pero suaves y carnosos. Siento un gran deseo de besarlo, y no comprendo por qué razón.—¿Q-qué haces? — tartamudeó ap
KEITH—¿Por qué estabas encerrado en la oficina, Keith? — inquirió Gabriel, observándome con gran detenimiento—. Siempre dejas la puerta sin seguro.—Quería estar solo por un momento. Necesitaba pensar — carraspeé, ajustando la corbata en su sitio—. ¿Me necesitas?—Estás actuando raro — tomó asiento en el sofá e hizo una mueca—. ¿Seguro que no estabas haciendo nada?—No sé a lo que te refieres, Gabriel — fui a mi escritorio, cubriendo con mis piernas a Melanie, mientras ella esbozaba una pequeña sonrisa—. El que está raro haciéndome tanta pregunta eres tú.—¿C&oacu
Por más en que trataba de no pensar en ese último encuentro con Melanie, cada día se me hacía más imposible. Sus besos son como una especie de tortura; y, no sé sí esté bien o mal sentir tanto por ella. Por mi parte aun sentía algo de culpa, más por el mismo hecho de ser la amiga de mi hija y todo lo que hemos ocultado. En cambio, Melanie no ha regresado a la casa y tampoco volvió a la oficina. Supe por Katie que ella no ha respondido a sus mensajes. En cierto modo, me siento muy culpable. No fue mi intención haber arruinado su bonita amistad. Cada vez me siento peor. Estas últimas semanas he pensado mucho en si ir o no a hablar con Melanie y solucionar todo.—¿Todo está en orden, Sr. Morrison? — inquirió la Srta. Wilson después de un largo silencio entre los dos—. Que no me diga nada, me inquieta un poco.—Todo est&
No había pronunciado palabra alguna desde que nos sentamos en la mesa a comer. Mi corazón no dejaba de latir con fuerza y rapidez. Las manos me temblaban sin control al tenerla frente a frente. Katie no ha parado de hablar y de hacer bromas mientras nosotros nos encontramos en una situación bastante incomoda, dándonos miradas fugaces y extrañas que revientan mi corazón y mi mente. Incluso llegué a pensar que Katie lo sabía todo y que solo era cuestión de segundos para que la bomba explotara.Su mirada, su sonrisa, sus labios, la manera en la que toma aire para hablar con Katie y la mira con pena, con culpa, con arrepentimiento me pone cada vez peor. No puedo más, necesito estar lo más lejos posible de ella. Esto que siento no puede crecer, simplemente no debe por qué existir en primera instancia.—Bueno, chica