Mi respiración se encontraba entrecortada, mi corazón no dejaba de martillar con fuerza y rapidez dentro de mi pecho, y mis manos parecían haber cobrado vida propia; sin descaro alguno, acaricié las curvas del cuerpo del ángel que me tenía totalmente en una nube. Mientras mordía mis labios, me movía al compás de su baile; siendo casi dos cuerpos en una sola sintonía.
Ella, por su parte, no puso ni la más mínima resistencia y tampoco intentó apartarme. Es más, su baile se volvió más lento, sensual, muy erótico. Hubo un fugaz instante en que mis manos viajaron al centro de du vientre y empezaron a trepar lentamente hacia su pecho, pero me detuve justo en las costillas, sintiendo bajo mis dedos la suavidad y la humedad de su piel. Escuché aun por encima de la música, el suave gemido que emitió. Ese sonido alocó mis sentidos, los—Hombre, que no has hecho nada malo. No te sientas culpable por vivir — Gabriel no dejaba de hablar mientras preparaba café bien cargado para bajar la resaca que los dos presentábamos—. Eres un hombre libre, Keith.—No, no lo soy. Mientras mi esposa siga estando presente en mi corazón y mi mente, ella seguirá siendo la única dueña de mi vida — me dejé caer de espaldas en el sofá de mi casa, sintiéndome el peor de los hombres—. Le fallé.Él suspiró.—Ella ya no está y, aunque suene horrible de mi parte, ella no va a volver. Debes comprender que tienes derecho de vivir y ser feliz. No le has fallado a nadie.Me negaba a sus palabras, aunque en el fondo le daba un poco de razón. Pero mi deber y mi promesa en el altar aún seguía intacta. Lo que menos quería, era que Elena sitie
MELANIETan pronto llegué a mi casa, me adentré en la ducha y duré largos minutos debajo del agua. Nunca antes me había sentido tan mal en mi vida, no solo por la metida de pata que anoche cometí, sino por el hecho de que ese hombre tan pasional y misterioso sea el papá de mi mejor amiga. No debí ir a ese lugar sola, y menos ponerme a beber como lo hice.En cierto modo necesitaba olvidar el dolor que Rubén; el hombre que amaba con todas las fuerzas de mi corazón, decidiera engañarme sin remordimiento alguno. Pero no había necesidad de involucrarme con otro hombre estando ebria, ¿o sí?¿Cómo se supone que ahora vea la cara de mi única amiga sin sentir culpa? Es su padre, ella es mi mejor amiga. No quiero que nuestra amistad se vea afectada por algo que ocurrió de momento y sin esperarse.Siempre ha sabido qué
—Es mejor que hablemos en un lugar privado. Además, vamos a hablar de la apasionada noche que tuvimos en medio de un callejón sin siquiera saber ni nuestros nombres, pero que, a la mañana siguiente, nos estrellamos en…—Ya comprendí… — desvió la mirada.— Quiero decir — carraspeé—, no podemos darnos el lujo que las personas escuchen la intimidad que tuvimos tú y yo.—Toma asiento, por favor — su rostro se encontraba sumamente rojo—. ¿Te apetece un café o un té?—No, así estoy bien, muchas gracias.Me señaló el enorme sofá que decoraba su oficina, y tras darme el paso me senté con el corazón a mil. Que imprudencia la mía, pero soy una persona que le gusta decir las cosas como son. Además, es de lo que vamos a hablar, no del
Tenerlo tan cerca, sintiendo contra la palma de mi mano su acelerado corazón y su agitado respirar me llevó a querer sentirlo de nuevo. La suavidad y la humedad de sus labios se me están insinuando descaradamente.Él se quedó en silencio, tal vez comprendiendo mis palabras, o pensando en que no soy quién para opinar en su vida. Como no apartó mi mano de su pecho, hice un suave y lento recorrido hacia su barbilla, acariciando su pecho y cuello con la yema de mis dedos. Lo sentí estremecerse tan pronto toqué su piel. Al llegar a su barba, jugué con ella entre mis dedos hasta que llegué a mi destino; sus labios. Acaricié sutilmente su labio inferior, para después hacer lo mismo con el de arriba; son delgados, pero suaves y carnosos. Siento un gran deseo de besarlo, y no comprendo por qué razón.—¿Q-qué haces? — tartamudeó ap
KEITH—¿Por qué estabas encerrado en la oficina, Keith? — inquirió Gabriel, observándome con gran detenimiento—. Siempre dejas la puerta sin seguro.—Quería estar solo por un momento. Necesitaba pensar — carraspeé, ajustando la corbata en su sitio—. ¿Me necesitas?—Estás actuando raro — tomó asiento en el sofá e hizo una mueca—. ¿Seguro que no estabas haciendo nada?—No sé a lo que te refieres, Gabriel — fui a mi escritorio, cubriendo con mis piernas a Melanie, mientras ella esbozaba una pequeña sonrisa—. El que está raro haciéndome tanta pregunta eres tú.—¿C&oacu
Por más en que trataba de no pensar en ese último encuentro con Melanie, cada día se me hacía más imposible. Sus besos son como una especie de tortura; y, no sé sí esté bien o mal sentir tanto por ella. Por mi parte aun sentía algo de culpa, más por el mismo hecho de ser la amiga de mi hija y todo lo que hemos ocultado. En cambio, Melanie no ha regresado a la casa y tampoco volvió a la oficina. Supe por Katie que ella no ha respondido a sus mensajes. En cierto modo, me siento muy culpable. No fue mi intención haber arruinado su bonita amistad. Cada vez me siento peor. Estas últimas semanas he pensado mucho en si ir o no a hablar con Melanie y solucionar todo.—¿Todo está en orden, Sr. Morrison? — inquirió la Srta. Wilson después de un largo silencio entre los dos—. Que no me diga nada, me inquieta un poco.—Todo est&
No había pronunciado palabra alguna desde que nos sentamos en la mesa a comer. Mi corazón no dejaba de latir con fuerza y rapidez. Las manos me temblaban sin control al tenerla frente a frente. Katie no ha parado de hablar y de hacer bromas mientras nosotros nos encontramos en una situación bastante incomoda, dándonos miradas fugaces y extrañas que revientan mi corazón y mi mente. Incluso llegué a pensar que Katie lo sabía todo y que solo era cuestión de segundos para que la bomba explotara.Su mirada, su sonrisa, sus labios, la manera en la que toma aire para hablar con Katie y la mira con pena, con culpa, con arrepentimiento me pone cada vez peor. No puedo más, necesito estar lo más lejos posible de ella. Esto que siento no puede crecer, simplemente no debe por qué existir en primera instancia.—Bueno, chica
Bajo la misma perdición de sus besos, la tomé de la cadera y ella entrelazó sus piernas en mi espalda, aferrándose de mi cuello y pegándome más a su cuerpo. Nuestros besos escalaron descomunalmente; la deseaba, en ese momento quería sentirme a plenitud, aun sabiendo de lo que estábamos haciendo no estaba del todo bien.¿Por qué tiene que sentirse tan bien y tan mal a la vez? Acaricié sus muslos descubiertos y apreté su trasero firmemente en mis manos. El gemido que escapó de sus labios lo silencié con un beso más rudo y profundo. Sus besos me saben a miel, sus labios son demasiado adictivos. La humedad de su lengua jugando con la mía me tiene al borde del abismo.—Creí que hablaríamos, Sr. Keith.Me pone cuando me dice Sr. Keith. Su voz no puede sonar más erótica y dulce.—Lo haremo